En 1979 Ray Bazuca se graduó en la Academia Cinematográfica Ray Charles de Majoma y se fue a Hollywood a presentar un proyecto largamente anhelado, una cinta de terror existencialista. Todas las majors le cerraron la puerta en las narices. Comenzó a trabajar de camarero pero nunca desistió. Un día el director Jack Horner acudió al restaurante donde Ray trabajaba acompañado de algunos actores como Dirk Diggler y Roller Girl. Terminaron hablando de cine y Horner le comentó que quería hacer una película distinta por la cual se le conociera.Y Ray quedó con él en mandarle el guión de El existencialista y el infierno de los otros. Los dos se reunieron en el chalet de Horner y comenzó una larga batalla sobre cambios en la historia y quién la dirigiría.
El 30 de Febrero de 1980 se produjo la premiere de El exorcista existencialista y los conejitos infernales. Codirigida entre Jack y Ray era una mezcla entre el exorcista, cine de arte y ensayo con decorados de cartón y letreros de "esto es una peluquería" y escenas porno. Nadie la entendió demasiado y las dos copias se perdieron. Ray nunca volvió a hacer cine. Pese a todo he rastreado a los espectadores que pudieran asistir a alguna de las proyecciones de tan singular película, por supuesto soy tan idiota que nunca me planteé dos cosas. Una, importunar a abuelos sobre si habían visto una ignota pelicula al parecer en parte porno hacía cuarenta años y además recordarla . Dos, y más doloroso para mi autoestima, cómo diablos saber quién la había visto, ¿pero qué me ocurría? Cucú.
Profundamente desconsolado , descangallado y fané lloraba amargas lágrimas en la acera enfrente del cine Panarama, un local desvencijado que sabe Dios cómo seguiría en pie. El letrero anunciaba el estreno si adivinabas entre letras caídas de algo llamado "Rabocop, ahora con Culorround Enhanced System." Había ido allí porque se rumoreaba que la película de mis pesquisas se había exhibido, según mi infomante "el Panarama era el cine más arrastrado del mundo y estrenaban cualquier trozo de mierda imaginable." Nada podía perder , o tal vez sí, ya que
una voz muy ronca carrasposa atronó a mi espalda diciendo:
-¡Fuera de mi acera, hippi, o te abraso vivo!
No supe que responder , y lento, lento, como si anduviese por un campo minado yendo de puntillas pero con estilazo de bailarina me volví. Y no estaba preparado. Ni nadie lo habría estado.
Tenía y debía que haberme centrado en el bote de spray contra cucarachas que me apuntaba y en el mechero encendido que llevaba el hombre, pero mis ojos se escaparon hacia el resto. En una pasada vi la mano metálica en forma de gancho que sujetaba el cucarachacida, el collar con lo que supuse cabezas jibarizadas de pega, la tupida barba canosa que habría dicho que algo se movió en su interior, el parche que cubría el ojo izquierdo con la bandera de las barras y estrellas.
Iba en silla de ruedas decorada con fantasías de dragones y llamas. Y miraba a través de su ojo con aprensión, glups.
-Señor, por favor, calma.
- ¿Qué estás haciendo aquí, hijito?-. y dijo esto de una forma tan cariñosa y suave que me descolocó, sin embargo seguía apuntándome.
(Continuará.)
