Tema: GUILLERMO KUITCA ARTE O merchandising Miér Ene 02, 2013 3:11 am
¿Quién es Guillermo Kuitca? Este perfil, publicado parcialmente en Vanity Fair, retrata la extraña parquedad de uno de los artistas argentinos más cotizados e influyentes de las últimas décadas.
Rut Kuitca tiene tres hijos, un marido, es licenciada en Educación. Aquí, en el living de su casa, tiene un par de cuadros de su hermano, un enorme mueble repleto de retratos de familia, gran televisor.
–Jugábamos a recortar del diario los avisos de ventas de departamentos, donde salían las plantas dibujadas. Las recortábamos, las pegábamos en hojas y jugábamos a la inmobiliaria. Él siempre estaba dibujando, mamarracheando. Siempre fue generoso con nosotros. Cada vez que necesitamos, estuvo. Yo casi no voy a la casa. Es muy reservado. Me imagino que debe llevar una vida social muy activa. Una sola vez le pregunté si no tenía ganas de tener una pareja, de casarse. Y me dijo que para él sería un caos. Muchas veces mi mamá me toca el tema a mí: “¿Por qué será que no tiene pareja?”. Y le digo “Tendrá otros intereses”.
Una vez a la semana o cada veinte días, Guillermo Kuitca cena con un grupo de amigos: cinco o seis cineastas, artistas, galeristas a los que conoce desde hace muchos años. A esas cenas las llaman Copas y el grupo de las Copas es un grupo ritual: se reúne regularmente, nadie puede irse antes de la una de la mañana y, hacia el final, Kuitca y un amigo cantan a dúo la misma canción –“Voyage, voyage”– imitando uno a Mercedes Sosa, el otro a una mujer llamada Nacha Guevara. Y así fue y así es y así será mientras se pueda.
Porque Kuitca es puntual. Kuitca no se toma vacaciones excepto una semana de tiempo compartido en Punta del Este en baja temporada. Kuitca no tiene caprichos culinarios: Kuitca come lo que le ponen delante. Kuitca alquiló, durante quince años, el mismo departamento en Nueva York, y tiene los mismos asistentes –Jorge, Mariana– desde 1989. Kuitca no tiene electrodomésticos caros ni muebles de estilo ni auto lujoso: Kuitca tiene un Peugeot que compró después de dos años de pensarlo mucho y los únicos objetos caros de su casa son sus propios cuadros. Kuitca almuerza todos los sábados con sus padres y le gusta mirar televisión (y eso incluye realitys y programas de chimentos), no va a fiestas ni a muestras y come, siempre, a la una de la tarde.
Kuitca pintó cuadros de ambientes ominosos, y después pintó plantas de departamentos y después planos de ciudades y después mapas y después cintas transportadoras de equipaje y coronas de espinas y plantas de teatro y –ahora– abstracciones.
En su pintura, Kuitca hizo, del cambio, una extraña forma de fe.
Pero, en todo lo demás, Kuitca no cambia.
En todo lo demás, Kuitca permanece.
Horacio Dabbah es empresario textil, dueño de una galería de arte –Dabbah-Torrejón– y amigo de Kuitca desde hace veinticinco años. –Yo lo adoro. Tiene como una melancolía, una especie de tristeza alegre. ¿Te contó que fue a Disney cuando tenía 30 años? Es como un chico. Cuando se mudó a la casa de Belgrano no tenía idea de dónde comprar sábanas, toallas. Él no tiene una vida burguesa, no tiene idea de esas cosas. Con los objetos tiene una relación muy distante, como con el dinero. En las Copas paga muchas veces él. Es muy generoso con sus amigos. Cuando uno conoce mucho a alguien, ve su obra y ya sabe qué le pasa. Y yo vi su retrospectiva en Miami y vi toda la serie de Nadie olvida nada junta y... me aterra esa serie. Me produjo mucho dolor.
En febrero de 2003, cuando un cuadro suyo (La consagración de la primavera, 1983) compartía espacio en el Museo Nacional de Bellas Artes junto a los de los pintores más importantes del siglo XX en la Argentina y cuando su obra de los mapas pintados sobre pequeñas camas había sido comprada por la Tate de Londres, el Museo Reina Sofía, en Madrid, organizó una muestra retrospectiva: Guillermo Kuitca, Obras, 1982-2002. Un video muestra aquellos días: Kuitca en las salas todavía desnudas, parado frente a enormes cajas de madera, viendo cómo su obra, dispersa por el mundo, llegaba hasta él. Pocos meses más tarde la misma muestra desembarcaba en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA) y miles de personas se amontonaban para ver el regreso del pródigo. Así, después de diecisiete años de ausencia sin haberse ido, Kuitca volvió a exponer en su país y supo –por primera vez– cómo era aquello de salir de una muestra propia y no irse a dormir a un hotel.
–La muestra del malba fue maravillosa, pero me quedé sin lo que más me gusta, que es el contacto con artistas locales. Por algún motivo la muestra llegó como una especie de ovni, y yo no pude estar rodeado de colegas que me dijeran lo que les parecía mi trabajo. Me gustaría hacer una muestra acá, alguna vez, que no llegue como si llegara el circo de Moscú.
En el primer piso de la casa, en una biblioteca enorme, mezclados con libros de Sebald, Carver, Deleuze, Stevenson, Salinger, hay objetos, algunos identificables: entradas a recitales, fotos de Don Chicho, casetes despanzurrados. Abajo suena el teléfono, una y otra, y otra vez. La voz de Daniela pregunta de parte de quién, y dice no, no está. Kuitca, sentado en el primer piso, se ríe. Con esa risa –un poco amarga– que –quizás– quiere decir no me hagan caso.
–Esta casa parece la KGB. Viene poca gente. A mis viejos les digo que salgo mucho. Sería cruel decirles que me quedé mirando televisión y hacerles entender, además, que lo pasé bien. Acá mis viejos vienen poco. Y cuando vienen, son una máquina de decir boludeces. Mi viejo dice siempre lo mismo: “Uh, qué trabajo”. O “A mí me gustaban las camitas”. No entienden nada, y la verdad no puedo creer que no entiendan nada.
A metros, algunas de las pequeñas camas sobre las que pintó mapas y, bajo una ventana, sobre un zócalo, un cuadro ínfimo: la camita amarilla. En los años ochenta, durante las muestras en la galería de Julia Lublin, uno de los cuadros de la serie Nadie olvida nada –este cuadro– desapareció.
–Un día me llama un tipo y me dice “Yo tengo la camita amarilla. Si querés te lo devuelvo porque me dijeron que sos un buen tipo”. Vino con la camita amarilla envuelta en papel de diario. Cuando lo desenvolví vi que tenía una mancha de tuco. Y le dije “Che, comiste arriba del cuadro”. Y me puteó. Era un arquitecto que estaba muy loco. Se llevó el cuadro porque se había enojado con las dueñas de la galería. –¿Y cuánto vale ese cuadro? –Un montón de plata. Pero ya ves dónde está. Mi obra está más protegida en las manos de otro que en mis manos. En mi casa no son objetos de culto. Son cuadros, nada más.
Un día de tantos la casa quedará sola. En el estudio, en el taller, en las habitaciones: nadie. En los baños, en el pequeño cuarto donde se amontonan cuadros, en la cocina y en la biblioteca: nadie. La camita amarilla estará arriba. Sola.
Arriba y sola, y la puerta de la calle con la llave puesta
Es mi apreciación personal,como artista es mediocre, pero ha sabido usar todas las influencias, y se ha sabido manejar estupendamente en el circuito legitimado de Bs Aires, las galerías top, y convivencia con la crítica...y sobre todo supo venderse muy bien...el fue su propio promotor,.
el.loco.lucas Administrador
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Tema: Re: GUILLERMO KUITCA ARTE O merchandising Miér Ene 02, 2013 10:11 pm
MARTIMONI escribió:
Es mi apreciación personal,como artista es mediocre, pero ha sabido usar todas las influencias, y se ha sabido manejar estupendamente en el circuito legitimado de Bs Aires, las galerías top, y convivencia con la crítica...y sobre todo supo venderse muy bien...el fue su propio promotor,.
Coincido plenamente con tu apreciación.
Saludos.
tay V.I.P.
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Tema: Re: GUILLERMO KUITCA ARTE O merchandising Miér Ene 02, 2013 10:28 pm
Me parece tenebroso. No pondria un cuadro de estos en mi salon en la vida, ¡¡que tristezaaaaaaa!!
Tema: Re: GUILLERMO KUITCA ARTE O merchandising Jue Ene 03, 2013 2:53 am
una vez hablando con sensin le decía, puedo estudiar mucho sobre arte o un artista...pero para mi lo básico es, me gusta o no, te hace sentir , y sobre todo lo pondría en mi casa?si respondo si....me gusta