Inició su militancia en el PCE en 1961, aún en la clandestinidad, y fue uno de los fundadores de las Comisiones Obreras en Madrid. Él era el objetivo de la extrema derecha el día que se produjo la matanza de los abogados de Atocha, por haberse destacado como el principal dirigente en la lucha del transporte en dicha ciudad en 1977. Toda su vida, ya fuera en París, en Madrid o en Valencia, la dedicó a la lucha por los derechos de las y los trabajadores y la lucha política por acabar con el capitalismo y transformar la sociedad. Joaquín era un luchador de los de verdad, de los que se dejó la piel para construir las Comisiones Obreras, en condiciones tremendamente duras, especialmente durante el franquismo y la transición. Fue un luchador siempre fiel a su instinto de clase y que nunca se rindió, ni frente a los fascistas, ni frente a la burocracia de la propia organización que él había construido con tanto esfuerzo.