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Esta señora, la jerezana apellidada Arrimadas, en su última profesión de caza traidores, se ha visto sorprendida al encontrar uno, y no ha sido en las filas del PSOE o UP, ha sido en la propia habitación de donde se hospeda, al mirarse esta mañana en el espejo, allí la ha visto reflejada, la mayor traidora a los interese de los ciudadanos españoles, con su pretensión de que algún diputado —¿con dinero o sin dinero?— cambiase su voto.
¡Pobercilla! la abandonan los suyos con una gran patada en salva sea la parte, y ahora, en su humillante y vergonzoso trabajo no encuentra quien se venda. Doña Inés, doña Inés, que no todos los españoles se venden por dinero, que aun existe lo que usted parece no conocer: la dignidad. A ver si aprendemos que no todos somos iguales en la decadencia en donde se encuentra usted.