[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]“On being sane in insane places”. Ese fue el gráfico título del experimento que el psicólogo estadounidense David Rosenhan publicó en 1973 en la revista Science y que provocó un seísmo en la psiquiatría y en los hospitales de salud mental hasta ser considerado el artículo sobre psicología más influyente de la segunda mitad de siglo XX: una serie de ‘pseudopacientes’, entre los que estaba el propio Rosenhan, fingieron trastornos mentales siendo retenidos durante semanas en diferentes instituciones psiquiátricas.
Criticado posteriormente, el experimento de Rosenhan supuso, no obstante, un notable impulso para la mejora de la evaluación y el diagnóstico psiquiátrico, así como del tratamiento de los pacientes en las instituciones en las que son internados.
Las dos fases del experimento de Rosenhan
En la cultura popular se tiende a establecer una fina línea que separa la locura de la cordura, pero confiamos en que los profesionales de la psiquiatría y las instituciones que trabajan con pacientes con problemas de salud mental sean capaces de hacer evaluaciones y diagnósticos certeros con el objetivo de facilitar la vida a esos pacientes. David Rosenhan puso a prueba la ciencia psiquiátrica al desarrollar un experimento en dos partes que, a la postre, haría temblar los cimientos de su profesión.
1ª Fase. Los pseudopacientes
Rosenhan y 7 colaboradores —según algunas fuentes serían 9 en total—, todos ellos con buena salud mental y sin antecedentes de problemas mentales, se presentaron en diferentes hospitales psiquiátricos alegando sufrir alucinaciones acústicas. Concretamente alegaban escuchar una voz que decía una de estas tres palabras: “golpe”, “vacío” o “hueco”.
El plan era lograr que fueran internados para después comportarse normalmente señalando que ya no oían nada y tratando de salir por sus propios medios del hospital. En caso de urgencia, Rosenhan tenía preparado la intervención de un abogado que les sacaría de la institución.
Todos los pseudopacientes fueron admitidos en diferentes instituciones que iban de algunos hospitales antiguos y ubicados en entorno rurales a hospitales modernos y privados. Siete de los nueve fueron diagnosticados con esquizofrenia, uno con psicosis maniaco-depresiva y un noveno con diagnóstico más optimista en el que se apoyó un crítico estudio posterior para categorizar el experimento como una “gran farsa”.
La duración de la hospitalización varió entre los 7 y los 52 días con una media de 19 días, siendo la mayoría dados de alta con un diagnóstico de “esquizofrenia en remisión”.
2ª Fase. Los pacientes inexistentes
Para esta segunda fase del experimento, Rosenhan recurrió a un hospital universitario con la propuesta de enviarles un elevado número de pseudopacientes entre los que el hospital debería detectar a los impostores.
Para Rosenhan y su equipo suponía una vuelta de tuerca a su estudio sobre la fiabilidad de la evaluación y el diagnóstico psiquiátrico. Se suponía que si una institución estaba sobre aviso de la recepción de pacientes falsos afinaría más el diagnóstico. Y así lo hizo, tanto que fue una nueva jugada maestra para Rosenhan.
Durante los meses siguientes, el hospital recibió a un total de 193 pacientes de los que 41 fueron identificados como posibles pseudopacientes. La realidad es que Rosenhan no había enviado ninguno: de nuevo, el psicólogo ponía en tela de juicio la capacidad de la ciencia psiquiátrica para diagnosticar trastornos mentales.
Las conclusiones al experimento de Rosenhan
Cinco años antes de que el experimento fuera publicado en la revista Science, Rosenhan se hallaba en una charla de R.D. Laing, un psiquiatra escocés especializado en el estudio y el diagnóstico temprano de la esquizofrenia que criticaba los medios convencionales con los que esta enfermedad era tratada y que impedía su curación real.
La charla de uno de los referentes del movimiento antipsiquiatría que atacaba los pilares de la psiquiatría tanto como ciencia, rama de la medicina y sistema asistencial fue el detonante definitivo del estudio de Rosenhan que trataría de responder a una pregunta fundamental: ¿estaban identificando correctamente a aquellos pacientes con un problema de salud mental?
Un rotundo ‘no’ fue la respuesta que obtuvo del experimento de Rosenhan. Su estudio demostró que el método diagnóstico tenía un alto índice de error tratando a personas sanas como enfermas (1ª fase), y tratando a enfermos como sanos (2ª fase). De hecho, los pseudopacientes no consiguieron abandonar la institución hasta que no admitieron su enfermedad teniendo que comprometerse a tomar medicamentos antipsicóticos.
Así mismo, el experimento de Rosenhan puso en la picota el tratamiento que recibían los pacientes en los centros psiquiátricos. La estancia de los pseudopacientes en los hospitales reveló discriminación, deshumanización y abandono.
Aunque Rosenhan señaló que el personal, en líneas generales, parecía bien intencionado, se objetivaba y deshumanizaba a los pacientes siendo, por ejemplo, observados mientras estaban en el baño. Según el estudio, la media de contacto directo con médicos profesionales fue de algo más de 6 minutos al día: poco podían evaluar los psiquiatras en ese tiempo.
Poco después del experimento de Rosenhan, Alguien voló sobre el nido del cuco exprimió las críticas al sistema asistencial psiquiátrico convirtiéndose en una de las películas más relevantes de la década de los 70. En España, Torcuato Luca de Tena aborda este mismo tema en su libro Los renglones torcidos de Dios, internándose el propio autor durante 18 días en una institución para documentarse.