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AMNISTÍA Y REFERÉNDUM
No hay duda, habrá amnistía para el 1-O y habrá referéndum de autodeterminación en Catalunya. No hay otra si se quiere, de una vez, solucionar el conflicto España-Catalunya sin resolver desde la insana actuación de Felipe V y las Cortes castellanas hace siglos. Catalunya debe elegir, está en su derecho, si quiere caminar sola o unida al Estado español por contrato, y nunca uniformada. No hay otra. Y yo creo que, inteligentemente, los catalanes elegirán esta segunda opción, pero por su libre albedrío e interés.
Y al parecer, los temores y melindres de los muchos gobiernos que han pasado por Madrid en estos siglos, negando la posibilidad de que los catalanes hablen y decidan, el PSOE de Pedro Sánchez está dispuesto a solucionarlo, y eso que está rodeado de viejas momias, bien instaladas en sus sarcófagos (léase situación económica muy saneada por el Estado) que se oponen abiertamente y votarían en contra si tuviesen la ocasión. Se oponen a la amnistía, los “encalados”, los creadores del Gal por una parte, y los amnistiados por crímenes de lesa humanidad y torturas a gogó del franquismo, inventores a su vez de amnistías de toda clase incluso fiscales. Seguramente debió existir también una amnistía sobre la memoria de la que hoy parecen carecer.
Juntos en unión, como buenos camaradas bajo los luceros, dan a entender a la sociedad que la amnistía solo sirve para que el señor Puigdemont, el malo-malo de la película, pueda pasearse por la España sagrada, una mentira más de los mentirosos del reino, ya que esta nueva amnistía serviría (esa es la pretensión de Sánchez) para cicatrizar heridas y olvidos en esos más de mil ciudadanos “culpables” del referéndum no autorizado, desde el director del colegio que permitió se colocasen las urnas, de las imprentas que imprimieron las papeletas, del bedel que dejó la puerta abierta para que los votantes entrasen al colegio electoral, de los mossos que se negaron a usar la porra contra los ciudadanos indefensos, o para los que con saña y odio arremetieron contra ellos a su llegada en el piolín procedentes de la España casposa que berreaba “a por ellos, oé”. Y servirá la amnistía para borrar los juicios, de los que Europa tiene sus dudas sobre el mismo, donde a las defensas de los acusados no se les permitió proyectar vídeos de las actitudes violentas de las fuerzas del orden, o desorden, contra ciudadanos que solo fueron a introducir su palabra en una urna. Para borrar la historia de una “República Libre Catalana”, que jamás existió en documento oficial alguno.
En definitiva que no es la amnistía para Puigdemont, que no engañen a la ciudadanía. Es una amnistía de la que más pueden beneficiarse los que hicieron daño, que los que lo sufrieron: los ciudadanos catalanes.
Pero España ha entrado en un proceso donde sin venganza, sin revancha, por el solo hecho, importante de modernizarse, es necesaria una nueva Constitución. La actual, mientras se redactaba, vigilados los redactores desde los cuarteles y las sedes franquistas y falangistas, hace años que cumplió sus objetivos; a nadie de los enriquecidos durante el franquismo se les obligó a devolver una peseta, y a nadie se llevó al paredón… Hoy, supongo, creo, deseo, espero, la sociedad española está en condiciones de redactar su nueva Ley de Leyes de manera libre para los años venideros, sin que haya ruidos de sables, que deben estar bien envainados, y los nuevos falangistas (Vox) sin entrar en la Moncloa pese a la servidumbre ante ellos presentada con humildad y vasallaje (vergonzante humildad y vasallaje) por el PP, su siervo y esclavo.
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