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Hubo un tiempo en que la admiración de los vecinos de un inmueble, se centraba en el vecino del principal. En todas las casas había un piso así denominado, que se encontraba encima del entresuelo y que tenía un gran patio. El vecino del principal acostumbraba a salir al patio para regar sus tiestos, por lo general de geranios, hortensias, o claveles. También se le veía limpiar la jaula del canario o el jilguero, o tener en verano una pequeña piscina de plástico para sus hijos, con lo cual provocaba la envidia de los demás vecinos de los pisos superiores.
En alguna ocasión, porque la envidia humana da para mucho, veíamos a este vecino, arrugada su frente, agachándose para recoger unas colillas de cigarro o unas mondas de manzana o naranja y amenazando, puño en alto, las galerías del entorno, en las cuales, y tras los visillos, se adivinaba a los otros vecinos espiándolo y riendo.
Pero hoy, con la instalación de ascensores y la construcción de áticos en los edificios, el vecino del principal es ya casi un don nadie en la vecindad, comparándolo con el señor del ático. El señor del ático ha venido a ocupar su puesto en importancia.
El arrendatario de las viviendas suele cobrar un alquiler muy superior por el ático, permitiéndole a este nuevo vecino lo que a otros no permite. Por ejemplo tener perro, que a veces con sus ladridos molesta a los demás. O tener el televisor a todo volumen, o hacer fiestas hasta bien entrada la noche.
Los demás vecinos se ven obligados a no denunciarlo al propietario, pues saben que también paga una cuota superior a las suyas en la comunidad vecinal, y el ascensor se colocó por él beneficiando a todos, pero además de estos privilegios que le ha dado el propietario, y que les molesta, experimentan un menosprecio del señor del señor del ático en su actitud por las concesiones que a los otros se les niega.
Pero esto ha tenido algo positivo, y es que al vecino del principal ahora se le aprecia, y se ve compadecido de los que antes le envidiaban, y cuando lo ven agacharse para recoger las colillas o las mondas de manzana que el señor del ático lanza hacia el patio del principal, suelen exclamar: ¡pobre señor del principal!, tener que soportar a este inquilino del ático escaso de educación, respeto y miramiento.