Es una frase hecha que se dice mucho en las universidades: los listos son de ciencias, los tontos de letras. Y que eso ocurra en el país de Cervantes explica muchas cosas. También hay gente que piensa lo mismo de la política: los aptos para mandar, la gente de orden, son los de derechas, los otros no saben de la misa la media. Y eso ocurre en un país que sufrió una dictadura sanguinaria de treinta y ocho años que, en el fondo, sostenía y se sostenía en lo mismo: la idea de una oligarquía dueña del país por la gracia de Dios y de las élites económicas. Sumen todo eso y tendrán la respuesta a algunas preguntas fundamentales.
El desprestigio interesado de las humanidades, de las que sólo parecen interesar la Economía y el Derecho, fomenta que se consideren un asunto menor la Literatura, la Filosofía, el Arte, la Historia o la Psicología, tal vez porque menospreciarlas ayuda a crear una ciudadanía manejable y poco crítica, y aparte de que echa por tierra la posibilidad de valorar el tesoro cultural que posee España y que es, junto con su geografía propia de un paraíso en la Tierra, la razón de que nos visiten ya cerca de cien millones de turistas cada año.
Pero el caso es que en lo que aquí, al parecer, se considera el territorio propio de los conservadores, los hechos y los números demuestran con frecuencia lo contrario. El líder, o al menos cara visible, del PP, Alberto Núñez Feijóo, dice que cuando su partido gobierna cuadran las cuentas, algo muy alejado de la realidad, y con su tendencia quién sabe si a meter la pata y esconder la mano, es decir, a equivocarse, mentir o las dos cosas, afirma que su formación gestionó de manera modélica la crisis en el año 2014, mientras que ahora La Moncloa no da una y nos está llevando al fin del mundo, como quien dice. Pero los datos lo dejan, otra vez, mal: en diciembre de 2014, sin pandemia de coronavirus y sin invasión de Ucrania, había una tasa de paro del 23,7% y ahora del 12,7 %. Está bien que esto se le recuerde y vaya completando su formación, ahora que ya sabe que George Orwell no escribió 1984 ese año, sino en 1948, y lo publicó en 1949. ¿Ven lo importantes que son las humanidades? Entre otras cosas, porque son las ciencias que estudian aquello de lo que estamos hechos, lo que nos realiza, nos enseña qué y quiénes somos, nos dota de una musculatura intelectual y, como resultado de todo ello, nos convierte en seres íntegros y libres. Lo contrario de eso es reducir la existencia al dinero, que es como encerrarla en el círculo de una moneda. Lo llaman neoliberalismo y hacen trampa en las dos partes de esa palabra compuesta que, en la práctica, es lo contrario de lo que aparenta: es lo de siempre hecho por los de siempre, y es un tipo de esclavitud. La estrategia del embaucador consiste en decirle lo que quieren oír a sus damnificados, algo que ocurre con cualquier timo, y utilizar las necesidades o ambiciones de los demás para convertirlos en sus porteadores. Y, por supuesto, en no admitir jamás un error ni una mala práctica; todo lo que sale mal, es por culpa de quienes sufren las consecuencias: ¿recuerdan cuando el estallido de la burbuja inmobiliaria se resumió proclamando a los cuatro vientos que vivíamos por encima de nuestras posibilidades? Ahora mismo en Madrid hay otra huelga sanitaria, las y los médicos, enfermeros y demás protestan por el ataque despiadado que el Partido Popular de Esperanza Aguirre e Isabel Díaz Ayuso lanzaron y lanzan, día sí y día también, contra los servicios públicos, a todos los niveles y con todas las armas de la demagogia y la hipocresía a su alcance. La actual presidenta ordenó que los ancianos de las residencias no fueran atendidos en los hospitales, se favoreció con ello la muerte de casi seis mil de ellos por covid-19, algunos llegaron a convivir durante días con cadáveres; en cuanto pareció que el virus era doblegado por las vacunas, despidió a la mayor parte de los contratados durante la emergencia. Sus dos grandes logros fueron construir el Zendal, que nunca tuvo personal suficiente y hoy no sirve prácticamente para nada, y que su familia sacara comisiones desorbitadas por trapichear con mascarillas. Después cerró las urgencias de los ambulatorios en los barrios del cinturón rojo, que la habían votado masivamente. Y ahora, tal vez porque las elecciones de mayo empiezan a asomar por el horizonte unas orejas que ella no tiene claro si son de oveja o de lobo, ha intentado dar otro golpe de efecto, reabriéndolas en versión mejorada. Era todo falso, porque sigue sin haber facultativos y auxiliares suficientes, porque Madrid es la comunidad donde peor se les paga y, en definitiva, porque de donde no hay no se puede sacar. Ambulatorios cerrados, centros de salud sin doctoras o doctores de guardia… Y su as en la manga, el de siempre: culpar a los propios profesionales de sabotear el plan y a la oposición de hostigarlos. Aguirre llamaba vagos y absentistas a los docentes que le hacían mareas y su sucesora hace lo mismo ahora con, no lo olvidemos jamás, quienes se jugaron y en muchos casos dieron su vida por atender a los pacientes enfermos de coronavirus, a cuerpo limpio, con bolsas de basura como única protección, sin las mascarillas con las que poco después el hermano de la lideresa haría tan buen y lucrativo negocio. Con eso y tres retahílas sobre el comunismo, el independentismo y el terrorismo, sale del paso, no paga ningún precio, de momento, por sus errores y quién sabe si delitos: ¿No lo es declarar que el presidente Sánchez prepara un golpe de Estado contra el rey? Algunos de sus dislates, como el de las residencias, acarrean consecuencias dramáticas, y tiene sus seguidores, que la ovacionan y avala. Insisto: las humanidades. ¿Quién le va a parar los pies? ¿Quién le va a poner el cascabel al gato? Feijóo no, desde luego, ya se ha visto el zarpazo que se llevó por intentar negociar la liberación de la magistratura. Él, a lo suyo, a ver si consigue radicalizarse un poco y recupera algo del prestigio dilapidado entre los suyos. La última, regresar a la cantinela de que la ley de memoria reabre las heridas, con lo que consigue dar la impresión de que a él le parecen menos onerosas las fosas comunes cerradas y las tumbas de asesinos como Queipo de Llano convertidas en monumentos donde se les homenajeaba; y dice que hacer esas cosas es contrario a la Constitución, pero bloquear el poder judicial no. La última encuesta dice que va el primero en la carrera a La Moncloa. No hace falta ni creer en Dios para rogar que nos pille confesados.
Tema: Re: Benjamín Prado Miér Nov 16, 2022 11:49 am
ETA ya no mata, lo que matan son las Urgencias sin médico
La realidad ha muerto, las noticias la han matado; o, por ser más exactos, ha acabado con ella el exceso de información, ese río revuelto de rumores y calumnias que corre por redes y redacciones, que lo salpica todo y está lleno de remolinos y pirañas. Lo llaman fake, a la apoteosis de lo falsificado, y es una forma de desprecio: quien manipula, cambia, deforma, tergiversa… siempre lo hace desde el convencimiento de que los otros son fáciles de engañar, unos incautos capaces de creer lo increíble y fumarse lo infumable siempre y cuando quien se lo ofrezca y le dé fuego sea de los suyos. Por eso hay quien apoya y vota a quienes van contra sus propios intereses, porque es de su cuerda, está en sintonía con su ideología. Al enemigo ni agua; al compañero de viaje, lo que pida.
La manifestación del domingo contra Isabel Díaz Ayuso y su guerra sin cuartel contra la Sanidad pública habría empujado a la reflexión a cualquier política o político honrados, pero quizá el problema es que no hay empujón que valga cuando estás al borde de un abismo. Así que su particular huida hacia delante consiste en no moverse, en defender lo indefendible y contra todas las evidencias. Y, por encima de todo, en mentir, mentir y mentir, da igual si se trata de mantener que las Urgencias de los ambulatorios funcionan a la perfección o, si no lo hacen, que es por culpa de las y los médicos y enfermeros que las sabotean, cuando todo el que tenga ojos ve el desastre que ha generado su despido de miles de profesionales y su apuesta desvergonzada por las clínicas privadas; o si se trata de negar la catástrofe de los geriátricos durante la pandemia, en gran parte debida a la orden de su Gobierno de no atenderlos en los hospitales, algo que no ven sospechoso los mismos tribunales que se atreven a secuestrar un sello de Correos que homenajeaba el centenario del Partido Comunista. No respetan ni a los muertos, ni a los vivos, ni a los que quieren morir, sólo a los no nacidos y a los criminales de guerra como Millán Astray, Queipo de Llano o el propio Funeralísimo, con cuya retirada de la vía pública no están nunca de acuerdo. Ayuso podría haberse puesto a pensar, mirarle a los ojos a la muchedumbre que salió a la calle contra ella y su ataque por tierra, mar y aire contra la Seguridad Social de la que estábamos, y con razón, tan orgullosos, y aceptar que cuando juegas con la salud de las personas estás cometiendo un atentado contra sus derechos y contra su propia existencia. Pero no, en lugar de eso, instiga a sus subordinados a despreciar la marcha, sentenciar que fue un fracaso, cuando las imágenes de la concentración demuestran absolutamente lo contrario, y a salirse por la tangente con la payasada de que “el noventa y nueve por ciento de los madrileños no la secundaron.” A punto han debido de estar de llamar a los presentes “anti-madrileños” igual que el dictador llamaba a sus víctimas republicanas “anti-españoles.” Se es soberbio por falta de ideas, porque sólo desde la arrogancia se puede sustituir un argumento por un insulto a la inteligencia como los que ella acostumbra a hacer y que, cómo no, terminan por definirla. Aparecer al día siguiente del clamor popular en su contra y ponerse a hablar de la ETA deja claras dos cosas: su falta de ideas, escondida tras la repetición de tres o cuatro eslóganes que la hagan aparecer como defensora de la unidad de España y todo eso, y su escaso respeto por los demás, de quienes sólo parecen importarle quienes la lleven en procesión, la justifiquen y sostengan o, por supuesto, cubran de oro a la familia con avales sospechosos e intermediaciones que hacen crecer el dinero en los árboles del hermano, la madre o el padre. Tampoco han visto jueces y fiscalías nada digno de ser investigado en todo ello, ni en la tragedia de las residencias de ancianos: lo verdaderamente peligroso es el sello de Correos del PCE. Esto no lo mejora ni un chiste de Gila. Habrá que ver si la baladronada que ha hecho fortuna por esas tertulias de Dios, “cuanto más se censura a Ayuso, más la votan” y el remate que rueda por ahí tras lo ocurrido el domingo, “con esto, mayoría absoluta”, lo confirman o lo desmienten las elecciones autonómicas y locales de mayo. Pero, de momento, que ella y los suyos —de dentro y de fuera— solucionen lo que, al parecer, para ellos es un simple trámite, mirando para otra parte, cambiando de tema y despreciando lo ocurrido, no parece que sea un camino que lleve a ninguna parte. Los centros de salud continuarán estando saturados, la atención nocturna no funcionará por falta de personal y de medios y su chapuza disfrazada de tecnología, consistente en suplir a los profesionales por ordenadores o tabletas electrónicas, traerá más desesperación, más sufrimiento y más dramas. Quién sabe si algo de eso le importa. ETA ya no mata, lo que matan son los hospitales sin plantilla, las listas de espera y las Urgencias sin médico.
Saboteador: médico que pide atender diez minutos a cada paciente adulto y quince a cada niño
En el mundo del fútbol se dice que un gol tras un saque de esquina es la suma de un buen centro, un buen remate y un fallo de marcaje. Con las huelgas pasa lo mismo, son el resultado de un problema laboral, el ejercicio de un derecho democrático y una mala negociación, de una de las partes o de todas. Por supuesto, un paro es una herramienta legítima que también crea problemas e incomodidades, pero no hay nadie medianamente respetuoso con las libertades colectivas que ponga en duda su legitimidad y su necesidad cuando se está en un callejón sin otra salida. Ahora, llega la protesta de otra parte de la Sanidad pública en Madrid contra la presidenta Isabel Díaz Ayuso y su ataque continuo en contra de ese sector al que su antecesora Esperanza Aguirre y ella han tratado de debilitar con todas sus fuerzas y sin renunciar a ningún golpe bajo. La actual lideresa no ha tenido ni que desenterrar el hacha de guerra: sencillamente, se lo dio su mentora al pasarle el testigo. Que no se pongan sus batas blancas cuatro mil doscientos cuarenta médicas y médicos y setecientos veinte pediatras de Atención Primaria afectará a numerosos pacientes, pero ¿qué pueden hacer si no: quedarse de brazos cruzados mientras les y nos arrasan los pilares de la Seguridad Social?
A ver qué les llama esta vez Ayuso, si vagos, absentistas, saboteadores o agentes del enemigo rojo, porque ya les ha dicho todo eso, igual que calificó a los cientos de miles de participantes en la última manifestación de filoetarras, alborotadores independentistas y demás. ¿Por qué va a dejar de decir disparates, pensará, mientras haya quienes se los siguen aplaudiendo y echándole una mezcla de pólvora y azúcar a la teoría de que cuantas más barbaridades se le ocurran, más se le criticará y cuanto más se la descalifique más votos sacará? Tras la manifestación y la huelga, mayoría absoluta, se chulean sus partidarios. No sé si habrá corral para tanto gallo. La reunión de los médicos con la Consejería de Sanidad, para intentar buscar soluciones al conflicto, no sirvió de nada porque no se atendió a ninguna de sus reivindicaciones, que son, entre otras, las de incrementar el personal y reducir el número de consultas para que se pueda atender en ellas diariamente a un máximo de treinta y un pacientes en el caso de los facultativos para adultos y a veintiuno en el de los que se ocupan de los niños. Qué poco piden, en realidad, dado que eso equivale a dedicarles a cada uno, respectivamente, diez y quince minutos. Estos días de saturación, lógicos con la bajada de las temperaturas, hay algunos que han tenido que ver a más de cincuenta. Que no haya dinero para contratar a más doctoras y doctores en la misma región donde los familiares de la propia presidenta han cobrado cientos de miles de euros de dinero público no tiene nombre. Que se trate de volver a engañar a la gente, para salir del paso, tampoco; que el PP diga que han presupuestado para 2023 la cantidad de 9.789,6 millones de euros para la Sanidad y que eso es un “un 11,4% más que en 2022” es, simplemente, mentir: en 2021 el gasto sanitario real fue de 10.300 millones de euros. Así que son 510,4 millones menos. ¿Quién ha soltado el embuste? Decimos que ha sido Lasquetty y no añadimos nada. Pero está claro que ni a Ayuso ni a sus asesores y correveidiles les interesa hablar de números, lo suyo son las palabras, que se las lleva el viento, y agarrarse al clavo ardiendo de que todo el mundo miente porque esto es un asunto político: mienten las asociaciones vecinales que protestan por las Urgencias cerradas o abiertas pero sin un médico que las atienda; mienten los sanitarios, que en realidad están manipulados y siguen órdenes de la oposición, y no son más que unos peseteros, cuando lo cierto es que son los segundos peor pagados de España; mienten quienes dicen que Madrid es la autonomía con menor número de médicos de Atención Primaria por cada diez mil habitantes; mienten quienes dicen que los menospreció, los llamó saboteadores y les puso a los pies de los caballos y también miente quien diga que dijo que “no todos ellos quieren arrimar el hombro y trabajar”; mienten los familiares de los miles de ancianos muertos en residencias tras mandar su Gobierno un protocolo en el que se conminaba a no trasladarlos a un hospital; mienten quienes salen a la calle a expresar su descontento y, además, va a otra cosa; naturalmente, las privatizaciones son mentira y ella ama lo público y lo defiende a capa y espada; mienten quienes cuenten que el Zendal fue un desastre, que no sirvió más que para que ella se hiciera unas fotos promocionales y que ahora es un sanatorio fantasma; y, por supuesto, miente cualquiera que no acepte que una consulta en un centro de urgencias se puede hacer por vídeoconferencia y que eso es mucho mejor o, al menos, igual de práctico que ser atendidos en persona. Todo ello dicho, eso sí, con un desparpajo gemelo de la campechanía del rey emérito. Ya nos sabíamos el chiste y no tiene gracia, aunque haya quienes se la rían. Por algo será.
¿Y si las líneas rojas se las ponemos a la lengua, además de a los pies?
La crispación, la llamamos, y es un estado de histeria programada cuyo fin es que los gritos y las banderas no dejen ver lo que hay bajo el discurso propio ni oír el ajeno, a ver si alguien va a entender algo: a río revuelto, ganancia de pescadores. A veces, a la algarabía se le añaden algunas banderas que apelen a instintos básicos de identidad y pertenencia, y se lanzan proclamas nacionalistas que hablan de patrias rotas, constituciones traicionadas, autonomías que se van del país. Si el enemigo resiste, se echa un poco más de leña al fuego y se le pone el cartel de comunista a unos o el de terrorista a otros, porque mientras decir sandeces sea gratis, para qué se van a poner límites. Y cuando el orador o la oradora está en la franja más limitada de la mala educación, se recurre al insulto personal, que obviamente califica a quien lo hace, no a su víctima, y que nos hace preguntarnos qué máquina del tiempo habrá utilizado la o el cafre en cuestión para tele-transportarse a nuestra época desde su Edad Media. Hay trogloditas que se conservan muy bien: por ellos no pasan los siglos.
Un día, una ultraderechista machista con escaño, y lo escribo así para que la mezcla de ches y haches suene a chatarra, lanza sapos y culebras por la boca para demostrar, con su ataque soez a la ministra Irene Montero, que la sintonía de la oradora con la España de la Sección Femenina es digna de un reloj suizo. Y que eso, por supuesto, es lo que querrían de nuevo para España. Otro día, un periodista le pregunta al socialista Patxi López cómo es que el Gobierno ha puesto la Guardia Civil en manos de Bildu, y se queda tan ancho. La respuesta, que lo que se está haciendo es cumplir el Estatuto vigente, es una buena lección, que también podrían tratar de aprender quienes hacen demagogia con la Constitución y sólo se acuerdan de ella cuando truena, pero se la saltan cuando hablamos de los artículos referentes al derecho de todas y todos los ciudadanos a una Sanidad, una educación, un trabajo o una vivienda dignas. Pero las lecciones sólo las aprenden quienes estudian, no quienes copian en el examen al de al lado, que es lo que ocurre en nuestro debate público, que uno suelta el dislate y muchos lo repiten y amplifican: vivimos la edad de oro del bulo y su hermano moderno, el fake. Y luego está lo de adelantarse a los acontecimientos y poner el grito en el cielo para ver qué les cae en las manos. La que se ha montado con la ley a la que llamamos del sí es sí, donde cabe todo lo anteriormente escrito, y además en grado superlativo, porque se han alcanzado límites bochornosos. ¿Que el debate es posible y es necesario? Nadie en su sano juicio lo cuestionaría, dada la diferencia de criterios que muestra cada juez: por poner dos casos recientes, un día la Audiencia de Cantabria rebaja las penas a dos delincuentes sexuales que participaron en la violación de una mujer en un hostal de Santander y le bajan la condena de doce a siete años al autor material y de seis a cuatro al cooperador necesario; y otro día la Audiencia de Navarra acuerda que en ningún caso rebajará las penas impuestas a delincuentes sexuales si caben en la nueva ley y que sólo hay que revisar las máximas que excedan los límites en las nuevas horquillas. En resumen, que se desestimará la petición de rebaja de un año de cárcel que solicitó el abogado de uno de los integrantes de esa manada. Pero de ahí a la avalancha de descalificaciones que se han lanzado a los cuatro vientos, hay un mundo: el que separa lo aceptable de lo inaceptable, lo que puede tener cabida en las instituciones y en la discusión política y lo que no debiese ocurrir nunca, porque las famosas líneas rojas también sería deseable ponérselas a la lengua, además de a los pies. Es necesario y es urgente, porque el efecto dominó funciona, lo que se escucha se repite y el nivel de violencia verbal es insufrible. Ojalá no hubiera tantos altavoces al servicio de quienes no tienen gran cosa que decir pero sí mucho veneno que echarle al agua. No brinden con eso, es pan para hoy y hambre para mañana.
Tema: Re: Benjamín Prado Mar Dic 06, 2022 10:08 am
Cuando el nuevo flautista de Hamelin acabe con las ratas de Nueva York, que venga y se lleve a la ultraderecha
La promesa es siempre la misma: dad pasos atrás y llegaréis más lejos. Quienes la hacen tampoco cambian: son las y los reaccionarios de toda la vida. Y el resultado, en cuando se les abre la puerta o se les lleva a hombros al poder, es una involución en las sociedades, que pierden derechos y regresan a la oscuridad. El sueño del neoliberalismo engendra monstruos, de Washington a Londres y de Roma a Madrid, y ahora ya se sabe cómo acaba el cuento y que bajo la piel de economista estaba el lobo de la ultraderecha. En Nueva York han ofrecido una recompensa como las del salvaje oeste para quien acabe con las ratas que se multiplican por todos los rincones de la ciudad; si lo consigue, hay que contratar a ese flautista de Hamelin moderno, que se venga por aquí y se lleve a los herederos del fascismo que están royendo las instituciones democráticas que tanto nos costó poner en pie.
El involucionismo ideológico en nuestro debate público es evidente y es una consecuencia lógica de la llegada a los puestos de mando de personas como la presidenta de la Comunidad de Madrid o el alcalde de la ciudad. La primera, dijo el otro día en la Asamblea regional: "Si la pregunta es si voy a eliminar el concepto de autodeterminación de género de la legislación vigente en la Comunidad de Madrid, la respuesta es sí”. Teniendo en cuenta que esa ley se aprobó con su compañera de partido Cristina Cifuentes, es paso atrás es de libro. Un paso del baile que se trae el PP con Vox, naturalmente. El segundo, Almeida, ha dedicado su mandato a quitar versos de Miguel Hernández de un memorial; a devolverle una calle al golpista Millán Astray “por no estar probada su participación en el levantamiento militar de 1936”, y otra al crucero Baleares, desde el que se asesinaba a los republicanos que intentaban huir de España, quitándosela al barco Sinaia, que los ponía a salvo; y a tratar de negarle el título de hija predilecta de la ciudad a Almudena Grandes, que, según él, no lo merecía. Puro involucionismo de manual, también.
El tono general del debate en nuestro país es bronco, mordiente, insultante a menudo; parece que muchas y muchos van al Congreso y al Senado a perder los papeles, quién sabe si porque están en blanco ambos, los folios y los oradores, o porque son las instrucciones que les dan; pero tras la jauría se ve a los cazadores y, una vez más, asoman su espíritu retrógrado. La gresca maleducada y feroz que se ha montado con la llamada ley del sólo sí es sí y contra la ministra Montero, a la que se han dirigido comentarios soeces, es una prueba inmejorable del deterioro que padecemos y deja claro por qué el PP gobierna con ultras que la han recurrido ante el Tribunal Constitucional con el argumento de que en ella no queda claro si el consentimiento debe de ser “expreso” o “deducible”. Ya saben: si la víctima cerró bien las piernas, si se resistió suficiente, si le plantó cara al monstruo… Porque si la mujer contra la que se cometía el crimen se quedó paralizada por el miedo o por puro instinto de supervivencia, pare ellos la cosa ya tendría sus matices, ¿no es cierto? Para ellos y, como se sabe, para algún que otro juez. Ya conocemos el mito, sin duda con base más que real, de la división de la izquierda. En la derecha pasa igual desde que no es sólo una, y las desavenencias y cuchilladas por la espalda son obvias. A Ayuso le echó un cable, pero electrificado, su socia de la ultraderecha, que le afeó que culpabilizara a los sanitarios que se manifestaban contra ella y no los escuchase. A Almeida parece que le empiezan a rondar bulos y murmuraciones que hablan de una campaña sucia contra él que podría que tener algo que ver con su posicionamiento al lado de Pablo Casado cuando este se atrevió a enfrentarse a la lideresa y su partido lo defenestró: ¡a quién se le ocurre denunciar que el hermano de Ayuso sacase tajada de la compra de mascarillas cuando en España morían novecientas personas diarias! Su sucesor, Alberto Núñez Feijóo, no sólo heredó el cargo, también la enemiga, que ya lo ridiculizó haciéndole dar marcha atrás en su acuerdo por el Consejo General del Poder Judicial y por la misma causa: a quién se le ocurre aceptar renovarlo y exponernos a que nos juzgue quien no debe por nuestros casos pendientes de corrupción. La lucha interna empieza a pasarles factura, el dragón que ellos crearon ha aprendido a echar fuego y por este camino ninguno de los dos llegará a La Moncloa, ella porque es un fenómeno local, aparte de transitorio por su poca consistencia, que no tiene una sola oportunidad de Aranjuez para allá, y él porque ha diluido su propio efecto con intervenciones contradictorias, ridículas a veces, digos y diegos, errores de bulto y, en resumen, dando la impresión de que había más ruido que nueces en su leyenda, y los últimos sondeos lo dejan muy claro: el efecto pasó, su cartel empieza a perder el color. Desde luego, la parte que hablaba de su carácter moderado y centrista, se ha roto como un jarrón de porcelana al recibir un balonazo. Esto último, lo digo como talismán, para que ganemos el partido de hoy a Marruecos. Y luego, que tiemblen Francia o Inglaterra, ese país que se fio de quien no le convenía y ahora llora por los rincones su salida de la Unión Europea. Tomen nota.
¿La legitimidad qué es? ¿Quitarse de en medio a Sánchez igual que se quitaron a Casado?
Las palabras se ponen de moda cuando se repiten, y una de las que más aparece estos días en el discurso de la oposición y de sus partidarios es “legitimidad”. Dicen que el actual Gobierno y su presidente no la tienen. Y en su discurso no encuentro, por lo general, los matices razonables que se le pueden poner, qué duda cabe, a algunos de los asuntos de actualidad política, sobre todo el que debate una reforma del Código Penal que abarataría, en algunos casos, el delito de malversación de caudales públicos. Si realmente de lo que estamos hablando es de que quien roba el dinero de todos va a tener menos castigo si no es para quedárselo él, es comprensible que nos preguntemos si eso es como si nos roban por la calle y la pena del ladrón será una si es para quedárselo y otra si es para donarlo a alguna causa, en su opinión, justa. Porque lo sustraído tendría que devolverse y, ¿quién lo hará, si aquí no lo han hecho ni las entidades financieras a las que se rescató en su momento?
Pero el asunto de la legitimidad es otra cosa que quiere servir para hacerle a Pedro Sánchez lo mismo que Feijóo, Ayuso y sus partidarios le hicieron a Pablo Casado: quitarle a dedo y por la espalda lo que se había ganado limpiamente en las primarias. Para empezar, ¿los números no le dicen nada al PP y sus socios? En las elecciones de 2019, el PSOE logró 120 escaños y ellos 89 y casi dos millones de votos menos, en concreto un millón setecientos treinta y tres mil ciento catorce. Ese resultado en las urnas y los pactos alcanzados con otras formaciones llevaron a Pedro Sánchez a La Moncloa. Pero a partir de ese momento, empieza el baile: dicen los perdedores de esos comicios que esos acuerdos no son aceptables porque hablamos de fuerzas separatistas, con un pasado como mínimo ideológico que los acercaba al terrorismo, etcétera. El caso es que son los mismos partidos con los que se entendió el PP cuando le convino, tanto en Cataluña como en el País Vasco, y todo el mundo recuerda desde las declaraciones de Aznar alardeando de haber ordenado negociar con “el movimiento vasco de liberación”, hasta las entrevistas del entonces alcalde de Vitoria y actual senador, Javier Maroto, en las que se jactaba de sus pactos con la misma Bildu a la que hoy demonizan, decía que la mayoría de esa formación estaba formada por “partidarios de la paz” y animaba al resto de las fuerzas del país a entenderse con ellos y no orillarlos. Por no recordar que esta es una reforma, en cierto sentido, de la que Mariano Rajoy le hizo a la carta a Artur Mas para que no le montará el referéndum con el que le amenazó varias veces y que al final le hizo Puigdemont. Todo ello está grabado y publicado, lo puede ver, oír o leer cualquiera.
El resto es igual, porque algunos son tan hipócritas y tienen una fe tan grande en su capacidad para engañar a los demás y hacer pasar las cosas por justo lo contrario de lo que son, que secuestran el poder judicial y hablan de golpes de Estado; bloquean el Constitucional y se llaman constitucionalistas; se alían con la ultraderecha y hablan de socios vergonzosos; tienen cientos de casos de corrupción a la espalda y hablan de honradez… En Madrid, las lecciones las da una presidenta que disparata un día sí y otro también sobre dictaduras, ilegalidades y totalitarismos, y a la que persiguen sombras como las de las siete mil personas fallecidas en las residencias geriátricas de la capital después de mandar su ejecutivo regional que no se las trasladase a un hospital para intentar salvarles la vida; o las que hablan de los negocios de su familia, beneficiada por una lluvia de millones de dinero público; o los de su hermano con la famosa intermediación para comprar mascarillas durante la pandemia. No olvidemos que la defenestración de Casado vino por denunciar ese asunto, cuando vino a decir que era una indecencia lucrarse de ese modo y en esas circunstancias: “La cuestión es si cuando morían setecientas personas al día se puede contratar con tu hermana y recibir doscientos ochenta y seis mil euros”. Y no eran setecientas, sino más de novecientas, en algunos momentos. El líder de la formación, Núñez Feijóo, va cambiando las cañas por lanzas y radicalizando su discurso. La última de sus ocurrencias, discutida hasta entre los suyos, es la de pedir elecciones anticipadas, algo raro justo en el momento en que las encuestas comienzan a reflejar que el famoso efecto que causó su llegada al despacho de mando de la calle de Génova empieza a diluirse, dentro y fuera de esa sede, por cierto, reformada con dinero negro. Su continuo bombardeo sobre el adversario, en España y en Europa, empieza a cansar a gente que se pregunta si tal vez tanto ruido sirve para ocultar los errores propios en alguna de las comunidades donde ostentan el poder, por ejemplo, en la capital, donde el destrozo causado por los suyos, entre otras cosas, a la Sanidad pública tiene a esta en pie de guerra, en huelga y denunciando la precariedad en la que viven sus profesionales. La solución, la de siempre: culparles de mentir, de representar oscuros intereses y de estar manipulados por lo peor de lo peor, esos que quieren romper el país y demás. Pura cháchara, pero muy peligrosa, porque va envenenando el ambiente y conduce a la crispación en la que, al parecer, tienen puestas todas sus esperanzas. Porque, insisto, se puede y se debe discutir y cuestionar; se puede mirar la realidad desde distintos ángulos ideológicos, eso es sano y democrático; y, por supuesto, se puede estar en desacuerdo con iniciativas como la de modificar el Código Penal en el asunto de la malversación y luchar contra ellas en las cámaras; pero lo que no resulta sensato es hacerlo de esta manera, con esta catarata de descalificaciones, faltas de respeto, tiros por elevación e insinuaciones que deslizan que o les devuelven los escaños azules o habrá ruido de sables. Lo que no es sensato es que de la palabra “debate” haya quien sólo usa las cuatro últimas letras; el “bate.” Y, por desgracia, en eso estamos.
Es una de las preguntas cuya respuesta vale para calibrar la salud de una democracia: ¿la Justicia es igual para todas y todos? ¿Podemos confiar en ella? Si la opinión generalizada es negativa, es que algo no funciona, o se está contando mal, o no se entiende.
En nuestro país no es sólo que ese asunto esté de forma recurrente sobre la mesa, sino que cada vez ocupa más lugar en el espacio público y más horas de debate en los foros políticos, donde se corta el bacalao de la realidad y confluyen, de una u otra manera, todos los poderes del Estado, que deben estar conectados aunque estén separados, revueltos no, pero juntos sí. Los partidos y sus representantes, sin embargo, respetan la independencia de la magistratura cuando una sentencia o una ley es favorable para sus intereses, la critican si les es adversa y tratan de controlarla siempre "por detrás", como decía un alto cargo del Partido Popular: que la nómina del Consejo General del Poder Judicial o la del Tribunal Constitucional esté dividida en conservadores y progresistas y tenga evidentes deudas con quines los nombran para ese puesto, es bastante explicativo. El Partido Popular, que hoy se rasga las vestiduras y clama por la independencia de los jueces, prometió por activa y por pasiva, en tiempos de Mariano Rajoy, que establecería que los magistrados se eligieran entre ellos, sin pasar ni por la calle de Génova ni por la de Ferraz, pero no lo cumplieron, pese a tener una mayoría absoluta que lo habría permitido. Cuando su actual jefe, Núñez Feijóo, dice que el presidente Sánchez tendría que “devolver sus votos”, al no haber cumplido sus promesas electorales, debería recordar esos episodios del pasado. Lo que ha ocurrido y ocurre en el poder judicial es el resultado del bloqueo al que lo tiene sometido la derecha, algo inaudito, equivalente a un Congreso de los Diputados en el que un tercio de ellos se negase a abandonar sus escaños tras perder las elecciones. Es lo que hizo el Partido Popular que hoy llama "ilegítimo" al gobierno de coalición PSOE/UP: perder las elecciones de 2019 por casi dos millones de votos de diferencia. Para agarrarse al clavo ardiendo de los jueces afectos, primero bloqueraon la renovación del CGPJ, que a su vez impide la renovación del Tribunal Constitucional, que para completar el círculo maniobra para que las Cortes no puedan votar un cambio del Código Penal que es discutible, sin duda, pero que no puede evitarse impidiendo a la Cámara soberana hacer su trabajo. Las lecciones sobre la necesaria independencia de los magistrados las da el mismo PP que ahora sabemos que contrató para una universidad manejada por su Gobierno de Madrid y cuyo consejo preside un vicepresidente de Isabel Díaz Ayuso, a un juez que instruía graves casos de corrupción que les afectaban, como Púnica, Lezo y Kitchen.¿Cómo calificaría eso el señor Núñez Feijóo? Seguro que no dice ni pío. Y mientras todo eso ocurre, la confianza de las y los ciudadanos en la independencia de la magistratura se resiente, merma cada día y provoca un grado de inseguridad dañino, como no puede ser de otro modo. La idea más extendida es que la famosa venda con que se representa a la Justicia está hecha con la tela de una bandera. Así no vamos por buen camino.
Tres eran tres las derechas, tres eran tres y ninguna era buena
Si hay algo que hoy en día necesitemos como el aire son buenas noticias; si hay alguien que no las va a dar en España es la actual oposición, así que habrá que buscar fuera lo que no se encuentra aquí, como en los tiempos de la dictadura se sintonizaba en las trastiendas y los cuartos de estar a oscuras la Pirenaica o se buscaba en el dial alguna emisora francesa. Merece la pena hacerlo, porque lo que viene de Europa, por suerte, es mucho más alentador que lo que reparten en octavillas nuestra derecha, su ultraderecha y lo que queda del de en medio de los Chichos, que es el último jirón de Ciudadanos, tres eran tres las hijas de Elena, tres eran tres y ninguna era buena, como dice el refrán “peyorativamente de aquellas personas que intervienen sin brillantez en un mismo oficio u ocupación.”
Los agoreros por interés, cuanto peor, mejor, que España caiga, que ya la levantaremos nosotros, repiten que estamos en quiebra, a punto de la bancarrota; el mundo les contesta que nuestro país es la cuarta economía con mejor desempeño económico de la OCDE en 2022. El Gobierno topa el precio del gas e interviene el de la electricidad, Feijóo y los suyos hablan de despropósito y la Unión Europea lo ensalza e imita la medida. Cómo no, si miras el precio del primero, un día cualquiera, y ves que para nosotros es de 15,2 €/MWh, para Alemania de 106 €/MWh, para Francia de 108 €/MWh y para Italia de 166 €/MWh. Eso sí, no hay peor ciego que el que no sabe sumar.
Y ni siquiera hay que ir tan lejos: la organización Equipo Económico vaticina, tras analizar la situación actual y hacer sus previsiones de futuro, un crecimiento para España del 2,1% para 2023 y, con él, la recuperación de los niveles previos a la pandemia. Es decir, lo que anunció la ministra Nadia Calviño en la presentación de los Presupuestos Generales del Estado. Cierta prensa, claro, se le ha lanzado al cuello: lo que funciona hay que estropearlo, a quien acierta conviene echarle los perros. Equipo Económico valora positivamente, también, los buenos datos de empleo registrados desde comienzos de año y la reactivación del sector turístico, y pronostica que la ocupación crezca el 3,9% en 2022, el 2,7% en 2023 y el 2,3% en 2024, con lo que la tasa de paro se situará, respectivamente, en el 13%, 12,8% y 12,5% en esos tres años. Equipo Económico fue el bufete fundado por el ministro de Hacienda de Aznar y de Rajoy, Cristóbal Montoro, investigado en su momento por Anticorrupción y que tras la llegada del político y las sospechas en su contra por un contrato adjudicado a dedo, tuvo una ostentosa caída de la facturación declarada, de un 94,4% menos, y traspasó sus servicios a otra empresa. Ya saben, la ingeniería financiera, y eso. El caso, justo es decirlo, fue archivado por la jueza que lo llevaba. Los números son difíciles de manipular, pero las palabras les hacen el trabajo sucio y mentir es gratis. En la Comunidad de Madrid, la presidenta Isabel Díaz Ayuso volverá a privatizar la donación de sangre, algo que ya ha llegado a los tribunales, y a quitar la ayuda para el transporte público, que el 1 de enero volverá a costar el doble. El Gobierno central, mientras tanto, mantendrá las gratuidad de las Cercanías de RENFE. ¿Quién ayuda a las y los ciudadanos, los que les alientan a tomar cañas durante los momentos duros del coronavirus o quienes le paran los pies a los mercados y a las compañías que se lucran del sufrimiento ajeno con sus beneficios caídos del cielo, es decir, con su atraco a las tres de cada día? Sobre lo primero, igual es que a más contagios, mejor negocio que hacían algunos, por ejemplo, quienes intermediaban, a cambio de comisiones descomunales, en la compra de mascarillas y oros materiales sanitarios. Acerca de lo segundo, las ganancias extraordinarias de los grandes hipermercados explican que España sea donde más parecen haber encarecido los alimentos las consecuencias de la invasión de Ucrania, algo raro, raro. Imagínense, si después de la corrupción y los abusos de toda clase aún somos lo que somos, qué podríamos ser sin tanto robo, tanto saqueo de dinero público y reparto de billetes a la familia. Eso sí, siempre les quedarán como clavos ardiendo la sedición, la ETA y el rey, cuyo discurso sobre la “erosión de las instituciones” en el que no le dedicó una palabra al bloqueo con aromas de secuestro de la Justicia, por parte del Partido Popular, retrató de qué monarquía estamos hablando y cuál es su sesgo: si a los independentistas de 2017 los puso “al margen del Derecho y la democracia”; hoy de los amotinados del CGPJ y el TC y sus compañeros de la calle de Génova, no dice ni pío y pide “responsabilidad” a “todos”. La equidistancia, y eso. ¿Y quién corrió a batir palmas y a sacarle brillo a la corona? Bingo, otra vez Ayuso, según la cual, la alocución navideña del monarca “nos llama a creer en nosotros mismos, a la convivencia, a la concordia y a cuidar las instituciones.” Dos cosillas: la primera que eso es justo lo que no está haciendo su partido, que es quien ha metido el palo en la rueda, con mil y una disculpas que son las de siempre, y tiene al poder legislativo como a Walt Disney, congelado, sólo que en este caso de verdad. La segunda, que dando volteretas de alegría por las palabras del monarca está halagando a La Moncloa, que tiene que ver, revisar y autorizar lo que diga el jefe del Estado. Igual no había caído. Que las buenas noticias se confirmen. Que no lleven razón los pesimistas por interés. Que tengamos todas y todos un maravilloso 2023.
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Tema: Re: Benjamín Prado Mar Dic 27, 2022 9:53 pm
marapez escribió:
la sedición, la ETA y el rey, cuyo discurso sobre la “erosión de las instituciones” en el que no le dedicó una palabra al bloqueo con aromas de secuestro de la Justicia, por parte del Partido Popular, retrató de qué monarquía estamos hablando y cuál es su sesgo
Sesgo el de Benjamín Prado. La sedición era un delito, el no llegar a acuerdos no es un delito.
marapez V.I.P.
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Tema: Re: Benjamín Prado Mar Dic 27, 2022 10:08 pm
Otro sesgado... . Menos mal que tu elevas el nivel del debate.
καλλαικoι V.I.P.
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Tema: Re: Benjamín Prado Mar Dic 27, 2022 10:14 pm
Yo he respondido a algo que ha dicho este Benjamín, y he expuesto el argumento de porque una cosa es mucho más grave (hasta llegar a ser delito) mientras que la otra no lo es. Bastante mejor que poner un chascarrillo o una foto.
marapez V.I.P.
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Tema: Re: Benjamín Prado Mar Dic 27, 2022 11:57 pm
Eso sí, siempre les quedarán como clavos ardiendo la sedición, la ETA y el rey, cuyo discurso sobre la “erosión de las instituciones” en el que no le dedicó una palabra al bloqueo con aromas de secuestro de la Justicia, por parte del Partido Popular, retrató de qué monarquía estamos hablando y cuál es su sesgo: si a los independentistas de 2017 los puso “al margen del Derecho y la democracia”; hoy de los amotinados del CGPJ y el TC y sus compañeros de la calle de Génova, no dice ni pío y pide “responsabilidad” a “todos”.
καλλαικoι V.I.P.
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Tema: Re: Benjamín Prado Miér Dic 28, 2022 12:09 am
Sigue siendo cierto lo que dije: la sedición era delito, y la no renovación de los órganos judiciales no lo es.
marapez V.I.P.
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Tema: Re: Benjamín Prado Miér Dic 28, 2022 12:30 am
marapez escribió:
Eso sí, siempre les quedarán como clavos ardiendo la sedición, la ETA y el rey, cuyo discurso sobre la “erosión de las instituciones” en el que no le dedicó una palabra al bloqueo con aromas de secuestro de la Justicia, por parte del Partido Popular, retrató de qué monarquía estamos hablando y cuál es su sesgo: si a los independentistas de 2017 los puso “al margen del Derecho y la democracia”; hoy de los amotinados del CGPJ y el TC y sus compañeros de la calle de Génova, no dice ni pío y pide “responsabilidad” a “todos”.
El llobu V.I.P.
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Tema: Re: Benjamín Prado Miér Dic 28, 2022 1:02 am
καλλαικoι escribió:
marapez escribió:
la sedición, la ETA y el rey, cuyo discurso sobre la “erosión de las instituciones” en el que no le dedicó una palabra al bloqueo con aromas de secuestro de la Justicia, por parte del Partido Popular, retrató de qué monarquía estamos hablando y cuál es su sesgo
Sesgo el de Benjamín Prado. La sedición era un delito, el no llegar a acuerdos no es un delito.
Sesgo el tuyo, cuando incumplir la Constitución, a sabiendas, por intereses sectarios, durante cuatro años, es lo normal.
Salú y República.
El llobu V.I.P.
Mensajes : 48228 Edad : 63 Localización : La llobera (aquí si estás dentro, allí si estás fuera)
Tema: Re: Benjamín Prado Miér Dic 28, 2022 1:03 am
καλλαικoι escribió:
Sigue siendo cierto lo que dije: la sedición era delito, y la no renovación de los órganos judiciales no lo es.
Sigues insistiendo en tu sesgo bulócrata golpista filofranquista.
Salú y República.
Séneca V.I.P.
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Son aburridos en el tema político, pero le pasa igual a los comentaristas de derechas.
marapez V.I.P.
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Tema: Re: Benjamín Prado Mar Ene 03, 2023 12:35 pm
καλλαικoι escribió:
Son aburridos en el tema político, pero le pasa igual a los comentaristas de derechas.
Si, se nota aunque lo intenten disimular diciendo que no son de derechas ni de izquierdas... pero curiosamente solamente tienen opiniones en un sentido.
marapez V.I.P.
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Tema: Re: Benjamín Prado Mar Ene 03, 2023 12:37 pm
La pregunta es adónde nos lleva la escalera, no si Feijóo la sube o la baja
Hay lectores que creen que un poema debe de ser bueno, profundo y misterioso cuando no lo entienden, y votantes que, al parecer, opinan lo mismo de algunos políticos: como un día dice una cosa y al otro la opuesta, será que lo sabe todo y, en consecuencia, podemos confiar en él. Que sea a ciegas, porque, de lo contrario, la realidad les abrirá los ojos… o no, que hay mucha gente que no mira a las personas sino a las siglas, que se cree las consignas, por inverosímiles que sean, vuelve a confiar en las mismas promesas con las que ya lo engañaron una y otra vez y sigue su bandera sin hacerse preguntas, sea quien sea la o el abanderado. Si no existieran personas que actúan exactamente así, algunas cosas no habría quien las entendiese.
Hay personas que para ser perfectas necesitarían tener algún defecto, decía Karl Kraus, como si fuera posible que algún ser vivo estuviera libre de ellos. Del actual líder por las malas de la oposición —lo digo porque llegó a la silla de mando del Partido Popular a la búlgara y tras hacerle la cama a Pablo Casado—, se decía que era un estadista de una pieza, serio, moderado, eficaz, de una prudencia que le llevó a esperar en su Galicia hasta que el camino a Madrid estuviese despejado y siempre con un as en la manga, por lo que pudiera ocurrir. Se cuenta que cuando todo el mundo le empujaba a dar el salto y tomar las riendas de los conservadores tras la debacle de Mariano Rajoy, se presentó a la rueda de prensa donde revelaría su decisión con dos discursos, uno en el que aceptaba el reto y otro en el que anunciaba que no lo hacía, que fue el que decidió leer cuando supo que no había vía libre a la calle Génova. Al final entró por la puerta de atrás que le abría Isabel Díaz Ayuso, por eso es ella quien sigue teniendo la llave. Que te cruces con Feijóo en una escalera y no sepas si la sube o la baja no es relevante: la pregunta es adónde nos lleva, qué hay después del último peldaño, sea desván o sótano. Y aquí está el problema, porque con él resulta de todo punto imposible saberlo, está muy claro dónde quiere llegar, La Moncloa, y que el camino le da igual; si tienes fe, cualquiera te lleva a Roma y cualquiera te lleva al poder si para ti el fin justifica los medios. La disculpa es la de siempre: lo hago por el país. El arte que mejor domina este hombre, ahora ya lo sabemos, no es el del centrismo sino el de la contradicción, y lo hace sin límites y sin que le tiemble el pulso, diciendo digo donde dijo Diego con una habilidad de mago, nada por aquí, nada por allá, y demostrando una agilidad de saltimbanqui para ir de un argumento a su antítesis como quien cambia de orilla pisando sobre las piedras y sin despeinarse, que es como salía Tarzán de los ríos después de luchar a vida o muerte contra los cocodrilos. Todos los días son únicos, nadie jamás los va a volver a ver en esta Tierra, como decía el maestro Ángel González en uno de sus poemas. Todos los años son igualmente decisivos, también en el ámbito de la política, y más aún los que conllevan el fin de una legislatura y la llegada de unas nuevas elecciones donde el poder lo mismo puede cambiar de manos que seguir en las mismas. La democracia siempre es una fiesta y votar un banquete al que, eso sí, todo el mundo va a hablar mal de la cena del vecino y a contarle a sus invitados que está envenenada, que es de lata, que el género es robado o que el cocinero les va a dar gato por liebre. Así que un día habla de bloqueo institucional y otro alardea de mantener secuestrado el CGPJ; si ayer promovió en Galicia un bono cultural que dijo que era fantástico “porque valía para comprar vídeo-juegos”, hoy enfatiza que el bono cultural del Gobierno es intolerable porque sirve “para comprar vídeo-juegos en lugar de comida.” Ahora sostiene que hay que subir de los cuarenta y ocho a los cien millones las ayudas que ha anunciado Pedro Sánchez para la adquisición de libros de texto, y antes, cuando capitaneaba la Xunta, las recortó un setenta y cinco por ciento. De la mañana a la noche, pasa de criticar la “excepción ibérica” a jurar que fue idea suya y pedir que se implante en toda Europa, del mismo modo que durante lo peor de la pandemia pasó de desautorizar las limitaciones de movilidad a exigir un toque de queda. Si en su momento pidió un concierto económico para Cataluña hoy avisa de que lo hará Sánchez y será el acabose; si sugirió que “habría que replantearse la existencia de las comunidades autónomas”, actualmente lo niega todo y deja caer que otros quieren eliminarlas. En una rueda de prensa declara que “el Gobierno miente al decir que España no tiene tanta dependencia energética como la de otros países de Europa”, y en la siguiente que “España tiene una independencia energética superior a la de otros países de Europa.” Y en una misma frase es capaz de descalificar las medidas anticrisis del Ejecutivo y afirmar que se las ha copiado al PP. O tiene un gemelo que le lleva la contraria en todo o es el rey de la incongruencia. Tal vez lo peor, con todo, sea tomar esa manera de proceder como un síntoma de hasta dónde se ha hundido nuestra política, lastrada por intereses de toda clase y enrabietada por oradores sin límites cuyo discurso invita al desprecio del rival y a la formación de bandos irreconciliables, la famosa polarización. Hay que cambiar este clima, que cada cual defienda libremente sus razones y su ideología, eso es una democracia, pero también haciendo propuestas y partiendo de la base de que no todo vale para ganar: se trata de convencer, no de vencer a cualquier precio.
Tema: Re: Benjamín Prado Mar Ene 10, 2023 12:51 pm
Primero dices que un gobierno democrático es ilegítimo y luego asaltas el Congreso
Los matices no son nada, dependen de para qué se usen y qué traten de puntualizar o aquilatar. No todo es blanco o negro, se dice, existen también los tonos grises, pero eso que vale a la hora de mostrar respeto por la opinión ajena, los derechos de todos y la lucha contra el sectarismo, es inaceptable cuando se usa para ser equidistantes con los abusos o crímenes del tipo que sea y hechos en nombre de la ideología o el sistema político que sea. Hay gente que está contra unas dictaduras y contemporiza con otras, que se muestra a favor de la pena de muerte en unos países y se rasga las vestiduras cuando se aplica en otros. En España, el Partido Popular, que tiene el día entero en la boca a Venezuela –por cierto, una nación que ha pasado de ser el eje del mal a ser amiga de los Estados Unidos por obra y gracia del petróleo–, no sólo no condena el asalto a las instituciones de Brasil, sino que se muestra comprensivo con él por boca de su portavoz, cuyo mensaje oportunista y, sobre todo, ridículo fue decirle al presidente Sánchez: “Contigo, en España esto ahora es un simple desorden público.”
Claro que para ella, lo mismo que para su actual jefe, Núñez Feijóo –antes lo fue Casado, al que traicionó, ninguneó y sustituyó por el nuevo sin despeinarse, a rey muerto, rey puesto, y si cambia el que manda, cambian mis lealtades–, Pedro Sánchez no es el presidente, sino el presidente ilegítimo, así lo llaman la una y el otro, de forma reiterada y a coro con Díaz Ayuso, cuando no golpista, olvidándose de que sacó el doble de votos que ellos en las últimas elecciones y que ha sido capaz de llegar a acuerdos legítimos que ellos no pueden lograr porque no los quiere más que la ultraderecha. ¿Cómo resuelven el asunto? Igual, diciendo que los aliados del Gobierno tampoco son legítimos, tirando de ETA como si la echasen de menos y para ofender con ello a muchas familias de sus víctimas, que les afean que la utilicen de un modo tan vergonzoso, o de los independentistas catalanes, con los que ellos pactaron antes, lo hicieron con Bildu y el alcalde suyo que lo hizo en Vitoria los ponía como ejemplo de la lucha por la paz, y con quienes votan ahora: PP, Vox y el partido de Puigdemont han ido de la mano en casi todo aquello a lo que se han opuesto esta legislatura. El modelo de “Núñez, Díaz y Gamarra, empresa de derribos” es el de Trump y Bolsonaro, a los dos alabaron y a ninguno lo critican, y deja clara la secuencia: primero, se deslegitima el Gobierno salido de la voluntad popular y después se asaltan sus instituciones. Es la mentalidad de golpista de salón que tienen, tal vez sin poder evitarlo, quienes se sienten dueños del poder por la gracia de Dios, no creen que para ellos sea una aspiración sino un destino y, en el extremo menos romántico –desde su punto de vista– de su vocación de dominio, ponen sus convicciones y, sobre todo, sus intereses, por encima del sistema, al que combaten con uñas y dientes cuando no está en sus manos. Bloquear el poder judicial, como hace el PP desde hace cuatro años, saltándose con ello flagrantemente la Constitución con la que se llenan la boca, lo demuestra a las claras. O nuestro, o de nadie. El problema del neoliberalismo, si queremos seguir llamándolo así porque algún nombre hay que ponerle al monstruo, sea Frankenstein o Drácula, es que genera personajes como Trump, Bolsonaro o Ayuso, gente a la que le da absolutamente igual el resto del mundo, que sólo está aquí para llevarse lo que pueda mientras pueda y que no cree en nada más que en los beneficios que pueda reportarle sostener la vara de mando, aunque no sea suya, aunque otros muevan la batuta, pero qué más da, a sacar tajada mientras dure el cargo y haya quien nos jalea, nos sigue, nos aúpa y nos echa un cable, que siguen funcionando, igual que los enchufes, en esta era inalámbrica: hay cosas que nunca cambian.
Y por si en las próximas elecciones vuelve a ganar la izquierda, aquí la derecha ya difunde por anticipado la misma tesis a la que recurrieron ayer Trump y hoy Bolsonaro: si no vencemos, es que ha habido un pucherazo. Es todo un puro despropósito, pero que encuentra eco en determinados sectores que prefieren –nada que objetar a que cada cual piense como quiera– otros signos y otras opciones, y entre las y los partidarios del todo vale, por las buenas o por las malas. Si no los hubiera, no existiría la ultraderecha. Y si existiese a pesar de todo, ningún partido que se llamase centrista y moderado se sentaría a comer con ella del mismo plato. Cuidado, que lo que primero se deslegitima, luego se asalta.