No crean que les voy a hablar sobre ese conocido personaje bíblico, probablemente irreal, que murió junto a otro hombre, también crucificado entre otros dos, el ladrón bueno y el malo, que, como capítulo de una antigua novela llamada Biblia no está mal. No, les voy a hablar de un ladrón de carne y hueso y, además, de nuestros días. Es una noticia de ahora y que merece, según mi criterio, dedicarle unas líneas.
Este hombre, el ladrón, entró en una casa ajena para adueñarse de lo que pudiera, y, como todo ladrón, rebuscó por aquellos lugares más escondidos hallando algo repugnante, algo monstruoso, y no tuvo este “buen ladrón” inconveniente para denunciarlo a la policía, pese a que, por su propia denuncia, pudiera ser apresado. ¿Qué encontró?
Encontró material pedófilo. El propietario de la casa donde iba a robar, tenía material fotográfico y de vídeo de escenas sexuales con niños y niñas de muy corta edad, para su “disfrute” (qué disfrute más asqueroso) y para hacer negocio se supone.
Si el viejo refrán sentencia que “el que roba a un ladrón tiene cien años de perdón”, en este caso, este “ladrón”, por su valentía de denunciar tan repugnante material exponiéndose a ser igualmente denunciado, no sólo merece el perdón por entrar a casa ajena, sino el reconocimiento de la sociedad. Pero me temo que no sea así, que su gesto se difumine, porque esta sociedad, cada vez más corrompida, disfruta más del morbo y de las desgracias noticiables, que de una noticia digna del aplauso general.
El Postiguet