Un día iba con mi abuela al mercado y me entró la locura de quitarme la ropa, empecé con un berrinche. Y todos me miraron fijamente, el hombre que vestía de negro que no era Johny Cash, la mujer con pinta de bruja que no era la bruja Avería, el borrachuzo del pueblo, el perro del jubilado (este sí daba miedito porque era un pitbull y la salchcichilla estaba libre y le podía meter un mordisco) y otras personas enigmáticas y abracadabrantes. Todos a la vez dijeron:
-¡Señora, controle ese mocoso!
-Es que no puedo con él.
Entonces el hombre vestido de negro se acercó, me dio unas cachetadas y profetizó:
-Vigile al chiquillo, que algo mal horrible escandalosamente perverso le puede ocurrir.
Durante mucho tiempo me sentí preocupado por sus palabras, ¿qué significaban? Pero el tiempo hace olvidar y te acerca al hecho que vaticinaban.
Así fue, 10 años después hice lo mismo y me llevaron a comisaría por escándalo público y guarrerismo. El que hacia de guardia del calabozo era precisamente el hombre de negro. Cuando llegué me miró fijamente, le devolví la mirada, redobló la intensidad de su escrutinio, yo no me quedé atrás, pegó su cara a la mía habiendo unos palmos de distancia y pudiendo examinar sus poros a conciencia, no me rendí, en definitiva estuvimos haciendo ambos el gilipollas un buen rato. Al menos no pronunció la temida frase: "Yaaaa te lo dijeeee", así con voz profunda y como salida de una caverna, Sólo un :
-¿Y tú de quién sos? Que tu cara me suena...- y me largó una cachetada, por lo visto era parte de la burocracia policial.
Lo cual confirma el apotegma latino de "Destinis destinum atrapatis tu est." Y a la porra con esta historia.
Pd: las reglas de estas historias son las siguientes: alguien que mira fijamente cuando eras niño, personaje enigmático y profecía final o misterio . Hala, a crearlas.