Tema: Sociedad cuatro ruedas Mar Jun 09, 2015 2:58 pm
Los coches se enzarzaron en una pelea a muerte haciendo chirriar sus cuerpos, no era ya una una carrera (nunca lo había sido aunque se plantease así para guardar las apariencias) sino forzarse a que uno cediese y poder disfrutar del metal desprendido, la gasolina derramada y los cristales esparcidos en la autopista. El Mustang de Ritter empujó al competidor que conducía el Nissan modificado y le arrancó de cuajo el retrovisor en una embestida, que rebotó y se perdió en la oscuridad. La proximidad de la cerrada curva a izquierdas les hizo que ambos dudasen en ganar la posición o fingir un error fatal de concentración. El Nissan quedó comprometido en el exterior, rozando la barrera metálica que lo separaba del barranco. La pintura se descascarilló y ennegreció. Entonces los conductores se miraron fijamente, pero no para firmar el mantenimiento del reto, mas bien para acordar un pacto silencioso. Ritter detuvo el coche en seco y el Nissan amarillo verdoso se perdió adelante haciendo rugir su motor. Esperó un tiempo prudencial y arrancó haciendo chirriar las ruedas. El velocímetro alcanzaba las 100 millas por hora, avanzaba como el mismísimo demonio en pos de alguna alma, cuando observó el Nissan inmóvil en medio de la sinuosa carretera de Point View, ocupaba los dos carriles colocado estrategicamente con la puerta del conductor orientada hacia el bólido que llegaba inmisericorde.
-Buen chico- masculló Ritter y de ninguna forma cerró los ojos ni hizo ademán de arrepentirse.
De entre los hierros salio arrastrándose y observó el panorama, henchido de orgullo y de gozo.La pierna izquierda había recibido el empuje del bloque del motor al desplazarse y deformarse, de la frente corría un reguero de sangre golpeada por el salpicadero y el volante. La gasolina goteaba del depósito del Mustang, no había llegado a perder del todo su forma, era pura belleza única . El Nissan sin embargo era ahora un puzzle difícil de encajar, repartido por un cartero maniático inescrupuloso, un bulto en el arcén indicaba lo que quedaba de su ocupante. Reía como un niño, y reparó en la vista de la gran ciudad, con las luces de los coches automatizados flotantes llevando a conductores frustrados encerrados y comprimidos. Recordó cuales habían sido los motivos que le habían impulsado a fundar el club y se reafirmó en su propósito.
-Idiotas de mierda, un día os liberarán- les espetó cerrando el puño, como si fuese a atraparlos en pleno vuelo.