Tres jarrones chinos: el discreto, el hosco y el acre
Lo de menos es lo que llaman “la divertida anécdota de Rajoy con el tapón de la botella de agua”. Forma parte únicamente del personaje que interpreta Mariano Rajoy. Algo simple y despistado, señor de derechas y con un peculiar sentido del humor que lo hace muy campechano a los ojos de quienes le aprecian. A veces actúa solo y otras acompañado de otro de los grandes jarrones chinos de nuestra reciente historia: Felipe González, quien, a su vez, comparte escenario en ocasiones con la tercera figura del cartel: José María Aznar. El objetivo común es cargarse al Gobierno de Pedro Sánchez y cada uno tiene su propio papel en el espectáculo. Es cuestión de apretar un poco más la argolla. Dicen que las encuestas dan al PP una ventaja cada vez mayor y que las derechas pueden entenderse para un cambio de gobierno, especialmente el Junts de Puigdemont. ¿Y para qué quieren La Moncloa? Para hacer lo que siempre han hecho.
De alguna manera es Mariano Rajoy el más hábil, a los otros dos les sale por los poros la soberbia y la rabia y se les nota demasiado. Coinciden también Aznar y González en los vínculos de poder que mantienen, sobre todo el popular entroncado plenamente en la internacional ultraderechista. Rajoy nunca tuvo influencia en el meollo mundial. Pero los tiritos que lanza de vez en cuando son muy comentados, dado ese presunto gracejo suyo. El que, por cierto, Feijóo trata de imitar con bastante mala sombra.
No es casual que comparezcan ahora: están trabajando. Todos ellos. Cuando se nos cuenta esa fábula de “la gran ofensiva social de Feijóo” que teme “Ferraz” –por si alguien no lo ve por sus propios ojos en las Comunidades Autónomas que gobierna el PP y carece por completo de memoria–, conviene recordar la verdad de las políticas nacionales del PP con el que aparece como el más moderado de los presidentes de Gobierno que ha tenido el partido. Desde La Moncloa, la capacidad de acción es mayor y abarca más aspectos, salvo, al parecer, para Pedro Sánchez, que sigue sin acometer con firmeza una respuesta a los intentos de desestabilizar la democracia que padece nuestro país.
Los medios siempre han tratado a Rajoy de forma exquisita. Como si fuera un político vulnerable a proteger. Cinco veces ministro y vicepresidente primero con Aznar (un PP puro), se comió la catástrofe del Prestige servida con hilillos de plastilina y los atentados del 11M secundando al Aznar que le nombró “su sucesor” en el partido a la vieja usanza. La entrevista de portada de El Mundo, el 13M, en jornada de reflexión le remató para las elecciones y las perdió. Salía tras la gran manifestación del “¿Quién ha sido?” asegurando: “Tengo el convencimiento moral de que ha sido ETA”, cuando sabían de sobra la autoría yihadista. Sería quien iniciara, por ello, la idea de que el Gobierno era ilícito con una persecución implacable al presidente socialista Rodríguez Zapatero desde el primer día al último.
La prolongaron durante todo el mandato del PSOE. No menos de 13 manifestaciones contra sus leyes, ocho más para protestar por la política antiterrorista del Gobierno que terminaría dando frutos: fue con Zapatero cuando se produjo el cese de la violencia de la ETA. Incuestionable.
Rajoy ganó las elecciones en 2011 por mayorìa absoluta y de nuevo en 2015, en esta ocasión con mayorìa simple. Su gestión destructiva del Estado del Bienestar y de derechos esenciales ha quedado opacada quién sabe por qué. Aunque imaginación no nos falta. Con Rajoy cayeron, para empezar, los directores de los tres principales periódicos españoles Pedro J. Ramírez (El Mundo), Javier Moreno (El País) y José Antich (La Vanguardia ) y se produjo la toma de RTVE por el lobby del PP, que sigue muy activo por cierto.
Lo curioso es que, en la performance de La Toja, junto a Felipe González y el expresidente portugués –suponemos que atónito–, Rajoy se atrevió a hacer un sketch sobre Mario Draghi, el entonces presidente del BCE, ahora que presenta un plan de estímulo económico para la UE. Afirmó jocosamente que da dinero a los rojos y que a su Gobierno no le dio nada. Es absolutamente falso, fue al revés. Las inyecciones de Draghi sobre la prima de riesgo española, disparada hasta más de 500 puntos en 2012, lograron bajarla en tiempo récord y a niveles mínimos. Su ayuda fue decisiva. Ya saben que mentir está avalado hasta por el Tribunal Supremo (caso Inda/Pablo Iglesias), pero tiene graves consecuencias. Y desde luego es muy ilustrativo ver la desfachatez con la que mienten.
De libro, el multimillonario rescate bancario que suscribió Rajoy. Lo hemos pagado casi íntegramente. A diferencia de otros países, nuestro dinero no se ha recuperado y buena parte de él se dio por perdido. A la derecha se le pierden los millones que es un gusto y nunca pagan por ello.
Su Gobierno usó con profusión la tijera. Sus primeros Presupuestos Generales del Estado recortaron Educación y Sanidad en 10.000 millones de euros. En Sanidad, se estableció el copago farmacéutico y salieron de la cartera subvencionada más de 400 medicamentos que el enfermo debía pagar en su integridad, para “ahorrar” 450 millones de euros al erario. Cosas “superfluas”: antidiarreicos, antitusivos y expectorante, antiácidos, lágrimas artificiales, vasodilatadores periféricos, entre otros. Las Comunidades del PP (11 de 17 en este momento) han avanzado en aquella labor depredadora de la sanidad pública.
Se congelaron las pensiones, se rebajaron en realidad, al cambiar el baremo desvinculándolo del IPC. Todos los ministerios sufrieron recortes, todos los servicios, la investigación científica, la cultura, las bibliotecas públicas para las que que no presupuestaron ni un solo euro, la ayuda a la dependencia. Todo un pionero, Rajoy,
Su Reforma Laboral precarizó el empleo y los derechos laborales. Restricciones en los subsidios de desempleo con aquella otra mofa de una Fabra, Andrea, gritando desde el escaño “que se j****”, encima.
En derechos se implementó la Ley Mordaza (criticada internacionalmente por “autoritaria y con tintes franquistas”). El anuncio de su reforma ha hecho poner el grito en el cielo a los más extremistas del PP como Aznar y Ayuso. El gasto en antidisturbios y material de protección pasó de 173.670 euros en ese ejercicio a una previsión de 3,26 millones en 2013. Y el presupuesto a cinco años vista se disparó a 10 millones de euros. Un aumento total de 1.780 %
Fue una época de especial corrupción, de cambios estratégicos en las cúpulas policiales que investigan la corrupción, en la forma de elegir el Poder Judicial (a la que luego, en su cinismo, han usado para retener ese órgano seis años más de los previstos).Y no podemos olvidar las cloacas del Estado, por las que aún se juzga a su ministro de cabecera Jorge Fernández Díaz, para inventar basura sobre sus rivales políticos, Podemos y el independentismo. En este tema, la justicia ha considerado al presidente de ese mismo Gobierno, Mariano Rajoy, víctima del síndrome Infanta Cristina de Borbón, que no se entera de nada, lo mismo que Esperanza Aguirre.
Con ser llamativo, es solo un esbozo, hay mucho más. Por eso el campechanismo de botella chirría bastante, pero lo usa para decir con plenos altavoces: España no vive su mejor momento. Aquellos lodos trajeron estos barros movedizos. Ahora en pista de salida, Feijóo, un jarrón chino ya, sin haber pasado siquiera por La Moncloa. Mucho menos eficaz que Rajoy en su labor promocional aunque lo imite.
Al final de todo ese camino queda la depositaria de todas las esencias, regada y protegida por todo ese aparato siniestro y temible que aúna para su labor a la política neocon, medios a su servicio, poderes financieros, o la justicia cuestionable, incluso la Iglesia que invita a Ayuso y sus 7.291 ancianos pendientes a recibir la Eucaristía, paradójicamente, en la “Congregación de Nª Sra. de la Soledad y el Desamparo”. La elegida, en pista de salida, es Isabel Díaz Ayuso, dada su absoluta carencia de escrúpulos para hacer lo que convenga, sin importarle en lo más mínimo a quién dañe.
La presidenta de Madrid, con aspiraciones mayores, anda estos días a tope usando todas las instituciones de las que dispone para intentar desgastar al Gobierno de España, con una gran colaboración del equipo. Quiere llevar a Begoña Gómez y a Pedro Sánchez a declarar en la Asamblea de Madrid, sin base alguna real, como acredita hasta la UCO de la Guardia Civil, continuando la labor de Peinado y los tribunales de Madrid. Mientras, ella cierra toda investigación sobre los descarados trapicheos suyos y de su familia. Y para gancho de su afición se desparrama con la incontinencia exacerbada de su cerebro trumpista. Ayuso acusa al Gobierno de querer “envenenar y perseguir” a los propietarios que no quieran poner su piso en alquiler, dice que “el Gobierno socialcomunista quiere una sociedad drogada con un plan global para controlarnos así” –sin apiadarse de Feijóo y sus amistades– o defiende textualmente los asesinatos de niños en Gaza “porque no se va a bombardear con flores”. Hasta se ha atrevido a soltar que ETA está más viva que nunca.
En su caso no es que no vea ni cochazos, ni áticos, ni comisiones, ni siquiera se enteró –se diría– de la bomba que arrojó sobre las residencias de ancianos a su cargo. Y es que hay cosas y seres que desde cierto ángulo ni se ven ni se sienten. Es tal el grado de impunidad que siente que ataca desde esa podredumbre en la que realmente vive con una osadía paradigmática.
Dicen que el PP sube en las encuestas, sí. Sus trampas y propagandas les cuesta, nos cuesta. El jarrón chino avinagrado, desde sus desmanes en la cumbre de las Azores, los atentados del 11M y sus atroces mentiras para conservar el Gobierno para el PP, se atreve a calificar al Gobierno de “encanallamiento moral”, trabaja también por ello, a la brava, a lo turbio.
Y no es descartable que el tercero, Felipe González, sonría en un rincón a ver si por fin se restablece la España que le gusta. Él también anda muy tocado por los audios con las confidencias de cama de Juan Carlos I y la vedette en los que el rey canta más de la cuenta. Felipe González le ayudó y le está agradecido. Pero no hay grandes riesgos de que en esta España de hoy se sepa mucho más. Quieto todo el mundo, tranquilos todos. Y menos si retoman sitio en La Moncloa los jarrones chinos, al mando de ese barro sucio que ahora modelan.
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