Aquel monaguillo era muy distinto a los demás. En primer lugar por la edad, que rondaría los sesenta, y naturalmente, por razones de esa edad ya avanzada por su aspecto físico. Tenía barba, algo canosa, una sonrisa enigmática, algo así como la de la Gioconda, y una mirada en ocasiones lastimera y suplicante.
Él gustaba de llevar el pesado libro de misa de un lado para otro durante el rito ceremonial, o tocar las campanillas cuando el cura levantaba la forma consagrada o el copón de dulce vino, o acompañar con la patena en la comunión. Y dentro de la sacristía gustaba tener muy ordenada la vestimenta que el cura necesitaba para su trabajo: el alba, delicada prenda de lino rematada de puntillas blancas, la casulla de distintos colores según la misa o la fecha, la estola…
Y a veces hacía el trabajo de campanero, y pese a su edad se columpiaba con la maroma que hacía dar la vuelta a la campaña mayor cuando había de llamar a misa o doblar por un difunto.
Pero lo sorprendente es que ese monaguillo no ayudaba a un Ministro de Dios, sino a una Ministra, a una primera Ministra alemana, la llamada señora Ángela Merkel, y él, el monaguillo, el que le llevaba el pesado libro de una parte a otra, o le ajustaba el cíngulo pasándolo por los 33 botones, como años tenía Cristo, era Mr. Rajoy, de profesión sus sumisiones.
El P©stiguet