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| Vrierst Wilderin | |
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| Tema: Vrierst Wilderin Jue Mar 29, 2012 1:55 pm | |
| Cuerda rota Muchas veces me he preguntado por qué la madurez, en nuestra raza, tarda tanto en llegar, en comparación con las demás. Por qué hombres y enanos maduran tan rápido, y se hacen fuertes, y sacrifican tan rápido los privilegios de su juventud. Por qué somos más parecidos a sus hijos que a ellos mismos. Y sin embargo, además, gozamos de una salud de hierro inquebrantable que nos hace vivir como diez vidas suyas. ¿Qué sentido tiene todo esto? He visto morir en mis brazos hombres jóvenes y viejos, enanos fuertes y débiles, los menos, en una raza enraizada en la tierra. Y nunca hasta ahora había comprendido el sentido de pérdida que a nuestros hermanos de otras razas les hace blanquear sus cabellos. He visto como hermanos míos, de mi misma sangre, que lucharon conmigo al perder nuestras tierras, envenenados de una ira y sed de venganza que nos poseía en el fragor de las batallas, morían constreñidos en una mueca de incredulidad y al tiempo alegría por el deber cumplido. Y sin embargo he visto a otros muchos marchar hacia lugares ignotos en busca de respuestas que nunca nos volvieron a responder y quedaron difuminados en nuestro recuerdo y ahora pesan en nuestros corazones. Al coger mi arco para volver a colocar mi cuerda me pregunto cuál es el sentido de todo esto. Al limpiar mi espada de la sangre de mis enemigos pido a Isha las respuestas. Necesito descansar. Miro a mis compañeros, a quién les debo el apego a esta tierra, y sólo puedo ver sus gestos decididos pero rígidos sostenidos en mis brazos, como los de otros, antes que ellos. Albergo un gran pesar en mi corazón. Un peso que no puede curar. Pido a Isha su bendición, y sólo obtengo la respuesta de una nueva búsqueda más allá, hacia el este del Despertar del Dragón, de las llanuras de Cracia, donde crecen los Leones Blancos, lejos en fin, del bosque mágico de Avelorn, y de las tierras baldías de Ellyrion, donde cabalgan los corceles. Más allá del Valle de Caledor y del Embarcadero de la Crueldad. Más allá, incluso, de la Isla de los Muertos. Muchas eras han pasado desde que dejé mi aprendizaje en Isla Marchita. Mis maestros me enseñaron bien, y bajo la tensión de mi arco, el silbar de mis flechas y el filo de mi espada han perecido numerosos engendros del mal, y he servido al Orden con abnegada resolución con el fin de capturar al malvado T’char y deponerlo de su puesto, prendiéndolo y llevándolo ante el Emperador Karl Franz, sufridor injusto de las ambiciones absurdas de un loco. Siempre he estado presto para el servicio, dignificando el nombre de lo que una vez fueron las Tierras Sombrias, de donde son naturales los de mi familia. Soy Vrierst, de la casa Wilderin, Campeón de Isha, Guerrero Sombrío y esta es mi carta de despedida. Al ponerse el sol sobre las verdes praderas de Eataine, por primera vez obtengo clara definición de lo que los hombres llaman nostalgia. Vago por la tierra en busca de especies nunca vistas, y aunque atiendo raudo, gracias a la magia, a las llamadas de mis compañeros, permanezco con la mente en un viaje sin fin que me vaya despidiendo de todo lo que me es apreciado en este mundo. Visito los nidos de basiliscos de Peñasco Negro, los dominios de los muertos vivientes y los buitres de Tierras Yermas, y los jabalíes que habitan los valles del Paso del Fuego Negro. He visitado de nuevo el Palacio del Emperador Karl Franz, y he hablado con nuestro embajador, el Rey Fénix, quien siempre se muestra comprensivo con los portadores del Pesar. He ido a zambullirme de nuevo en la helada cascada del Valle de Kadrin. He visitado los osos del orgulloso Reikland, y no sin cuidado, he paseado por las peligrosas callejuelas de Praag, y he vuelto a ver el majestuoso vuelo de los grifos libres. He visitado la guarida del Dragón. Y he divisado las primeras figuras de los acantilados de la Isla de los muertos desde las postrimerías de la costa de Despertar del Dragón. He vuelto a formar parte de la expedición hacia los dominios de Zandri. Volví a entrar en la Gran Pirámide, donde grandes peligros acechan a los atrevidos que atraviesan sus puertas, y donde las luchas entre saqueadores están a la orden del día. Pero todo esto no hace sino posponer mi despedida de los que realmente más quiero, y a los que me recordarán a pesar de mi desaparición silenciosa, tranquila y falta de evidencia, pero al tiempo segura, inexorable y premeditada. No habrá nadie a la hora en que todas las cosas acaben, como no hubo nadie cuando acabaron las vidas de mis amigos en el campo de batalla, despojados de su vida por un caos implacable que gobierna este mundo. Nadie me despedirá en esta orilla, ni nadie me espera en la otra. Sólo mi fe y mi confianza en Isha y en su leal servicio. Y aquí estoy, al final de todas las cosas, declarando mis últimas ideas, y plasmándolas en un papiro eternamente perdurable, protegido por los hechizos más poderosos de los Archimagos de Saphery. Aquí delego toda sabiduría y conocimientos obtenidos, aquí entrego todo mi valor y resolución, quien lea este pergamino, obtenga la fuerza que ahora entrego, toda mi esencia guerrera. Quien posea este pergamino, posea también mi Pesar, y hágase responsable del servicio debido al Orden, y a la protección de todas las cosas buenas. Es el fin, la cuerda de crin de corcel de Ellyrion está rota, y la hoja descendida del cielo por el mismo Ashuryan está quebrada. Que nadie vuelva a usar ni arco ni flecha ni espada como esta, hasta que el poseedor del pergamino invoque su poder. Gloria Eterna a las Tierras Sombrías, cuyo recuerdo será siempre cien veces más brillante, mil veces más honroso, millones de veces más valioso que cualquier obra de nuestros primos perdidos. Gloria al Imperio de los Hombres y al Reino de los Enanos. Gloria a la estirpe más grande de los Altos Elfos, que su linaje no se extinga. Isha os bendiga. | |
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| Tema: El pergamino del guerrero Jue Mar 29, 2012 2:03 pm | |
| El pergamino del guerrero Erubar estaba trabajando las tierras del Maese de Reikland, como cada mañana y cada tarde de cada día de su triste existencia. La vida de un campesino en las tierras del Imperio no dista de ser como la de un goblin del Caos. El feudalismo al que se ve sometido el campesinado, para generar recursos suficientes para la campaña del Orden frente a la Destrucción no deja tiempo para soñar en blancos corceles y guerreros enfundados en brillantes y plateadas armaduras colosales. La vida de un campesino es, despertar, trabajar, sudar, escapar de las bestias, y rezar para que al atardecer se pueda llevar a casa algo que te puedas llevar a la boca. Y después dormir con tal cansancio que no se puede soñar nada para levantarte antes del alba y comenzar la misma rutina. La guerra es terrible para todos. Incluso en los graves valles de Reikland, donde Erubar nació, trabaja y morirá, la vida no puede evolucionar ajena a la guerra. Los vientos son caprichosos en este mundo. Existen poderes extranaturales que pueden mover la materia a voluntad. Esos poderes corrompen el equilibrio de la naturaleza, y contaminan de tal modo el mundo, que persisten las consecuencias de ello a perpetuidad. Magos, hechiceros, guerreros y monjes se sirven de la magia para luchar contra el enemigo, sin pensar más allá de la supervivencia, sin pensar las consecuencias de usar la magia para controlar el orden natural. Erubar sabe que no puede confiar en que las tierras permanezcan fértiles mucho tiempo. Los periodos de oscuridad se estiran de tal manera, que a veces pareciera que no existieran las estaciones, y los colores que se dibujan sobre las nubes dan fe de la naturaleza perniciosa de la magia que hacen insondables las consecuencias sobre los ecosistemas. Lejos, muy lejos de allí. En las costas verdosas del Despertar del Dragón, un valeroso guerrero sombrío, obligado por el Pesar, obtuvo la licencia por parte del Rey Fénix para retirarse a las tierras inexploradas del Este, alejándose así del dolor de la guerra y de los compañeros perdidos. La licencia le obligaba a un contrato mágico redactado en un pergamino de Saphery que funcionaba como pergamino de invocación. Vrierst Wilderin había dejado este mundo en busca de la Paz perdida. Entregado el pergamino al mar de las costas del Despertar del Dragón, Vrierst se sintió libre al fin, joven de nuevo. Desapareciendo de este mundo sin dejar rastro. Las fuerzas caprichosas que gobiernan las olas, el viento, el fuego, las nubes, y cuanto existe en el mundo, se hicieron cargo de las últimas voluntades del gran guerrero, que moraba, letárgico, en un plano de existencia paradisiaco, entregado a la buenaventura, la felicidad, y los placeres tanto carnales como espirituales. Vrierst Wilderin era feliz, y había olvidado el Pesar. Mientras tanto, en la escala de tiempo del mundo, el pergamino del guerrero flotaba, volaba, corría, entre las copas de los árboles, la espuma de las olas y las multicolores nubes. Y así es como pudo llegar hasta los ocasionalmente fértiles valles de Reikland, mientras rugía la tormenta, se enfangaban los campos y quedaba el pergamino, por fin, quieto, sepultado, bajo el lodo seco a los rayos del sol. Erubar volvió a clavar el azadón en la tierra para desmenuzarla y prepararla para la siembra. Lo llevaba haciendo todo el día, y apenas unos rayos se escapaban entre los valles de las montañas, haciendo que Erubar quedara estupefacto con el brillo azulado del objeto que despuntaba tras su último golpe de azada. Cuando Erubar lo tocó, una gran conmoción sacudió el mundo, el brillo azulado se volvió plateado como la luz de la luna, y el viento ululó alrededor de él, erizando su pelo. Aunque los rayos del sol ya habían desaparecido, la luz que emanaba del pergamino hacía todo visible, y pudo ver cómo acudían a él, con las más fieras intenciones, todas las criaturas bestiales del valle, como los mosquitos a la luz de una antorcha. Sin saber muy bien que hacía, y maldiciéndose por su mala suerte, se descubrió recitando el texto del pergamino sin conocer el idioma en que estaba escrito. Justo después de leer la última sílaba el papel prendió por arte de magia y un estallido lo empujó varios metros así como a los osos, lobos y a criaturas que no había visto nunca antes. Cuando el cegador resplandor cesó pudo ver la figura alzada de un estilizado humanoide bajo unas vestimentas oscuras como el azabache, remozadas de un señorial dorado y con sutiles complementos azul monarca. Destacaban, del mismo modo, su carcaj y su gigantesco arco sutilmente tallado. Y reposaba en su cinturón, una espada igualmente tallada y forjada por la magia. Cuando el ser giró su cabeza para mirarle directamente a los ojos, pudo ver sus azules ojos élficos, y cómo sus melenas doradas sobresalían sobre sus soberanas hombreras oscuras, delatando su alta ascendencia. Agotado por la impresión, Erubar empezó a perder la consciencia y la esencia en este mundo mientras observaba cómo por fin se apagaba el resplandor plateado y comenzaban a silbar las flechas y los mandobles de aquel elfo a diestro y siniestro sobre las criaturas que lo rodeaba, en una danza propia de un Dios. Erubar fue feliz, no tenía preocupaciones ni tenía que trabajar de sol a sol, y podía predecir que pasara lo que pasara, él siempre seguiría siendo feliz en aquel nuevo lugar al que no sabe cómo llegó, pero del que estaba seguro, nunca se iría. El resto ya lo sabeis. Isha os Bendiga. | |
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| Tema: Re: Vrierst Wilderin Jue Mar 29, 2012 8:15 pm | |
| El camino hacia la Urdimbre Después del regreso de las tierras imperecederas, Vrierst Wilderin volvió a alistarse en las diezmadas filas del Orden con la ilusión de recuperar el verdor que antaño tuvieran sus amadas lomas de Tierras Sombrías. Habiendo olvidado ya su largo exilio en la tierra del Perdón, lejos de la sangre y el dolor de las batallas del mundo, en pos de la protección y preeminencia de todo lo que es bueno y querido a las criaturas de la luz. Los magos de Saphery fueron los primeros en detectar la anomalía en la Urdimbre mágica que permite el acceso entre unos planos de realidad y otros. Ellos comunicaron enseguida al Rey Fénix que el tejido había sido rasgado de nuevo, de modo que cuando Vrierst llegó a Altdorf para presentarse ante el Emperador, a nadie le pilló por sorpresa, aunque muchos sólo habían oído hablar de él por la leyenda del Elfo Alquimista que relataba las azañas de un arquero elfo en el mercado de Altdorf, al que continuamente acudía para reventar los precios sobre los linimentos o las pociones protectoras de toda índole. Pocos eran ya los que recordaban el poder destructivo del taimado elfo que siempre presentaba un semblante de fría sonrisa y locuaz y vivaracha conversación. Pocos estuvieron presentes en su ascensión al trono de Isha, o en la batalla que le llevó a deponer a T’Char Tzanek, el Caudillo de la Destrucción, para mayor gloria del Imperio. Pocos aún recordaban el homenaje que el Emperador Karl Franz le concedió a él y a los que junto con él mantuvieron a raya el avance de la horda genocida de T’Char. Pocos reconocían ya su posición de privilegio en la historia, y a fe que a él no parecía afectarle, más bien le agradaba. Cuando rara vez se encontraba con antiguos compañeros de fatigas, tan respetados por los habitantes del mundo, todos le saludaban con gesto serio, respetuoso y con el brillo en los ojos de los que recuerdan amigos ya no presentes. Él les devolvía el saludo circunspecto, y sólo entonces perdía su gesto la sonrisa predispuesta y dejaban de brillar sus siempre plateados cabellos, como si por un instante el filo de una espada de Pesar rozara sin tocar su alma. Los gentiles, al ver la reverencia que le dedicaban, entre ellos se preguntaban quién sería aquel alto elfo, al que los Héroes del Imperio tanto apreciaban. Sin embargo Vrierst Wilderin rápidamente volvía a su natural estado de concordia y felicidad, que parecía contagiar a todo el que se acercaba, por su cimbreante y ligero porte, además de por su negra armadura, apenas ribeteada por el dorado metal de su alta posición. Tan sólo su impresionante espada corta inexorablemente afilada por el fuego celestial de Ashuryan y el impresionante arco de madera de Avelorn y cuerda de crin de caballo de Ellyrion hacían esgrimir a quienes lo rodeaban una expresión de estudiada cautela ante lo que evidentemente eran armas que en eficaces manos habrían logrado arrebatar muchas vidas de seres arriesgados. Tras el transcurrir del tiempo entre las calles de la feliz y segura Altdorf, Vrierst traspasó el umbral de las puertas principales de Palacio para rendir honores al Emperador y recibir nuevas instrucciones tras el tiempo fuera de la lucha. Los alguaciles imperiales ya le estaban esperando y le instaron a desmontar el siempre fiel corcel élfico, que de piel entre puro blanco y manchas marrones, respondía al nombre de Fastëndil y que acudía a prestar cabalgadura a voluntad cuando su amo así lo requería, mediante su invocación mágica, mientras que cuando era desconvocado permanecía en el plano de existencia del Perdón de los caballos que es una pradera eterna de pasto donde jamás se pone el sol ni acaba el verdor hasta donde cubre la vista, y donde ningún corcel puede alcanzar límite a su extensión, por muchos kilómetros que sea capaz de recorrer. Así pues Vrierst cubrió el espacio de las escalinatas marmóreas que dan acceso a la sala del trono desde el patio y los guardias de la entrada abrieron y flanquearon las puertas al tiempo que situados a ambos lados escoltaban la comitiva que cerraban los alguaciles, que al unísono entonaban en voz fuerte, pero no chillando la siguiente presentación: “Vrierst Wilderin, Campeón de Isha, el que corre sobre el viento, el que brilla tras la niebla, el que se oculta tras la llama, quien atraviesa los corazones. Alto Elfo, Guerrero Sombrío, Portador del Pesar, Héroe del Imperio, Protector del Reino, Amigo de los Enanos, Boticario y Agricultor de todos los Gremios, Benefactor del Mercado de Altdorf, Gran Bibliotecario de Altdorf, Soberano de la Ciudadela Oscura, Descubridor del Laberinto de la Gran Pirámide de Zandri, Asesino de N’Kari, Herrero de Sigmar, Orgullo y Venerable Señor de la Casa Wilderin de Tierras Sombrías” Cuando concluía la presentación de los alguaciles, Vrierst terminaba de recorrer los largos pasillos de acceso a la sala circular del Trono y se disponía a inclinarse, rodilla en tierra, en medio de la habitación ante la severa mirada del Emperador Karl Franz y el resto de consejeros del Imperio, entre los que pronto reconoció al Rey Fénix de los Altos Elfos, con su túnica de delicadas telas y su corona que le distinguía como Monarca y como Archimago. - Álzate, Campeón, pues no debe pleitesía a este Imperio quien ante los dioses goza de tu posición. - Gracias, mi Emperador, como corresponde a la ley del Imperio me presento ante vos para recibir nuevas órdenes después de mi regreso. - Muchas cosas han cambiado desde tu última estancia en este plano de existencia, Guerrero, y muchas de ellas tienen que ver contigo. Las nuevas puertas de la magia que tus revelaciones como Campeón de Isha nos proporcionaron han seguido su curso y ahora conocemos mucho mejor la verdadera naturaleza de la magia. Sin embargo, no todo han sido éxitos en este periodo, y por desgracia, estas nuevas puertas no siempre nos han dado paso hacia salas más luminosas de conocimiento, sino a novedosos problemas que ahora debemos afrontar. El hecho es que en todo a lo largo y ancho del Imperio y de las tierras de altos elfos y enanos, han aparecido aleatorias brechas en la Urdimbre que nosotros no hemos invocado. De hecho proceden de otro plano de existencia gobernados por un ser extraño pero poderoso que llamamos Thanquol, cuyas dotes y conocimientos mágicos superan los nuestros. En principio, no parecía suponer un gran problema, porque estas criaturas no parecían querer abandonar su propio plano, tan solo mantener cierto grado de diplomacia con nosotros. Pero como sin duda recordarás, el Orden que conformamos el Imperio y nuestros aliados elfos y enanos viven continuamente hostigados por las fuerzas de T’Char, que han aprendido a controlar también la Urdimbre, creemos que a través de las enseñanzas de Thanquol. El caso es que si no somos capaces de evitar el contacto de las fuerzas de la Destrucción con Thanquol, muy pronto cobrarán el poder suficiente para nuestra propia aniquilación. Nuestros mejores Archimagos, a cuya cabeza está el Rey Fénix, han estimado conveniente adentrarse más allá de la dimensión de Thanquol con el fin de controlar el poder que de allí proviene en beneficio de los intereses del Orden. Mis instrucciones para ti, Héroe del Imperio, es que te pongas al servicio del Rey Fénix para colaborar en la conquista del plano de existencia de Thanquol a través de los portales que aleatoriamente aparecen en el frente enano, élfico e imperial respectivamente y asegurar el control de la tecnología que esa conquista proveerá a nuestras fuerzas para el avance de nuestras fuerzas hacia la Ciudadela Oscura. Pero ahora, querido amigo, déjame darte la bienvenida que mereces invitándote a participar en la cena que esta noche se celebrará en Palacio en tu honor, donde sin duda reencontrarás a los Líderes de los Gremios principales de la Ciudad así como a los Capitanes del Reino y a muchos ex-compañeros tuyos que desean volver a verte después de todo este tiempo. No me cabe duda de que muchos de ellos querrán que te unas a su gremio para que tus hazañas engalanen también los pendones de sus estandartes. -Con el más hondo agradecimiento agradezco su invitación y le expreso mi total disposición ante la tarea que me encomendáis. Que Isha y todos los Dioses nos sean propicios. | |
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| Tema: Re: Vrierst Wilderin Vie Mar 30, 2012 5:59 pm | |
| - Muy bien, entonces creo que podemos dar por finalizada la sesión del consejo.
Entonces los alguaciles anunciaron a los asistentes su obligación de alzarse mientras el Emperador abandonaba la sala hacia sus aposentos, y toda vez que hubo abandonado la sala, el resto de consejeros se dirigieron a sus menesteres a excepción del Rey Fénix que se acercó Vrierst: - Mis más sinceros saludos, Rey Fénix- dijo Vrierst con una profunda inclinación de cabeza. - Basta de formalidades, querido amigo. No es preciso que los Portadores del Pesar rindan pleitesía a los líderes de nuestra raza, además tú no eres un desconocido y en múltiples ocasiones fui recibido en tu casa de Tierras Sombrías por tus largamente añorados padres en los ya lejanos tiempos de nuestra niñez.- dijo el Rey Elfo sujetando fuertemente los antebrazos de su amigo en símbolo de su afecto. - Gracias, mi Rey, es agradable volver a casa. - Por desgracia, el Emperador ya te ha hecho partícipe de las necesidades de la campaña y mucho me temo que tendremos poco tiempo para dedicarlo a rememorar aquellos tiempos en que las praderas de Tierras Sombrías eran verdes y la Traición de los Ulthuan aún no nos había arrebatado todo lo que nos era bello y querido en aquellas tierras, sobre todo, a nuestras familias. Acompáñame a mi despacho en la Embajada, mientras nos ponemos al día.
Mientras caminaban por las diversas estancias del Palacio del Emperador Karl Franz, Vrierst relató a su primo, el Rey Fénix, cómo finalmente ultimó el pergamino de la invocación que habían preparado los magos de Saphery a instancias de las indicaciones del Archimago y cómo en las postrimerías de su resistencia contra el Pesar, había sellado el pergamino, controlando la magia que sesgaba la Urdimbre y cómo inmediatamente después había aparecido en una parcela de agricultores en Reikland, rodeado de bestias seducidos por el poder de la puerta de la Urdimbre, y de quien, vagamente pudo advertir, debió ser el joven humano que había encontrado el Pergamino de la Invocación. Cuando relató que fácilmente se había deshecho de las bestias y que esperaba que el joven humano se encontrara en el plano del Paraíso, como se supone que debía ocurrir, el Rey Fénix le invitó a entrar en la estancia de su Despacho de la Embajada.
Una gran mesa redonda presidía en el centro de la estancia, y dos sillas finamente talladas pero de distintas alturas y anchuras se disponían a izquierda y derecha de la mesa desde la vista de la entrada. En la silla más alta y ancha se encontraba sentado el Rey de los Enanos, Thorgrim, el agraviado, revisando y actualizando el archifamoso Gran Libro de los Agravios que mantiene en la conciencia de los Enanos su voluntad de hacer estricta justicia contra los que atentan contra sus derechos como raza y como legítimos herederos de la responsabilidad de castigar todos y cada uno de los excesos producidos contra ellos, por menores que sean, y los acometan elfos, humanos, orcos, goblins, criaturas mágicas o incluso, otros enanos. - Hola, querido Amigo Vrierst, ¿preparado para desecar esos barriles que el Emperador ha encargado a la Cervecera Bugman para celebrar en tu honor ese banquete de esta noche? - Aunque nunca podré superar la resistencia al fermento que demuestran los majestuosos enanos, intentaré estar a la altura de mi rango de Amigo de los Enanos. - Jojojojojojo, eso habrá que verlo, Orejas Picudas, eso habrá que verlo. Ni siquiera el Gran Archimago puede invocar un hechizo aturdidor con la suficiente efectividad de una buena cantidad de cerveza de Bugman. - Admito también ser incapaz de invocar un baúl mágico que tenga la capacidad de galones que un estómago enano puede beber de la cerveza Bugman.- añadió divertido el Rey Fénix mientras tomaba asiento en la silla tallada en madera de los bosques de haya blanca de Saphery. | |
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