No sé por qué pero antes, tiempo antes, la imagen del señor Rajoy se me representaba como aquellos conquistadores españoles que arribaban a las Américas, espada en la derecha y los evangelios en la izquierda, para evangelizar aquellos indígenas de plumas en sus cabelleras y pintarrajeados, para cambiarles espejitos y otras chuches por el codiciado oro.
Todo un caballero español, orgulloso y altivo, don Mariano miraría, hasta concierto desprecio y distancia al invadido, sabiendo que hacían los tontos mientras él, cristiano viejo, hacía con el trueque un buen negocio. Sí, así lo veía en mis sueños.
Pero mis sueños se han transformado en pesadillas, y ahora veo al señor Rajoy con alguna pluma, por supuesto que en su cabeza únicamente, un taparrabos en vez de la arrogante y pulida vestimenta de conquistador, y arrodillado ante el nuevo y poderoso caballero que ya no es español, no tiene barba, es fémina, bebe cerveza, se llama Ángela y es alemana. Aunque alguien, pues siempre hay que viene a agriarte el yogurt, me dice que no es una pesadilla, que es la pura realidad, que don Mariano viste plumas naturales, tapa sus partes púdicas con taparrabo porque hay que recortar hasta en la pañería y su gesto de genuflexión es señal de haberse evangelizado al nuevo evangelio: el de la pérdida de la soberanía y algo de vergüenza torera.