El gobierno y por repetición borreguil, la militancia kirchnerista, no reconocerán jamás la infamia desparramada durante más de 10 años de desgobierno, perdiendo oportunidades únicas para haber crecido en inversiones, en puestos de trabajo, en mejores salarios y mayores exportaciones.
En lugar de aplicar con medidas coherentes, el gobierno se comportó durante esta década como el sobrino imbécil que hereda una fortuna de una tía rica, y la dilapida en fiestas, viajes y putas.
El problema para el sobrino imbécil es que en algún momento la herencia se termina, entra en bancarrota y el consumo se reduce.
Esta es la realidad de la economía argentina, la fiesta está terminando y es tiempo de volver a trabajar.
¿Quién pagará el costo político de contar a la gente la verdad?
La fiesta del consumo artificial de la década perdida está llegando a su fin. Al comienzo del vodevil kirchnerista las inmobiliarias vendían propiedades como refugio de inversión. Una vez puesto el cepo cambiario por la fuga de divisas, la caída de la actividad fue total.
Al caer la compra-venta de inmuebles, la gente se volcó a la compra de coches para hacer frente a una moneda que se deprecia día a día. El aumento de las ventas no estuvo basado en incrementos reales de la población en forma genuina, sino en distorciones de precios relativos y al momento de estar escribiendo este post, las concecionarias de coches alertan sobre la caída de las ventas como concecuencias del aumento de los impuestos y el dolar caro.
Quizás sigan el mismo camino de las inmobiliarias al no apreciarse ningún cambio de rumbo de la economía.