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—Buenas tardes, señora, soy agente de seguros y la visito recomendado por el señor Muñiz, ¿lo conoce usted?
—De lo que necesite, de incendio, de robo, de vida, para su coche.
—¿Que no tiene coche?, es igual, pero un seguro de robo sí puede interesarle.
—Este barrio será muy tranquilo como me dice, pero puede suceder.
—Sí, usted dice que no abre a nadie, pero a mí me ha abierto y me ha dejado entrar.
—Claro que vengo en nombre del señor Muñiz, pero ya ve que sin conocerme…
—Pero suponga que fuera todo un engaño y yo fuese un ladrón.
—¿Qué no tengo cara de ladrón? No me haga reír, un ladrón puede ser cualquiera.
—Mire, por ejemplo, cerremos esa ventana que da a la calle.
—Ahora cerremos la puerta de entrada. ¿Estamos los dos solos, verdad?
—Gracias por no temerme, pero sí, está en lo cierto, no soy un ladrón. Soy un asesino.
—Veo que palidece, y se ha asustado al verme sacar este revólver.
—¡Ah! ¿se ha dado cuenta de que tiene silenciador?
—No, no soy agente de seguros, soy un asesino y la voy a matar.
………………..
—¿Señor Muñiz? Ya está terminado su encargo.
—Sí, no he dejado una sola huella.
—Aquí a mi lado, tendida en el suelo todo lo larga que es con un tiro en la sien.
—¿Cómo que desde dónde le llamo? Pues desde su misma casa.
—¿Qué en su casa no tiene teléfono?
—¿No me dijo que era el tercero derecha?
—¿Que saliendo desde el ascensor el tercero derecha queda a la izquierda?
—La mujer que he matado es alta y rubia.
—¿Y cómo iba yo a saber que usted vive en la derecha y su amante en la izquierda?
—Una enorme equivocación, lo lamento, pero yo no dejo mis encargos sin terminar.
………
—Buenas tardes, señora, soy agente de seguros y la visito recomendado por el señor Muñiz, ¿lo conoce usted?
—De lo que necesite, de incendio, de robo, de vida, para su coche.
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