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Pues sí, asido a su cruz lo vemos caminar, calle de la Amargura hacia arriba, buscando el Gólgota o Monte de las Calaveras donde ser crucificado. Y el nuevo Poncio Pilatos, hoy llamado Marianico el Corto, se lava las manos mientras una risa socarrona invade su siempre inexpresivo carácter.
Sube sudoroso con el madero a hombros, y en este caso no hay mujer Verónica que enjugue su rostro con un pañuelo de fina seda oriental. Sabe que ha de ser crucificado entre dos buenos ladrones; ladrones de votos se entiende: Pedrín, que ya no acompaña a Roberto Alcázar, y es el preferido del populacho, y la Susanita, cuyo ratón ha dejado dormido cerca del radiador, y es la preferida de Poncio Mari-Ano.com y los cortesanos de la Porta-Giratoria.Es.
Sabe que sus manos y pies serán atravesados por largos clavos; que será coronado de espinas de frescas sardinas mediterráneas, y que un romano, que no será nuestro querido Nerón, atravesará su corazón con una lanza que luego empapará con vinagre de Módena.
No encuentra un Cirineo que en su segunda caída le ayude a levantarse, ni un Henry Cister holliwoodense que filme su muerte en technicolor ni pantalla panorámica. Tampoco estarán las tres Marías, ya que andan estos días muy atareadas con las primarias. Y el padre lo ha abandonado por un puesto, muy bien remunerado, en alguna Hidroeléctrica. Triste destino el suyo, que lo soporta bien por el bien de la Humanidad. Ni siquiera el Coletas ha asistido a su desgracia, porque a más grande, él cree mejor y mayor sus ganancias. Ganancias que son, en realidad, como la de los pescadores en ríos revueltos.
Y llegada la hora de nona, el rayo, aunque no vallecano, iluminará la tarde negra, el trueno hará de la suyas, el viento soplará con más intensidad que el gaitero su gaita, y una voz, ronca, temible, como de dios justiciero, dirá ensordando a la Humanidad: Tú te lo has buscado, y entre todos te mataron y tú solito morirás.
El P©stiguet