Empiezan a atarse los cabos sueltos del caso del operativo que desembocó, la semana pasada en la isla italiana de Cerdeña, en la detención y posterior puesta en libertad sin medidas cautelares de Carles Puigdemont, en el exilio desde hace cuatro años para evitar la acción de la justicia española, que lo reclama por presuntos delitos de sedición y malversación relacionados con su participación en el ‘procés’ soberanista de Catalunya.
Protegido por la justicia europea al menos hasta que esta resuelva el fondo de la cuestión sobre su inmunidad como miembro del Parlamento Europeo, Puigdemont vive en Bélgica y en los últimos meses ha viajado a Holanda, Francia, Alemania y Suiza, todo ello sin ningún problema. Sin embargo, sí los tuvo la semana pasada en Italia. ¿Por qué? Según los datos que van conociéndose, la historia puede tener mucho que ver con un sector del ‘deep State’ o ‘Estado profundo’, esa especie de Estado dentro del Estado que agrupa a una derecha judicial, policial y mediática decidida a tumbar al Gobierno de coalición de PSOE y Unidas Podemos y su política de alianzas con formaciones de izquierda soberanista como ERC y EH Bildu, que permitieron la puesta en marcha de ese Ejecutivo y que lo respaldan.
Para empezar, el operativo que desembocó en la detención de Puigdemont fue puesto en marcha sin informar al Gobierno español ni al Ejecutivo italiano; tanto, que lo desconocían incluso el ministro del Interior español, Fernando Grande-Marlaska, y su homóloga italiana, Luciana Lamorgese. Sin embargo, la cúpula policial española –orgánicamente dependiente de Marlaska– ha reconocido que sí fue informada por teléfono del operativo cuando el expresident aún no había aterrizado en Cerdeña. ¿Por quién? No se sabe, y sorprendentemente –o no– tampoco parece haber demasiado interés en saberlo.
Y eso que el operativo estuvo a punto de poner en apuros a Mario Draghi, y aún más a Pedro Sánchez. “Esto puede poner muy cuesta arriba la legislatura” es el mensaje que el exjefe de Gabinete de Pedro Sánchez, Iván Redondo, envió a Pablo Iglesias nada más conocerse la detención de Puigdemont, según ha revelado el propio Iglesias este jueves en RAC1. Redondo conoce bien el delicado equilibrio de fuerzas de la política española, con dos grandes bloques, uno de profundización democrática –que agrupa básicamente a Unidas Podemos y a formaciones de izquierda soberanista encabezadas por ERC y EH Bildu–, otro de involución democrática –que agrupa básicamente a PP, el partido ultraderechista Vox y un Cs en caída libre– y en medio el PSOE.
Iglesias ha destacado asimismo que juristas le han “trasladado la hipótesis” de que el ‘Estado profundo’ lo intentó precisamente en Italia porque, a la vista de la actual situación jurídica de Puigdemont, “la flauta” de la extradición del expresident tenía más posibilidades de “sonar” en un juzgado de Italia –Estado que “solicita regularmente la extradición de mafiosos que viven en España, y España es siempre muy diligente a la hora de tramitar esas extradiciones”– que en uno de Bélgica, Holanda, Francia, Alemania o Suiza. Aunque, previsiblemente, tampoco sonará en Italia.
Más allá de Puigdemont y de la “indisoluble unidad de la Nación española” en la que “se fundamenta” la Constitución de 1978 y por lo que parece la justicia española –que no la justicia europea–, en este caso un sector del ‘Estado profundo’ ha desafiado a la propia justicia europea y ha ninguneado al Gobierno de coalición, pero sobre todo ha intentado torpedear tanto la Mesa de Diálogo recién reactivada por los gobiernos de España y de Catalunya como los apoyos que el Gobierno de coalición necesita para sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado para 2022 y avanzar así en la legislatura.
Con Cs en caída libre y con el PP echado en brazos de Vox en comunidades autónomas y ayuntamientos, al PSOE no le queda otra que mirar hacia su izquierda –es decir hacia sus socios de gobierno de Unidas Podemos y hacia sus socios de investidura de ERC o EH Bildu–, que es precisamente donde ese sector del ‘Estado profundo’ no quiere que mire. No parece que la flauta vaya a sonar esta vez, pero seguro que seguirá intentándolo.
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