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SR. JUEZ
Soy un incomprendido. O es que esta sociedad en donde me muevo últimamente, por verla tan injusta, soy yo quien no comprende, pues a mis buenas intenciones se le da una intención muy perversa.
Un hombre bueno como yo, alma de cántaro, incapaz de hacer daño a una mosca, me veo apartado ¿y por qué? por mi carencia de sumisión. He intentado ser como la gran mayoría, adocenarme y ser otro vasallo del poderoso, del que lo es hoy o del que lo será mañana, y no me sale el vasallaje…; no estoy hecho para tal menester. Y aunque alma de cántaro, soy rebelde, con causa o sin ella, que eso no es lo importante, y mi rebeldía natural me obliga a no inclinar la cerviz ni ante reyes, papas, o el vil dinero.
Es por tanto que al verme en un mundo que me parece hostil, debo acabar con mi vida, con mi sufrimiento… o con el sufrimiento de los otros que se atribulan al no verme como ellos, como un bicho raro, como una amapola nacida entre el hielo del ártico. No, no es mi culpa, ya que, en ocasiones, pocas, me gustaría ser uno más, para poder gritar hosannas y levantar mi palma con hojas de olivo al paso del caudillo redentor, pero es que les miro a los ojos y los veo tan prepotentes, que soy incapaz de reverenciar a prepotencia alguna.
Y mi problema ahora, al intentar dejar este mundo cruel, es si hacerlo por medio de la tan socorrida horca, pero temo que la cuerda se rompa y quede en evidencia con solo un chichón y en el suelo. ¿Un veneno? Sí, podría ser la solución, pero ¿y si no hace su efecto, llegan los sanitarios, me hacen un lavado de estómago y quedo en el más espantoso de los ridículos? ¿eh?... ¿Tirarme por la ventana? No creo que sea la solución ideal, ya que vivo en una entreplanta y al suelo hay pocos metros, y para más INRI, es zona ajardinada y con mullido césped. ¿Un tiro en la sien? Pues no, ya que soy enemigo de las balas, las únicas que me gustan son las balas de paja, para dormir sobre ellas en las tardes del tórrido agosto. ¿Y acostarme sobre las vías del tren esperando que pase y haga de mí picadillo? Mire, señor Juez, lo he pensado, pero sabrá que los empleados de la compañía ferroviaria están de huelga. Estar doce días esperando que el tren pase, me parece una barbaridad.
Veamos… podría matarme atravesándome el corazón con un cuchillo de cocina. Pero, ¿y si antes de clavármelo ha servido para cortar jamón cocido en no muy buenas condiciones y me intoxico? No me gustaría morir intoxicado, pero si así tuviera que ser mejor por intoxicación etílica, pero no pruebo el alcohol.
Mire, señor Juez, lamento haberle hecho perder el tiempo con esta misiva, déjela como no enviada, y yo dejaré mi suicidio para el invierno, ya que ahora, en primavera, donde los pajarillos pian con más brío, las flores irrumpen con alegría, y las mariposas revolotean jacarandosas y bellas, sería una crueldad. Y un suicidio nunca debe ser un acto cruel, sino un acto de protesta.
Gracias.
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