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Al margen de políticas, crisis económicas, paro galopante, cierres empresariales, corruptelas, primas de riesgo, abusos de especuladores y muchas cosas negativas más, no cabe duda de que ayer noche se vio un gran espectáculo futbolístico, con un equipo, España, que lo bordó desde el inicio hasta el final.
Si he de ser sincero no creí nunca que el juego desplegado por España, ante la correosa Italia —ayer no tanto y más decidida a ganar— fuera tan espléndido. Con un Xavi que no tiene comparación en el mundo, un Casillas fenomenal, un Iniesta en su línea elegante y portentosa, un Busquetes haciendo un trabajo oscuro pero de una perfección abrumadora, y ese descubrimiento de Alba por el carril izquierdo desbordando la defensa italiana… Y los demás, por supuesto, porque Ramos está que se sale y qué decir de Piqué o de Alonso... En definitiva el mejor equipo de Europa y quién sabe si del próximo mundial.
Pero quizás por haber tenido la suerte de conocer personalmente a Xavi, quien en dos ocasiones mantuve una fluida conversación con él, y pude saber de su calidad humana, ayer eché en falta algo que habría hecho aún mejor y más sobresaliente al sobresaliente Casillas. Como capitán, el portero de la Selección tiene el derecho de ser quien recoja y primero alce las copas ganadas, y ya son tres con mucha, mucha “parte de culpa suya” por sus intervenciones, pero Xavi no hay otro, y ya entrado en años es posible que a ese nivel no pueda mantenerse por más tiempo. Considero por tanto que el Gran Capitán Casillas, debió traspasar ese honor a Xavi, que igual éste con su modestia no hubiera aceptado, y aunque todos son merecedores de este gesto, en esta ocasión Casillas al menos debiera haberlo intentado. No lo hizo y no pasó nada, y el “no gesto” no empañará ser el portero número 1 del mundo, pero no sé si habrá coincidencia con lo que digo: aún hubiera sido más grande de lo que ya es.