Prudencio, un poeta nacido en Calahorra en el año 348 de nuestra era, autor de “Hamartigenia” (“Origen del pecado”) y “Cathermerinon liber”, procede de una familia noble de formación cristiana, y se distinguió por llevar a cabo una crítica sin piedad contra los valores de Roma y su desmedido interés por los espectáculos en el anfiteatro que, según el poeta, los vinculaba con la corrupción política y el paganismo.
En su obra “Contra Symmachum” demuestra cómo la lucha entre gladiadores es una realidad espectral y turbadora, careciendo de la mínima justificación la muerte de unos seres humanos en la arena para el deleite (voluptas) de otros seres humanos. Con suma habilidad, Prudencio nos introduce en una sospecha acerca de la perversidad del narcisismo romano. Con estas mismas palabras se dirige por escrito al emperador Honorio, pidiendo la supresión del cruel espectáculo en nombre de la caridad cristiana. Prudencio combate no ya la muerte de un hombre, sino la razón de hacerlo donde el juego agónico no es suficiente para justificar que unos hombres ofrezcan su vida en el ruedo.
Con su feroz crítica de entender la muerte, Prudencio sigue describiendo una realidad mucho más trágica aún: el martirio de los cristianos por su fe ante una sociedad indiferente. En su extraordinario “Libro de las coronas de los mártires” (“Peristephanon”), describe el martirio de santa Engracia y los demás mártires que recibieron el nombre de las “Santas Masas” de Zaragoza; o los suplicios de san Lorenzo en Huesca. Junto a su feroz crítica de los espectáculos circenses, glorifica al propio tiempo el martirio de los cristianos inmolados por su fe; Prudencio nos descubre todas las grietas de aquella sociedad romana de finales de siglo IV. Se trataba de un reconocimiento de un espectáculo cruel, fuera de época, en donde se está inventando una nueva identidad para la sociedad romana. La ciudad y sus habitantes viven ausentes de este cambio de actitud, porque perplejos ya no saben qué pensar y porque sus viejos valores son reprimidos con dureza por parte del cristianismo que va tomado posesión.
La censura en los espectáculos ya es un hecho cultural y político. La violencia contra lo romano es palpable y esa nueva identidad, la cristiana, promovida entre otros por Prudencio, no cambia momentáneamente gran cosa las condiciones materiales, sociales, políticas y culturales de la gente común. Sin embargo, esa nueva identidad, ofrece la posibilidad de morir como mártires o matar como los nuevos campeones poseedores de la Verdad. Un horizonte de oscuridad (uno más en su historia) se abría paso en Hispania como también en otros lugares del imperio romano, donde no habría lugar para los disidentes o los pensadores originales. Se escribirá contra todos ellos ya sean paganos, judíos, nestorianos, arrianos y, sin lugar a dudas, contra los priscilianos.