La imprenta, no lo dudemos, fue un invento que cambió al mundo, pudiendo por medio de ella difundir la cultura a todos los hombres y a todos los lugares. Es cierto, también, que ha sufrido muchos cambios, como todo en esta vida, hasta el extremo de que hay agoreros que predicen su final. Cierto también que las nuevas tecnologías hacen que el libro, en este caso digital, también se pueda difundir con el dato a su favor que no destruye tantos bosques como el papel necesita. Pero, hablando del libro, nada tiene que ver un libro en papel con un libro digital, cosa que, al no ser contrario como no soy a la invención humana, tengo uno. Sin embargo el simple roce de la hoja de papel, el olor a tinta o cuando el papel por los años deja ese aroma a materia envejecida, el digital no lo puede sustituir, y la diferencia es abismal, con todos mis respetos a las nuevas tecnologías, no cambio un libro en papel, por mil digitalizados.
Y sí, tengo libros muy antiguos. De hecho soy muy amante de ellos y poseo una buena colección. Me gusta visitar las librerías de lance, que, por cierto, en Alacant mi ciudad solo queda una cuando hace bien poco habían cuatro, pero cuando viajo a Barcelona o Madrid, o las que hay a orillas del Sena en París, me gusta visitarlas y ojear sus libros y comprar alguno si puedo. Afortunadamente cada año se celebra en Alacant la Feria del Libro Antiguo, donde se pueden encontrar verdaderas maravillas, y los domingos en la Plaza del Ayuntamiento se colocan puestos de libros de lance, sellos filatélicos y otras antigüedades.
Pero cuando hablo de la imprenta me gusta hablar del viejo oficio, llamado Artes Gráficas, porque antes sí era un arte. Hoy con las máquinas digitales, los programas informáticos de tratamiento de textos o dibujo vectorial, el arte ha desaparecido; nada que ver con los dibujos a mano alzada, la composición de textos con letras de molde, la creación de estadillos con los filetes de bronce, lo agradable que resultaba la composición por medio de un componedor y abierta la caja de tipos cogiendo uno a uno y formando las líneas de texto, producían una sensación que los teclados no producen. A veces cierro los ojos y creo estar componiendo, cogiendo esta vocal allí, esta consonante allá, este signo en esta cajetín, y así y así como hace decena de años. Siento nostalgia por la imprenta antigua, aunque la moderna no me disgusta, tal es así que poseo un buen equipo: escaner, impresora láser a color en tamaño A-3, un pequeño ploter, y programas informáticos como Photoshop, Adobe Illustrator, FreHand, Corel Draw, Indesing y yo me encuaderno algunos libros mediante un viejo telar y una antigua prensa. También tengo una pequeñísima máquina, muy antigua, para hacer sellos de caucho, que es otra de mis aficiones, y confecciono exlibris que regalo a mis amistades.
Eso es lo que quiero dejar para otros, que sepan que hubo un oficio lleno de arte, del que muchos pudimos gozar.
El Postiguet