El Ajedrecista Turco, la primera máquina que derrotó al hombre
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antartida Profesional
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Tema: El Ajedrecista Turco, la primera máquina que derrotó al hombre Dom Jul 03, 2016 8:21 pm
La historia del ajedrecista turco es la de una gran farsa. Tras su debut en la corte imperial austriaca de la mano de su creador Wolfgang von Kempelen en 1770, su popularidad creció como la espuma, hasta el punto de llegar a disputar partidas con personalidades de la talla de Benjamin Franklin o el mismísimo Napoleón. Cual era el secreto de este autómata capaz de derrotar a un humano en menos de media hora? Muchos intentaron descubrir sin éxito su secreto, que finalmente sería revelado en 1857 por una revista de ajedrez.
Un día del Otoño del 1769, Wolfgang von Kempelen fue llamado a la corte imperial de Viena para asistir a un espectáculo de magia. La Emperatriz quería ver la reacción de un hombre de ciencia ante los trucos de magia, Kempelen asistió encantando a los diferentes trucos pero al acabar el espectáculo afirmó en un tono confiado que él lo podría haber hecho mucho mejor. La Emperatriz le tomó la palabra y Kempelen aceptó el reto de no volver por la corte hasta que no tuviera un espectáculo mejor que los que había visto.
Pasaron unos seis meses y finalmente Kempelen apareció en palacio de Schonbrunnacompañado de una máquina extraordinaria. Se trataba de un maniquí, sentado delante de una especie de escritorio. La figura de madera estaba vestida con una toga, unos pantalones holgados y un turbante, su brazo derecho estaba extendido descansando sobre la mesa y el izquierdo sostenía una pipa turca. La mesa o caja de manera era de 120cm de largo, 75cm de profundidad y unos 90 cm de alto, descansaba sobre unas ruedecillas, lo que permitía rotar todo el conjunto con facilidad para que fuera examinado desde cualquier ángulo por el público.
El esperado espectáculo comenzó con Kempelen abriendo las puertecillas y los cajones de la mesa permitiendo a la audiencia inspeccionar el interior de la máquina, detrás de una de las puertas una amasijo de engranajes y ruedecillas, un gran cilindro similar al que tenían las cajas de música parecía dirigirlo todo, detrás de las otras dos, la caja estaba bastante más vacía, a parte de un cojín contenía sólo varias piezas de latón desmontables. Mientras el público examinaba la máquina, Kempelen abrió una puerta en la parte trasera de la máquina y colocó una vela y la gente pudo observar la luz a través de los engranajes. Debajo el ropaje del maniquí turco, otras dos puertas estaban escondidas que dejaban ver más engranajes, sin duda se trataba de una máquina compleja, la espera había valido la pena.
Kempelen tras enseñar las entrañas de su criatura pidió un voluntario de entre el público para medir sus habilidades con las de su autómata ajedrecista. El Conde Ludwig von Cobenz aceptó el reto, Kempelen dio cuerda al autómata y la criatura pareció cobrar vida, entre ruido de engranajes movió con su mano derecha un peón, el juego acababa de empezar. La máquina desplegó un juego agresivo y rápido, y en menos de media hora venció a su oponente.
El Turco, como sería conocido a partir de entonces se convirtió en el tema de todas las tertulias de Viena y las noticias de sus triunfos se extendieron por toda Europa. Era mucho el interés que despertaba y muchos los interesados en medir sus habilidades con él. Pero Kempelen rechazó casi todos los retos, de esta manera en la década siguiente a su debut el Turco sólo disputó una única partida y Kempelen decidió desmontarlo, pues prefería dedicarse a sus trabajos más serios sobre motores de vapor o máquinas capaces de reproducir la voz humana.
Fue poco el tiempo de tranquilidad para Kempelen, pues al poco de desmontarlo tuvo que volver a montarlo por orden del Emperador Jose II que pretendía impresionar al duque Pablo de Rusia durante su visita de estado. El duque quedó admirado por la criatura mecánica y sugirió a Kempelen la idea de una gira europea. Kempelen sin mucha ganas acabó aceptando y la gira que los llevaría por París, Londres y Alemaniacomenzó el 1783. En París jugaría con el que era considerado el mejor ajedrecista de su tiempo Francois Andre Danican Philidor, al que por cierto fue incapaz de vencer o Benjamin Franklin al que si que consiguió derrotar.
La gira era un éxito rotundo, allá donde iban Kempelen y el Turco se generaban un aluvión de artículos en panfletos y periódicos tratando de explicar su secreto. Era un niño, un veterano de guerra mutilado o acaso un duende? Pero como se iba a ocultar alguien dentro si aparentemente no había espacio entre su maquinaría para nada más grande que un sombrero? Tal vez por este motivo otros pensaban que el operador no estaría en el interior sino en el exterior, detrás del escenario o tal vez debajo del suelo, y que lo dirigiría a distancia con unos cables muy finos casi invisibles. Pero tal vez el secreto de todo era el magnetismo, un fenómeno todavía bastante desconocido, tal vez sería Kempelen que con un imán en su bolsillo dirigiría los movimientos del Turco. Pero otros más dispuestos preferían aceptar que el turco era una máquina pensante.
Si la confusión que causaba en la audiencia no era ya suficientemente grande, el Turco venía con una caja de madera que el presentador colocaba sobre el escritorio. Kempelen a menudo miraba dentro de la caja durante el desenlace del juego, dando la falsa impresión que la caja controlaba de alguna manera el funcionamiento de la máquina. Algunos cronistas de la época llegaron a atribuir a la caja poderes sobre-naturales.
El espectáculo del Turco era sin duda digno de contemplar, tras la primera parte en la que desafiaba varios contrincantes empezaba una segunda que consistía en resolver el Problema del Caballo, que completaba con una facilidad pasmosa comparada con las dificultades que tenían hasta los grandes ajedrecistas de la época. Pero aún quedaba una tercera parte del show si cabe aun más sorprendente, el Turco respondía a las preguntas de los espectadores mediante el uso de un tablero con letras, siendo capaz de hacerlo en inglés, francés o alemán.
Kempelen moriría a la edad de 70 años en 1804, lo que permitió al turco descansar de tanta exhibición hasta que su hijo decidió vendérselo a Johann Nepomuk Malzel, un músico bávaro inventor del metrónomo (bueno más bien robó el diseño de otra persona). El secreto de su funcionamiento fue bien conservado y pese a que muchos pensaban que se trataba de un engaño, aún quedaba suficiente misterio para permitir al Turco continuar sus giras. Fue durante esta época cuando el Turco jugaría su famosa partida con Napoleón. También jugaría con Charles Babbage, un pionero de los ordenadores mecánicos, que aunque no estaba seguro de como, siempre creyó que era manejado por un humano.
Más tarde Malzel vendería el autómata a Eugene de Beauharnais, el Príncipe de Venecia y Virrey de Italia, pagó por él 3 veces más de lo que Malzel había pagado al hijo de su creador, tal era su interés por conocer el secreto. Aunque más tarde Mazel se lo recompraría y se llevaría la máquina a Paris, donde la mejoraría añadiéndole la capacidad de decir "jaque". En 1826, tras pasar por Londres y acosado por las deudas contraídas Malzel decidió probar suerte en Estados Unidos.
En Estados Unidos la gira del Turco fue otro gran éxito y duró más de una década, así que decidieron probar suerte en Cuba, como primera parte de un tour por Hispanoamérica. Mientras se hallaban allí el secretario de Malzel murió y la gira se suspendió. Podría ser el secretario la persona que realmente movía los hilos del turco? Y fue la muerte de este la verdadera causa de la anulación de la gira? En su viaje de vuelta a Estados Unidos Malzel se dedicó a beber en su camarote, hasta que fue hallado muerto.
El turco acabó en manos de una amigo de Malzel, que fundó un club con el fin de hacerse con el autómata. A cambio revelaría el secreto del Turco a los miembros de dicho club. Sin Malzel el espectáculo del Turco no volvió a ser lo mismo, el nuevo propietario no tenía el mismo don para el espectáculo y acabó donándolo al Museo Peale de Baltimore, dónde acabó sus días arrinconado en una de sus salas. Hasta que el día 5 de Julio del 1854 durante el gran incendio de Filadelfia el autómata fue pasto de las llamas. Mitchell el amigo de Malzel que se hizo cargo del Turco tras la muerte de este, creyó oír entre las llamas la voz de su amigo el Turco pronunciar por última vez "jaque, jaque".
Obviamente el invento de Kempelen era un engaño pero que llegó a cautivar el interés de mucha gente, incluso gente con conocimientos técnicos y científicos, lo cual puede resultar chocante. Tal vez un explicación, es que el Turco apareció justamente al principio de la Revolución Industrial, un momento especial, en que las relaciones entre el hombre y las máquinas se estaban redefiniendo. Fue una época en que la gente creía que las nuevas máquinas ofrecían posibilidades ilimitadas.... y por qué no ser capaces de pensar o jugar al ajedrez? Fue una época de autómatas, animales mecánicos, incluso humanoides capaces de escribir, tocar el arpa la flauta o bailar.
El turco era anunciado como un autómata pero tenía poco de autónomo. Su secreto en realidad era una ilusión mecánica que permitía a un maestro humano esconderse dentro de la mesa y hacer funcionar la máquina para ello el interior de la máquina estaba diseñado para engañar al observador. Cuando se abría la puertecilla de la derecha del escritorio, se podía ver parte del mecanismo de relojería. Esta parte estaba diseñada para que si la puerta de atrás del armario se abría al mismo tiempo, la gente pudiera ver a través de la máquina por ejemplo la luz de una vela. La otra parte del armario la que contenía en vez de maquinaría un cojín rojo y varias piezas de latón estaba diseñada para proporcionar una visión clara a través de la máquina.
Ni la maquinaría visible a la izquierda del autómata, ni el cajón que guardaba el juego de ajedrez llegaban completamente hasta la parte trasera del armario, sino que sólo se extendían hasta un tercio de su profundidad. Un asiento deslizable en el interior permitía al operador del autómata moverse de lado a lado y evitar ser visto mientras el presentador del número abría las diferentes puertas. A su vez este asiento deslizaba maquinaría falsa a su lugar para ocultar a la persona en su interior ayudado de una vela.
Pese a ser un engaño, el autómata no era una máquina sencilla sino que incorporaba muchas ocurrencias para permitir que un operador fuera capaz de seguir el juego sin ver el tablero y que el autómata fuera capaz de mover y coger fichas. Para lo primero se diseñó un complejo sistema que mediante imanes permitía al operador saber la última ficha movida. Cada pieza de ajedrez tenía un pequeño pero potente imán en su base y cuando era colocada en una casilla del tablero atraía al resorte situado bajo esa casilla.
Otra solución ingeniosa era un sistema de tubos que llevaban el humo de la vela que usaba el operador dentro de la caja, hacia el turbante del turco, el humo de la vela que había sobre la mesa del turco ayudaba a disimular este otro humo.
Finalmente, en el interior también se encontraba un tablero con clavijas conectado a una serie de palancas de un modo similar a un pantógrafo que controlaban el movimiento del brazo del maniquí. El autómata también contaba con unos diales de latón visibles desde el exterior que permitían comunicarse al operador con el presentador.
Tras el fuego que acabó con el Turco, el hijo del último propietario no vio motivo para seguir guardando el secreto y explicó como funcionaba el Turco en la revista de ajedrez The Chess Monthly en 1857. Según este artículo al menos 15 jugadores de ajedrez habían operado el autómata durante toda sus 85 años de existencia.
La caja del turco decodificada.
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El Ajedrecista Turco, la primera máquina que derrotó al hombre