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Es innegable la gran participación ciudadana en la manifestación contra el terrorismo de Barcelona, cosa que me ha agradado y celebro, y que algunos medios han querido minimizar quizá por la proximidad del referéndum, pero como observador minucioso que me gusta ser en estos actos, me llamó poderosamente la atención no ver, entre tantas pancartas exhibidas, una sola alusión al verdadero culpable de la matanza, después de los autores materiales del criminal atentado: el Estado Islámico.
Mieles de carteles eran llevados a favor de la paz (perfecto) y contra la islamofobia (también), así como alguno señalando directamente al rey de España y al Gobierno de Rajoy como responsables últimos por su papel en el suministro de armas a las monarquías absolutistas del Golfo. Sinceramente creo que eso es una manipulación de la verdad. A este respecto no negaré que esas ventas nunca debieron producirse, ni tampoco iniciar una guerra bajo la hipocresía de que se buscaban armas de destrucción masiva en Irak cuando el objetivo y el interés bastardo eran otros, pero…
… ciertamente soy muy crítico, entre otras cosas porque no deseo guerras en ningún rincón del mundo, en vender armamento de cualquier tipo ya sea a la Arabia Saudí o a la República de Venezuela, pero lo cierto es que el autodenominado Estado Islámico no hace distinciones por criterios mercantiles; ha golpeado donde ha querido y ha podido, bien en las llamadas potencias occidentales (nosotros pertenecemos a este grupo) o en países de escasos recursos bélicos; en éstos con una crueldad pavorosa, que esos muertos, también muertos son.
Como la hipocresía me repatea, la izquierda “buenista” de este país debe asumir que la autoflagelación por la supuesta culpabilidad de España por las medievales cruzadas, la reciente invasión de Irak o los negocios, no deseables, con las monarquías de los petrodólares es demagógico e insuficiente. El verdadero culpable no es Occidente, pese a sus defectos que no voy a negar, sino que ha sido el cruel, bruto y criminal Estado Islámico. Crear confusiones, intencionadamente o no, nos puede costar caro. Incluso entre nosotros.
El P©stiguet