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LA PASIONARIA
Era casi un niño cuando, desde aquel enorme aparato de radio, que necesitado de una antena la sacábamos por el patio interior de mi casa, escuchaba una voz atrayente; era una voz femenina cuya oratoria te obligaba a escucharla con mucha atención, y me fui aficionando. Aquella mujer que no conocía y que según mi padre siempre vestía de riguroso negro, era la Pasionaria. La emisora, que había que escuchar a muy baja voz para no ser denunciados por algún vecino fascista, era Radio España Independiente, también conocida como la Pirenaica.
Hablaba esta mujer de una España para mí desconocida, y al creerle pensaba que desde España se me mentía; supe de huelgas que se callaban, de maquis, de manifestaciones estudiantiles en la Universidad de Barcelona, de algún intento contra Franco, de sus asesinatos, y, como todo niño gusta de la verdad, sentí admiración hacia ella y la emisora.
Por el tiempo supe que había sido católica, devota de la Virgen de Begoña y practicante. Que de joven iba de pueblo en pueblo vendiendo sardinas y que casó con un minero asturiano, uno de los fundadores del Partido Socialista y que su vida fue muy trágica, ya que tres de sus hijas murieron siendo niñas. Como toda persona que destaca en este país, tuvo sus feroces detractores, desde la derecha se hizo correr la voz de que en cierta ocasión cortó la yugular de un cura con sus propios dientes. Pero también tuvo sus enemigos en la propia izquierda, como siempre ocurre, y desde la izquierda trotskista hicieron escampar el rumor de que el éxito de su oratoria era como consecuencia de las directrices recibidas desde Moscú.
Dolores Ibárruri, que éste era su nombre, estuvo en tres ocasiones encarcelada durante la República. Fue la única figura destacada del pequeño Partido Comunista español, que por aquel entonces contaba con 17 diputados, todos ellos
desconocidos e ignorantes a decir del socialista Indalecio Prieto. En un discurso pronunciado en las Cortes un 16 de junio, trató con desprecio a los fascistas españoles, tildándolos de
gansters.
En definitiva diré que Dolores era una mujer sencilla, apasionada en la defensa de sus ideas y de excelente oratoria, y por cuyo porte, presencia y elegancia natural sí podría llamársele una señora, no como esa otra,
la Collares, cuyo título oficial le daría el fascismo ganador de la contienda, un señorío por llevar collares de perlas y una cohorte de aduladores fascistas intentado sacar el provecho máximo por ser mujer de quien era.
El P©stiguet