Saber regalar, un arte
¿Cómo explicar que un humilde manojo de rosas pueda, en determinados momentos, proporcionar más alegría al recibirlo que una joya de gran precio? Pues la explicación consiste en que todo depende de la intención con que se hace el regalo. Podemos dar un pedazo de nuestro corazón con un ramo de rosas.
Hay virtuosos del regalo, de la manera que también los hay “chapuceros”. El secreto de saber regalar consiste en la alegría que experimenta el dador, y su mayor felicidad reside en el hecho mismo de dar.
¡Qué diversas pueden ser las personas y de qué manera se experimenta tal diversidad al hacer un regalo!, pues cada vez que regalamos nos mostramos tal cual somos: egoístas o generosos; derrochones o avaros. Con el regalo damos a entender si concedemos la importancia debida a los gustos ajenos o si únicamente pensamos en los propios, si regalamos impulsados por nuestra presunción o por deseo de agradar. Sólo los materialistas juzgan los regalos por su precio; los demás únicamente piensan en la intención con que fue hecho el obsequio y ven en él reflejados nuestros sentimientos, nuestra voluntad, e, incluso, una parte de nuestro propio ser.
Si deseamos que nuestro obsequio surta el efecto deseado, tendremos que sondear previamente a la persona que deseamos obsequiar para descubrir lo que pueda proporcionarle mayor alegría. Este es el verdadero secreto del arte de regalar, saber insinuar deseos y adivinarlos por medio de conversaciones casuales observando o interpretando cualquier manifestación del interesado. Ello revelará ya que hemos estado atentos y que somos atentos con él, que tal es el arte de regalar y con esto hemos resuelto el aspecto más difícil.
Los regalos deben llevar una nota personal, no deben ser cualquier cosa elegida al azar en los escaparates. Muchas personas gozan más con un regalo de dinero, otras con libros, otras prefieren los regalos prácticos, otras obras de arte… Pues bien, en saber adivinar el deseo de cada una de estas personas consiste el “virtuosismo del regalo”.
Este arte podremos ejercerlo en la intimidad de la familia. Hay mujeres que regalan a sus maridos en Navidad lo que ellas mismas desean: una mesilla o una lámpara. Con su regalo darán tan poca alegría como el hombre que regala a su hermana, que dirige el hogar, una aspiradora o una licuadora, porque los regalos deben ser para quienes los reciben y no objetos de uso común para todos.
El Postiguet