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| La novela policiaca y novela negra | |
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+3PANORAMIX Atlántida rondero 7 participantes | |
Autor | Mensaje |
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Gloriana V.I.P.
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| Tema: Re: La novela policiaca y novela negra Dom Dic 02, 2012 9:10 pm | |
| Flores y bombones
Flores y bombones
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La señora Dupont había llevado la carga de sus últimos diez años de matrimonio presa del tedio y de la frustración; los veinte años que llevaba entregando desinteresadamente lo mejor de su vida en aras de una causa común sólo le habían servido para quedar convertida en la sufrida esposa de un aburrido burgués, parco y desconsiderado, bebedor contumaz y amigo de la buena y abundante mesa; ella: con el tiempo, había aprendido a soportar su mal carácter y sufría con callada resignación el angustiante sobrepeso de su marido que al acostarse, hundía los muelles del colchón, condenándola a padecer crónicos dolores de espalda; mención aparte suponían sus ronquidos y su creciente afición por la cerveza, pero la aventura con su secretaria había sido la gota que vino a colmar el vaso.
Les había visto juntos en el vestíbulo del hotel donde solían alquilar una habitación donde pasar la tarde, cogiendo un taxi a la salida del cine, sentados uno frente a otro como dos enamorados en el restaurante que frecuentaban; llevaba tiempo espiándoles y cada gota de infidelidad había caído sobre la anterior desbordando el recipiente de su paciencia: iba a matar a los dos; llevaba semanas sopesando esta decisión, dando cobijo a las ideas destructivas que devoraban su interior.
Para ella, escogió una muerte discreta, en consonancia con su papel de secretaria: primero averiguó su nombre y donde vivía, después le hizo llegar un envío sin remitente que consistía en una caja de bombones a los cuales había inoculado un veneno letal; el plan era infalible en su concepción: cuando la secretaria abriera la caja y viera los bombones, mordería el anzuelo creyendo que se trataba de otro detalle más de los que con toda seguridad debía prodigarle su amante; a los pocos minutos, su vista comenzaría a nublarse y caería en un profundo sueño del que nunca despertaría.
Cuando a la noche siguiente, vio llegar a la figura adiposa de su marido, guardó secreto acerca de sus intenciones pero sintió avivarse algo parecido al dolor de estómago en su interior .
El adúltero consumado llegó tambaleándose como cada noche, ignorante de su destino: trastabilló poco antes de llegar al salón y avanzó un par de pasos mas, tanteando con la ubicación del sillón que se agitaba y desdoblaba ante sus ojos y se dejó caer con todo su peso sobre el blando lecho que crujió y se hundió, emitiendo una muda señal de socorro. Así permanecía noche tras noche durante las horas previas al sueño; comiendo y bebiendo sin parar y quejándose de dolores en la espalda, pero en seguida notó que le faltaba algo: nadie se había molestado en traerle las zapatillas , la televisión estaba apagada y todavía no había comido nada ni abierto la primera lata de cerveza, por lo que no dudó en llamar a su mujer a gritos.
La señora Dupont cogió el atizador del fuego y corrió hacia él mientras cogía impulso: su marido estaba sentado de espaldas a ella, lo cual unido a las condiciones en que se hallaba, le impidió percatarse de sus intenciones.
Cuando recibió el primer golpe, el impacto resonó en su cabeza como un trueno, la mente se llenó de un bullicioso estrépito: se giró, no sin dificultad y contempló la fea mueca del rostro mudo que le observaba: vio el atizador meciéndose sobre su cabeza y abrió su boca para gritar: el hierro hendió por segunda vez, arrancándole un chorro de sangre que bañó su frente cubriendo sus ojos. Con el tercer golpe: su mandíbula se cerró en seco, sus dientes chocaron con fuerza partiéndose , la raja se abrió en su cráneo cruzando su frente hacia abajo y la seccionó en dos partes. En cuestión de segundos, su cabeza quedó colgando a ambos lados como las orejas de un elefante: tenía el cuerpo encogido sobre sí mismo y el cerebro al descubierto.
La señora Dupont soltó el atizador y se sentó frente a él con parsimonia, creyendo que por fin había encontrado la calma perdida. Poco a poco, las nauseas que minutos antes se habían apoderado de ella fueron desapareciendo ; ahora debía concentrarse en deshacerse del cadáver: pensó en trocearlo y enterrarlo en distintos puntos de la ciudad, también contempló la posibilidad de convertirlo en jabón o en llevar sus trozos a la chimenea e incinerarlo. Imbuida en estos pensamientos, perdió la noción del tiempo sin percatarse de que la luz diurna comenzaba a entrar a través de las cortinas del salón hasta que el sonido del timbre la rescató de su letargo.
Se levantó y fue a abrir la puerta, no sin antes retocarse el pelo frente al espejo y asegurarse de que la sangre no había salpicado sus ropas. Cuando abrió, vio al empleado de una empresa de mensajería portando un enorme ramo de violetas y una caja envuelta en un vistoso papel de regalo.
-Envío para la señora Dupont: firme aquí.
Firmó y se despidió del mensajero extrañada; era la primera vez que recibía un envío de tales características. Puso las flores en un jarrón con un palmo de agua y volvió a sentarse en el sillón frente a su marido con la caja y el sobre que la acompañaba. Cuando abrió la caja y comprobó que esta contenía un surtido de bombones, comenzó a elucubrar: ¿Un admirador secreto quizás?; la sola idea le hacía gracia pero…¿Y porqué no?: después de todo, ella todavía se conservaba bien; lo suficiente como para despertar pasiones secretas: saldría de dudas en el momento en que abriera el sobre y leyera la carta, pero prefirió dejarlo para más adelante; mientras tanto: saborearía uno de aquellos deliciosos bombones solazándose con la imagen inerte de su marido sobre el sillón y experimentando la sensación de verse libre de ataduras por primera vez en su vida.
Cuando transcurridos varios días, la policía entró en el domicilio, encontraron al señor y a la señora Dupont, uno frente a otro: muertos: a él, encogido en el sillón y con el cráneo abierto y a ella sentada, con los ojos aún abiertos y la mandíbula inferior caída: en su regazo, pudo verse una caja de bombones abierta y sujeta en su mano derecha, descubrieron un sobre cerrado que contenía una carta manuscrita; decía así:
En atención a la señora Dupont:
He recibido la caja de bombones que me hizo llegar esta mañana y creo haber entendido su indirecta; no crea que el hecho de haber omitido sus señas en el paquete iba a impedirme averiguar la identidad del remitente; todo el que me conoce sabe que no me gustan los bombones; debo ser la única persona en el mundo con ese rasgo característico, pero no es una rareza de la que me deba sentir culpable; lo que ha producido en mí la sensación de culpabilidad que siento en estos momentos es pensar que puedo haber sido yo la causante de una situación tensa y dolorosa para usted y su marido.
Le envío sus bombones junto con un ramo de violetas y mis mejores deseos para usted, con mi promesa de no volver a acercarme a su marido.
Afectuosamente:
Tíffany.
Desconozco su autor... | |
| | | Gloriana V.I.P.
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| Tema: Re: La novela policiaca y novela negra Mar Dic 04, 2012 7:47 am | |
| El desvío
TaberConduzco el coche de una manera mecánica, mientras escucho la música que me ayuda a evadirme de todos mis problemas. Ni siquiera soy consciente de mis movimientos, ni en que momento del estribillo decido pisar el embrague y cambiar la marcha, ni cuando mis músculos deciden impulsar la pierna mientras freno suavemente y arreglo mi cabello distraídamente al mirarme en el espejo retrovisor. Parezco un autómata, me estoy dejando llevar sin darme cuenta, parece que acierto en todas mis acciones pero mi cabeza anda muy lejos de esta carretera que mis ojos creen que miran. El camino lo conozco como la palma de mi mano, podría hacerlo con los ojos vendados, sin embargo hoy me llama la atención un desvío en el que nunca antes había reparado. Freno y lo estudio cuidadosamente desde mi asiento, no hay ninguna señal que me indique hacia donde va, pero la curiosidad me invade, ahora que me he percatado de su presencia hay algo que me lleva directamente hacía el. No existe prohibición, giro las ruedas a la derecha y me adentro en el. Me ofrece otra ruta alternativa y añade emoción a la conducción, en un principio parecía secundario y sin embargo me ofrece una visión del paisaje completamente diferente. Vuelo en curvas increíbles, me siento segura sobre su asfalto, los árboles a ambos lados del desvío, le dan un aire bucólico, la temperatura baja a medida que me adentro en él, deduzco que mi camino habitual no esta muy lejos, pero el desvío parece atraparme y me aleja de el sin apenas darme cuenta. Miro el retrovisor y observo asombrada como el desvío parece desvanecerse tras de mi, como un espejismo en medio del desierto desaparece ante mis ojos y sus formas se difuminan lentamente. Me esta atrapando, noto como mis manos se aferran sudorosas al volante, no tengo tiempo de tener miedo y mi mente busca una salida, la tengo delante,-pienso- y piso a fondo el acelerador. El coche ya no me responde, siento como me engulle lentamente, mientras consigo distinguir distorsionados los sonidos familiares de mi vida que me llegan del otro lado del desvío. No es novela negra, pero es uno de mis favoritos. Subiré otro más; si no te parecen adecuados aquí, los retiraré y tan amigos | |
| | | Gloriana V.I.P.
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| Tema: Re: La novela policiaca y novela negra Mar Dic 04, 2012 7:57 am | |
| Malditos ojos
Taber
Baja las escaleras apresuradamente y sale de casa a la misma hora como cada día. La temperatura como corresponde a un duro día de invierno hoy es extrema, y el frío y el viento cortan su cara a cada paso. Camina con paso firme mientras el vaho de su aliento empaña sus gafas de sol. Saluda educadamente a los vecinos que se cruzan a su paso, pero sus gafas oscuras camuflan una mirada desconocida hasta hoy para todos ellos.
El azar le ha hecho escoger una avenida abarrotada de gente. Todo lo tiene perfectamente planeado, no será difícil, lo ha preparado meticulosamente en su mente durante meses y nunca dudó que no fuera capaz de hacerlo. Desenfunda un arma camuflada en su gabardina, el gran día ha llegado mientras su corazón late con fuerza y el subidón de adrenalina actúa como una droga inhibiendo cualquier sentimiento de piedad.
Descarga todo su odio en cada detonación indiscriminadamente, borracho de sangre derrama a borbotones toda su maldad y la realidad se convierte en el gran escenario de su ira.
Gira sobre si mismo y apunta de nuevo, te descubre mirándolo y clava sus malditos ojos en los tuyos, son sólo décimas de segundos aunque a ti te parezcan una eternidad. Avanza rápido hacia donde te encuentras, no le importa que llores, ni quien eres, ni tu edad, ni tan siquiera a quien puedas dejar atrás.
Pasa todo demasiado rápido, pero el tiempo parece haberse detenido para ti y no tienes capacidad de reacción. Cierras los ojos para esconderte donde su mirada no pueda alcanzarte, mientras escuchas varias detonaciones y el golpe sordo de su cuerpo al caer.
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| | | Tatsumaru V.I.P.
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| Tema: Re: La novela policiaca y novela negra Mar Dic 04, 2012 2:19 pm | |
| Es para dejar otro nombre, quizá la culpable de que Csi, Bones y tantos forenses que investigan casos estén de actualidad. Se trata de Patricia Cornwell, que ha escrito la tira de novelas de la serie de la patologa forense Kay Scarpetta. Como suele suceder me imagino que la calidad habrá ido bajando con el paso del tiempo. La que he leído es interesante pero tampoco nada del otro mundo (Cruel y extraño, las huellas dactilares de un ajusticiado a muerte difunto aparecen en el escenario de un crimen que imita otro cometido años atrás, a partir de ahí un poco de corrupción política, intento de fastidiar a la doctora haciendo que se dude de su profesionalidad e incluso intentando implicarla en los crímenes y no cuento más ), cumple con el misterio que entrega y no se te hace larga, no es para seguir la serie completa pero alguna suelta sí que merece la pena.. | |
| | | Gloriana V.I.P.
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| Tema: Re: La novela policiaca y novela negra Dom Dic 09, 2012 7:39 pm | |
| Juguemos
Dorian Grey
Hace ya tres días que me bajé de aquel taxi con el que huí de Boston. Desde que me largué de mi apartamento con lo puesto, abandonando allí el cadáver del tal Johan. Llegué hasta aquel sucio motel después de pasarme algo más de cuatro horas en un taxi. Aunque a mí me parecieron apenas unos minutos. Que entretenido es contar billetes. Lástima que casi nunca tenga dinero que contar, eso es lo peor de estar sin blanca, que es mortalmente aburrido. He estado estos tres días pasando desapercibido, sin encender luces durante la noche, pendiente de todos los coches que entraban y salían, tratando de no cruzarme con nadie por los pasillos cuando iba a buscar comida… Había logrado soltar una de las placas del falso techo de escayola, y esconder ahí mi arma. Me había tumbado en la cama, para pensar a donde ir y que hacer, cuando de repente alguien llamó a la puerta. Di un salto de la cama, y de camino a la entrada cogí el cinturón de mis pantalones, no es un gran arma, pero alrededor de un cuello puede hacer maravillas. Eche un vistazo, para comprobar que todo estaba en orden. El arma, el dinero… todo fuera de la vista. Volvieron a llamar. -Si viene a quejarse porque ronco, es inevitable que siga haciéndolo. Si vende algo, no me interesa. Si viene porque me he acostado con su mujer, no he sido yo. Y si es de hacienda no estoy en casa. – dije vociferando hacia la puerta, mientras sujetaba el cinturón con ambas manos, esperando para sorprender a quien entrara primero. Volvieron a llamar. Quién quiera que fuese, había que reconocer que era francamente tenaz.
Escondí el cinturón a la espalda y abrí lentamente la puerta. Miré por la rendija. No veía a nadie… volvieron a llamar, de tal manera que casi me dan con la puerta en el ojo. Pegué un tirón de la puerta hecho una furia, dispuesto a comentarle a quien quiera que fuese, un par de cosas acerca de la profesión de su madre, y otras tantas sobre a donde se podía ir. La sorpresa fue monumental. Ante mí había un crio de unos siete años, bajito como los niños de siete años, con cara de bueno como los niños de siete años, con ropa de niño de siete años, y con la mugre de un carbonero de cuarenta y cinco. Debía de llevarse francamente mal con el jabón, porque hacía al menos un año que no lo veía. -¿Quién eres y qué quieres? – dije al muchacho sin apenas mirarlo.
-Soy el sobrino del dueño del hotel, mi tío me envía para avisarle que hay una llamada para usted en recepción – me respondió con voz cantarina aquel proyecto de hombre. Dejé la puerta entreabierta mientras me ponía los zapatos, y el niño seguía en el umbral con la misma sonrisilla. Llegué a contemplar la posibilidad de que llevara una careta. Cuando fui a salir para ir al teléfono el muchacho seguía en la puerta, con la mano ligeramente extendida.
-Ah, claro, ¡se me olvidaba! – dije tratando de rodearlo para salir – ¿Te gusta el chocolate? -Claro, señor – me respondió el crio abriéndome paso, mientras veía como buscaba algo en mi bolsillo.
-Pues toma – dije dándole la envuelta vacía de una chocolatina que me había comido en algún momento de estos tres días – Cómprate de esta marca, que son las mejores que he probado en mucho tiempo. – Cerré la puerta, y me alejé del muchacho, dirigiéndome por el pasillo que conducía a la recepción. No me di la vuelta para verlo, pero sabía perfectamente la cara que tendría aquel mocoso. Clavando sus inocentes ojos azules en mi nuca, con el ceño fruncido mientras sostenía una envuelta vacía que hace tiempo estuvo pegada a una chocolatina. Para colmo, aún olía a chocolate. Qué ironía. Espero que algún día me agradezca la lección que acabo de darle. Llegué al mostrador de la recepción. Ya era todo un cumplido llamarlo mostrador. Y si lo llamas recepción en voz alta probablemente el edificio en si mismo se ruborice. Suponiendo que los edificios puedan hacer esas cosas. -¿Es usted George Hawthorpe? ¿De la 105? – no sé si me preguntó aquel inmenso bigote o el hombre que lo poseía – -Así es, soy yo. – George Hawthorpe era un profesor que tuve en parvularios, siempre me había gustado ese nombre, así que me pareció casi un homenaje hacia él lo de usarlo como nombre falso – Me han dicho que hay una llamada para mí. -Sí, tenga. – dijo acercándome el auricular – Cogí el teléfono con calma, como si fuera mi madre la que me llamara para saber que tal estoy. La típica llamada de…Hola hijo, ¿Qué tal? Muy bien mamá, como bien sabes, la semana pasada un tipo murió en mi apartamento y llevo tres días en un motel de mierda de un pueblo de mierda, ¿Y tú, mama? Pues igual que hace 5 años hijo, muerta y enterrada, así que esta conversación imaginaria es absolutamente estúpida. Lo que decía, la típica conversación. Me acerqué el teléfono a la oreja y lo que oí me dejó atónito. -Señor Morello, en su habitación encontrará sobre la cama un mapa del condado, un pueblo cercano marcado en dicho mapa, y al margen hay notado el nombre de un restaurante y la hora convenida. Cuando llegue, diga que tiene una mesa reservada a nombre de George Hawthorpe. – quién hablaba lo hacía con seguridad, sin esperar respuesta por mi parte – Le aconsejo que pida venado, es la especialidad de la casa. Hasta entonces. -¿Me ha llamado señor? Creo que se equivoca de persona. – dije tratando de ganar tiempo para averiguar algo de mi misterioso interlocutor – ¿Cree que tengo razones para ir? Así, sin saber ni quién es usted, ni que quiere de mí, ni... -Tiene exactamente las mismas razones que para no venir. Ninguna. – me interrumpió hablando tranquila y pausadamente – -Solo espero que esto no sea un truco para tratar de venderme una multipropiedad. – le contesté – De todas maneras, en caso de que lo sea, le felicito. Es lo más original que he oído en mi vida. -Me ha convencido. – respondió riéndose – Hay dos coches de policía dirigiéndose hacia el motel en este mismo instante. Habrán salido de la comisaría de South Craigville hace unos cinco minutos. – cambió su tono de voz, un tono de estos que interpreto como un desafío, como un… a ver si vales lo que te crees. Una autosuficiencia que solo es capaz de transmitir quien tiene el mando. Un tipo acostumbrado a que sus deseos sean órdenes. Rodeado día a día por gente que está loca de ganas de que él se tire un pedo, para poder aspirarlo hasta lo más profundo de sus pulmones, y decirle a su majestad, lo maravillosa que era su ventosidad de las 11.30. – Eso le deja a usted… unos 8 minutos para alejarse de allí. Buena suerte. – Y colgó.
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| | | Gloriana V.I.P.
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| Tema: Re: La novela policiaca y novela negra Miér Dic 12, 2012 10:02 am | |
| La invitación
Todo el mundo en el barrio adoraba a Adela. Con sus pasos cortitos, siempre apoyada en su bastón, jamás le faltaba una sonrisa, un “buenos días” o un caramelo para los niños.
Los niños estaban siendo últimamente protagonistas de las noticias. De las malas: tres habían desaparecido en los alrededores en las dos últimas semanas. El estado de nervios era brutal. Eso no parecía afectar a Adela, que seguía paseándose con su amabilidad de siempre. La misma que le hizo, una tarde más, invitar a aquellos hermanos a tomar un chocolate.
Los nervios sacudieron su casa cuando los padres empezaron a darse cuenta de que era un poco tarde. Pero no solo ellos estaban nerviosos. Los niños, de súbito, al entrar en casa de Adela recordaron cuánto les habían advertido que no perdieran ni un segundo en el camino de vuelta.
Sus nervios eran totalmente normales, no se debían solamente a la precaución de sus padres, sino a lo que encontraron en casa de Adela. El pasillo estaba completamente a oscuras, solo alumbrado por una docena de velas que le daban un aspecto lúgubre. Al fondo, Adela, iluminada como en una película de terror, los invitaba pasar a la cocina, donde podrían tomarse su chocolate recién hecho.
Los niños dudaron un momento, se miraron a los ojos y salieron huyendo escaleras abajo. Adela no supo qué hacer al principio, no estaba acostumbrada a reacciones como esta. Se asomó a la ventana para verlos correr como diablos en dirección a su casa. No le dio tiempo a explicarles que la luz se había ido, que había tenido que hacerles el chocolate al calor de esas velas pero que, tal vez por eso, le había salido de muerte.
De muerte. Con tino omitió la expresión cuando los padres vinieron a excusarse por el comportamiento de sus hijos y ella les explicó lo de la ausencia de luz, las velas y el chocolate.
Se quedó, no obstante, un poco decepcionada al pensar que alguien, aunque fueran los niños, podían haberla confundido con la secuestradora. Se reprendió duramente. Algo tenía que haber hecho mal. Y a ella le gustaba ser muy cuidadosa.
J.P.
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| | | rondero Experto/a
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| Tema: Re: La novela policiaca y novela negra Mar Dic 25, 2012 2:35 pm | |
| Testigo Ocular
de Alfredo Martin Del Arroyo Soriano
Las gotas de suero bajaban lentamente por el cordón conectado a la vena de mi brazo derecho. No sabía porqué estaba allí. Tenía conciencia de lo que me rodeaba. Mis ojos entreabiertos me lo decían. No podía moverme, ni pronunciar palabra. En una esquina, sobre un sillón verde oscuro, como el color de mi antiguo uniforme, ví una silueta. Era mi esposa que dormía acurrucada en posición fetal. Se puso muy contenta cuando hace unos años, con el cambio de gobierno, me ascendieron a Mayor de la Policía Nacional. Dejé de patrullar las calles y colgé el uniforme. Trabajaría vestido de civil y detrás de un escritorio. Al menos eso es lo que ella pensó. Cuán equivocada estaba. Con la caída de Abimael Guzmán y el fin del terrorismo, me sentía más seguro. El peligro ha pasado. Ya hasta había olvidado los días de la obediencia debida. Cuando tuve que acatar la órden de disparar contra esa gente indefensa que luego supe que solo celebraba una fiesta en el centro de Lima. Pero eso quedó atrás. Ahora sólo me encargaba de proteger al “asesor”. Era tarea fácil. Siempre andaba bien resguardado en el Pentagonito o en su búnker de la playa. Nadie se atrevería a hacerle daño. Tocaron a la puerta. Mi esposa despertó. Era el neurocirujano. Pude ver por la puerta entreabierta a dos uniformados. ¿Estarían ahí para protegerme? El doctor le explicó a mi mujer: -La bala penetró el cráneo a la altura del lóbulo parietal izquierdo, con orificio de salida a la altura del lóbulo frontal derecho, en sentido diagonal. -¿Se recuperará?- preguntó Silvia, mi esposa. - Aún es muy pronto para saberlo-dijo el doctor-. Lo peor ya pasó-agregó-. Pero todavía es cuestión de tiempo. Puede haber secuelas. Pérdida del habla y la memoria. Dificultad en el sistema nervioso y motríz. Su recuperación será lenta y requerirá de muchos cuidados, pero sobrevivirá. Postrado en la cama del Hospital de Policía y en estado de coma. Poco a poco caía en cuenta de mi situación. Trataba de recordar. No podía moverme. No podía darle una señal a Silvia, una señal que aliviara su dolor, el dolor de verme postrado en ésta cama con la cabeza vendada. Se acercó, me besó la mejilla y me dijo lo mucho que me amaba. Silvia había estudiado un curso de control mental años atrás y sabía que la música era una buena terapia en casos de pacientes comatosos como yo. -He traído música para que te relajes-. Me dijo Silvia con cariño. Colocó un disco compacto en un tocadiscos portátil. Suaves melodias de pajaritos cantando y hojas rebotando entre sí al paso del viento, y finos punteos de guitarra, me transportaron mentalmente a imágenes de bosques con árboles gigantescos atravezados por rayos de sol. Acariciándome la mano, Silvia anunció que iría a la cafetería del hospital a buscar algo de comer. No podía ver sufrir así a la mujer que amaba, la que me había apoyado siempre, la que me alentaba cuando me sentía desmoralizado, la madre de mis hijos, mi fiel compañera. Parpadeé los ojos y moví levemente el dedo índice de la mano derecha. Pero no se dió cuenta. Besó mi mano izquierda y salió de la habitación. Al abrir la puerta noté que los guardias que me custodiaban ya no estaban. Quizás fueron a almorzar, pensé. La siguiente canción traía melodias de gaviotas volando al murmullo de las olas del mar, lo cual me transportó a las playas de nuestro litoral. A La Punta para ser exacto. Entonces recordé. Los videos habían empezado a aparecer uno tras otro en la televisión. El presidente inició una cacería para encontrar y apresar a su “acesor”. El mar, la playa, las olas, las gaviotas, el Yatch Club. Yo estaba a cargo de protejer al “Doc”. Con la venia del señor presidente habiamos conseguido el yate Carisma para que el “Doc” pudiera escapar. No podía haber testigos. Salvo unos cuantos de absoluta confianza, entre los que me encontraba yo. O al menos eso creí hasta que escuché el disparo retumbar en mis oídos detrás de mi cabeza. Maldito traidor. Yo que lo había protegido tantas veces. Hubiera dado hasta la vida por él, y me pagaba de ésta manera. Para mi suerte unos pescadores me encontraron aún con vida. Escuché unos pasos acercarse hasta la puerta. Pensé que sería Silvia y me sentí aliviado. La perilla de la puerta se movía lenta, sigilosamente. No podía moverme. No podía gritar. Me asusté. La enfermera que entró era bonita. Diminuta y de baja estatura. Su fino rostro de tez trigueña denotaba algunos rasgos indígenas. El uniforme blanco de enfermera moldeaba su hermosa figura. Tendría unos veintitantos años pero parecía de dieciséis. Me hizo recordar a una sexo servidora que contraté tiempo atrás e hice que se disfrazara de colegiala para satisfacer una de mis fantasías sexuales. Se me acercó. Pude sentir el olor de su perfume barato. Sentí también una leve erección. Cogió mi mano para tomarme el pulso y el roce de su piel hizo que éste se acelerara, o al menos eso creí. Con su estetoscopio escuchó los latidos de mi corazón, luego me tomó la presión. Levantó las sábanas que cubrían mi cuerpo. A lo mejor se cumple mi fantasía, pensé. Me levantó la bata y chequeó el pañal que traía puesto dejando mi sexo al descubierto. Lo miró con desgano, imagino que notó la erección. El pañal estaba seco. Me volvió a cubrir. Dió vueltas a la manecilla de la cama de modo que quedé más erguido, casi medio sentado. Quitó una de mis almohadas. Gracias, pensé, ahora me siento más cómodo. Caminó hacia la puerta y con tristeza creí que ya se iría. Miró para ambos lados del pasillo. Volvió y cerró la puerta con seguro para que nadie entrara. De un salto se avalanzó sobre mí como si me fuera a violar. Ahora sí, pensé, se va a cumplir mi fantasía, creí. Colocó violentamente la almohada sobre mi cara. Sentí una fuerte presión. El bip de los latidos de mi corazón se iba haciendo cada vez más lento. La música del disco compacto se detuvo y la radio se encendió automáticamente. El locutor anunció que el presidente acababa de renunciar por fax desde Japón. | |
| | | rondero Experto/a
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| Tema: Re: La novela policiaca y novela negra Mar Dic 25, 2012 2:39 pm | |
| Donna Leon . Nacida en 1942.
Escritora norteamericana, residente en Venecia.
Es conocida por sus novelas protagonizadas por el comisario veneciano Guido Brunetti
creado a principios de los años 90
Sus obras son un fenomeno de critica y ventas en Europa y Estados Unidos, traducidas a
mas de veinte idiomas, sin embargo se niega que se traduzcan al italiano, ella reside en
Venecia y dice que quiere ser una vecima mas, no alguien famoso.
En sus obras se habla del lado mas oculto y oscuro de la realidad.
Algunas de sus obras son: Vestido para la muerte, Muerte en la Fenice o Pruebas falsas. | | | [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] | |
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| | | rondero Experto/a
Mensajes : 1610 Edad : 109 Localización : Cerca de "SOL"
| Tema: Re: La novela policiaca y novela negra Mar Dic 25, 2012 2:41 pm | |
| Mario Mendoza. Nacido en Bogotá en 1964. Escritor de novela negra.
Es uno de los principales autores latinoamericanos de la actualidad.
Inició su carrera en 1980. Ha impartido clases de literatura durante mas de 10 años,
colabora con diarios y revistas.
Premio biblioteca breve en 2002
Algunas de sus obras son: La ciudad de los umbrales, Scorpio city o Relato asesino .
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| | | rondero Experto/a
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| Tema: Re: La novela policiaca y novela negra Mar Dic 25, 2012 2:43 pm | |
| Calibre 38 Eduard Blanco En el extremo del cenicero de cristal, un cigarrillo manchado de pintura de labios se consumía desintegrándose como un tubo cilíndrico de ceniza. A su lado una botella de whisky hacía la función de anfitrión para dos vasos con pedazos de hielo flotando en su interior. Estos objetos estaban cerca del borde de una mesa negra ovalada. La luz roja del techo se reflejaba en la superficie. A un par de metros, enfrente mío, un tocador alumbrado por una carrera de bombillas; la mitad fundidas o apagadas. La melena negra agitada por dos manos ensortijadas caía suelta sobre la bata abierta de la mujer. Extendió una pierna, luego la otra y se quitó las medias. Después de apagar el cigarrillo, se giró hacia mí y reposó los antebrazos sobre los muslos abiertos, con la punta de los pies arqueados, dando un descanso a las plantas. Los zapatos rojos con tacón de aguja asomaban tirados bajo la cama. ___¿Me pasas la toalla por favor? ___Gracias cariño. No dejó de mirarme mientras se secaba la piel, rociada de sudor. De súbito, lanzó el pelo negro entre las piernas, empujando la espalda hacia abajo con las manos apoyadas a las rodillas. En un segundo se reincorporó motivando un salvaje temblor en los pechos. Mi cerebro hervía como una olla a presión. No digamos en la entrepierna. Entonces, sin levantarse del taburete, regresó al reflejo de su tocador. – ¿Quieres servir unos tragos? Ahí está la bebida. Se frotó la cara con gajos de algodón que una vez manchados de rojo y azul tiraba a la papelera. Luego se desembarazó de las pestañas postizas y las joyas. A través de mi vaso pude ver como se tomó el whisky de un trago, colocó los pendientes de ópalo y diamantes entre las horquillas, barras de labios, cepillos, perfumes, y una hilera de frasquitos brillantes. Me ofreció el vaso que no demoré en volver a llenar. Parecía tener un incuestionable deber por verse delante del espejo, contemplándose con dureza, la cabeza alta y la mirada altiva, inclusive amenazadora. Al tercer trago sostenía el whisky entre las piernas estiradas, por encima de los muslos, y mantenía los ojos entornados hacia los dedos de los pies, prestando toda su atención al color de las uñas, un cigarrillo colgando de la comisura de los labios. Yo seguía acomodado en el sofá de la casa, impertérrito al juego de la gatita. Como un perfecto idiota en una situación discutible. Contratado de niñera a cambio de un fajo de dólares. No era trabajo digno para alguien como yo. – ¡Ni para ir a mear Carlitos! Ni para ir a mear. La acompañas tú. ¿Comprendido? – Todavía oigo las voces. La dama era una preciosidad, con unas piernas interminables, cintura de avispa y pechos de Diosa. Cómo describir la cara, la piel pálida, sin una peca, sin una arruga, los labios carnosos y rosados, pero ¿Y los ojos?, verdes como las esmeraldas que manejan los colombianos del Bronx. Una escultura de carne y hueso que, harta de los negocios de su querido, el Boss de la familia polaca, le ponía los cuernos con el primer italiano que se cruzaba. Ésta fue la principal razón de la guerra entre los dos clanes del distrito. El cornudo tenía una lista negra de espaguetis asesinados y por asesinar. – Tú eres un tipo de confianza Carlitos. Conoces el respeto - Aún zumbaba en mis orejas su discurso, sentado ante un escritorio de oficinista en el centro de una nave industrial abandonada y pringosa, con un gorila del pueblo a cada lado, desertores del arado con menos cerebro que una gallina tuerta y más fuerzas que un buey de tiro. La verdad; sentía asco por el Polaco, por su negocio y por su vida en la ciudad. En cuanto a sus métodos, mejor no caer en sus manos. Despiadado sin escrúpulos, tenía a gala ocuparse personalmente de los asuntos más delicados sin obviar el dato de un pasado como charcutero en Polonia. - ¿Me pintarías las uñas de los pies? Desde esa posición podría darte una buena razón para tus actos. – Dijo ella agitando los traviesos dedos del pie. Mis actos. Los hombres quedan en el recuerdo por sus actos, las palabras se las lleva el viento. Pensé en las consecuencias de los actos y deduje que la vida depende del momento en que decides actuar por tu cuenta, cuando sientes con furia en tus manos las riendas tensas del destino intentando gobernar tus actos. Accedí a su deseo que era el mío. Coloqué el 38 y el reloj de oro junto al cenicero. Elegí el esmalte rojo sangre y me dejé llevar por la panorámica, el camino hacia el pecado que iba a consumar a placer. Soy víctima de mis debilidades, lo confieso y sé que mañana polacos e italianos sabrán que soy hombre muerto. Pero hoy, la mujer del Polaco, se enterará de qué pasta están hechos los hispanos. Extendí mis manos hacia ella, la atraje con pasión, la besé y creyéndome vencedor me dejé vencer. Un post de Gloriana | |
| | | Gloriana V.I.P.
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| Tema: Re: La novela policiaca y novela negra Miér Dic 26, 2012 1:52 pm | |
| El río
Julio Cortázar
Y sí, parece que es así, que te has ido diciendo no sé qué cosa, que te ibas a tirar al Sena, algo por el estilo, una de esas frases de plena noche, mezcladas de sábana y boca pastosa, casi siempre en la oscuridad o con algo de mano o de pie rozando el cuerpo del que apenas escucha, porque hace tanto que apenas te escucho cuando dices cosas así, eso viene del otro lado de mis ojos cerrados, del sueño que otra vez me tira hacia abajo. Entonces está bien, qué me importa si te has ido, si te has ahogado o todavía andas por los muelles mirando el agua, y además no es cierto porque estás aquí dormida y respirando entrecortadamente, pero entonces no te has ido cuando te fuiste en algún momento de la noche antes de que yo me perdiera en el sueño, porque te habías ido diciendo alguna cosa, que te ibas a ahogar en el Sena, o sea que has tenido miedo, has renunciado y de golpe estás ahí casi tocándome, y te mueves ondulando como si algo trabajara suavemente en tu sueño, como si de verdad soñaras que has salido y que después de todo llegaste a los muelles y te tiraste al agua. Así una vez más, para dormir después con la cara empapada de un llanto estúpido, hasta las once de la mañana, la hora en que traen el diario con las noticias de los que se han ahogado de veras. Me das risa, pobre. Tus determinaciones trágicas, esa manera de andar golpeando las puertas como una actriz de tournées de provincia, uno se pregunta si realmente crees en tus amenazas, tus chantajes repugnantes, tus inagotables escenas patéticas untadas de lágrimas y ajetivos y recuentos. Merecerías a alguien más dotado que yo para que te diera la réplica, entonces se vería alzarse a la pareja perfecta, con el hedor exquisito del hombre y la mujer que se destrozan mirándose en los ojos para asegurarse el aplazamiento más precario, para sobrevivir todavía y volver a empezar y perseguir inagotablemente su verdad de terreno baldío y fondo de cacerola. Pero ya ves, escojo el silencio, enciendo un cigarrillo y te escucho hablar, te escucho quejarte (con razón, pero qué puedo hacerle), o lo que es todavía mejor me voy quedando dormido, arrullado casi por tus imprecaciones previsibles, con los ojos entrecerrados mezclo todavía por un rato las primeras ráfagas de los sueños con tus gestos de camisón rídiculo bajo la luz de la araña que nos regalaron cuando nos casamos, y creo que al final me duermo y me llevo, te lo confieso casi con amor, la parte más aprovechable de tus movimientos y tus denuncias, el sonido restallante que te deforma los labios lívidos de cólera. Para enriquecer mis propios sueños donde jamás a nadie se le ocurre ahogarse, puedes creerme. Pero si es así me pregunto qué estás haciendo en esta cama que habías decidido abandonar por la otra más vasta y más huyente. Ahora resulta que duermes, que de cuando en cuando mueves una pierna que va cambiando el dibujo de la sábana, pareces enojada por alguna cosa, no demasiado enojada, es como un cansancio amargo, tus labios esbozan una mueca de desprecio, dejan escapar el aire entrecortadamente, lo recogen a bocanadas breves, y creo que si no estaría tan exasperado por tus falsas amenazas admitiría que eres otra vez hermosa, como si el sueño te devolviera un poco de mi lado donde el deseo es posible y hasta reconciliación o nuevo plazo, algo menos turbio que este amanecer donde empiezan a rodar los primeros carros y los gallos abominablemente desnudan su horrenda servidumbre. No sé, ya ni siquiera tiene sentido preguntar otra vez si en algún momento te habías ido, si eras tú la que golpeó la puerta al salir en el instante mismo en que yo resbalaba al olvido, y a lo mejor es por eso que prefiero tocarte, no porque dude de que estés ahí, probablemente en ningún momento te fuiste del cuarto, quizá un golpe de viento cerró la puerta, soñé que te habías ido mientras tú, creyéndome despierto, me gritabas tu amenaza desde los pies de la cama. No es por eso que te toco, en la penumbra verde del amanecer es casi dulce pasar una mano por ese hombro que se estremece y me rechaza. La sábana te cubre a medias, mis manos empiezan a bajar por el terso dibujo de tu garganta, inclinándome respiro tu aliento que huele a noche y a jarabe, no sé cómo mis brazos te han enlazado, oigo una queja mientras arqueas la cintura negándote, pero los dos conocemos demasiado ese juego para creer en él, es preciso que me abandones la boca que jadea palabras sueltas, de nada sirve que tu cuerpo amodorrado y vencido luche por evadirse, somos a tal punto una misma cosa en ese enredo de ovillo donde la lana blanca y la lana negra luchan como arañas en un bocal. De la sábana que apenas te cubría alcanzo a entrever la ráfaga instantánea que surca el aire para perderse en la sombra y ahora estamos desnudos, el amanecer nos envuelve y reconcilia en una sola materia temblorosa, pero te obstinas en luchar, encogiéndote, lanzando los brazos por sobre mi cabeza, abriendo como en un relámpago los muslos para volver a cerrar sus tenazas monstruosas que quisieran separarme de mí mismo. Tengo que dominarte lentamente (y eso, lo sabes, lo he hecho siempre con una gracia ceremonial), sin hacerte daño voy doblando los juncos de tus brazos, me ciño a tu placer de manos crispadas, de ojos enormemente abiertos, ahora tu ritmo al fin se ahonda en movimientos lentos de muaré, de profundas burbujas ascendiendo hasta mi cara, vagamente acaricio tu pelo derramado en la almohada, en la penumbra verde miro con sorpresa mi mano que chorrea, y antes de resbalar a tu lado sé que acaban de sacarte del agua, demasiado tarde, naturalmente, y que yaces sobre las piedras del muelle rodeada de zapatos y de voces, desnuda boca arriba con tu pelo empapado y tus ojos abiertos.
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| | | Gloriana V.I.P.
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| Tema: Re: La novela policiaca y novela negra Vie Ene 25, 2013 7:51 pm | |
| Continuidad de los parques
Julio Cortázar
Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestion de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restallaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer. Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subio los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oidos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.
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| | | Tatsumaru V.I.P.
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| Tema: Re: La novela policiaca y novela negra Sáb Ene 26, 2013 3:06 pm | |
| El trabajito de Quentin, el maracas
Muelle 9, puerto de Miami, una noche del año 1979 El Dodge Charger negro del 69 embocó la zona exterior del almacén con los faros apagados. Jimmy el Polvorilla quería comprobar si pese a todo se la habían jugado, cargaba un interesante paquete en el asiento de atrás, el cuerpo sin vida de su compañero. Así que hizo un par de cosas la mar de ridículas antes de acudir a la cita de entregar la carga al madero que le aguardaba. Cambió de dirección varias veces en la autopista, miró de reojo compulsivamente por los retrovisores y quemó rueda cuando los semáforos hacían por cambiar a rojo, una actitud que Pete el Serio no hubiese soportado, algo ciertamente desaconsejable. Pero era algo que no podía evitar y además Pete ya no estaba para calmarle. Cuando condujo por el muelle lo repitió, a la caza del reflejo de un coche estacionado en la oscuridad o de un grupo de hombres agazapados. Parecía que estaba tranquilo el ambiente, pero miraba por su ventanilla, por la otra, por el espejo retrovisor, apagó el motor unos segundos por si acaso y finalmente se convenció de que no había peligro, pero no por eso no dejó de revisar la munición de la pistola del 38 y ajustársela en el bolsillo de la chaqueta ¿Se notaría mucho? ¿Sí?¿No? ¿El poli al que iba a ver le traería sin cuidado lo de que él llevase un arma porque era uno de esos elementos que venían adosados con el trabajo? En la conversación por teléfono que mantuvieron Jimmy creyó entender que aquel hombre sólo quería solucionar el asunto y que saliera a pedir de boca la situación para ambos. Uno casi podía confiar en su voz y en su sinceridad, pero desde que Pete le reveló sus circunstancias uno ya no sabía a qué atenerse. Pero era un deber inexcusable con un amigo, tenía el pellejo intacto gracias a Pete y una palabra dada a un moribundo se mantenía por cojones. Eran las reglas, y Pete le caía bien, aunque fuese un cenizo y un cabeza cuadrada mentiroso.
-Ahí está ese joputa,madero tiene que ser con la pinta que lleva, en una convención nudista al muy cabrón lo reconocería al momento como poli. Vaya que sí, llevaría la polla pintada de azul-dijo cuando divisó el pesado Chevrolet y a un hombre a su lado sentado sobre el capó, pero Jimmy no se acercó. El hombre se metió a medias en su coche y dio una guiñada con la luz larga de los faros, la señal convenida.
-Llegas tarde- dijo el cincuentón de forma desabrida cuando Jimmy se puso a su altura.
-Tranqui, tío, sólo miraba lo típico: que tuviese el pelo bien engominado, calzoncillos limpios sin zurraspas y, ah, conservar al menda lejos de los tuyos, aquí está mal visto ir pálido de piel, no sé si me entiendes.
-Mira capullo, me interesa tanto como a ti solucionar esto, y no quiero montar un espectáculo. No me eches la culpa si mañana te trincan por otro rollo, en lo que respecta a hoy y conmigo no te pasará nada ¿Estamos?-dijo el poli en una baladronada.
-Estamos, da gusto saber que estoy a salvo como el coño de una monja en el Polo Norte, pero comprenderás que tenga que velar por mis intereses y ande con pies de plomo ¿De lo mío que hay, tío? Eso-dijo Jimmy mientras encendía un cigarrillo que en realidad no necesitaba, al prender el encendedor se iluminó su rostro esquivo.
-¿Eso? Antes de eliminarte de esta historia y sustituirte por el compinche X, digamos- hizo un gesto de entrecomillar con los dedos-, quiero verlo ¿En el maletero?
-Eso es un puto prejuicio de los de tu clase, lo llevo en la parte de atrás. Recuerda que yo no me lo he cargado
-¿Eres gilipollas? Dios santo, tanto rollo de boquilla de vigilar tu culo y lo dejas a la vista de cualquier poli en moto.
-Para un momento, no me pareció…¿cómo decirlo? Adecuado, ¿vale?- se excusó Jimmy alargando la e final , no podía decir libremente que no quería guardarlo en el maletero porque Pete no se merecía el ir como uno de los pocos que había tenido que hacer desaparecer, que quizá lo había hecho por establecer una diferencia, por respeto. Pero como era un jodido dolor de cabeza autoinculpatorio hacerlo entender no se extendió. De todas maneras sentía que la había cagado en su respuesta anterior, cualquiera con dos dedos de frente se preguntaría la necesidad de diferenciar los fiambres a los que liquidas y van en justicia ocupando el maletero y los colegas secos que se llevan en el asiento de atrás. A lo hecho pecho, qué carajo.
El policía echó una mirada al interior del Dodge y admiró pensativo el cuerpo, el cual estaba tumbado boca arriba. La herida de bala era casi imperceptible en el pecho y la sangre ya no manaba, era una de esas de las que escapas en el calor de la herida y no significaba una muerte segura. Pero al mirar el estado de uno de los brazos, en una posición antinatural, empezó a dar crédito a la versión de Jimmy relatada en su conversación telefónica previa. La bala lo podía haber matado o no, en una posibilidad fifty-fifty de escapar o de palmarla, la caída que le había roto el espinazo y el cuerpo desequilibraba el fiel de la balanza . Pete parecía tan solemne y serio como cuando vivía, con los labios apretados con firmeza. El policía reprimió su pesar, la responsabilidad, en parte, era suya.
-Ayúdame a cargarlo a mi coche. Tú los pies-y eso hicieron.
- ¿Qué se supone que vas a contar de esto?-preguntó Jimmy
-No tengo nada decidido, lo que incluirá es que Pete ha muerto, no se puede obviar. Se puede suponer que le controlaba en su operación encubierta y al escuchar disparos en algún lugar que me sacaré de la manga intervine. Allí vi a su compinche huyendo, no tú, claro. O puede que cuente cualquier otra milonga, después de todo cuando uno trabaja en esto tiene que saber actuar rápido y fabricarse historias que encajen como un guante. Otra cosa, ¿eso que me contaste de Quentin es cierto?- preguntó el policía arqueando las cejas.
- Tal cual, colega, no podía dejar a Pete al lado de ese tío raro, y ya sabes que él no podía permitirse que los tuyos se rieran al encontrarlo y estuvieran con chistes del Saturday Night Live durante mucho tiempo. Yo tampoco lo soportaría porque, tío, he visto cosas que te alucinarían en este negocio, pero que me recordasen porque se me ha cepillado un tipo disfrazado así me cabrearía. Menudo esperpento.
-¿Y qué dirás a tu jefe?
-Va, de momento voy a dejar que se enfríe dándome una vuelta por el Norte, a ver como le van las cosas a mi hermano por ahí arriba, me da en la nariz que tú estabas enterado de que íbamos a hablar y no a disparar.- el policía asintió- En el telefonazo que pienso dar al vaquero Oreja de menos le diré que Pete salió herido después de que la charla con Quentin se enmierdase al encontrarle de esa manera. Quentin se avergonzó, sacó la pipa y bueno, todo fue muy rápido y confuso, le perdí la pista y final del asunto. Hasta más ver- dijo Jimmy, y se despidió, pero antes se rascó el pelo y preguntó si Pete era el verdadero nombre del hombre muerto. El policía le dijo que no-. Bien, así me cubro las espaldas. Tampoco habrán fotos de él en la prensa, ¿verdad? Por lo del homenaje, las banderitas y todo eso.
- No, procuraremos que sea discreto.
Jimmy salió cabizbajo, ¿qué mosca le habría picado para interesarse por el nombre real de un poli infiltrado que le complicaría la existencia si fuese descubierto su ardid ? Seguramente preguntó por el nombre real por la pretensión de salvar el culo, pero había algo más. Lo desechó de su mente a su modo, dando un portazo y arrancando con el pie a fondo en el acelerador, conectando el casette de los Sex Pistols a continuación. Puta vida, a pasar página. Con las luces anaranjadas de sodio atravesando fugaces el parabrisas conduciendo a través de la avenida sonrió, recordó algo cuando sonaba Problems y canturreó: the problem is you, what you gonna do?
Diez días antes, despacho de Reggie Norris, el Vaquero de la Oreja de menos
Reggie era un tipo que imponía respeto y temor, faltaría más con su planta de tipo enorme y esa cara afilada y construida a base de ángulos. Por si fuese poco se encasquetaba un sombrero vaquero en medio de Miami del que no se desprendía, era como ver a un esquimal vestido de pieles tomando el sol despatarrado. Y el mote de vaquero oreja de menos se completaba con la ausencia de la oreja izquierda, el gran hombre se había adaptado una oreja de pega que se enganchaba del lateral del sombrero , daba repulsión y extrañeza al observarla, según su versión para calzarse las gafas y manejar los papeles de su negocio con propiedad. Reggie la había perdido en Vietnam, cuando un charlie que simulaba estar muerto se lanzó machete en mano aprovechando que le estaban dando la espalda , a falta de su Ak, a ajustar cuentas con el pelotón que había dando una tunda a sus chicos. Reggie no levantó la voz y no juró vengarse en el momento, pidió que se lo atasen en un árbol y mientras le contenían la hemorragia no lo perdió de vista. Lo que siguió no se consignó en ningún informe al alto mando, Reggie se tomó su tiempo en solitario, exigiendo que los demás se retirasen. Sólo él y aquel pobre diablo, si pudiese hablar, saben qué fue lo ocurrido exactamente en la espesa jungla. Nada bueno, supongo, como es natural Reggie echó mano del machete que le desfiguró y lo conservó de recuerdo. Ahora adornaba su despacho colgado en la pared, detrás de su silla, a modo de trofeo. Sin embargo no se podía hacer referencia al machete, a la historia, a su oreja de menos y a lo que se sospechaba, que era medio mulato aunque casi no se notase, a menos que él diese permiso explícito.
En ese momento, cuando Jimmy y Pete entraron, Reggie se asomaba por la ventana y daba instrucciones a su hijo pequeño en el patio de la mansión, con una Luger de culata chapada en oro hacía puntería a unas latas de cerveza colocadas en una mesa de jardín. El pequeño cabrón no acertaba ni a una, y esto era una asunto serio y deprimente.
-Junior, ¿qué te he dicho? No aprietes el gatillo rápido,tomate tu tiempo. No hago que este mierdecilla prospere- dijo esto en confidencia a Jimmy.
-Hey, no lo atosigues al chaval, dile que se lo tome como un juego y tendrás a un puto Billy el Niño- intervino Jimmy el Polvorilla.
-¿Y tú que sabrás, pedazo de escoria? ¿Voy yo a tu casa y cuando te estás follando a esa negrales con la que sales me quedo a aconsejarte como enchufársela por el hueco? Eh, y mira que tendrás que soportar las comparaciones con los nabos de chocolate que se la habrán cepillado ¿Hago yo eso, ir a joderte en lo tuyo?
- Ya, ya- Jimmy reparó en que se estaba quedando con él y no iba en serio la perorata-. Oye, Junior, tu padre dice que pases de la lata y cambies a un objetivo asequible. Pégale un tiro en la pierna a ese cabrón que está contigo, tampoco pasa nada si no es en la pierna- dijo Jimmy señalando al guardaespaldas que controlaba las prácticas-. Si no sabe aconsejarte no nos sirve. A mí no me mires, son cosas de tu viejo- y guiñó el ojo hacia abajo, Boy le saludó y el gorila le mandó a tomar por culo. Todo perfecto.
-Este es mi chico, ven aquí y dame un abrazo- dijo Reggie e hizo una seña a Pete para que tomase asiento-. Al grano, caballeros. Aquí tenemos a uno nuevo que viene bien recomendado, Peter Morrison. Y vais a trabajar juntos en un asuntillo flojo en principio, no es más que averiguar cierto punto que nos desconcierta a los de la ciudad. Antes de que esto trascienda a Nueva York y otros y nos empiecen a tocar los huevos preguntando mejor que hagamos cierta investigación. Pero primero las presentaciones, joder, ¿donde han quedado los putos modales? Jimmy, Pete, daos la mano, cojones.- Jimmy tendió la mano y el nuevo le dio un apretón firme y de duración mínima, se veía a las claras que era un tipo duro, Jimmy hubiese jurado que ese tío no pestañeaba y le dio confianza-. Bien, el asunto es fácil, en primera instancia, pero complicado si hay que adoptar cierta medida a la desesperada, ya lo he intentado por teléfono y pasando por la casa de Quentin el Maracas y nada, no se pone al teléfono y la china esa que habla por él nos da largas. La cuestión que nos preocupa es el rumbo que están tomando las operaciones de Quentin, la está cagando en proporciones mayúsculas y a él no se le ve el pelo. Así que queremos sondearle, ¿se está volviendo un gilipollas o qué? Pero no se le puede preguntar en persona, no va al Flamingo´s, no se acerca al hipódromo, la tierra se lo ha tragado. Compartir negocios con un tío que está fallando y al que no se le puede abroncar o aconsejar puede derivar en que alguien le meta un par de balas. Yo prefiero que antes que pase eso o que nos arrastre con sus chapuzas escucharle, con todo el respeto que se merece, pero siendo firmes, y despejar la china y el papel que representa, una cosa así es inaceptable ¿Veis ya adonde quiero llegar?
- Ir a la casa y hablar con él poniendo las cartas sobre la mesa, alto y claro- dijo Pete.
-Correcto, de puta madre, pero no volváis hasta que no lo veáis en persona. No aceptéis un no por respuesta, sed machacones. Si os niegan la entrevista entraría en marcha el plan B.
-¿Plan B? ¿Secuestrar a la china y darle un repaso?- dijo Jimmy.
-Tranquilo, pichabrava, nada tan radical. Vigiláis la casa el tiempo que haga falta, si sale Quentin lo seguís y os hacéis los encontradizos. Si permanece en la ratonera habrá que colarse en el interior, lo de anotar los turnos de guardia, movimientos y la seguridad. Ya sé, un puto dolor de cabeza y el aburrimiento del siglo, y no exento de riesgo. Pero tengo que ayudar a ese desgraciado del Quentin ¿Sabeís por qué lo llaman el maracas?- preguntó Reggie.
-A mí que me registren, tío- dijo Jimmy con una risotada.
- Te enseñaré algo- y revolvió en un cajón, una foto en blanco y negro de “Los Maravillosos Guantanemera Band” en una actuación apareció-. Esto fue por el cincuenta y ocho, tocaban su único éxito, La vida es una lenteja, una auténtica mierda para decir la verdad. Quentin es el segundo por la izquierda- y se la entregó a Jimmy.
-Dios santo, yo es que me parto ¿Qué demonios se supone que viste, cómo se llama? Volantes, flecos , y agarra una granada de mano en un concierto, joder.- en la foto el grupo vestía unos trajes con tela que se superponía en encajes en los brazos.
-Déjame ver- pidió Pete con educación y la examinó- ¿Ha cambiado mucho de aspecto, jefe? ¿Tiene una foto más actual?- preguntó
- Ponle 20 años más, menos pelo y barriga incipiente, nada más. Y tú, céntrate- se dirigió a Jimmy-. Haz como el amigo y quédate con su cara, que no te la den con queso. Y no es granada, capullo, son unas maracas.
-Ay, cuate, el tequila no era molacha y no me subió a la chingada pendejada choya-respondió Jimmy en español pronunciado a su manera, exagerando a rabiar-¿Maracas? ¿Y eso para qué sirve?
La reunión continuó de tal manera, entre chorradas, planes serios, puntualizaciones detallistas, Reggie asomándose por la ventana y controlando, los disparos del pequeño pistolero filtrándose, miradas de reojo de Jimmy al nuevo, convenir que Quentin estaba ridículo, preguntar por su personalidad a fin de poder abordarlo “Es un tío de lo más pacífico y te escucha, pero no sé, tiene cierta debilidad en cuanto a discutir se refiere, él siempre prefería que otros le sacasen las castañas del fuego antes que dar una mala palabra”, explicó Reggie y demás actividades accesorias, vodka para Jimmy, nada para Pete, una cerveza a las tragaderas del jefe.
- ¿Y cual es tu especialidad, colega?-preguntó Jimmy cuando se acabó a Pete, caminando por los pasillos enmoquetados.
- ¿Mi especialidad de qué?
- Ya sabes, dar palos con armas, el robo fino, apretar tuercas a morosos. Esa clase de movidas.
-Mi especialidad es hacer este trabajo bien.
- Ok, punto en boca, presiento que me voy a divertir horrores ¿Y si te encargo que me beses el culo te desvivirías por hacerlo?
Silencio y una mirada torva de Pete. Repentinamente se escuchó un estrépito de fuera, ruido de cristales y un grito horrorizado procedente de la mansión vecina. Junior se había cargado una de las ventanas del piso de arriba y con una maestría acojonante había rozado a una de las sirvientas que limpiaba los muebles y volatilizó en una cascada de plumas a un canario que, tan tranquilo él, piaba dentro de su jaula.
-¡Bravo, chico, te has superado! Tiene mérito, ya te digo- exclamó Jimmy y observó el desastre esperanzador en lo referente a las aptitudes del mierdecilla. Algunas plumas se colaron por la rendija del ventanal resquebrajado y flotaron mansas en el aire mañanero. Desde el despacho se escuchó a Reggie hablando con su vástago.
-Ahora vas y le pides disculpas al vecino, le llevas una tarta o lo que quieras.
-Pero, papi, que me da corte y puede que no me perdonen.
-Entonces le pegas un par de tiros al perro, te meas en la pecera y te atrincheras dentro hasta que te saquen a rastras los Swat, no te jode…Tú hazlo.
-¿Lo de llevar la pistola y todo lo demás?
-¿Serás idiota?
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| | | Gloriana V.I.P.
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| Tema: Re: La novela policiaca y novela negra Vie Feb 01, 2013 6:32 pm | |
| Con el viento a favor
Jorge Fernández Canales
-¿Estás lista? Tú irás primero, como acordamos… por supuesto que te seguiré… no, no tengas miedo, nuestro amor es más fuerte que cualquier problema que enfrentemos, por lo demás, no son muchas las opciones. No hay otro modo para que todos nos salvemos. Dame un último beso y avanza sin mirar atrás (esboza una sonrisa y continúa hablando) no seas tontita, digo un último beso por el momento en que nos encontramos, no te imagines ni pienses nada más, yo te seguiré luego, muy pronto volveremos a estar juntos. También te amo, chiquita… Es el momento… límpiate las lágrimas y tranquilízate, si lloras te arderán los ojos, se te nublará la visión y perderás el tino necesario para ejecutar el objetivo a cabalidad. Debes ser fuerte, respira hondo y camina con convicción. Ya te dije que no puedo ir contigo de inmediato, no lo puedo dejar solo, todavía tenemos que seguir un poco más… claro que alcanzaremos, pero tú eres la prioridad, salta de una vez por favor o me veré en la obligación de tirarte yo… si sé que estás asustada…también te amo chiquita, ya te lo dije… sé que te gusta que lo repita, sé todo de ti… nada pasará, míranos, ambos estamos equipados, igual que tú, solo tenemos que mantener la dirección un poco más, todo lo que podamos… no me dejas otra opción, chiquita. Nos vemos pronto.
–Es increíble lo que amas a esa mujer –dijo el piloto, quién había oído toda la conversación antes de que el joven empujara a su esposa por la escotilla.
–Más que a nada en este mundo –dijo sin dudar un momento.
–¿Por qué no le dijiste que sólo uno de los paracaídas funciona?
–Porque no hubiese saltado sabiendo que solo ella sobrevivirá. ¿Qué nos queda ahora? ¿Solo esperar, cierto? Esperar a estrellarnos y morir. ¿También tu mente transita rápidamente por tus mejores recuerdos? A mí me está pasando exactamente ahora, hasta me acuerdo de cosas que nunca sospeché conservar en mi mente.
–No hay ni siquiera tiempo para eso, además, no le tengo miedo a la muerte, por lo menos no por ahora.
–¿No por ahora? ¿Y cuándo piensas comenzar a tenerlo? No creo que nos queden más de diez minutos de vida.
–Creo que a ti sólo te quedan un par –el hombre soltó una mano del timón de dirección, agarró la pistola que tenía en su regazo y apuntó directamente al rostro del muchacho–. ¿Qué se siente haber matado a la persona que más amas en este mundo? –no hubo espacio para respuestas, la puertecilla por donde había aventado a su joven esposa aún estaba abierta, dio media vuelta y aún sabiendo que todo sería inútil se lanzó en una búsqueda imposible.
El piloto dejó pasar unos minutos y soltó por completo el timón, aseguró su paracaídas, el único que no estaba averiado y se lanzó al vacío sin temor alguno, con el viento a su favor. | |
| | | Ronaldo512 V.I.P.
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| Tema: Re: La novela policiaca y novela negra Vie Feb 01, 2013 6:45 pm | |
| Un poco cruel el cuento. [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]Que tipo mas malo ese piloto. | |
| | | Gloriana V.I.P.
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| Tema: Re: La novela policiaca y novela negra Vie Feb 01, 2013 7:02 pm | |
| - Ronaldo512 escribió:
- Un poco cruel el cuento. [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Que tipo mas malo ese piloto. El cuento muy cruel y el piloto muy malo, sí | |
| | | Tatsumaru V.I.P.
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| Tema: Re: La novela policiaca y novela negra Sáb Feb 02, 2013 12:38 pm | |
| Accidental
La carretera está bien señalizada, el coche que manejo no tiene fallos mecánicos, no hay demasiados conductores de noche y el asfalto es firme. Nada hace presagiar que nos saldremos de la cinta negra del asfalto y seremos una nota marginal en los sucesos. Entre los restos, "el amasijo de hierros" proverbial, encontrarán la pistola de Mike. No levantará sospechas, es un poli intachable con un arma de uso privado y confirmada con una licencia. La apunta con disimulo a mi vientre desde el asiento del pasajero, se ha relajado considerando en como la aferraba cuando se presentó en mi casa y me sacó a rastras. Juro que intenté hablarle de mis planes respecto al dinero, el tratamiento contra la enfermedad que está corroyendo mi organismo, pero me golpeó con la culata. Que callase. Sé que le daré el dinero y no duraré mucho, otro viaje a un lugar apartado y adiós, aquí no existe el honor entre ladrones. No tengo nada que perder con desviar el volante, estoy débil por la enfermedad, los primeros signos acuciantes, y nunca le arrebataría la pistola a Mike en una pelea.
Hay una curva especialmente indicada a unos quinientos metros, la estoy viendo. Quizá el tratamiento signifique un martirio y una ristra de penalidades, sólo sirviendo para que los médicos golpeen en la herida con saña redoblada al no haber certeza absoluta. Mike tuvo que haberme dejado hablar, es posible que nunca me hubiese obligado a oficiar de conductor de haberlo sabido. Por seguridad , un vahído y una repentina pérdida de conciencia harían que el coche hiciese una graciosa pirueta con los cristales danzando sobre nuestras cabezas. Algo puramente accidental y común en un hombre debilitado. | |
| | | Gloriana V.I.P.
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| Tema: Re: La novela policiaca y novela negra Sáb Feb 02, 2013 1:53 pm | |
| - Tatsumaru escribió:
- Accidental
La carretera está bien señalizada, el coche que manejo no tiene fallos mecánicos, no hay demasiados conductores de noche y el asfalto es firme. Nada hace presagiar que nos saldremos de la cinta negra del asfalto y seremos una nota marginal en los sucesos. Entre los restos, "el amasijo de hierros" proverbial, encontrarán la pistola de Mike. No levantará sospechas, es un poli intachable con un arma de uso privado y confirmada con una licencia. La apunta con disimulo a mi vientre desde el asiento del pasajero, se ha relajado considerando en como la aferraba cuando se presentó en mi casa y me sacó a rastras. Juro que intenté hablarle de mis planes respecto al dinero, el tratamiento contra la enfermedad que está corroyendo mi organismo, pero me golpeó con la culata. Que callase. Sé que le daré el dinero y no duraré mucho, otro viaje a un lugar apartado y adiós, aquí no existe el honor entre ladrones. No tengo nada que perder con desviar el volante, estoy débil por la enfermedad, los primeros signos acuciantes, y nunca le arrebataría la pistola a Mike en una pelea.
Hay una curva especialmente indicada a unos quinientos metros, la estoy viendo. Quizá el tratamiento signifique un martirio y una ristra de penalidades, sólo sirviendo para que los médicos golpeen en la herida con saña redoblada al no haber certeza absoluta. Mike tuvo que haberme dejado hablar, es posible que nunca me hubiese obligado a oficiar de conductor de haberlo sabido. Por seguridad , un vahído y una repentina pérdida de conciencia harían que el coche hiciese una graciosa pirueta con los cristales danzando sobre nuestras cabezas. Algo puramente accidental y común en un hombre debilitado. ¿Es tuyo? | |
| | | Tatsumaru V.I.P.
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| Tema: Re: La novela policiaca y novela negra Sáb Feb 02, 2013 3:09 pm | |
| - Gloriana escribió:
- Tatsumaru escribió:
- Accidental
La carretera está bien señalizada, el coche que manejo no tiene fallos mecánicos, no hay demasiados conductores de noche y el asfalto es firme. Nada hace presagiar que nos saldremos de la cinta negra del asfalto y seremos una nota marginal en los sucesos. Entre los restos, "el amasijo de hierros" proverbial, encontrarán la pistola de Mike. No levantará sospechas, es un poli intachable con un arma de uso privado y confirmada con una licencia. La apunta con disimulo a mi vientre desde el asiento del pasajero, se ha relajado considerando en como la aferraba cuando se presentó en mi casa y me sacó a rastras. Juro que intenté hablarle de mis planes respecto al dinero, el tratamiento contra la enfermedad que está corroyendo mi organismo, pero me golpeó con la culata. Que callase. Sé que le daré el dinero y no duraré mucho, otro viaje a un lugar apartado y adiós, aquí no existe el honor entre ladrones. No tengo nada que perder con desviar el volante, estoy débil por la enfermedad, los primeros signos acuciantes, y nunca le arrebataría la pistola a Mike en una pelea.
Hay una curva especialmente indicada a unos quinientos metros, la estoy viendo. Quizá el tratamiento signifique un martirio y una ristra de penalidades, sólo sirviendo para que los médicos golpeen en la herida con saña redoblada al no haber certeza absoluta. Mike tuvo que haberme dejado hablar, es posible que nunca me hubiese obligado a oficiar de conductor de haberlo sabido. Por seguridad , un vahído y una repentina pérdida de conciencia harían que el coche hiciese una graciosa pirueta con los cristales danzando sobre nuestras cabezas. Algo puramente accidental y común en un hombre debilitado.
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| | | Gloriana V.I.P.
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| Tema: Re: La novela policiaca y novela negra Sáb Feb 02, 2013 3:24 pm | |
| - Tatsumaru escribió:
- Gloriana escribió:
- Tatsumaru escribió:
- Accidental
La carretera está bien señalizada, el coche que manejo no tiene fallos mecánicos, no hay demasiados conductores de noche y el asfalto es firme. Nada hace presagiar que nos saldremos de la cinta negra del asfalto y seremos una nota marginal en los sucesos. Entre los restos, "el amasijo de hierros" proverbial, encontrarán la pistola de Mike. No levantará sospechas, es un poli intachable con un arma de uso privado y confirmada con una licencia. La apunta con disimulo a mi vientre desde el asiento del pasajero, se ha relajado considerando en como la aferraba cuando se presentó en mi casa y me sacó a rastras. Juro que intenté hablarle de mis planes respecto al dinero, el tratamiento contra la enfermedad que está corroyendo mi organismo, pero me golpeó con la culata. Que callase. Sé que le daré el dinero y no duraré mucho, otro viaje a un lugar apartado y adiós, aquí no existe el honor entre ladrones. No tengo nada que perder con desviar el volante, estoy débil por la enfermedad, los primeros signos acuciantes, y nunca le arrebataría la pistola a Mike en una pelea.
Hay una curva especialmente indicada a unos quinientos metros, la estoy viendo. Quizá el tratamiento signifique un martirio y una ristra de penalidades, sólo sirviendo para que los médicos golpeen en la herida con saña redoblada al no haber certeza absoluta. Mike tuvo que haberme dejado hablar, es posible que nunca me hubiese obligado a oficiar de conductor de haberlo sabido. Por seguridad , un vahído y una repentina pérdida de conciencia harían que el coche hiciese una graciosa pirueta con los cristales danzando sobre nuestras cabezas. Algo puramente accidental y común en un hombre debilitado.
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Me ha gustado tu versión | |
| | | Tatsumaru V.I.P.
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| Tema: Re: La novela policiaca y novela negra Sáb Feb 02, 2013 3:47 pm | |
| - Gloriana escribió:
- Tatsumaru escribió:
- Gloriana escribió:
- Tatsumaru escribió:
- Accidental
La carretera está bien señalizada, el coche que manejo no tiene fallos mecánicos, no hay demasiados conductores de noche y el asfalto es firme. Nada hace presagiar que nos saldremos de la cinta negra del asfalto y seremos una nota marginal en los sucesos. Entre los restos, "el amasijo de hierros" proverbial, encontrarán la pistola de Mike. No levantará sospechas, es un poli intachable con un arma de uso privado y confirmada con una licencia. La apunta con disimulo a mi vientre desde el asiento del pasajero, se ha relajado considerando en como la aferraba cuando se presentó en mi casa y me sacó a rastras. Juro que intenté hablarle de mis planes respecto al dinero, el tratamiento contra la enfermedad que está corroyendo mi organismo, pero me golpeó con la culata. Que callase. Sé que le daré el dinero y no duraré mucho, otro viaje a un lugar apartado y adiós, aquí no existe el honor entre ladrones. No tengo nada que perder con desviar el volante, estoy débil por la enfermedad, los primeros signos acuciantes, y nunca le arrebataría la pistola a Mike en una pelea.
Hay una curva especialmente indicada a unos quinientos metros, la estoy viendo. Quizá el tratamiento signifique un martirio y una ristra de penalidades, sólo sirviendo para que los médicos golpeen en la herida con saña redoblada al no haber certeza absoluta. Mike tuvo que haberme dejado hablar, es posible que nunca me hubiese obligado a oficiar de conductor de haberlo sabido. Por seguridad , un vahído y una repentina pérdida de conciencia harían que el coche hiciese una graciosa pirueta con los cristales danzando sobre nuestras cabezas. Algo puramente accidental y común en un hombre debilitado.
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Me ha gustado tu versión Gracias, como con el libro me he quedado con las ganas de saber los motivos de planear un accidente, no lo he encontrado, los puse yo... | |
| | | Gloriana V.I.P.
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| Tema: Re: La novela policiaca y novela negra Dom Feb 03, 2013 7:40 pm | |
| El grito de la Banshee
Álvaro Nuevo
El reportero cruzó la calle agujereada haciendo eses con la sobriedad del que tiene mucho miedo, se apostó detrás de un coche en ruinas, cargó la cámara y apuntó directamente a la ventana del edificio tumorado de odio. El francotirador enfocaba su rifle de precisión estalinista a la joven del pelo negro. Era bellísima, alta y esbelta, con la palidez de las princesas de los cuentos centroeuropeos y el pelo negro como el deseo enredándose en el viento de la guerra. Click de la instantánea para el diario de mañana y entonces la chica gritó histérica al ver al tirador en la ventana, el reportero se movió inquieto para fotografiarla, su cámara desvirgó el sol en dos destellos que atacaron las pupilas del franco que movía el cerrojo del rifle y apuntaba al reflejo de la muerte para salvarse; ¡pum! y el reportero se convirtió en noticia y su mente vagaba ya ensangrentada por las calles de Sarajevo… Míläj volvió a recargar su Dragunov y la chica gritó de nuevo, un grito metafísico de puro agudo, una aguja de aire que le hizo recordar la leyenda irlandesa que le contó una vez su madre: la Banshee, la más oscura de todas las hadas, se aparece en forma de hermosa mujer joven y su grito anuncia la llegada de la muerte… -De la tuya, muñeca- susurró Míläj acariciando el gatillo justo una décima de segundo antes de que las trazadoras croatas hicieran cumplir las tradiciones irlandesas. | |
| | | rondero Experto/a
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| Tema: Re: La novela policiaca y novela negra Sáb Feb 16, 2013 8:53 pm | |
| Testigo ocular. De Alfredo Martin Del Arroyo Soriano. Las gotas de suero bajaban lentamente por el cordón conectado a la vena de mi brazo derecho. No sabía porqué estaba allí. Tenía conciencia de lo que me rodeaba. Mis ojos entreabiertos me lo decían. No podía moverme, ni pronunciar palabra. En una esquina, sobre un sillón verde oscuro, como el color de mi antiguo uniforme, ví una silueta. Era mi esposa que dormía acurrucada en posición fetal. Se puso muy contenta cuando hace unos años, con el cambio de gobierno, me ascendieron a Mayor de la Policía Nacional. Dejé de patrullar las calles y colgé el uniforme. Trabajaría vestido de civil y detrás de un escritorio. Al menos eso es lo que ella pensó. Cuán equivocada estaba. Con la caída de Abimael Guzmán y el fin del terrorismo, me sentía más seguro. El peligro ha pasado. Ya hasta había olvidado los días de la obediencia debida. Cuando tuve que acatar la órden de disparar contra esa gente indefensa que luego supe que solo celebraba una fiesta en el centro de Lima. Pero eso quedó atrás. Ahora sólo me encargaba de proteger al “asesor”. Era tarea fácil. Siempre andaba bien resguardado en el Pentagonito o en su búnker de la playa. Nadie se atrevería a hacerle daño. Tocaron a la puerta. Mi esposa despertó. Era el neurocirujano. Pude ver por la puerta entreabierta a dos uniformados. ¿Estarían ahí para protegerme? El doctor le explicó a mi mujer: -La bala penetró el cráneo a la altura del lóbulo parietal izquierdo, con orificio de salida a la altura del lóbulo frontal derecho, en sentido diagonal. -¿Se recuperará?- preguntó Silvia, mi esposa. - Aún es muy pronto para saberlo-dijo el doctor-. Lo peor ya pasó-agregó-. Pero todavía es cuestión de tiempo. Puede haber secuelas. Pérdida del habla y la memoria. Dificultad en el sistema nervioso y motríz. Su recuperación será lenta y requerirá de muchos cuidados, pero sobrevivirá. Postrado en la cama del Hospital de Policía y en estado de coma. Poco a poco caía en cuenta de mi situación. Trataba de recordar. No podía moverme. No podía darle una señal a Silvia, una señal que aliviara su dolor, el dolor de verme postrado en ésta cama con la cabeza vendada. Se acercó, me besó la mejilla y me dijo lo mucho que me amaba. Silvia había estudiado un curso de control mental años atrás y sabía que la música era una buena terapia en casos de pacientes comatosos como yo. -He traído música para que te relajes-. Me dijo Silvia con cariño. Colocó un disco compacto en un tocadiscos portátil. Suaves melodias de pajaritos cantando y hojas rebotando entre sí al paso del viento, y finos punteos de guitarra, me transportaron mentalmente a imágenes de bosques con árboles gigantescos atravezados por rayos de sol. Acariciándome la mano, Silvia anunció que iría a la cafetería del hospital a buscar algo de comer. No podía ver sufrir así a la mujer que amaba, la que me había apoyado siempre, la que me alentaba cuando me sentía desmoralizado, la madre de mis hijos, mi fiel compañera. Parpadeé los ojos y moví levemente el dedo índice de la mano derecha. Pero no se dió cuenta. Besó mi mano izquierda y salió de la habitación. Al abrir la puerta noté que los guardias que me custodiaban ya no estaban. Quizás fueron a almorzar, pensé. La siguiente canción traía melodias de gaviotas volando al murmullo de las olas del mar, lo cual me transportó a las playas de nuestro litoral. A La Punta para ser exacto. Entonces recordé. Los videos habían empezado a aparecer uno tras otro en la televisión. El presidente inició una cacería para encontrar y apresar a su “acesor”. El mar, la playa, las olas, las gaviotas, el Yatch Club. Yo estaba a cargo de protejer al “Doc”. Con la venia del señor presidente habiamos conseguido el yate Carisma para que el “Doc” pudiera escapar. No podía haber testigos. Salvo unos cuantos de absoluta confianza, entre los que me encontraba yo. O al menos eso creí hasta que escuché el disparo retumbar en mis oídos detrás de mi cabeza. Maldito traidor. Yo que lo había protegido tantas veces. Hubiera dado hasta la vida por él, y me pagaba de ésta manera. Para mi suerte unos pescadores me encontraron aún con vida. Escuché unos pasos acercarse hasta la puerta. Pensé que sería Silvia y me sentí aliviado. La perilla de la puerta se movía lenta, sigilosamente. No podía moverme. No podía gritar. Me asusté. La enfermera que entró era bonita. Diminuta y de baja estatura. Su fino rostro de tez trigueña denotaba algunos rasgos indígenas. El uniforme blanco de enfermera moldeaba su hermosa figura. Tendría unos veintitantos años pero parecía de dieciséis. Me hizo recordar a una sexo servidora que contraté tiempo atrás e hice que se disfrazara de colegiala para satisfacer una de mis fantasías sexuales. Se me acercó. Pude sentir el olor de su perfume barato. Sentí también una leve erección. Cogió mi mano para tomarme el pulso y el roce de su piel hizo que éste se acelerara, o al menos eso creí. Con su estetoscopio escuchó los latidos de mi corazón, luego me tomó la presión. Levantó las sábanas que cubrían mi cuerpo. A lo mejor se cumple mi fantasía, pensé. Me levantó la bata y chequeó el pañal que traía puesto dejando mi sexo al descubierto. Lo miró con desgano, imagino que notó la erección. El pañal estaba seco. Me volvió a cubrir. Dió vueltas a la manecilla de la cama de modo que quedé más erguido, casi medio sentado. Quitó una de mis almohadas. Gracias, pensé, ahora me siento más cómodo. Caminó hacia la puerta y con tristeza creí que ya se iría. Miró para ambos lados del pasillo. Volvió y cerró la puerta con seguro para que nadie entrara. De un salto se avalanzó sobre mí como si me fuera a violar. Ahora sí, pensé, se va a cumplir mi fantasía, creí. Colocó violentamente la almohada sobre mi cara. Sentí una fuerte presión. El bip de los latidos de mi corazón se iba haciendo cada vez más lento. La música del disco compacto se detuvo y la radio se encendió automáticamente. El locutor anunció que el presidente acababa de renunciar por fax desde Japón. | |
| | | rondero Experto/a
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| Tema: Re: La novela policiaca y novela negra Sáb Feb 16, 2013 8:55 pm | |
| La inquietante sonrisa de un niño.......de Alfonso Quiroz Hdez.
-Mi hijo no debe llorar. Intentó detener aquella catarata, pero el líquido se abrió paso hasta llegar a los pies de Jack Seis dedos. Dos zancadas le bastaron para cruzar el zigzagueo de orina y pararse frente a su hijo. - Mis cigarros no los traes, mi dinero tampoco. Eres una calamidad. Simón ya conocía el modus operandi de su padre. No debía llorar ni orinarse, pero a sus siete años era imposible no temer. - Eres como tu madre, débil como una perra. Jack Seis dedos con una impresionante cachetada le limpió las lágrimas, incluso las que estaban por venir. - Habla, y deja de gemir! Simón temblaba, corría evitando las pozas de agua, con firmeza sostenía tanto el dinero bajo el cinturón de vaquero, como los revólveres de plástico. Un juguete así le daba cierta seguridad en un barrio como ese, aunque sólo fuera ilusoria. Si no era la pandilla, sería su padre quien desatara la frustración acumulada. Pero, aún así, con esa ira y su indiferencia, era su padre. El único nexo con la raíz, con ese símbolo de pertenencia. Lo admiraba, quería ser como él; seguro, frío, con el aura de hielo que sólo se ve en los héroes del cinematógrafo. No debía tardarse y para no cometer errores repetía una y otra vez la marca de cigarrillos. Pero al doblar la esquina se encontró con la tropa del barrio. El Gordo Harry le cerró el paso, Simón retrocedió, pero tres de ellos le quitaron el dinero. Entre risas y burlas lo empujaron, lo botaron y escupieron, pero Simón se incorporó. Con cierto aire de dignidad pandillera llevó sus manos a las pistolas de plástico. Quiso desenfundar, pero aunque eran sólo un juguete, no poseía la sangre fría de su padre. Huyó secándose las lágrimas después que el Gordo Harry lo golpeara. Un pequeño mensaje para su padre. Jack Seis dedos cogió la chaqueta de cuero, se calzó la manopla y antes de dar el portazo, dijo: - Debiste defenderte, no mereces llamarte mi hijo. A lo mejor nunca lo fuiste, ella era una ramera. Simón miró la foto de su madre, intentó traer algún recuerdo, pero su memoria no poseía otra imagen. Lloró un par de horas. Buscó sus pistolas de plástico y luego de jugar tuvo una idea. Saldría en busca del Gordo Harry, le demostraría a su padre que era de la peor calaña. Aunque Harry le matara a golpes, lo enfrentaría y desenfundaría sus pistolas. Cogió su cinturón de juguete, lo abrochó y salió. Fuera del bar, Simón se escondió hasta que vio llegar al Gordo Harry. - Miren muchachos, el hijo del ahora Cuatro dedos Jack. Harry rió, extrajo del cinturón un pequeño bulto. Lo abrió y tiró en el callejón varios trozos de carne. - Llévaselo a tu padre. Que conserve sus dedos, nadie se mete con el Gordo Harry. Fue en ese instante que Simón se incorporó. Llevó sus manos al cinto de plástico y con aire a lo Clint Eastwood desenfundó sus pistolas similar a como lo mostraban en televisión. El Gordo Harry rió al ver a ese muchacho esquelético, sin miramientos se burló mientras calzaba la manopla. Simón disparó y el tiro dio en plena barriga, el proyectil despedazó la grasa y la camisa se tornó rojiza. La segunda bala penetró la rótula destruyendo algunos trozos de hueso. Incrédulo, Harry cayó de rodillas. La tercera, entró en el cráneo, le voló parte del parietal y los sesos cayeron al pavimento. Con el cuarto tiro mató a uno de su pandilla, la bala entró en el pecho haciendo estallar el corazón. Y con el quinto hirió de muerte a su guardaespaldas, el tiro expuso el globo ocular y la sangre quedó como una estela al momento de caer. El resto de la pandilla huyó. Al otro día, la policía introdujo a Jack Seis dedos en la patrulla, aún sangraba su mano. Simón jugaba en la puerta mientras, en el interior de la casa, un oficial sacaba las armas de Jack envueltas en un plástico. De seguro le darían veinte años por los tres asesinatos. Simón cantaba, despreocupadamente extrajo de su bolsillo la foto de su madre y sonrió. Al doblar la patrulla por el callejón, lo último que Jack vio de su hijo fue una inquietante sonrisa seguida de una mirada de hielo similar a la suya. | |
| | | rondero Experto/a
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| Tema: Re: La novela policiaca y novela negra Sáb Feb 16, 2013 8:56 pm | |
| ¿De donde vienen las tragedias? por Jeison Villalba
Filomena Carpajo de 52 años de edad, vivía junto a su esposo Plutonio Carimba y sus tres hijos: Rember, Carmelo, y Eufrasio, en una lejana y selvática población del sur de tierralta. El lugar tornaba un ambiente solitario, la casa era de tablas con un techo pulido en fina palma de cera, el piso aterronado y húmedo fatigaba a Plutonio cada vez que se levantaba de su rugosa y remendada hamaca, y el temor que flotaba por los alrededores, en especial el que tenía Filomena de que en cualquier momento la guerrilla acabaría con lo que ellos durante muchos años habían criado y cultivado.
Una mañana, Filomena estaba sentada en su taburete mientras las urracas aclamaban la llegada de un fuerte aguacero. Rember y Carmelo limpiaban el cultivo de hortalizas y Eufrasio junto a su padre cortaban grandes gajos de plátano para el desayuno. De pronto, Filomena escucha unos disparos y muy asustada empieza a gritar: Pluto! Pluto!! “Se metió el ejercito” Corre! Plutonio manda a Eufrasio donde su madre para ver que sucedía, este sale corriendo y se tropieza con una gruesa raíz de un árbol de mango, rápidamente se levanta y mientras se proponía avanzar, observa varios hombres vestidos con ropas de manchas verdes y unas botas pantaneras muy lustradas, entre sus brazos llevaban varias “escopetas” y descendían de la montaña que estaba detrás del pilón del frente de la maracuyá debajo del mango por encima del loro que charlaba día a día con Rember.
Sin prestarle mucha atención a lo que había visto, Eufrasio llega a su casa y encuentra a sus dos hermanos debajo de la cama, y su madre arrodillada orando frente a una vieja foto de la virgen, mientras las gallinas cacareteaban como si ya fuesen a poner. Filomena lo toma del brazo y lo esconde debajo de la cama junto a sus otros hermanos. Una lagrima de sudor deslizaba sobre sus lucias mejillas, cuando de momento, hay un sesee al fuego, Filomena se pone de pie y se asoma a la descubierta y enterrada sala. Lo primero que ve, es desastroso. Pedazos sangrados de la cabeza de se esposo plutonio, y un gran suspiro marca en ella, una fuerte aceleración cardiaca, de pronto, Eufrasio escucha un leve ruido; como si algo se hubiese caído, sale debajo de la cama y se asoma a la sala, trinchado de dolor cae arrodillado frente a sus padres muertos ya por el suelo. Sus dos hermanos escuchan su llanto y salen a ver lo sucedido. Era horrible. Eufrasio no sabía que hacer, tenía tan solo 16 años y no contaba con nadie cerca mas que sus hermanos en especial Rember quien era un año mayor que Carmelo de 11. Los llantos de sus hermanos atormentaban sus oídos, entró un momento crítico de desesperación en el cual lo único que se le ocurrió fue llevar a sus hermanos a las orillas de las crecidas aguas de una quebrada cercana al cultivo de arroz donde los lanzó sin ninguna piedad, mientras estos chapoteaban tratando de salvar sus miserables vidas. Se quedo observándolos con una marca de tristeza y dolor en el rostro, pero a la vez con una cruda satisfacción y una leve tranquilidad amarga.
No se ha sabido nada más de él, nadie en el pueblo ha vuelto hablar de ese suceso, nunca se supo en realidad lo que paso con la familia Carimba. Hasta el día de ayer donde sale publicada la noticia de que un coronel del ejército, había acabado con la vida de todo un batallón de hombres, instalando una potente bomba en las instalaciones de la brigada 11 del ejercito. Según las noticias, el coronel Carimba Carpajo Eufrasio miguel había sufrido un desequilibrio mental por causa de un pasado oscuro que lo llevo a la tragedia. Se dice que fue por venganza, otros decían que era igual de loco a los demás, y otros afirmaban que la guerra y el recuerdo de su niñez propiciaron su “frágil” actitud. El pueblo ha guardado esto durante mucho tiempo, unos por miedo a que lo maten, y otros simplemente deciden ignorarlo, aun después de dos años de haber leído la cruel noticia. Tres meses después de aquel acontecimiento, sale en el periódico nacional de Colombia: “pueblo de Tierralta confunde a militares y guerrilleros. 15 años atrás fue encontrada la familia del coronel que asesinó a todo un batallón. Se encontraban muertos en su propia casa, y sus dos hermanos carcomidos a las orillas de una quebrada” El pueblo dice que fue el ejército. El ejército afirma que fue la FARC.
Y así queda impune y enterrada, una tragedia más de este apartado pueblo colombiano. | |
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