RAZÓN En la época en que Francia estaba loca con el sistema de Law,
y en la que éste era director general de Hacienda, un
hombre que tenía siempre razón, en presencia de una gran asamblea se presentó a decirle:
«Estoy viendo que sois el mayor loco o el mayor
bribón que se ha presentado en Francia; sé que esto es mucho decir, pero
voy
a probar lo que digo: se os ocurrió la idea de publicar la riqueza del
Estado por medio del papel; pero como ese papel sólo podía representar
el valor ficticio de varias riquezas, que son los productos de la tierra
y de las manufacturas, debíais haber empezado por darnos una cantidad
diez veces mayor de trigo, de vino, de lienzo y de paño. Todavía esto no
es bastante, porque además habíamos de estar seguros de despacharlos.
Emitís en billetes una cantidad diez veces mayor que la
que nosotros tenemos en moneda y en géneros; luego sois diez veces más
extravagante, más inepto
o más bribón que los superintendentes que os han precedido. Ahora
veréis como yo pruebo mi proposición mayor.»
Apenas empezaba a probarla le prendieron y le
llevaron
a San Lázaro; cuando salió de allí después de estudiar mucho y
fortificar su razón, se dirigió
a Roma, donde pidió una audiencia pública al Papa, con la condición de
que no habían de interrumpirle su discurso; se la concedieron y habló
en los siguientes términos:
«Santo Padre, vos sois un anticristo, y voy a
probárselo
a Vuestra Santidad. Llamo yo anticristo al que hace todo lo contrario
de lo que Cristo hizo y dejó mandado. Cristo
fue pobre, vos sois muy rico; pagó el tributo, y vos exigís tributo a
los demás; se sometió
a los poderes, y vos sois el poder más alto; iba a pie, y vos vais a
Castel-Gandolfo con un equipaje suntuoso; comía todo lo que le querían
dar, y vos mandáis que comamos pescado los viernes de Cuaresma, cuando
vivimos lejos del mar y de los ríos; prohibió
a Simón Barjona que se sirviera de la espada, y vos tenéis muchas
espadas
a vuestro servicio; en este sentido, pues, Vuestra Santidad es un
anticristo. Os reverencio mucho en los demás sentidos, y os pido me
concedáis indulgencias
in articulo mortis.»
Encerraron en el castillo de San Angelo al hombre que así hablaba. Cuando salió del castillo de San Angelo se dirigió
a Venecia y pidió audiencia para hablar con el dux; se la concedieron también.
«Vuestra Serenidad —le dijo— es un gran
extravagante, que tiene el capricho de casarse todos los años con el
mar, y os debo la misma persona; en segundo lugar, que vuestro
casamiento se parece al de Arlequín, que estaba
a mitad de
hacer, porque sólo le faltaba el consentimiento de la futura;
en tercer lugar, ¿quién nos dice que un día otras potencias
marítimas no os puedan declarar inhábil para consumar ese matrimonio?»
En cuanto concluyó de hablar lo encerraron en la torre de San Marcos. Cuando salió de la torre de San Marcos se
fue a Constantinopla, le recibió en audiencia el muftí, y le habló en estos términos:
«Vuestra religión, aunque tiene cosas excelentes,
como la adoración del Gran Ser y la necesidad de ser justos y
caritativos, no es mas que el judaísmo recalentado y una colección
fastidiosa de cuentos de vieja. Si el arcángel Gabriel, descendiendo de
algún planeta, hubiera traído y entregado
a Mahoma las hojas del Corán, toda la Arabia hubiera visto descender
al ángel Gabriel, y nadie le vio; luego Mahoma
fue un audaz impostor que engañó a los imbéciles.»
Apenas acabó de pronunciar estas palabras, se apoderaron de él y lo empalaron. Sin embargo, siempre tenía razón.
http://www.e-torredebabel.com/Biblioteca/Voltaire/razon-Diccionario-Filosofico.htm