Y claro, también hay un amaño de dinero del que ya he hablado por aquí antes. Para ser un rey sin funciones de tipo gubernamental o políticas bien que funcionaba.
"La intervención del rey Juan Carlos en el proceso de acoso y derribo a Adolfo Suárez que culminó en su dimisión en enero de 1981 es uno de esos hechos de la Transición en los que la versión oficial se ha mantenido incólume. Sin poder precisar las razones auténticas de la dimisión que en su momento se recibió con sorpresa, se sostuvo que la relación entre ambos siempre fue excelente o, de forma menos creíble, que la decisión de Suárez de retirarse estaba pactada desde meses antes. Otros testimonios lo desmentían citando las fuertes discrepancias entre el rey y el presidente del Gobierno y las conspiraciones en el Madrid de entonces alentadas por periodistas y empresarios conservadores.
El altar de la Transición estaba formado por tres miembros. En la cúspide, Juan Carlos de Borbón. Como arquitecto, el último presidente de las Cortes franquistas, Torcuato Fernández Miranda. Como ejecutor, Adolfo Suárez. La realidad es que, una vez nombrado para dirigir el Gobierno, Suárez comenzó a volar solo. Después de ganar las elecciones de 1977, contaba con una legitimidad democrática de la que antes carecía y no tuvo problemas para ignorar lo que le aconsejaba el monarca.
Las notas personales de Manglano confirman la intensidad de esa separación, que raramente se desarrolla en las crónicas oficiosas de la Transición. En mayo de 1981, el rey contó sobre Suárez al militar, que fue nombrado director del Cesid tras el golpe del 23F, que "a medida que ganaba elecciones (en 1977 y 1979), me hacía menos caso". No era por tanto un problema que hubiera empezado en el convulso año de 1980. Lo que es seguro es que en ese año la situación terminó siendo insoportable para el rey, que quería a Suárez fuera de Moncloa cuanto antes.
Suárez había dejado de seguir planes que no hubiera ideado él. "Hacía de jefe de Estado", dijo el rey a Manglano en una confusión propia de alguien que recordaba el papel que había ostentado antes. En realidad, la Constitución de 1978 no le daba poderes ejecutivos sobre el jefe del Gobierno.
En el terreno anecdótico, recordaba la impuntualidad de Suárez en las audiencias con el monarca. En otros asuntos, la discrepancia no era sobre temas menores. "Llama al Consejo Superior del Ejército y prepáralos para la legalización" del Partido Comunista de España, advirtió Juan Carlos a Suárez en 1977, un asunto capital por el miedo a una reacción ultra en las Fuerzas Armadas contra la decisión. El presidente se negó a hacerlo. Ese fue el motivo de uno de los primeros choques graves de Suárez con el general Alfonso Armada, entonces secretario personal del monarca y uno de sus principales asesores. (...)
Otros fragmentos del libro de los periodistas de ABC desvela que Juan Carlos I ha recibido durante décadas dinero procedente de los países del Golfo Pérsico fuera de cualquier tipo de control fiscal y político. Otros libros habían citado la recepción de una cantidad millonaria enviada por el sha de Irán, el dictador Reza Pahlevi, confirmada ahora, para financiar lo que en términos genéricos se ha llamado la Transición, pero que en realidad se refería a la financiación de UCD, el partido de Suárez, en las primeras elecciones democráticas. Es la confirmación de que la financiación ilegal de partidos fue un rasgo habitual en la democracia española desde sus inicios. Y de que la fortuna personal del rey Borbón no comenzó con los contratos de intermediación de la construcción del AVE de La Meca, sino que se remonta al inicio de su reinado. (...)
Como forma de cerrar el círculo, una parte de ese dinero acabó en los bolsillos de Suárez. Formaba parte de la operación de Zarzuela para deshacerse de él. Sin dar muchos detalles, el rey confesó a Manglano que había entregado al expresidente un millón de dólares después de su dimisión: "Le ofreció un millón de dólares a Suárez para cuando dejara de ser PG (presidente del Gobierno). No lo sabe nadie". Como la oferta es anterior a la dimisión, casi podría considerarse un soborno o, dicho de forma más caritativa, una forma de asegurar a Suárez un futuro económico millonario si aceptaba retirarse de la política. Una anotación posterior de Manglano basada en las palabras del rey confirma que la entrega se produjo. "
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