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[size=42]La Masonería y los ojos del dragon. Por Patxi Balagna Ciganda.[/size]
La masonería siempre ha sido sinónimo de anglo sionismo. Existe la obediencia francesa, cierto, pero se trata tan solo de un «cadeau» que en forma de galletita canina recompensaron a sus obedientes caniches gabachos para que no incordiaran.
En EEUU hay tres millones de estos señores con «enaguas» curiosas y en Reino Unido, un millón. En países como México- en la actualidad-, más de un millón y medio, en Francia, 900,000 y en Italia 90,000.
Su estrategia siempre ha sido la de «divide et impera». Durante cientos de años han operado mancomunadamente de manera muy eficaz.
Mediante engaños, traiciones, piratería, terrorismo, el soborno o llanamente, mediante cruentas guerras, han subyugado infinidad de naciones y pueblos.
Lo siguen haciendo, claro.
Uno de los imperios más ricos y cultos de la historia de la humanidad, India, fue reducido a una mera colonia del imperio británico. La gran «Bharata» sufrió el abuso y la destrucción de manera reiterada y sin piedad. Los bribones corsarios borrachines de la islita del norte, destruyeron el equilibro que existía y toda la cultura milenaria que ahí residía.
El Imperio Mogol, que cubría gran parte del norte de la India, Pakistán y partes de Afganistán,
el hermoso Sultanato de Bijapur, que se extendía por gran parte del sur de la India, incluyendo partes de lo que hoy es Karnataka y Maharashtra, El exótico Sultanato de Golconda, que abarcaba gran parte del sur de la India, incluyendo partes de lo que hoy es Telangana y Andhra Pradesh, el exuberante Reino de Mysore, que incluya gran parte de lo que hoy es Karnataka, el famoso Reino de Ahmednagar, que se erigía en parte de lo que hoy es Maharashtra, el maravilloso Sultanato de Gujarat, que gobernaba sobre gran parte de lo que hoy es Gujarat y partes de Rajasthan, el Reino de Gondwana, que poseía gran parte de lo que hoy es Madhya Pradesh, y todos los otros pequeños estados, fueron sometidos hasta ser convertidos en un estercolero sin orden ni concierto.
El próximo gran imperio que tenían en su lista de «destruir», era la China de la dinastía Qing.
Los ingleses no tenían nada que les interesara a los chinos. Su cultura era inmensamente superior y todo lo hacían mejor. Desde formidables porcelanas a delicadísimas sedas y artilugios de belleza inconmensurable o artesanía variada.
Para los milenarios chinos, nada de lo que les ofrecieran los filibusteros y mercachifles británicos tenía el más mínimo valor. Tan solo quincallería vulgar y anticuada, pensaban los chinos.
No ocurría a la inversa obviamente. La balanza comercial del imperio británico con china era negativa y lo era mucho.
La elite anglosajona rabiaba con espumarajos en la boca ante aquel insulto de los insolentes asiáticos.
En aquella época, en Inglaterra reinaba la reina bulldog, la gordinflona Victoria.
Además de tener una cara poco agraciada – como los ingleses en general -, la señora sufría de flatulencias crónicas muy desagradables.
Como desagradables también eran sus compañías. La Corona estaba aconsejada – si no manipulada convenientemente – por ciertos grupos de poder no tan en la sombra.
El poder financiero, el industrial y el comercial, operaban cooperativamente en la misma dirección y amparados por la realeza y todo su aparato militar (incluidos los piratas que eran utilizados cuando no querían actuar con descaro).
El aparato militar industrial y financiero, tenía como correa de transmisión a la masonería de la cual, todos sus capitostes formaban parte.
Esa truculenta asociación de señores con falditas y gorritos raros reunidos en tabernáculos siniestros, daba unos frutos muy sabrosos.
La siguiente misión trataba de subordinar la economía china y de paso, explotar el país entero y así dominar el mundo sin impedimento. España ya no les molestaba para ese añorado plan.
Corrían los años 1800 y en india empezaron a cultivar opio como si no hubiera un mañana.
La idea era inundar el mercado chino de esta sustancia narcótica y además de conseguir pingües beneficios, destruir su sociedad y hacerse con sus materias primas.
Gran idea la de la gordita maloliente y sus amigos falderos de plumaje negro como la noche.
India había sido violada y esclavizada desde hacía 100 años. En aquel tiempo la gran furcia «Britannia» decidió que se debía cambiar las cosechas de arroz para el consumo humano, por Opio que hiciera sucumbir a los sinenses.
Eso causo la gran hambruna de Bengala, donde 10 millones de personas murieron (el 25% de la población).
Bengala era una región del nordeste de la india, Hoy en día está dividida en dos: la República de Bangladés y el estado de Bengala Occidental (en la República de la India).
Desde el siglo VI a. C., la mayor parte de Bengala formaba parte del poderoso reino de Magadha, un antiguo reino indo ario de la antigua India, mencionado (como Vanga) tanto en el Ramáiana como en el Majábharata.
También era uno de los cuatro reinos principales de la India en la época de Buda (2,500 años atrás).
Los piratas de Albión traficaban la droga desde Myanmar – que también era la British India – como muy bien lo explica Orwell en su novela «los días de Birmania». Una soberbia novela sobre los abusos del poder colonial en Birmania por parte de los «brutish» (brutos o embrutecidos en inglés).
Yo tuve el placer de leer la obra del nacido en india, Orwell, mientras disfrutaba de la maravillosa y antigua ciudad de Bagan (Reino de Pagan, primer Estado birmano de la historia).
La inundación del narcótico fue brutal y aunque las autoridades chinas advertían reiteradamente a los «camellos» para que cesaran, estos se reían en sus barbas.
Lin Zexu era un mandarín conocido por su incorruptibilidad y estricta moral confuciana. Nada más llegar a Cantón, remitió una carta abierta a la Reina Victoria en la que explicaba su política contra el tráfico de opio. Lin – enviado de parte de la corte del emperador – cuestionaba la moral del gobierno británico, que prohibía el comercio del opio en sus tierras, pero permitía que sus comerciantes lo practicaran en China, donde también era ilegal.
Obviamente, el inocente de Lin Zexu, no estaba al corriente de con quién estaba tratando.
<<«Quizás Su Majestad no haya sido informada hasta ahora [de la prohibición del opio en China], y pueda alegar ignorancia de la severidad de nuestras leyes, pero ahora le ofrezco mis garantías de que estamos decididos a acabar con esta dañina droga para siempre.» También afirmaba que «Si el tráfico de opio no es detenido ahora, en unas pocas década no quedarán soldados capaces de resistir al enemigo, ni plata con la que financiar el ejército.» >>
La obesa y pedorra regente, y su corte de patibularios asaltadores de caminos, se debieron reír de lo lindo ante semejante ingenuidad.
La intención siempre había sido la de forzar una contienda fuera como fuera y saquear aquel rico y culto imperio.
Deseoso de acabar con el narcotráfico, en 1839 el emperador Daoguang (octavo emperador de la dinastía Qing) decretó la incautación de todo el opio en manos extranjeras en Cantón.
Cuando una patrulla china tiro el cargamento de droga al mar ya hartos del cachondeo y la falta de respeto, los traficantes y su banda criminal de «hooligans», intervinieron como tenían planificado.
La superioridad tecnológica Británica era aplastantemente superior. Recordemos que aunque los chinos inventaron la pólvora, se dedicaron a hacer fuegos de artificio en lugar de artilugios de muerte.
Los de Albión y su banda de forajidos despiadados, llegaron con la fragata «Nemesis» (venganza divina). El primer acorazado transoceánico de metal de la historia. Este temible buque a vapor y algunos otros, bastaron para aniquilar a la inocente y desfasada flota china de juncos de madera y a su ejército de espadachines.
Los «dao» (sable curvo de un solo filo típico de los mandarines), contra los fusileros de su fétida majestad, no tuvieron mucho que hacer.
Los británicos y sus poderosos cañones diezmaron a los incautos «gongbing» (guardia imperial) y «yingyongbing» (tropas de choque) .
La contienda terminó con 5000 patriotas chinos asesinados y tan solo 100 piratas enviados al infierno.
La funesta derrota de los «hijos del dragón» condeno al imperio chino a sufrir las consecuencias de una invasión letal.
Tuvieron que entregar Hong Kong y cinco puertos más para que los contrabandistas al servicio de la corona y la masonería hicieran de las suyas. Se firmó el tratado de Nankin (Nanjing) que era algo muy parecido a lo denominado «tratado de libre comercio» actual.
El emperador Daoguang tenía alrededor de 38 años cuando esto ocurrió. China fue obligada a pagar una indemnización a Gran Bretaña y por supuesto los traficantes estaban exentos de pagar impuestos.
Así consiguieron arruinar la economía china y empezó lo que los chinos califican como «los 100 años de la vergüenza».
En 1880, las importaciones de Opio llegaron a 6,500 toneladas al año. En 1650, eran tan solo 50 toneladas.
Debido a la gran cantidad del estupefaciente que llegaba a raudales de las otras colonias, además de causar estragos en la población, el desajuste en la balanza comercial, obligo al estado a subir los impuestos y eso desencadeno unas terroríficas consecuencias.
Los agricultores dejaron de cultivar arroz, los campesinos no tenían ni para comer y los artesanos no podían competir con los precios mucho más baratos con que inundaban el mercado los anglosajones gracias a su economía de escala e industrialización.
China quedó cautiva del imperialismo occidental y japonés durante cien años.
El siguiente plan de la «Union jack» y sus pajarracos negros, incorporaba otra variante más moderna del abuso y el espolio. Fue exportado en forma de Comunismo poco después de que hubieran aniquilado la Rusia de los zares.
En los tiempos actuales, China ha desarrollado una tecnología moderna y poderosa, quizás hasta la más avanzada del planeta. ¿A alguien le extraña que pongan tanto ahínco en fortalecerse?
Los chinos – que yo conozco muy bien – son gente pacífica, laboriosa, cauta, resiliente y tienen mucha paciencia y sangre fría. Pero también son orgullosos y lo son mucho.
Aunque la modernidad -hija de occidente- está devastando las tradiciones de todas las culturas del mundo y china no sea una excepción, aún existen poderes dentro del gran dragón milenario que luchan por mantener la suya.
¿Alguien Cree que los Chinos no tienen memoria?
Quizás desde algún lugar oculto estuviera el dragón blanco observando a las urracas y cuervos negros con sus levitas y medallas, celebrar su 300 aniversario – creación dela masonería – en Londres el pasado 2017.
Quizás pudiera ver como con pomposidad aquellos piratas con parche en un ojo, se regocijan hoy y celebran sus éxitos conseguidos mediante el crimen y el caos global.
Quizás el gran dragón mirara al «venerable» gran maestro Duque de Kent, ser coronado entre aplausos de gentuza de escasa moral, dignidad inexistente y mandiles ridiculos.
Quizás lo vea todo con cautela y en silencio desde sus «dos» ojos afilados y certeros.
Dos ojos y no uno, para el que pueda entender y no este tuerto como los piratas…
La Masonería y los ojos del dragon. Por Patxi Balagna Ciganda – ÑTV España (ntvespana.com)