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Y por eso os lo digo, porque creo que de tontos no tenéis nada. ¿Cómo llamar tonto, o tonta, a alguien por sentir el amor y amar intensamente?
Es verdad, Isabel, que hija como eras de un mercader rico, nunca debiste enamorar de Juan o Diego, como de él se dice era su nombre, pobre, sin hacienda y sin porvenir. Pero siendo pobre era honrado y de tal presencia y gallardía que te enamoraste con sólo mirarle. Son cosas que pasan, Isabel, pero que tienen consecuencias, y más en aquellos tiempos.
Pero Juan, o Diego, vaya usted a saber qué nombre era el verdadero, marchó durante cinco años a luchar contra el moro, y por su valentía, y quién sabe si por pillaje, amasó una fortuna con la que ya podía pedir tu mano. Pero ¡ay de los ayes!, tu padre te quiso casar, y pese a que tú te oponías diciendo que esperase cinco años pues habías hecho votos de virginidad, al final contrajiste matrimonio. Justamente, ¡cosas de la vida!, el mismo día que Juan, o Diego, regresó de la batalla.
Él, Juan o Diego, te pidió un beso, y tú, honrada como eras, te negaste, y Juan o Diego, que la cosa del nombre no está clara, de tristeza murió. Y claro, Isabelita, eso te llegó hasta el alma. Tenías una deuda, pues te considerabas culpable de su muerte, y tomaste la decisión, antes de que fuera enterrado, ir y besar el cadáver. Acudiste a su velatorio, y allí, ante el estupor de las gentes, levantaste el velo que cubría la cara del hermoso Juan, o Diego, que ni muerto se decidieron de cómo llamarlo, y lo besaste. Tal beso lleno de amor le diste, que allí, junto a su cuerpo frío y sin vida, también encontraste la felicidad de la dulce muerte. Y aunque os llamaron, y siglos después aún os siguen llamando tontos, quizás porque siendo aragoneses lo sois de Teruel, y buscando la rima os llamaron “Los amantes de Teruel, tonta ella y tonto él”, hoy, por fin, que Teruel también existe, alguien, un servidor, niega rotundamente que por amaros seáis tontos. El Amor no es una tontería, menos en primavera...
El P©stiguet