El genocida Adolf Hitler, junto a Eva Braun y su mesnada criminal, llegó a Barcelona en las últimas horas del día 26 o primeras del 27 de abril de 1945, revela el periodista Abel Basti en «El exilio de Hitler» (Absalón Ediciones).
-Asegura que el führer estuvo varios días en España, en Barcelona, en Cantabria, donde se reunió con sus hombres de confianza. ¿En qué se basa?
-Sí, es así. Hitler esperó. Existen tres documentos:del servicio secreto alemán, que da cuenta de que llegó a Barcelona, procedente de un vuelo de Austria; del FBI, que indica que «el Ejército de los Estados Unidos está gastando la mayor parte de sus esfuerzos en localizar a Hitler en España»; y un tercero del servicio secreto inglés, que habla de un convoy de submarinos con los jerarcas nazi y oro saliendo con rumbo a Argentina, haciendo una escala en las islas Canarias.
-¿Hay testigos que vieron al nazi en España?
-Sí, y dieron cuenta de su presencia, como un militar de la División Azul, pero otros muchos -por temor- no quieren que aparezcan sus nombres. Un testigo importante es un nonagenario jesuita, quien se recluyó en un monasterio, y que dispone de mucha información de su presencia en España.
-Usted aporta un documento secreto alemán donde Hitler aparece como uno de los pasajeros evacuados en un avión de Austria a Barcelona ese 26 o primeras horas del 27 de abril de 1945.
-Fue una comunicación oficial secreta con copias al piloto Werner Baumbach, que emigró a Argentina y trajo consigo su copia. Baumbach, junto a otros conocidos pilotos nazis, trabajó para el proyecto aeronáutico de Perón.
-¿Qué hizo Hitler para que no le reconocieran?
-Hitler se cortó el pelo, al ras, casi pelado. Y se afeitó el bigote. Con esto fue suficiente como para pasar desapercibido; además, claro está, no se movía abiertamente en público. El corte de su bigote dejó al descubierto una cicatriz que tenía sobre el labio superior, que no era conocido por la gente común.
-¿Es falsa la versión del Tercer Reich de que el dictador se suicidó, junto a su amante Eva Braun, el 30 de abril de 1945 en un búnker en Berlín?
-Nunca hubo pruebas de esa muerte. No hay pericias criminalísticas que demuestren el suicido. El Estado alemán dio por muerto a Hitler casi once años después, en 1956, por presunción de fallecimiento. O sea que, legalmente, para Alemania, Hitler estaba vivo después de 1945. No sólo vivo, sino que además no era un hombre condenado por la justicia; no había orden de captura, ni proceso judicial en su contra. Mientras Hitler se encontraba en España, en el búnker se representaba una gran farsa, cuyo actor principal fue uno de los dobles de Hitler. Durante las últimas horas, el doble fue drogado y preparado para que representara el acto final.
-¿Piensa que el suicidio fue un «salvoconducto», mera excusa, para que Hitler pudiese huir?
-La fuga de Hitler estaba prevista en un gran plan de evasión -de hombres, capital y tecnología- preparado por los nazis. Ese plan, en 1945, tuvo luz verde de los norteamericanos, merced a un pacto secreto militar. Los miles de nazis que se pudieron fugar hacia Occidente -de los cuales unos 300.000 llegaron a Estados Unidos- fueron «reciclados» para luchar contra el comunismo. Hitler se transformó en un dinosaurio vivo, protegido y refugiado.
-En «El exilio de Hitler» incluye usted el documento de los servicios secretos británicos que revela que Hitler huyó en submarino a Argentina, con escala técnica en las Islas Canarias.
-Y dice que, antes de que el convoy de submarinos partiera de España, la Armada norteamericana retiró todas sus unidades navales del Atlántico Sur. También indica que los submarinos nazis «intercambiaron mensajes» con la flota norteamericana. Los mensajes los interceptaron los ingleses.
-¿Cómo se arrastró el gusano nazi en Argentina?
-Hitler, que llegó a Argentina con 56 años, vivió como un prófugo. Con identidad falsa y tratando de pasar lo más desapercibido posible. En los primeros años vivió en una estancia cercana a Bariloche, luego en otras partes del país, ya que cambió de residencia en más de una oportunidad. Siempre lo acompañaron dos guardaespaldas, a veces tres. Su actividad política se limitó a algunas reuniones con viejos camaradas y con algunos militares argentinos. Hitler murió en Argentina en los años sesenta; Eva Braun -más joven que él- le sobrevivió.
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