Escribir cartas
Puede parecer extraño, y alguien se preguntará ¿pero aún hay quien escriba cartas? Supongo que millones, y entre ellos me encuentro yo. Y pese a los medios modernos, el ordenador y la impresora por ejemplo, aún las escribo con mi vieja estilográfica, aún pongo empeño en una caligrafía como mínimo clara, y aún me da satisfacción el hacerlo. Pero claro, tengo muchos años, no he perdido la costumbre, y debo ser algo rarillo.
Una cara puede ser mensajera de alegría o dolor, entusiasmo o ira, miedo o esperanza; representa toda una gama de sentimientos humanos que convierten un pedazo de papel en una especie de billete de lotería.
En otros tiempo se ha escrito mucho acerca del aspecto que deben tener para causar el efecto deseado, como también se ha escrito acerca de los aspectos puramente formularios de la misma, como son el papel que se debe usar, la letra, el encabezamiento y otros.
Se han publicado muchísimas cartas famosas de tiempos pasados. El género epistolar es uno de los más interesantes del mundo y no solamente por constituir cada carta un documento vivo del corazón humano, sino porque refleja fielmente la vida en sí.
Si alguien ha leído las encantadoras cartas que el joven Félix Mendelssohn-Bartholdy escribió en los años 1830-32 desde Italia, con las vulgares tarjetas postales que nos mandan nuestros amigos (y hoy ya ni eso) desde este país o desde cualquier otro, tendremos que reconocer que los tiempos modernos han atrofiado muestra capacidad de observación. Y también han destruido el don de escribir cartas.
¡Qué lástima que semejante enfermedad sea tan contagiosa! La verdad es que nunca carecemos de tiempo para escribir cartas, pero lo malgastamos en cosas sin importancia. Vamos al cine, resolvemos crucigramas, perdemos el tiempo en conversaciones insustanciales o nos asomamos a la ventana para ver pasar la gente, o escribimos en un Foro y en ocasiones sin ningún estilo personal, sin pensar que en ese rato podríamos haber escrito, por lo menos, una carta interesante. No es, por tanto, la falta de tiempo lo que nos impide escribir cartas, es una escusa absurda, sino las ganas de hacerlo, o lo que es peor, el desconocimiento del cómo, la desaparición del hábito si alguna vez lo tuvimos, y la poca importancia que hoy se les da. Otra pérdida más, otra pena que añadir.
El Postiguet