Se hacía llamar “Jusepe”, y es un hijo de la gran puta. Es obispo y pertenece al cuerpo diplomático de El Vaticano. Ejerció como Nuncio (embajador) en la República Dominicana.
Este indeseable gustaba de pasear con su moto Suzuki por la plaza de Montesinos, en la ciudad de Santo Domingo, en busca de muchachos de 13 o 14 años, a los que invitaba, tras darles unas monedas, a mantener relaciones de sexo con él.
Este canalla, que es de suponer que desde su púlpito habrá condenado a las mujeres que abortan, quizás pensando que un aborto era un impedimento para que naciera un niño al que sodomizar después, le gustan “blanquitos”. Su novio oficial, un diácono de la misma iglesia romana, así lo atestigua. “Tráeme chicos de 14 años, y si son blanquitos, mejor”, le pedía.
El Vaticano lo tiene a buen recaudo, y se niega a entregarlo a las autoridades para ser juzgado. Quieren que el juicio se celebre (si es que celebran algún juicio) en el propio Vaticano. Y quizás con el atenuante de las palabras de Jesús: “Dejad que los niños se acerquen a mí”, salga indemne de su asquerosa actitud.
Detenido hace meses, tras el intento de mantener relaciones con un muchacho de 15 años, hijo de un abogado, están saliendo a la luz pública las muchas canalladas que este sucio personaje ha cometido. Y se trata de un cargo, el suyo, de un elevadísimo nivel dentro de la iglesia de Roma.
O el tema se lo toma muy en serio el papa Francisco, o la iglesia católica irá descendiendo por la pendiente por donde camina con tal rapidez que muy pronto no habrá quien la conozca. Y sepa usted, papa Francisco, que tan canalla es quien hace la canallada como quien la tolera como encubridor y cómplice, bien mirando hacia otro lado no queriéndola ver, o conociéndola de primera mano tratar de ocultarla.
La ONU ha condenado recientemente al Estado Vaticano de las aberraciones realizadas por ¿cientos?, ¿miles? de sus sacerdotes, diáconos, religiosos, obispos, etc… exigiéndole que aparte a todos los pederastas de su organización y los denuncie a la policía de cualquier lugar donde ejerzan. Pero no lo verán nuestros ojos. Se quedarían en cuadro…
El Postiguet