Padres e hijos
El matrimonio es un trabajo ininterrumpido. Esto no se refiere a las relaciones del hombre y la mujer en sí, sino más bien a las relaciones de los padres con los hijos. Si pongo los pies sobre la mesa, no puedo reprocharle a mi hijo que haga lo mismo; si hojeo un libro con los dedos humedecidos o vierto el café en el plato, puedo esperar con seguridad que mi hija me imitará sin pérdida de tiempo. No me quedará, pues, más remedio que educarme a mi mismo hasta convertirme en el ser ideal que considero digno de mis hijos. Cuestión complicada que confirma el dicho de que saber ser padre es mucho más difícil que serlo.
Los niños son observadores agudos y en seguida captan las flaquezas y malas costumbres de sus mayores. Tienen un sentido tan arraigado de la justicia, que se les hace incomprensible toda falta de equidad. Si, por ejemplo, el padre tiene la costumbre de cerrar las puertas de golpe o la madre come con los codos encima de la mesa y al mismo tiempo prohíbe a su hijo que haga lo mismo, entonces ya puede prepararse a oír contestaciones como: “papá también lo hace” o “mamá acaba de hacerlo”.
¿Qué objeto tiene, en estos casos, el contestar: “lo que papá hace no es cosa tuya” o “sí, pero mamá puede hacerlo”. El carro pedagógico se habrá atrancado y no habrá más que un remedio de ponerlo en marcha: observarse a sí mismo con ojo crítico. Es un hecho cierto que el hombre, desde pequeño, tiene más facilidad para aprender las cosas malas que las buenas, y ello se debe porque aquéllas suelen ser más cómodas, mientras que las buenas requieren disciplina desagradable. En la educación infantil la disciplina es tan importante como el amor, y al decir disciplina me refiero al ejemplo, un ejemplo sano, por supuesto, fundado en las mejores enseñanzas de la escuela de la vida.
La autodisciplina y la autoeducación excluyen el ser malhumorados, coléricos e injustos con los niños, tanto como olvidarse del tacto al tratarlos. No hay que avergonzarlos ni olvidarlos ante extraños, ya que los corazones infantiles tiene gran sensibilidad y sentido del honor y si se les hiere podemos perderse su confianza.
El Postiguet