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Pedro Sánchez tiene ganas de tocar poder. El poder es atractivo, es lucrativo, es placentero. Da realce. Él es político y joven, y el deseo es algo natural… Pero no es una obra de teatro, con Comendadores, hosterías del Laurel, don Luis Mejía, don Juan Tenorio ni doña Inés. Ni Brígida, la alcahueta. Pero cercano el 1 de noviembre, día tradicionalmente “zorrillano”, la tentación de participar en tan dramática obra de capa y espada puede ser tentativa para muchos, y don Pedro, puede escoger el papel de Inés, la novicia embaucada por el Tenorio, papel que le cae muy bien, por sus malas artes escénicas a don Pablo. Sí, he dicho escénicas, pero también reales. Puede decirte, Pedro, lo de “no es verdad ángel de amor” y ser tan mentira como la existencia de un presidente USA llamado Turmp, sensato, culto y prudente. Las palabra amorosas, y más dichas en ripio, pueden entusiasmar a la doncella más cauta si se dicen a la luz de la luna y al lado del Guadalquivir, pero muchacho, ten cuidado, que las Brígidas y las Lucías, abundan en este mundo de intereses. Cuando te diga: “Inés del alma mía, luz de donde el sol la toma” no caigas en la falsa palabrería del vendedor de mantas zamoranas: Sé prudente, sé astuto, sé inteligente, que nadie da los duros a cuatro pesetas, y este charlatán te ofrecerá la manta, la miel de la Alcarria que cura todo resfriado, y un tarro de crecepelo.
El P©stiguet