En cierto modo es una especie de karma llevado a su máximo exponente.
Los padres no se preocuparon de que su hijo de 15 años hiciese lo que le diera la gana y que le amargase la vida a otras personas o empresas. Incluso cuando todo empezó, lo disculparon.
Pues ahora a aguantarse. El destino les ha devuelto la jugada.