Estimada Señora:Permítame que me dirija a Usted con el tratamiento que como Reina de España merece. Además, no gozo del favor de pertenecer a su círculo de amistades como para llamarla simplemente Letizia,
menos aún para apocoparla en Ltzia. Y, en ningún caso, osaría dirigirme a usted
como "compi yogui". Porque no hago yoga. Y porque no soy su compañero. Ni su colega.
Me alegra conocer, Señora, que se encuentra Usted entre los más de seis millones de personas que leen cada mes
La Otra Crónica en el sitio web elmundo.es. Quizá también se encuentre Usted
entre los miles de lectores que disfrutan cada sábado del suplemento en papel del diario EL MUNDO o, como persona de su tiempo, se lo baje a su tableta desde Orbyt.
Respeto, por supuesto, su opinión sobre nuestro trabajo. Nosotros también opinamos sobre Usted. Aunque nunca hemos llegado a escribir de ninguna prenda que usted vista, de ningún comentario suyo,
de ningún mohín que es "una mierda". Cierto es que su desprecio fue un mensaje privado. Incluso habiendo difundido su comentario eldiario.es y siendo reproducido por numerosas páginas web no espero de Usted una nota de disculpa. Quizá una aclaración. Al menos, un 'whatsapp'.
A mi juicio, las disculpas son lo de menos. Son gajes del oficio, del mío digo, no del suyo. Un rifirrafe entre periodistas. Lo de más es lo que sigue en su
desafortunado mensaje a Javier López Madrid, empresario, consejero delegado del Grupo Villar Mir, al que la Fiscalía le pide un año y medio por apropiación indebida en el caso de las tarjetas
black de Caja Madrid. Sorprende que, cinco días después de conocerse la lista de beneficiarios del plástico opaco, usted se solidarice con él. Contrasta esta actitud con la salida fulminante de la Casa Real de otro
beneficiario de las dádivas negras de la caja rescatada, Rafael Spottorno, consejero privado de su esposo, el Rey Felipe VI, que fue apartado del cargo.
En esos cinco días, ¿nadie a su servicio llamó al señor López para preguntarle si era verdad la acusación y qué pensaba hacer? ¿Acaso no fueron informados? ¿No dieron credibilidad a una noticia que la propia Caja confirmó? Porque su mensaje parece dar a entender que usted
se enteró por LOC de los problemas de su compañero de yoga: "Te escribí cuando salió el artículo de lo de las tarjetas en la mierda de LOC y ya sabes lo que pienso Javier. Sabemos quién eres, sabes quiénes somos. Nos conocemos, nos queremos, nos respetamos. Lo demás, merde. Un beso compi yogui ('miss you!!!')"
¿Sabemos quién eres? Pues, Señora, espero que no. Que su
augusto marido y Usted no conocieran las andanzas del señor López, al que un juez ha interrogado para saber si financió con 1,8 millones de euros de dinero negro al PP en el marco de la 'operación Púnica'. Espero que tampoco estuvieran al corriente de las tormentosas relaciones de su compañero de yoga con la doctora Pinto, que darían para algún capítulo castizo y sombrío a lo Grey.
Confío en que, ahora que se conocen mejor y, pese a la vieja amistad del señor López Madrid con su esposo, que se retrotrae a sus tiempos de compañeros de colegio en Los Rosales, ya no se quieran tanto y se respeten lo justo. Y que el presunto no sea invitado a su mesa. Lo demás, efectivamente, 'merde'. Me sorprende en todo caso la imprudencia de Usted, Señora, y de su marido al intercambiarse mensajes, más prudentes, cierto, los de Don Felipe. Acaso no conoce su Majestad que
este tipo de comunicaciones están expuestas a la indiscreción de cualquiera, empezando por el receptor y siguiendo por cualquier servicio exterior. O no tiene noticia de que los correos de la canciller Angela Merkel fueron leídos por los americanos.
Es cierto que cualquiera tiende a confiarse hablando o chateando con sus amigos y creo que esos comentarios pertenecen al dominio de lo privado.
Pero una Reina no puede dejar de comportarse como tal ni un segundo. Ni permitirse confidencias que puedan perjudicar la reputación de discreción de la institución. Ni confianzas de "compi yogui" con alguien que se ha demostrado poco de fiar.
Ni escribir de forma despreciativa de una publicación. De humanos es errar y de sabios, rectificar. Por eso, todos los compañeros del diario EL MUNDO y muy especialmente los que hacemos
La Otra Crónica, no esperamos sus disculpas. Nos basta con que
nos permita seguir haciendo libremente nuestro trabajo, que fue el suyo, y con que nos siga leyendo.
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