CUANDO EL PROBLEMA CATALÁN DEJE DE SER PROBLEMA

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Nunca es tarde —asegura un viejo refrán— si la dicha es buena, pero hay momentos en la vida que sí, se llega tarde a muchos sitios, y si el tren ha arrancado de la estación, es imposible cogerlo en recorrido, pues las puertas se cierran automáticamente y no se abren.
 
Acostumbro a hacer un esfuerzo para entender lo que no entiendo a primera vista, y aquí sí entiendo que España, la España centralista y españolista, no quiera ceder ni un ápice en el conflicto catalán, pero debiera pensar que el tren ya ha arrancado para muchos catalanes y no hay posibilidad para España de entrar en él. La desafección en muchos catalanes es ya tan grande, que sentirse españoles y dar ese sentido a sus descendientes, no lo veo posible. Pero…
 
Pero si la esperanza es lo último que se pierde, no lo demos todo por perdido, y si hay buena voluntad, y el ceder no significa humillación, sino inteligencia, pues ya en los ejércitos se sabe que una retirada a tiempo puede ser una victoria, o a Catalunya se la integra en España, no se la unifica, o Catalunya dirá, más tarde que pronto, el adiós definitivo, por mucha Arrimada almeriense que haya en Catalunya, y no vean aquí xenofobia alguna, sino intentar decir que el millón de andaluces que viven en Catalunya, puede que un día se arrimen más a la tierra en donde fueron acogidos y viven, que en aquella que les ningunea el territorio. Ojo.
 
Ya hay voces muy importantes por Madrid que reconocen abiertamente la necesidad de una nueva Constitución, en donde Catalunya, y sobre todo Barcelona, la segunda ciudad del Estado, sea reconocida como tal y sea parte de ese nuevo Estado descentralizado. Se comenta por los mentideros de la necesidad de que la Cámara del Senado sea de verdad una Cámara Territorial, y no el refugio de los elefantes de la política, y que tras el cambio necesario en el que se pensó al crearla, su Sede esté en Barcelona. Efectivamente sería un paso muy importante en la necesaria descentralización, ya que muchos catalanes hoy despegados de España, podrían sentirse como parte de la misma, por las funciones que en su territorio se hicieran para todo el conjunto del Estado. No se trata de catalanizar España, sino que Catalunya se vea, de verdad, integrada en el Estado español, no como una Comunidad Autónoma que solo sirve para crear riqueza a ingresar en Hacienda.
 
Esto puede parecer anatema para los más ultraconservadores de los españolistas, pero o las cosas comienzan a cambiar, o la España para ellos añorada, cada vez será menor. Entre éstos aun hay que de vez en vez exclaman con nostalgia que en España nunca se ponía el sol. Bien, eso fue hace siglos, ahora su paseo es tan corto, que de las 24 horas de antaño, hoy una o dos horas ya es mucho.

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