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No hay que ser un lince, ni tener un master en álgebra cuántica, para entender que la sociedad actual está pero que muy dividida y desorientada. Ya sea en política, en deportes, en arte o religión, no hay manera de entendernos, y cada quién se cree dueño de la Verdad y toma al otro como ignorante, cuando no poseedor de malas ideas y de calado pérfido. La derecha mira con recelo y odio a la izquierda, y ésta le devuelve la moneda acrecentada con un interés casi de usura. Tenemos “ismos” a punta pala, y cada uno lucha contra el otro con un afán casi enfermizo de verlo desaparecer, y entre todos el egoísmo es el número uno y el más dañino. La globalización ha creado tal confusión de ideas y de maneras de comportamiento que hace la convivencia casi imposible, ya no hay contrarios, sólo enemigos a los que destruir. El religioso ataca al ateo comunicándole diariamente su final tormentoso en el fuego eterno, y éste intenta destruir su idea y sus haciendas volcarlas a su beneficio. La mujer intenta no igualarse al hombre en derechos y obligaciones, cosa de lo más sensato que pueda haber, sino que pretende sustituirle y avanzarle, como si de una maratón se tratase. La moderación del ser humano tan necesaria se pierde en intereses partidistas que benefician a los populismos y extremismos. Cada día se avanza más para que hayan hijos sin padres, como si no lo necesitaran para que el fiel de la balanza madre-padre estuviera en el centro justo. La debilidad de determinadas personas ante el consumo es demencial, tiene más fuerza y atractivo un teléfono móvil, la droga, el alcohol, que sus propias fortalezas, hoy decaídas por la dejadez y la ociosidad. Y tantas y tantas cosas que debilitan al ser humano cada día más esclavo de sus vicios, defectos y carencias… Pero no todo es negativo, y lo positivo, por lo general, es mucho más fuerte y poderoso. Servidor de ustedes, tan dado a lo positivo, he encontrado la solución; si quieren llámenlo la panacea, o el nuevo maná que esperamos ansiosos para que la sociedad se detenga en su camino a la autodestrucción.
¿Cuál es esa solución tan poderosa? Pues muy sencilla, tanto como el famoso huevo de Colón: HAGAMOS DEL MUNDO UNA GRAN ROTONDA.
El P©stiguet