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De la carne vegetal a la escultura invisible.
Javier R. Portella 10 de junio de 2021
Ha abierto "Compasión", la primera carnicería vegetal de Madrid.
Me enteré por un tuit del siempre agudo Jesús Laínz: “La prensa —decía— anuncia con progre satisfacción que ha abierto Compasión, la primera carnicería vegetal de Madrid”. Y añadía con gran razón: “Creo llegado el momento de abrir Crueldad, la primera verdulería carnívora”, cuyo logotipo nos complace mostrar como primicia a nuestros lectores.
Fui a ver más y me enteré de que la compasiva tienda tiene sede en la madrileña calle del… Espíritu Santo. Y no, contrariamente a lo que se podría creer, no ha sido abierta por un tal Bill Gates (que se sepa, al menos), sino por un grupo de animalistas veganos, veganas y veganes, ávidos de comer mierda (con perdón) y de acabar con un ganado que, de imponerse sus industriales artificios, dejaría simple y llanamente de existir.
“Compasión”, llaman a su tienda esas sensibleras, bondadosas almas
Pero más que los delirios veganos, lo que me interesa aquí es el nombre. Compasión, llaman a su tienda esas sensibleras y bondadosas almas: tan buenas como las intenciones de las que está empedrado el camino del infierno.
Compasión, sentimentalismo, babosería... Mentecatez. “La sopita sentimental”, en fin. Ésa de la que hablaba el otro día Juan Abreu. “España —añadía— es la gran consumidora de sopita sentimental. Nada se es, todo se siente. ¡Hasta la Justicia! […] Sin sopita sentimental no hay España”.
La escultura invisible
La mierda que quieren comer los sensibleros veganos lleva ya un siglo comiéndola con sumo gusto el espectador o comprador de “arte” contemporáneo. Empezó meando —todo aquí es escatológico— en el Urinario que en 1917 presentó en Nueva York un famoso impostor denominado Marcel Duchamp. Continuó comiendo la Merda d’artista que, después de haber enlatado la suya propia, vendió a alto precio otro avispado impostor de nombre Piero Manzoni.
Alguien ha pagado 15 000 euros por una "escultura" vacía, por un espacio sin nada
Mierdas varias, pero mierdas al menos consistentes (la lista es tan larga como aburrida), todas las cuales acaban sin embargo de ser derrotadas por la mierda absoluta, por la nada total en que consiste la última que ha visto la luz —o las tinieblas.
Hablo de la escultura invisible —un espacio completamente vacío, sin nada— que, con el muy adecuado título de Io sono [Yo soy], ha sido vendida por el más listillo de tales impostores: el también italiano Salvatore Garau. Y hubo alguien, alguien más degenerado aún, que pagó 15 000 euros por la Nada monda y lironda, por la "escultura" vacía que fue adjudicada por tal suma en la casa de subastas Art-Rite.
La carne es un vegetal. La compasión es crueldad (hacia los animales que no nacerán y los ganaderos que no vivirán). El arte es no-arte. Lo feo es lo bello. Los hombres son mujeres. Las mujeres, hombres.
Y la esclavitud, libertad; la mentira, verdad, añadía Orwell.
Hasta que nos hartemos. Hasta que, sin ninguna compasión, acabemos con toda esa degeneración.
De la carne vegetal a la escultura invisible | El Manifiesto