Yolanda, Pedro, el cuñado facha y el ausente
El debate a tres, que debería haber sido a cuatro si el líder de la oposición no hubiera huido como de la peste de retratarse al lado de su futuro socio de coalición, lo ganó con brillantez y firmeza Yolanda Díaz, propositiva, con la mirada puesta en el futuro, eficaz a la hora de dar datos y de defender la labor de este Gobierno. Especialmente luminosa y killer en la confrontación con un Santiago Abascal sin discurso ni profundidad que desgranó todos y cada uno de los argumentos de barra de bar de la ultraderecha más cerril y desinformada, la vicepresidenta consiguió mostrar las diferencias de su formación con el PSOE y dejar claro, al mismo tiempo, que el tándem que forma con Pedro Sánchez está bien engrasado.
Pedro Sánchez, institucional, centrado y a ratos dando la impresión de estar cansado y hasta aburrido, soltaba de tanto en tanto un “¿verdad, Yolanda?”, como un marido moderno que reconoce encantado que su mujer es más brillante y combativa, porque al fin y al cabo no deja de ser el hombre de la pareja. El mejor momento del presidente fue al final del debate, en el bloque de los pactos electorales, cuando convocó con eficacia ante la audiencia al gran ausente, Alberto Núñez Feijóo, e hizo patentes sus contradicciones y falsedades. El susodicho, que debía estar en su casa con un chute de Urbason y encantado de no tener delante a Díaz, que le conoce bien y le ataca mejor, no perdió pero tampoco ganó: el debate tenía muchos riesgos para el líder del PP pero su incomparecencia dejó patente que la democracia no es cosa de cobardes y no se gana una presidencia de España sin salir a jugar.
Abascal comenzó soltando algunos de los reiterados bulos ultra, como la voladura de presas, y prosiguió así durante los 90 minutos restantes, con la ley del 'sí es sí', la inmigración, la seguridad y el campo, aunque la única que sabía cuántos agricultores hay en España era Yolanda Díaz (si bien exageró al presentarlo como una cifra récord). En los bloques de economía y políticas sociales brilló la vicepresidenta, que tuvo su momento más emocional cuando defendió y representó a las mujeres, las grandes amenazadas por el partido ultra: su frase “no se ría de nosotras y respete a las mujeres” confortó sin duda a la audiencia femenina que teme, con razón, que un Gobierno de derechas recorte sus derechos. El único fallo de Díaz fue desaprovechar la ocasión para rebatir las falsedades en torno a las personas trans, algo que tampoco hizo Pero Sánchez. Abascal, que demostró que no es el más hábil ni el más diligente de su partido, nos dejó claro que cuando va al Congreso no se dedica a atender ni a lo que votan los archienemigos de España, EH Bildu, en leyes tan importantes como la reforma laboral.
En el debate faltó tensión porque faltaba el que va primero en las encuestas, esta última semana de campaña acosado por sus mentiras, inexactitudes y su vieja amistad con el narcotraficante Marcial Dorado. Aun huyendo de la foto al lado de Santiago Abascal, todos los españoles tienen claro que Feijóo pactará con Vox si es necesario, porque ya lo ha hecho. Crucemos los dedos para que eso no se haga realidad el domingo.
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