¿Fueron los celtas los primeros pobladores del País Vasco? Todavía hoy, constituye uno de los mayores enigmas por aclarar; el pueblo europeo cuya lengua y procedencia despierta más enigmas. En los últimos tiempos, las teorías genetistas se están uniendo con las pruebas filológicas para aclarar esta cuestión con tantas implicaciones políticas. El descubrimiento de restos celtas y vikingos en Vizcaya añade polémica a esta discusión.
A finales del siglo XX, el inmunólogo de la Universidad Complutense de Madrid, Luis Arnaiz, y su colega Jorge Martínez Laso, publicaron un estudio genético sobre las poblaciones ibéricas. Comparando los genes “alelos” –utilizados para garantizar la viabilidad de las transfusiones de órganos– se podía determinar la cercanía genética de diferentes poblaciones o grupos humanos. El resultado de estas investigaciones con unas muestras de población europeas, “españolas”, norteafricanas y vascas, determinó que los vascos estaban más cercanos genéticamente al resto de habitantes de la Península y a los norteafricanos de origen beréber que al resto de poblaciones europeas. La teoría acerca de su origen caucásico se venía abajo y se corroboraba la tesis de que los vascos serían los descendientes de los íberos, los primeros pobladores de la península Ibérica, venidos del norte de África durante las invasiones cartaginesas. De ahí la similitud genética con los beréberes norteafricanos, que también serían semitas. Otros destacados investigadores extranjeros han corroborado estas investigaciones. Paralelamente, diferentes lingüistas han profundizado en los estudios de Von Humboldt, entre otros, acerca de las similitudes entre la lengua beréber y el vascuence.
Hoy día, surgen críticas acerca de la identificación entre el idioma íbero y el vascuence pero en lo que sí parece haber quorum es en la relación de parentesco entre el vascuence, el desaparecido idioma aquitano de los gascones y ese idioma “protoíbero”. Si la proximidad entre beréberes y vascos ya es comúnmente aceptada, las cuestiones que concitan la polémica entre los investigadores son, por un lado, cuándo habrían llegado esos íberos-vascos a la Península y, por otro, de dónde procedían. La corriente vasquista afirma que eran los pobladores originales de la Península, los auténticos íberos, asentados desde la época del hombre de cromañón, y habrían compuesto la raza “pirenaica occidental”, asociada al idioma eúskaro y que se caracterizaría por su altura, corpulencia, pelo y ojos oscuros, tez clara y coloración rojiza de las mejillas, facciones afiladas y mentón, nariz y orejas prominentes. El jugador francés de origen beréber Zinedine Zidane sería un buen prototipo de este fenotipo. Para otros, sin embargo, los vascos habrían llegado alrededor del 228 antes de Cristo y se habrían asentado en territorios celtas.
Castro celta en Bilbao
El descubrimiento de un castro celta en la cima del monte Malmasín, a un paso de Bilbao, ha añadido más leña a este fuego. El investigador vizcaíno Gabriel Carretié ha determinado que los restos arqueológicos hallados corresponden a un santuario de druidas del siglo I antes de Cristo, con lo que echa por tierra la tesis oficial de que esa tierra estuviera habitada únicamente por vascos. Su teoría, defendida ante diferentes cátedras de historiadores, es que los vascos habitaban en las faldas de los Pirineos, sobre todo navarros, un hecho confirmado por todos los vasquistas, pues allí se conserva el euskera más puro. Desde allí habrían “bajado” hacia la costa, sometiendo a la población que allí vivía desde tiempo anterior, las tribus celtas –autrigones, várdulos y caristios–. En la antigüedad también encontramos referencias a estas tribus. Cayo Plinio, en el 24 a. de C., afirma que los territorios hoy conocidos como Vizcaya y Álava estaban habitados por la tribu de los “Carietes”, que Claudio Ptolomeo llama “caristios” y el griego Homero liga con la isla griega de Eubea. Se da la casualidad de que existe una localidad llamada Eubea, pegada a Amorebieta, en Vizcaya. Las tesis más modernas hablan de que griegos y celtas estarían emparentados con un común ancestro indoeuropeo. El nombre de Provincias “Vascongadas”, utilizado comúnmente hasta hace sólo treinta años, significaría “vasconizadas”. Lo que quiere decir que fueron convertidas en vascas, porque no lo eran hasta entonces. Y esto fue lo que ocurrió para el profesor Solana Sainz, en el siglo V después de Cristo –ver su artículo “Várdulos” publicado en Hispania Antigua, Universidad de Valladolid, vol. XXVII, 2003–. Para Carretié, esta vasconización se produjo a partir del siglo VIII después de Cristo.La tesis de este último es que los vascos serían los descendientes de los destacamentos cartagineses (fenicios) que cruzaron la península Ibérica para atacar Roma en la famosa expedición de Aníbal y sus elefantes. El general cartaginés habría dejado unos retenes en los pasos pirenaicos como Roncesvalles que corresponderían con esas poblaciones “beréberes” y habrían conservado ese idioma emparentado con el íbero. Después de ocupar los Pirineos durante siglos, se habrían expandido en nuestra era para alcanzar la zona del Cantábrico, de ahí lo de “provincias vascongadas” o “vasconizadas”. Numerosos topónimos que contienen el morfema “mor” –moro– recuerdan ese origen, como Murguía (Guipuzcoa), Murueta y Maruri. Carretié también ha encontrado nombres de poblaciones vascongadas que recuerdan a poblaciones de Oriente Medio. Concretamente, el pueblo portuario de Ea (Vizcaya) tiene su correspondiente en el puerto tripolitano de Oea. El origen mesopotámico de otras poblaciones vendría determinado por el dios de la guerra Baal, contenido en los nombres de los líderes cartagineses Asdrú-bal o Aní-bal, y que habría quedado en localidades como Za(bal), en Navarra y Za(bal)a, pueblo cercano a Guernica. En el año 400 de nuestra era, el historiador romano Rufus Festus Avienus, en su obra Ora Maritima y recogiendo datos de autores que le precedieron, habla de la existencia de un grupo de población en la Península llamado “libiofenicios”. Mientras, Apiano, que vivió entre el 95 y 165 después de Cristo, los llama “blastofenicios” y dice que reciben tal nombre porque Aníbal introdujo entre ellos colonos africanos. De ahí se deduce que “blasto” significa “libio”. Después de sometida la península Ibérica y convertida en “Hispania” como provincia del Imperio Romano, los geógrafos denominarán bástulos y bastetanos a esta población anteriormente denominada “blastofenicia”. La zona donde habitaban estos bastetanos es el valle del Baztán, una de las comarcas donde se habla el euskera más puro. El nombre corresponde a tierra de los “bast”, según Carretié, posteriormente conocidos como “vascos” o “bascones”.
Pruebas numismáticas
Corroborando lo anterior, existen unas monedas tenidas como “íberas”, encontradas en los alrededores de Pamplona, de las que no se ha conseguido determinar su datación. La profesora M. J. Peréx Agorreta las describe de la siguiente manera: “…aparece tanto en denarios como en ases, y en alfabeto ibérico. En ambos figura indistintamente en el reverso la leyenda “Barscunes”, mientras que en los anversos se inscribe, aunque no siempre, la leyenda “Bengoda”. Carretié identifica el prefijo “Ben” con el conocido “hijo de” de las poblaciones semitas, como “Ben Bella”, por ejemplo. Corroborando esta introducción vasca-beréber en el Pirineo, en este caso aragonés, habría quedado el nombre de otras poblaciones que recuerdan ese origen: Ben-asque, Vasones [Vas(k)ones], Bescós y Biescas. En la actualidad se reivindica la existencia de un idioma llamado “guask”, hablado en el Pirineo aragonés y emparentado con el euskera. Pero las sorpresas no acaban ahí. En el año 1811, el intelectual y político vascofrancés Joseph Dominique Garat, presentó un plan al mismísimo Napoleón Bonaparte para crear un estado autónomo que uniría a los vascos de España y Francia. Constituido por dos departamentos: Nueva Tiro –al norte, en Francia– y Nueva Sidón –al sur, en España–, ambos crearían el estado de Nueva Fenicia. La idea provenía del convencimiento por parte de este gran conocedor de la cultura vasca, de que los vascos procedían de los fenicios. El fundador del Partido Nacionalista Vasco, Sabino Arana, era de la misma opinión, pues llamaba a los nacionalistas más conservadores precisamente “fenicios”.
Cuestión de narices
Al parecer, en la antigüedad, a los cartagineses se les conocía con el epíteto de “nacht” –nariz–. Y este elemento, prominente en todas las poblaciones semitas, ha sido con el que se conoció a los vascos –blastofenicios– en la antigüedad, llegando a existir topónimos que incluyen esta raíz como “Nachitua”. Localidades como las mencionadas Ea y Nachitua, así como Morueta, Libano y Murélaga, pertenecen a la merindad de Busturia –Baesturia– que para Carretié procedería de los blastofenicios, los conquistadores cartagineses, también llamados moros o nacht. La poblacion romana de Calagurris –actualmente Calahorra, La Rioja– fue llamada “vascona” por Estrabón y “násica” por Plinio, lo que equivale a norteafricana o semita. El blogger Juan de Garay redunda en esta característica de los vascos puros: “Para un buen observador, y también para el que no lo es tanto, entre los euskaldunes de raza hay algunas prominencias físicas que llaman poderosamente la atención, como el mentón o perilla sobresaliente, la nariz prominente y las orejas llamativamente grandes. En la mayoría de los vascos hay alguna de estas características”.
Historia ignorada
Vascos rubios y morenosLa existencia de dos fenotipos en el País Vasco es evidente para cualquiera que haya vivido o viajado a esa tierra. Uno, moreno y con la nariz grande en el que podríamos encuadrar a los ciclistas Marino Lejarreta o Miguel Indurain y otro, rubio y con ojos azules, como la presentadora de televisión Anne Igartiburu, o el actor Xabier Elorriaga. El propio Miguel de Unamuno recoge estos dos fenotipos en su novela Paz en la guerra cuando describe a los jugadores de un partido de pelota. “¡Oh los jugadores! Estaban rodeados de sus cortesanos. Una cara correosa, seria y lánguida, ojos caídos, frente arrugada, cráneo largo, fisonomía de viejo en cuerpo joven, una cabeza delgada y fina sobre unas espaldas anchas y sólidas. Junto a él un rostro agudo, acabado en nariz, unos ojillos que parpadeaban vivamente en una cabeza clavada del tronco. Luego la gente se removió hacia otra parte; llegaba un moreno airoso, de tez bronceada, con fino bigote, eterna sonrisa, andar ligero y suelto, algo como la maracha de un gato montés, cuerpo hecho a torno, elegante, típico ejemplar de nuestra raza vasca (…). Por entre la gente que ocupa la cancha se adelanta, abriéndose paso un mocetón, alto, fornido, blanco y graso, pelo ensortijado, cara de angelón de retablo. La camisa blanca, matizada de variadísimas sombras por pliegues riquísimos (…)”. En base a las investigaciones expuestas, los primeros corresponderían a esas poblaciones semitas, mientras que los segundos serían descendientes de vikingos y celtas.
Legados vikingos
Desconocidos para muchos, en las deslumbrantes montañas del País Vasco existen varios dólmenes y cromlechs que nadie sabe a ciencia cierta a qué época pertenecen, aunque los vasquistas los consideran lugares donde celebraban ceremonias sus antepasados. El historiador y matemático Gabriel Carretié ha rebatido esta creencia, demostrando que los cromlechs encontrados en el País Vasco son, en realidad, de origen vikingo. Carretié mantiene que ese riquísimo patrimonio arqueológico está siendo destruido para borrar las huellas del pasado no vasco y de origen indoeuropeo –celta o vikingo– de esas tierras. En el año 1992, Carretié comprobó, in situ, cómo esos restos de un cromlech naviforme junto al nacimiento del río Nervión, habían sido dañados y estaban a punto de ser empujados al vacío. La importancia de estos restos es tal que llegaron al lugar investigadores daneses. Actualmente, son varios los estudiosos españoles y extranjeros que documentan la incursión de poblaciones normandas –vikingas– en la península Ibérica, y que habrían participado en la Reconquista y posterior repoblación de Castilla. Entre ellos, Claudio Sánchez Albornoz –Vascos y navarros en su primera Historia–, Andrés Eliseo de Mañaricúa –Vizcaya: los orígenes del señorío– y Melvinger, en Las primeras incursiones de los vikingos en Occidente después de las fuentes árabes. El historiador Lope García de Salazar, en su obra Bienandaças e Fortunas, narró la llegada y penetración por Santoña-Laredo y por el curso del río Nervión “de godos de las yslas de Escancia –Escandinavia– que benían en socorro de los godos d’España, en el año 740”. Para el propio Salazar, apellidos como el suyo propio –Sala-zar–, Gil –Will, Wilson– o la propia Gasteiz, el antiguo nombre de Vitoria, serían de origen normando. En concreto “Waste-iz” es como se conocía antiguamente en normando a “la familia o clan de los devastadores”. Recientes excavaciones en el subsuelo de la catedral vitoriana han mostrado vestigios de una población datada en el siglo VIII después de Cristo. Otras poblaciones de origen vikingo-normando serían Guernica –Wernik-a–, Berriz –Berr-iz–, Olaveaga –solar de Olaf–, Oleaga –“solar de Ol”– y Arrigorriaga –Harri-Gorri-aga: “solar del guerrero”–. Numerosas costumbres de la ribera del Cantábrico emparentan a los vascos con el resto de pueblos que viven allí. La cultura de la sidra, las embarcaciones de remo… Hace ya más de diez años, el por entonces presidente del Partido Nacionalista Vasco, Xavier Arzalluz, realizó unas polémicas declaraciones en las que afirmaba la singularidad del RH negativo de los vascos. Pese a que fue tildado de racista, la afirmación de Arzalluz estaba apoyada en una investigación de Arthur E. Morant, quien había analizado a través del RH las poblaciones europeas hallando una inusual frecuencia del RH negativo entre la población vasca más “pura”.
Fuente: Enigmas
http://www.akasico.com/seccion/74/Portada-Enigmas/