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| Primer concurso de Relatos Breves de todos los foros | |
| | Autor | Mensaje |
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Sukubis Veterano/a
Mensajes : 986 Edad : 56
| Tema: Primer concurso de Relatos Breves de todos los foros Lun Sep 05, 2011 12:29 pm | |
| - Gloria escribió:
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Bases del Concurso:
1.- Podrán participar con sus Relatos todos los foreros que así lo deseen, con un máximo de un texto por forero.
2.- Los textos deberán llevar un título y no haber sido publicados con anterioridad. La temática de los textos será libre, con la salvedad de que será obligatorio que en el mismo aparezcan una serie de palabras elegidas por el organizador del concurso.
3.- El tamaño de los textos no será superior a 4 páginas del Word, tamaño de la fuente 11.
4.- Los textos se enviarán por mp a la persona que esté organizando el concurso. Esta persona podrá participar si así lo desea con su relato, pero no podrá votar. Este primer concurso lo organizaré yo, el resto los irá organizando el ganador de cada concurso. La idea es hacer un concurso al mes.
5.- Habrá tres clasificados, 1º, 2º y 3º. El premio será un diploma que hará el amigo Riveira.
6.- El plazo de presentación de textos empezará mañana, día 29 de marzo y terminará el 17 de abril. Es decir, se deja un plazo de 20 días en cada concurso. Cuando acabe este plazo se publicarán los textos.
7.- Para las votaciones habrá una semana. En esta ocasión empezarán el día 18 hasta el 24 de abril. Nadie podrá votarse a sí mismo y todos los participantes están obligados a votar. También pueden votar todos los foreros que así lo deseen.Se votará un máximo de 3 textos con 1,2 y 3 puntos. Cuando terminen las votaciones desvelaremos la autoría de los textos así como los ganadores, quedando fijado quién será el organizador del siguiente concurso. En caso de que haya empate entre dos textos, se volverá a hacer una votación de los mismos para desempatar.
8.- Este hilo sólo se usará para la publicación de los textos y las votaciones, por favor, que nadie haga comentarios por aquí. Los comentarios se harán en el hilo "Comentarios sobre el concurso de Relatos Breves", esto nos facilitará a todos la tarea de leer los textos, las votaciones y su posterior recuento. Este es el enlace del hilo para comentar:
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Para terminar os dejo las palabras que han de aparecer en este primer concurso:
- Novela.
- Inanición.
- Galimatías.
- Pánico
- Sonámbulo.
Mucha suerte a todos, espero contar con muchos participantes. | |
| | | Sukubis Veterano/a
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| Tema: Re: Primer concurso de Relatos Breves de todos los foros Lun Sep 05, 2011 12:30 pm | |
| - Gloria escribió:
- Negra noche. Autor Mmonchi
-¡Camarero! Otra copa. Desde debajo de la barra donde descansaba en mi cama improvisada vi a Simón preparando un Gin Tonic para el único cliente que quedaba en el bar. Era raro que un martes de invierno por la noche entrase alguien, así que nos turnábamos para echar una cabezada en esas horas muertas. Como no teníamos trastero habíamos montado un jergón sobre unas cajas de whisky donde poder reposar, pero ese charlatán no iba a dejarme dormir. Simón le puso la copa y le dio conversación: - Aquí tiene. ¿Qué, descansando después del trabajo? - No, al contrario -dijo el cliente con voz socarrona-. No tengo un trabajo demasiado cansado. Me gusta tomar un trago para olvidar mi problema. - ¿Algo grave? - Es una larga historia... - Bueno, no tengo nada mejor que hacer. Claro, y de paso se mantenía despierto. Estoy harto de escuchar cada noche la novela de un borracho, así que traté de recuperar el sueño. - Mi problema es que no sé quién soy. - ¡Ah! Un caso de amnesia... - No, mi memoria es muy buena. Si no sé quién soy es porque... Será mejor que empiece por el principio. Mis padres son descendientes de dos familias muy poderosas, de ésas que lo controlan todo. Su grupo de empresas abarca todo tipo de negocios y domina no solo el mundo económico sino también el político. Mi padre es una de las personas más poderosas del mundo. - ¿Uno de los que se reúnen con el Presidente? - No, uno de los que deciden quiénes se reúnen con el Presidente. Él no aparece nunca en los medios de comunicación, si le viera por la calle no le reconocería. Mantiene su anonimato a costa de lo que haga falta y solo su círculo más íntimo sabe quién es. El caso es que decidió tener un hijo, alguien que le sucediera y heredara su imperio. - Y ése es usted. - ¡No! ¿Va a dejar de interrumpirme? Ése es mi hermano mayor. O mejor dicho, era mi hermano, porque murió a los cuatro años, antes de nacer yo. - Lo siento. - ¿Por qué? Nunca le conocí y si él siguiera vivo yo no estaría aquí. Fue un niño mejorado genéticamente. No me miré así, era posible hace mucho tiempo si tenías el dinero para pagarlo y el poder para contratar a la gente adecuada. Tampoco eran grandes mejoras, eligieron el sexo y que estuviera a salvo de enfermedades hereditarias, lo que se podía hacer en esa época, ya sabe. Yo no entiendo muy bien todo ese galimatías genético, pero mis padres obtuvieron lo mejor que se puede comprar: un niño guapo, sano, inteligente, cariñoso, todo lo que habían deseado. Un heredero perfecto para el imperio. Pero cuando tenía cuatro años se mató en un accidente estúpido. La historia me había desvelado. El hombre tenía imaginación y el cuento era interesante. - Después de eso mis padres quedaron destrozados. Los meses pasaban y mi madre estaba inconsolable, vagaba de noche por la casa como un sonámbulo. Hasta que un día mi padre tomó una decisión: recuperar a su hijo muerto. Habló con los científicos que habían mejorado al niño y les pidió que le clonaran, que hicieran una copia idéntica de él. Con dinero y poder todo se consigue y así nací yo. - ¿Usted es un clon? - ¿De qué se extraña? ¿Qué pensaba que era un clon, alguien con ojos saltones o superpoderes? Simplemente tengo el mismo ADN que mi hermano muerto. Es como si fuéramos gemelos nacidos con seis años de diferencia. - Entonces usted lo heredó todo. - No. Póngame otro Gin Tonic y sírvase una copa mientras lo sigo contando. Gracias. Como le decía, yo nací para sustituir a mi hermano. Al principio todo fue bien, yo era idéntico a él. Tenía su mismo aspecto, sus mismos gestos, su misma manera de moverme. Me salieron los dientes, empecé a andar, a decir las primeras palabras, y a partir de entonces empezaron los problemas. Donde mi hermano era bueno, cariñoso y adorable yo salí inquieto, revoltoso y travieso. Volvía loco a todo el mundo en la casa y acabé hartando a mi padre. No era lo que él había comprado. Cuando cumplí cinco años decidió intentarlo de nuevo y me volvió a clonar, es decir, volvió a clonar a mi hermano. Yo no le servía. - ¿Y qué hizo con usted? - Me ingresó en un internado con nombre falso y se desentendió de mí. Sé que no le fue bien la cosa y que tuvo que intentarlo varias veces más antes de que un hijo le saliera como él quería. Por lo que me contaron tengo dos hermanos menores, el que va a heredar todo y otro que anda por ahí, trabajando en los negocios familiares como yo. Ya conoce la canción The winner takes it all: el ganador se lo queda todo. - ¡Pero no pueden desheredarle! Para eso existen las leyes. - No me haga reír. Mi padre no tiene nada a su nombre, todo está convenientemente camuflado. Si viera los impuestos que paga pensaría que es pobre como una rata. Todo está en paraísos fiscales. - ¿Panamá, las Islas Cayman, Gibraltar? - ¡No! Estados Unidos, Alemania, Rusia. La gente como él pone y quita gobiernos, todo se hace como ellos quieren. A mí me dieron la opción de trabajar en los negocios familiares y cobrar un sueldo a cambio de no molestar. Naturalmente, acepté. Ocupo un puesto en los escalones más bajos del negocio, lejos de los que toman las decisiones. A estas alturas ya se me había ido el sueño. Dudé si levantarme y tomarme una copa con ellos, pero decidí que el cliente se podía sentir molesto y dejar de contar su historia, que me tenía interesado. ¿Qué se le ocurriría después? Me quedé tumbado debajo de la barra y escuchando. - Había algunas condiciones, claro. Me hicieron una operación de cirugía estética para que no hubiera un doble de mi hermano circulando por ahí. Pequeños cambios en la nariz y las orejas, agrandar los labios y moldear las cejas. Todavía nos parecemos, pero nadie diría que somos el mismo. Y la condición principal: no contar nunca nada a nadie, por supuesto. - Claro, entiendo que no quieran que se sepa. ¿Pero por qué me lo está contando a mí? - Oh, usted no cuenta. ¡No se mueva! ¿Recuerda el cargamento de cocaína que se perdió el año pasado? Era de mi familia. Nos ha costado mucho trabajo encontrarle, pero al final alguien habló. Gracias por las copas. Escuche un disparo silenciado y Simón cayó a mi lado con una mancha de sangre en el pecho. Una mano armada apareció por el borde de la barra y le disparó en la cabeza una segunda bala. Cerré los ojos mientras la sangre me salpicaba la cara.
El pánico me impidió mover ni un músculo. Escuché como se abría la puerta del bar y se volvía a cerrar. Después de unos minutos me convencí de que estaba solo y decidí levantarme. Limpié la sangre de Simón de mi cara y salí a la calle.
Llevo toda la semana escondido en el monte, a punto de morir de frío o de inanición. La policía ya habrá encontrado el cadáver de Simón y me estarán buscando porque soy el principal sospechoso. Podría arriesgarme a volver y tratar de demostrar mi inocencia, pero ¿quién creería mi historia? Además, estos tipos deben saber quién soy. Hay un banco frente al bar y las cámaras de vigilancia apuntan a la calle, se utilizaron para resolver un atraco que hubo en la sucursal. Mi imagen saliendo del local debe ser la única que aparezca en la cinta y no es la policía la que me preocupa. Ésta gente es capaz de todo para proteger su anonimato, lo dijo el asesino, y yo soy un testigo molesto.
Voy a escribir mi historia por si me pasa algo. Si la estás leyendo es porque ya estoy muerto y el amigo al que se la voy a enviar ha decidido publicarla. Que tenga cuidado él también. | |
| | | Sukubis Veterano/a
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| Tema: Re: Primer concurso de Relatos Breves de todos los foros Lun Sep 05, 2011 12:31 pm | |
| - Gloria escribió:
- Un despiste de Morfeo. Autora: Marmopi
Pasó una noche malísima. Se acostó con mucho sueño, pero según pasaban los minutos, se daba cuenta de que lo suyo, como mucho, sería un duermevela. No se encontraba a gusto en ninguna de las posturas que iba cogiendo para dejarse mecer por los brazos de Morfeo.
Sus pensamientos, por más que quisiera, no dejaban de rondarle: esa novela que se traía entre manos le asaltaba continuamente. Se arrepintió mil veces de haberla cogido de la biblioteca por mucho que se la hubieran recomendado. Jamás le gustaron las historias de pánico, como era aquella.
No dejaba de ver, aún en sueños, aquel galimatías en que se estaba convirtiendo el relato aquel, ese pobre indigente famélico, comido por la inanición, que pasaba mil y una penurias para echarse un chusco de pan a la boca, la mayoría de las veces duro y mordisqueado por los perros que se encontraban, como él, ansiosos por hincarle el diente a lo más insignificante que consiguiera tapar un trozo de estómago hambriento casi tanto como ellos.
Llegado un momento de la noche se levantó sonámbulo. Lo hacía de vez en cuando. Se acercó a la nevera. La abrió y rebuscó en la misma el filete que se dejó de la cena y lo metió en el trozo que también quedó de pan. Se puso su chubasquero azul, bajó las escaleras del piso y salió del portal con el bocadillo en la mano. Las gotas le rozaban el pelo y le humedecían la cara, pero él seguía, absorto, su camino hacia los cubos de basura de la esquina de la calle.
Una vez allí, entre el ruido de las gotas en el asfalto y los maullidos broncos de los gatos, posó el bocadillo en el suelo, dio media vuelta, entró en el portal y subió a su casa. Se despojó del chubasquero y con el pelo mojado se metió entre las mantas de su cama y se hizo un ovillo.
Se levantó, cansadísimo, a eso de las 7.30 horas. No hizo falta que le sonara el despertador. Se metió en la ducha y desayunó a toda prisa. Jamás le gustaba llegar tarde a la oficina. Al pasar por los cubos de basura, alguien se dirigió a él desde la acera de enfrente.
-Gracias. Anoche pude echarle algo al estómago –le dijo el mendigo que dormía todos los días a resguardo de los cubos sobre unos cartones apilados.
-¿Gracias?. ¿Por qué? –contestó Rubén.
-Por su bocadillo de la madrugada. Me lo dejó al lado mientras dormía, bajo los cartones que me sirven de ropa para el frío de las noches. –contestó el indigente.
-De nada, hombre. Es lo menos que puedo hacer por usted –y tomó, sorprendido, el camino del coche que le llevaría al trabajo, pensando en lo malo que debe ser no tener familia y vivir bajo el techo de las estrellas. Seguro que hace que se pierda la cabeza. De hecho, está muy claro por lo que me ha dicho ese hombre. Habré dormido poco, pero no me he movido de la cama en toda la noche. Creo que ni me levanté al baño –pensó. Hoy me haré una ensalada y aprovecharé el filete que no pude tomarme ayer porque me dolía la tripa antes de acostarme. | |
| | | Sukubis Veterano/a
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| Tema: Re: Primer concurso de Relatos Breves de todos los foros Lun Sep 05, 2011 12:31 pm | |
| - Gloria escribió:
- El diario perdido. Autora: Gloriana
Cuando se elige bajar por las escaleras sigilosamente, deprisa, y sin usar el ascensor para no hacer el más mínimo ruido, y al llegar al portal se mira a un lado y a otro de la acera, es porque se huye de algo. Yo escapaba de la probable aparición de mi vecina doña Filomena y del garantizado galimatías verborreico al que me sometía siempre que tenía ocasión, explicándome los ataques de pánico que le ocasionaba a ella su pobre hijo sonámbulo, entrando cuando menos se lo esperaba en su habitación mientras dormía. ¡Aceras libres de vecinas “pegamento”! Así que, bastante aliviada, crucé la calle dirigiéndome a los jardines públicos situados enfrente de mi edificio para leer mi nueva novela sentada en cualquier banco de madera que se encontrase disponible.
Sólo uno de los bancos estaba ocupado por cuatro amigas sesentonas que charlaban por lo bajini de sus cosas. Mi llegada les pasó casi inadvertida. Continué caminando y a la vez descartando los asientos en los que aún daba el sol de la tarde, cuando advertí que encima de uno de los bancos, alguien había olvidado un cuaderno. Elegí sentarme allí para proceder a mi lectura, supongo que atraída por la curiosidad de hojear aquel manuscrito que no había previsto encontrar. Era un diario. Ya a la primera página descubrí que estaba escrito por una mujer cercana a los treinta, igual que yo. Lo cerré, y miré a mi alrededor. Las cuatro amigas seguían charlando, y ahora se las escuchaba reír. ¿Quién demonios habría olvidado aquel diario? ¿Volvería a por él en cualquier momento y me encontraría husmeando en sus páginas? La tentación me pudo. Mi novela pasó a un último plano, así que la dejé a un lado y me entregué por completo a la lectura del diario, hasta que una pelota de redonditas verdes y naranjas chocó contra mi pierna avisándome así, que el parque estaba mucho más concurrido que cuando llegué para pasar la tarde; también me percaté de que habían transcurrido casi dos horas desde que había empezado a ser intrusa de aquellas vivencias ajenas.
De nuevo observé si a mi alrededor podía hallarse la autora de aquel manuscrito, y nadie respondía a aquel perfil. Seguí con mi lectura, y a medida que iba pasando las páginas, me daba cuenta de lo feliz que era y del bienestar que gozaba comparado con el de la protagonista de la historia real que me daba a conocer a través de su diario. Yo disfrutaba de buena salud, y mi trabajo me permitía vivir en un piso en el centro y tomarme unas cortas vacaciones cada verano. Tenía pocos amigos, pero leales. No tenía pareja, aunque tampoco había sido abandonada y no había perdido a ningún hijo. Mi visión de la vida cambiaba a medida que seguía con la lectura y conocía la existencia de aquella mujer e iba traduciendo su inanición de amor a través de su relato, escrito hacía relativamente poco tiempo y ahora olvidado, quizás adrede, en aquel banco.
Cuando llegué a la última página del diario ya oscurecía. Me sentí angustiada por las penas de su autora, y a la vez, egoístamente satisfecha de mí misma, al ser consciente de mi suerte en la vida. Me levanté del banco entumecida, recogí mi novela y el cuaderno, y empecé a andar de vuelta a casa. Me detuve a los pocos pasos. ¿Volvería la autora para recoger su diario? ¿ Si volvía a colocarlo adonde lo encontré, caería en otras manos que no fuesen las suyas? Opté por dejar el cuaderno donde lo había encontrado; me sentí obligada a devolverlo al destino que lo había puesto en mis manos, y que él decidiese a quien tenía que entregarlo de nuevo.
Las luces del portal de mi casa estaban encendidas; me dirigí al ascensor. Allí me abrió la puerta, cediéndome el paso mostrando una amable sonrisa, mi querida vecina doña Filomena... | |
| | | Sukubis Veterano/a
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| Tema: Re: Primer concurso de Relatos Breves de todos los foros Lun Sep 05, 2011 12:32 pm | |
| - Gloria escribió:
- La ultima oportunidad. Autor: Rondero
Estaba lloviendo.La estación se encontraba casi desierta, solo dos o tres personas esperaban la llegada del tren. Miré el reloj....Tan solo cinco minutos, aunque después me parecieron eternos. Aunque mi relación con María habia llegado a su fín, algo dentro de mi decia...¿Inténtalo? ¿No tienes nada que perder?......pero no es tan facil. Mi cabeza era un galimatias, un cosquilleo circulaba por mis piernas, mis manos temblaban, ¡Sentí panico! con lo facil que me resultaba en otro tiempo....y ahora me habia quedado sin palabras. María estaba a mi lado, aunque parecia ausente, llevaba esos pantalones vaqueros ajustados que le sentaban tan bien, un paraguas en una mano y un libro en la otra,creo recordar que era una novela. De repente, el sonido que avisaba de la llegada del tren....rompió el silencio que se respiraba en la estación. Mi pulso se aceleró, mi corazón parecia como si hubiera dejado de latir unos segundos y el nerviosismo se apoderó de mi. Después de mirarnos, María y yo nos acercamos hacia donde el tren se detenia lentamente. Es mi ultima oportunidad-pensé. Me acerque a María para decirle unas palabras, quizá las ultimas... Le cogí de la mano.....cuando una señora de pelo canoso que estaba esperando el tren y nos habia estado observando desde que llegamos, se acercó a nosotros y sonriendo preguntó: ¿Saben el tiempo que se detiene el tren en la estación?... No tuvimos tiempo de contestarle. Una voz lo hizo por nosotros... ¡Pasajeros al tren! ¡En dos minutos tomaremos la salida! ¡Pasajeros al tren!. Habia perdido mi ultima oportunidad, esa señora de pelo canoso era la culpable....-pensé. El beso agonizante que María me dió en los labios me devolvió a la realidad. - Me escribirás-le dijé. -Quizá cuando pase un tiempo...no lo sé-me contestó. El tren avisaba de su partida. -Miré a María por ultima vez. -Adiós, cuidate mucho-le dije. -Tú tambien-me contestó. Cuando el tren comenzó a moverse, parecia como si pasara por encima de mi.
Como un sonámbulo cuando se despierta por la noche, asi caminaba yo, cuando salí de la estación. No tenia fuerzas, mi estado de inanición y la lluvia que caía intensamente no me eran de gran ayuda. De repente, recordé las palabras de María....quizá cuando pase un tiempo. ¿Quién sabe? Puede que aún tenga ....una ultima oportunidad.
Levanté la cabeza, aceleré el paso, entré en un bar y pedí algo de comer.
Tenia que coger fuerzas.....el tiempo pasa muy rapido. | |
| | | Sukubis Veterano/a
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| Tema: Re: Primer concurso de Relatos Breves de todos los foros Lun Sep 05, 2011 12:33 pm | |
| - Gloria escribió:
- Benedicta, Benedicte. Autora: Tay
-Tú eres la niña nueva, ¿verdad? -Sí. -¿Me puedo sentar contigo? -Sí. -¿Cómo te llamas? -María. -Hola, María. Yo me llamo Benedicte, ¿lo ves aquí, escrito?, pero se pronuncia “Benedict”. -¡No le haga caso, señorita! ¡Se llama Benedicta!
En ese instante aprendí lo que era “tener a alguien atravesado”, aunque mi tierno cerebro de cinco años apenas diera de sí para poder comprender tamaña mala leche. Aquella monja con mostacho y papada doble consiguió, nada más comenzar el curso y sin esfuerzo alguno, despertar en mí férreos instintos criminales, pese a mi edad. Recorría lentamente el pasillo del autobús escolar como un empecinado carcelero, en la obcecada búsqueda de una niña mal ubicada en su asiento, de un uniforme mal puesto, o de cualquier delito similar, para poder descargar su ira de frustrada madre, bien con un grito, como el que acababa de propinar a mi recién estrenada amiga, bien con un sonoro palmetazo en la testuz de la pobre víctima que eligiere para ello. Las monjitas que yo había conocido hasta entonces, en el jardín de infancia, eran dulces, blanditas, sonrientes y juguetonas. Me regañaban con mimo, igual que mi mamá, consiguiendo, en mi limitada conciencia, admisión de culpa y disposición a mejorar. Las echaba de menos.
-Ya no me acuerdo de cómo te llamas. -Puedes llamarme Bene. Si quieres nos sentamos juntas todos los días. -Bueno.
Así conocí a mi primera amiga. Como ella era mayor que yo, tres años exactamente, solamente coincidíamos en el autobús que nos llevaba al colegio por la mañana, y de vuelta a casa por la tarde. Veinte minutos de trayecto, muy poco tiempo, mas lleno de buenos ratos. Benedicte hablaba por los codos, era paciente con mi parvulario vocabulario, y me permitía preguntarle sin límite. Ella también se interesaba por saber.
-¿Quién te lleva a la parada? - Jelu. -Y, ¿quién es Jelu? -La chacha -Eso ya lo sé. Lleva uniforme de chacha. -Pues ¡no me preguntes!
Jelu era la asistenta de mis tíos abuelos. Trabajaba en casa en régimen interno. Después de fallecer mis padres, dos meses antes, recuerdo que fue la primera persona que me durmió en sus brazos. La tía Geno nunca lo hizo. Jelu sabía que mi existencia había dado un vuelco fatal, era consciente del galimatías afectivo que se me habría formado en la cabeza, sin saber quién adoptaría en adelante en mi vida los roles de papá y mamá, sin entender por qué ellos ya no podían estar conmigo, ni por qué mi hermanito estaba lejos, ni qué habría hecho yo, a mis cinco años, para terminar viviendo con dos ancianos de setenta años sin hijos ni nietos, absolutos desconocidos hasta entonces para mi. Desde el primer momento, aquella chica de no más de veinte años, redondita, rechonchita y graciosamente acnéica, puso empeño y cariño en lograr que tan grave carencia me afectara lo menos posible. Jelu siempre tenía prisa, me llevaba de la mano prácticamente arrastras, y no dejaba de quejarse durante el trayecto de la parada de autobús a casa. -Vamos, qué niña, que no llego, que tengo plancha, hay que ver, ¿eh? ¡Lo pequeña que eres, y cómo te pesa el culo ya! Pero ¿Quieres andar más rápido? ¡Jesús, Jesús!
El portal de la casa me daba miedo. Era siniestro; todo mármol amarillento y madera vieja. El ascensor bien podría haber sido extraído de una novela de terror. Se veían las poleas, los cables, la grasa negra y espesa que los cubría. Uno subía encerrado entre rejas, viendo los muros y los pisos pasar. Me suscitaba pánico, irremediablemente. Si a eso le añadimos que el tío Paco me amenazaba con meterme ahí cada vez que me portara mal, más terrorífico aún se me antojaba.
Verde botella. ¿Quién podría tener la retorcida ocurrencia de sumir a una niña de cinco años en un universo color verde botella? Solamente a mis tíos, sin duda, y a las monjas como la del mostacho. Un niño debería crecer entre tonalidades parchís y pastel. Tendría que estar prohibido mostrarle más colores. En mi caso, casi lo consideraba un castigo: Mi uniforme de colegio era verde botella, la tapicería del sofá y las faldas de la mesa camilla, en casa, también, y, por supuesto, el feísimo revestimiento de los asientos del autobús escolar. Mi tía Geno tejía eternamente un jersey verde botella, envuelta ella misma en una toquilla verde botella. Los marcos de los cuadros de la casa estaban malpintados de verde botella, y las barandillas de la escalera del colegio, no iban a ser menos, compitiendo, además, en desconchones con los marcos. Mi abrigo, para más castigo, era verde botella, así como el estampado de la colcha de mi cama, mi gorro de punto, y la batería de hierro esmaltado de la cocina, cómo no, también llena de feos desconchones.
Después de la jornada escolar pasaba la tarde con Jelu, hasta mi hora de cenar. Mientras ella planchaba, lavaba la ropa (a mano, agachada sobre la bañera), o fregaba el suelo (arrodillada, con barreño y estropajo), yo me sentaba a su lado, o bailaba por el pasillo al son de las canciones que ella me enseñaba, o de las que yo traía aprendidas del colegio, de las que mi compañera de canto sacaba su peculiar versión, más folclórica y menos infantil. En casa de mis tíos estaban prohibidas las lavadoras, las fregonas y las muñecas. Suerte tenía yo de contar, al menos, con un cuaderno donde pintarrajear con un lápiz color verde botella que Jelu me afilaba a cuchillo, y que nunca parecía tener final, y, cómo no, con el extenso repertorio musical de mi chacha, que abarcaba desde canciones de Fórmula V y Karina, hasta coplas y jotas aragonesas. Todo ello hizo que, los tres años que residí allí, quizá no fueran todo lo dulces que serían seguramente para cualquier otra niña, pero sí resultaron medianamente llevaderos. Y, seguramente, - ya se encargaba ella de que lo tuviera en cuenta, - habría niñas en otros hogares que a lo peor no tendrían, ni un cuaderno como el mío, ni las canciones de Jelu. Cuando ella terminaba sus tareas, venía lo mejor. Yo esperaba ese momento cada tarde con impaciencia. Desde el instante que le comunicaba a mi tía que se retiraba, entonando un protocolario “si no necesita usted algo más”, Jelu era ya mía. Jugábamos, cantábamos y bailábamos, metidas ambas en una habitación donde apenas cabía una cama plegable y un armario, espacio suficiente aquél para ser feliz, para disfrutar de mi singular infancia de juguetes prohibidos “porque manchan”- palabras de la tía Geno -, y con terreno suficiente para terminar sudando a veces, harta de brincar y reír junto a Jelu, junto a mi Jelu.
Aconteció la llegada de la primera Navidad en casa de mis tíos. Vacaciones, un horror. No podría disfrutar en dos semanas de la compañía de Benedicte, compañía que ya no se reducía sólo a los trayectos de la ruta escolar. Me buscaba en los recreos por el patio del colegio, y jugaba conmigo y mis compañeras, sin complejo alguno por sacarnos una cabeza de alta a todas nosotras. Una supuesta prima de la monja del mostacho, también monja y carcelera vocacional, de vez en cuando irrumpía en nuestros juegos para sacar de un tirón de ellos a mi amiga, a fin de ubicarla junto a las alumnas de su curso, recordándonos una y otra vez, cuando nos despedíamos de ella mientras se la llevaba de la mano, que se llamaba Benedicta, y no Benedicte. Benedicte era francesa de nacimiento y madrileña de adopción. Su padre, belga; su madre, de Cáceres. Jamás pude saber cómo diantres acabaría ella en ese colegio, y sus padres en Madrid, pero habría estado bien enterarme alguna vez de por qué, también, la vida de mi amiga, pudo haber dado curiosamente tantas vueltas.
En Nochebuena y Navidad no percibí ambiente festivo alguno en casa, a excepción de que mis tíos rezaban más, y seguían todos los oficios religiosos posibles por televisión. Jelu se había marchado tres días a su pueblo, de modo que llené mi tiempo pintando sobre boletos de quiniela, porque mi cuaderno decidió, cansado, que ya no tenía más páginas a mi disposición, pidiendo ser retirado a una estantería para disfrutar de una merecida jubilación.
Los Reyes Magos de mis tíos me trajeron un lote de libros de cuentos y un cuaderno nuevo de tapas duras (color verde botella). Yo sabía leer perfectamente desde los cuatro años; mi padre se empeñaba ya entonces en convertirme en la empollona que nunca fui después, y se adelantó a la enseñanza escolar en un par de cursos, logrando que me familiarizara con el cuaderno caligráfico desde muy temprana edad. Pero Jelu también había dejado la noche de Reyes un zapato mío en su ventana, y cuando abrí su regalo, juraría que el mismo niño Jesús se me personó allí mismo, tal fue mis sorpresa al descubrir una guitarra de madera, para niños, pequeñita, pero guitarra, toda, toda, para mí. Prodecí a inspeccionar el instrumento bajo la inquisidora mirada de soslayo de mi tía Geno hacia Jelu, que no entendía a santo de qué su asistenta había desobedecido la tajante orden de no introducir juguetes en la casa, “porque manchan”. Jelu sonreía mirándome mientras yo le sacaba los primeros acordes a mi regalo, mas previendo que se fraguaba una bronca de su jefa, me disuadió de continuar mi desafinado concierto más de diez minutos en la salita de estar, invitándome con dulzura a seguir en su habitación. Allí, en nuestro refugio, pude dar rienda suelta durante todo el día de Reyes a mi nula vocación musical, en la que ni el niño Jesús allí presente me ayudaba, tan penosamente debía estarlo haciendo. Quizá consideró que era mejor que el ruido camuflara la reprimenda que Jelu finalmente se llevó por haberme regalado tan ruidoso invento.
Mi tío Paco nunca intervenía entre jefa y asistenta, si acaso cuando decidían subirle el salario, que no eran tampoco muchas las veces. En realidad nunca intervenía en nada; en esa casa ni pinchaba ni cortaba. Era un ente sin sustancia alguna, insulso e inexpresivo, que se ocupaba exclusivamente de estar sentado y callado ante el televisor, asintiendo a todo aquello que se le preguntara, hipnotizado de modo crónico por la aplastante y continua manipulación psicológica de su esposa, que le daba órdenes a cada momento como si de un robot se tratara. Cada vez que mi tío se movía del sofá era por imperativo de la tía Geno. Sólo lo hacía por iniciativa propia cuando iba al baño, y en ocasiones lo he llegado a dudar. Cuando se necesitaba una voz grave que me metiera el miedo en el cuerpo, se encargaba también él de increparme, decretado previamente por mi tía, aunque todo su alarde de autoridad se reducía a amenazarme con encerrarme en el ascensor, a sabiendas de que yo obedecería de inmediato.
Esa noche a Jelu le costó despegarme de mi guitarra. Estuvimos una larga hora tras la cena repasando nuestras canciones, y antes de que Fórmula V o Karina nos interpusieran una denuncia, optó por quitarme mi adorado juguete a la fuerza para ponerme el pijama de flores color verde botella, sabiendo, no sin cierto pesar, que me haría llorar. Mi llanto debió ser el desencadenante final para que mi tía Geno tomara cartas en el asunto, y envió a mi tío a la habitación, que, enfundado en un horrible esquijama de rayas verde botella, se personó allí, como sonámbulo, sin decir ni media, y arrancó mi regalo de las manos de mi chacha, llevándoselo de allí, sin más. Mi rabieta alcanzó confines de soprano, y Jelu intentó de todas las maneras posibles que me calmara. Me abrazó, me cantó, me bailó, cogió los cuentos a la desesperada, enseñándome dibujos y dibujando ella misma malamente en mi cuaderno nuevo, luchando por entretenerme como fuera. Finalmente, mi berrinche y mi sueño creciente le ayudaron a conseguirlo, y el niño Jesús, casi seguro, colaboró también, que había terminado hasta el gorro de mí, y tenía, supongo, ganas de irse a descansar. Al día siguiente, al despertar, vi mi guitarra junto a la cabecera de mi cama, apoyada en una silla. Me incorporé y la cogí con ahínco, dispuesta a brindar a mis familiares y a Jelu otro día de martirio musical, segura estaba de que, aquella vez, contaría con su venia. Si no fuera así, no tendría sentido que me la hubieran devuelto. Mas cuando me puse en situación, me encontré con que mi juguete… no sonaba. Alguien había sustituido las cuerdas por hebras de lana de colores, alguna de ellas, para más desgracia, verde botella, y con ello se había conseguido, de modo concluyente, devolver el silencio a la ya de por sí silenciosa vivienda. Me negué a desayunar. Jelu se desesperaba, triste por verme así, resignada por la inquisidora decisión de su jefa. Dejó de lado, incluso, algunas labores de diario, jugándose otra reprimenda en aras de conseguir que yo comiera, y sobre todo, de que volviera a sonreír. Si por mí fuera, me habría dejado morir de inanición, tan hundida estaba. No entendía, no aceptaba, no asimilaba, no quería más cuentos, ni más canciones, ni más bailes, ni más nada. Solo quería rascar mi guitarra, extraerle su estridente sonido y disfrutar, como cualquier otro niño, de mi día después de la venida de los Reyes Magos. Finalmente, la compasión por mi chacha, a la que veía más disgustada que yo, si era posible estarlo, me obligó a comer de mala gana, entre lágrimas y moqueando, resignada a un castigo que escapaba a mi comprensión, indignada por la privación de haber podido gozar de mi único juguete. Pasé la mañana embebida en mis cuentos. He de admitir que eran bonitos, o me lo parecieron. No todo estaba perdido, tenía una novedad a la que asirme. Pero deseaba volver al colegio, jugar con Benedicte y mis amigas, permitir que me contaran qué les habían traído los Reyes a ellas, en el desesperado consuelo, al menos, de que a ellas les hubiera ido mejor que a mí. Jelu trabajó en silencio, ignoro si por su propia pesadumbre, o en solidaridad con la mía. Por la tarde durmió conmigo la siesta, después de recoger la cocina. En esa semana de fiestas, mi tía le desposeía de algunas labores. No se lavaba ropa ni se planchaba a diario, lo que mi chacha agradeció, porque así podía dedicarme más tiempo, aunque no le fuera posible marcharse al pueblo con su familia, con la que ya había estado en Nochebuena y Navidad. Paseábamos de vez en cuando por el parque de El Retiro, me compraba chucherías (las justas, puesto que mi trasero ya apuntaba maneras de ser lo que hoy en día es), me llevaba a ver, a la Plaza Mayor, los adornos navideños que en casa brillaban por su ausencia, y me hacía sentir, por primera vez, que se puede tener más de una mamá.
Ya entrada la tarde me despertó un sonido extraño. Abrí los ojitos y me topé con Jelu maniobrando de forma peculiar con la guitarra, que se perdía, sumisa y literalmente, entre sus rechonchitos brazos.
-Mira como suena, ¿lo oyes?
Había tensado las hebras de lana casi hasta el punto de romperlas. Estuvo entreteniéndose en enrollarlas de dos en dos, extrayendo más material del verde botella costurero de la tía Geno, de modo y manera que habían engrosado, y así, se habían reforzado. Desde luego no consiguió que sonara como antes, pero puedo jurar que de aquél invento surgían notas, rudas, bastas y apagadas, pero surgían. Dedicamos aquella tarde y las venideras, durante meses, a emular al hermano fracasado de Paco de Lucía. Fórmula V y Karina se sumaron solidariamente a la causa, a través de nuestros pulmones. Mis tíos parecieron sucumbir a la realidad de que no se puede tener un niño en casa sin ruidos, y cuando mi compañera de dueto y yo nos entusiasmábamos demasiado, terminaban haciendo la vista gorda. Solamente el cansancio natural de una niña que crece y que busca nuevos entretenimientos, hizo que mi guitarra terminara descansando, agradecida y con la honrilla personal del trabajo cumplido, junto a mis pintorrejeados cuadernos, en la estantería sobre la que fui construyendo, semana a semana, la historia de aquellos peculiares años de mi vida. | |
| | | Sukubis Veterano/a
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| Tema: Re: Primer concurso de Relatos Breves de todos los foros Lun Sep 05, 2011 12:33 pm | |
| - Gloria escribió:
- Cobayas. Autora: Annapurna
Eran las tres de la tarde, cuando sonó la alarma estaba seguro de haberla apagado durante la mañana. Ese día me había levantado antes de la hora prevista, pues la noche había sido un tanto dura, pero no recordaba lo que había enturbiado mis sueños, intentaba ordenar el galimatías que tenía en la cabeza pero no había forma de hacerlo. Por aquel entonces estaba escribiendo mi tercera novela, su título “sonámbulo”, era una historia verídica, como todas las que escribía, pero en esta había optado por experimentar con lo desconocido, la mente de algunos pacientes del hospital de Luisiana, era un grupo de seis personas. El director del hospital me había pedido que no comunicase en un primer momento que hacia allí, pues no todos iban a estar a favor de mi investigación. Iba a ser uno más. Recuerdo mi llegada al hospital y a la tercera planta del mismo. Todo era de color blanco, las paredes, los suelos de mármol… Había varias salas que se comunicaban entre sí, a través de cristales de gran grosor (me llamó la atención). A las 10:32 A.M. entre a la sala de iniciados, lo recuerdo bien, pues había un enorme reloj de pared, justo en frente y era de madera de caoba, fácil de ver al contrastar con la base del hospital. Me acompañaba el director del centro, cosa que me hizo dudar, porque nunca me han acompañado cuando ingreso por otras molestias, y pregunté el porqué de aquello. Su respuesta fue simple, siempre lo hago en estos casos, pues ha de tener en cuenta que no todos están aquí por placer. Estas palabras me hicieron pensar… Empezaron a llegar mis nuevos “compañeros”. La primera una chica hermosísima, de cabello largo y rizado, alta y estilizada, pero en su rostro se podía deslumbrar que no estaba bien. El segundo y el tercero llegaron juntos, bastó un buenos días y sentarse. No dejaban de hablar entre ellos, pero parecían estar cómodos en aquella situación. El cuarto era un señor de bastante edad, barba, bien vestido y educado. La quinta era una señora de unos 50 años, muy agradable en el trato y media hora más tarde, entraba un policía con guantes blancos, y comenzó a mirar toda la habitación. Me extrañe mucho, no entendía aquel reconocimiento, hasta que por la puerta asomó un “personaje” diferente. Era un chico robusto, con mirada baja. Llevaba un traje color naranja e iba atado con esposas. El policía agarró la silla que estaba a su lado y la llevo hasta la esquina de la puerta de entrada, al chico lo guiaron hasta otra, muy alejada del resto de personas que allí nos encontrábamos. He de reconocer que la situación me produjo un pánico inmenso. Pero no debía notarse. El doctor nos observaba desde una de las ventanas que comunicaban a la habitación, yo sabía que era así, porque se me había comunicado, pero los “demás” pacientes no tenían conocimiento de este dato. Empezó por romper el hilo el anciano. Buenos días, mi nombre es Robert soy de un pueblecito cercano y he venido aquí, para que me ayuden. Seguido de la señora: Hola, soy Mary, y estaré con vosotros para lo que necesitéis, espero contar también con vuestra ayuda. Luego fui yo: Bueno, espero que esto nos ayude a algo, a todos. Por cierto, mi nombre es Peter. La joven: Tengo 27 años, y soy T.J. Los dos “amigos”. Venimos a pasar un buen rato con ustedes (jiji), Sam y mi amigo, Sam, jeje. Y por último el hombre vestido de naranja. No quiero que experimenten conmigo. Déjenme descansar en paz… Pasamos un buen rato en aquel lugar, antes de que entrase el doctor, cada uno hablaba de lo que quería, pero la cuestión es que ninguno se soltó a decir nada correspondiente a la situación que hacía que estuviésemos allí. Entro el doctor y se acercó a la joven. Tú serás la primera la comunicó. La seguirán, Peter, Ronald (el preso), ambos Sams, Y mañana seguiremos con el tratamiento. Cogió a la joven del brazo y salió con ella por la puerta. Ronald, empezó a chillar como un poseso y antes de que el policía pudiese hacerle callar, soltó ciertas frases que me hicieron pensar (nos hicieron pensar). Palabras que en un principio no entendíamos pero que poco a poco cogieron significado. “Nooooooo, ¡no puedo volver!”. T.J, regresó a la media hora, su rostro había cambiado considerablemente, no era la misma. ¿Solo en media hora? (pensé), esto me va a gustar… Me levanté de mi silla y acompañé al doctor. Me llevó a una sala donde todo era diferente. Los suelos eran de madera, el techo de un azul intenso y las paredes celestes. En el centro una camilla, pero no una camilla como las que acostumbramos a ver, esta era mucho más ancha, de cuero marrón y justo a la cabeza de la misma había una especie de televisor direccionado hacia ella. De la camilla, salían una especie de brazos, en los que situabas los mismos. Se me indico muy cordialmente que me tumbase en la camilla y experimentase lo que allí sucedía, podía haberme negado, pero no fue el caso. Me tumbé, y note como me ataban los brazos a la camilla, situaban la T.V justo encima de mi cabeza, para poder verla y en la cabeza me pusieron lo que yo figuré que era un scanner de reconocimiento. Me dieron unas pastillas de color blanco y poco a poco noté como me sumergía en una vorágine de colores que salían de aquella pantalla… No recuerdo nada más de aquel día, solo que me levanté, pensando que seguía en aquella camilla y cuál fue mi sorpresa cuando al tocar mis desnudos pies el suelo, este era frio. Estaba en una habitación del hospital. Eran las doce del mediodía del día siguiente. Ese mismo día, por la tarde, al bajar al patio, vi a la señora acompañada de la joven, y me acerqué a ellas. La señora, no era la misma, estaba sentada en el césped, esperando a que este creciese, era una situación un tanto extraña, y la joven al ver que yo estaba por allí, se acercó y me preguntó si recordaba algo de la sesión del día anterior, a lo que la respondí que no, y que esa misma pregunta se la estaba a punto de realizar yo mismo. Me empezó a contar su vida, una vida muy dura, llena de altibajos, su marido al no poder con la situación, no le quedó otra que ingresarla en aquel lugar. Y llego al mismo con una extrema delgadez debido a inanición, con golpes en todo su cuerpo y con poco pelo…llevaba allí cinco meses recluida. Yo la noté algo nerviosa y pensé que era por lo que me acababa de contar, pero no, estaba nerviosa por otra situación. Yo me había levantado solo, pero ella no. En la cama donde se despertó ella, había otras tres personas. Eran hombres y estaban alrededor de ella desnudos, ella por lo visto también lo estaba. Eran Ronald y los amigos Sam. No entendía nada de todo aquello, pero ella estaba muy avergonzada. No los había vuelto a ver y no sabía lo que podía haber ocurrido en aquella habitación. Yo la cogí del brazo y me la llevé a la cafetería de aquel lugar, porque la situación se empezaba a complicar por momentos. La pedí un tranquilizante y yo me pedí un café bien cargado, porque me empezaba a molestar la cabeza. Al poco entro un Sam y al vernos allí, se acercó corriendo. ¿Habéis visto al doctor?, nos preguntó. T.J, bajo la mirada y yo al notarle preocupado por la situación le pregunté: ¿Te ocurre algo?, el tímidamente me soltó un: ¡Algo ha ocurrido!, ¡mi amigo no es capaz de despertarse!. T. J, seguía con la cabeza agachada, ni se inmutó ante lo que él nos estaba narrando. Yo le pregunté sibilinamente, ¿Pero estabas en su habitación?, a lo que él, medio llorando me respondió: Claro, que estaba en su habitación, soy su pareja. Ella es cuando levantó su rostro y soltó un: ¿Y Ronald?, y él sin dejar de pestañear…Ronald, ha fallecido. Falleció ayer en la sesión, ¿no os habéis enterado?. ¡¡No puede ser!! Contestó ella. Él ha estado con nosotros en mi misma habitación, me he despertado con los tres desnudos rodeándome, ¡NO MIENTAS!. Él se quedó en blanco y salió corriendo de la habitación, yo le seguí, y vi cómo se adentraba en la habitación de “ambos”. Aquello estaba lleno de enfermeras y el doctor nos miró a ambos con extrañeza. Ha muerto, nos dijo. Un infarto. Sam, se derrumbó, cayo como si de una piedra se tratase, no me dio tiempo a sostenerlo. Las enfermeras corrieron hacia él, para ayudarlo. Entonces yo me acerqué al doctor. ¿Qué ha ocurrido ayer?. Y fue extremadamente directo conmigo. Ayer, mientras usted estaba dormido… ocurrieron una serie de sucesos difíciles de catalogar. Usted tiene un poder mental asombroso y se lo voy a explicar de la forma más clara para que nos entendamos de la mejor manera posible. Nos llegaron lecturas que jamás habíamos visto antes. En un principio todo iba según lo planeado, sin ninguna lectura llamativa, cuando de repente…algo sucedió, se produjeron unas lecturas de picos jamás vistos antes. La puerta de la sala se abrió de golpe y se adentraron en ella... Ronald, T.J y los dos amigos. Desnudó delante de todos los presentes a T.J, e hizo que la pareja la empezase a besar por todo su cuerpo, Ronald, permanecía sentado mientras miraba aquel suceso. Parecía como si su cuerpo, el de usted, se hubiese transportado al del preso. Cuando pensábamos acabar con todo aquello, pues me parecía infame lo que allí se estaba viviendo, entro el director y nos comunicó que aquello es lo que debía suceder, que estábamos ante un hecho histórico en nuestras carreras y que aquello estaba previsto. Violaron a la mujer ambos, y entre los dos, la cogieron y se la llevaron a una de las habitaciones. Ronald, le miró a usted de repente y debió de notar que algo ocurría, no pudo remediarlo y le cogió a hombros y se le llevo a la habitación contigua. Algo raro sucedió en aquel lugar, pues al poco vimos como Ronald se había zafado de sus grilletes y se estaba intentando ahorcar con los mismos. No llegamos a tiempo. No sabemos con exactitud que ocurrió minutos después pues se produjo un apagón y los generadores no funcionaron como hubiese cabido esperar. Hoy llegará la policía y le hará una serie de preguntas, nosotros por confidencialidad, no hablaremos de lo acontecido aquí, hasta que usted no se pronuncie. Una vez dicho esto, usted tomará las medidas que mejor le convengan. Piense detenidamente en lo que le he narrado. Sigo pensando en aquello… todo se evaporó, se cerró la investigación pero yo sigo en tratamiento, esta vez no como simple espectador sino como cobaya. | |
| | | Sukubis Veterano/a
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| Tema: Re: Primer concurso de Relatos Breves de todos los foros Lun Sep 05, 2011 12:34 pm | |
| - Gloria escribió:
- El sonámbulo. Autora: Marapez
Una vez me pidieron un texto para una asignatura que tenia que aprobar, de ese texto nació una pequeña novela. La empecé con una cita que decía mas o menos así: “nadie debería escribir sobre algo que no ha vivido”. A lo que el profesor, cuando me corrigió el texto, añadió:” y sin consultar el diccionario de vez en cuando”. Me entró el pánico porque pensé que había puesto alguna que otra falta de ortografía, Y que me iba a suspender por eso, pero no fue así, simplemente fue porque no utilicé la palabra galimatías en su correcto significado. Después de corregir tamaño error, continué con el escrito y se convirtió en un texto algo mas largo, un folletín que pretendía ser un relato negro que empezaba con un crimen pasional, a los pies de una imagen de la Virgen, cometido por un sonámbulo y que terminaba con el protagonista encerrado por error en una cámara acorazada y que muere por inanición. La verdad es que siempre me he preguntado lo que debió pensar mi profesor al leer mi trabajo (recordad que sólo era el principio, es decir el crimen pasional) con mi cita inicial, dejando sobreentendido que escribía sobre algo que había experimentado. Os diré también que el profesor en cuestión había visitado mi habitación y había visto la imagen de la Virgen. Por cierto, ¿os he dicho que soy sonámbulo?. | |
| | | Sukubis Veterano/a
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| Tema: Re: Primer concurso de Relatos Breves de todos los foros Lun Sep 05, 2011 12:35 pm | |
| - Gloria escribió:
- Totalmente Natural. Autor: Manulondra
Casi toda la tarde nuestro hijo Martín la había pasado enfrascado en una novela de suspense y espionaje; no recuerdo el título, ya que tiene una colección completa de ellos, pero éste le tenía totalmente ensimismado. Tendido en el sofá y ausente de nuestra conversación, apenas tomó unos sorbos de agua, solo alcanzó a musitar de forma poco audible “luego, luego…” cuando le instamos a que comiera algo. No le vimos probar bocado en todo el día, tanto que le repetimos que se iba a morir de inanición si seguía por ese camino. No hubo manera de convencerlo, y a eso de las 11:30 de la noche cerró el libro con fuerza, se levantó de repente y murmuró entre dientes: _Me voy a la cama, estoy muerto de sueño, además, mañana tengo clase a primera hora_. Ya nos tenía acostumbrados a esa conducta, tanto como su desapego por el sustento. Era de complexión vigorosa y a veces engullía de una vez inmensos menús, así que no le dimos mayor importancia al asunto y continuamos con nuestra partida de cartas, que se alargó esa noche bastante más de lo habitual. Era más de la 1 de la madrugada, estábamos recogiendo el tapete y apagando las luces, cuando comenzamos a oír un extraño galimatías proveniente de su habitación, palabras atropelladas que no alcanzábamos a comprender. De pronto, un chasquido metálico que identificamos con la puerta de la terraza, nos hizo dar un salto y correr hacía allí a toda prisa… Abrimos de golpe la puerta, aunque una butaca indebidamente colocada detrás chocaba contra la cama, casi nos impedía el paso. Por fin logramos entrar, Martín no estaba en su lecho, un fuerte viento zarandeaba las cortinas que daban a la terraza. Presos del pánico, temiendo un accidente imprevisto, saltamos por encima del desordenado espacio y descorrimos la pesada lona … Descalzo y sin titubeos lo vimos andar descalzo por la estrecha barandilla, mirando hacia arriba, parecía totalmente sonámbulo y ajeno al lugar por donde transitaba, como hablando con alguien imaginario; nos pareció que decía: “ya está aquí… vamos…cógelo… está ahí, a tu lado …¿no lo ves?
Pude atraparlo por la cintura y arrojarnos al suelo, antes de que diera el siguiente paso desde la quinta planta… al vacío. | |
| | | Sukubis Veterano/a
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| Tema: Re: Primer concurso de Relatos Breves de todos los foros Lun Sep 05, 2011 12:36 pm | |
| - Gloria escribió:
- La hora de la novela. Autora: Gloria
La enfermedad le enseñó sus garras al final de la adolescencia. Su cara acribillada por granos de pus y gordos puntos negros, empezó a teñirse con el velo del horror que sentía a la hora de salir a la calle o de relacionarse con sus compañeros. Cuando acudía a clase la sensación de ahogo se le hacía insoportable, mientras que unas palpitaciones descontroladas le alteraban la visión de la realidad. Su mente era un completo galimatías. Acabó los estudios de bachillerato sin penas ni alegrías y al regresar a casa sintió un enorme alivio. Dejó de salir, se atrincheró en su habitación y sólo salía de ella para comer junto a sus padres en el comedor. Ellos, impotentes ante la cerrazón de su hijo al diálogo, lo dejaron por imposible y terminaron por acostumbrarse a su modo de vida.
En un espacio de no más de dos años se quedó sin padres. Primero murió su madre, víctima de un cáncer de mama. Después su padre, que murió de viejo o tal vez de aburrimiento, cansado de vivir en una casa donde el vuelo de una mosca ocasionaba un ruido ensordecedor. Dejó en herencia a su hijo la casa y una buena suma de dinero en el banco.
Al verse completamente solo y tener que salir a la calle de nuevo, fue cuando empezó a beber. Después de varias copas ya no le suponía un esfuerzo tan grande el dejar la seguridad de la casa y enfrentarse al mundo exterior. Conseguía controlar el pánico, los sofocos se le calmaban, el corazón cabalgaba a un ritmo más normal y lentamente se le iba deshaciendo el nudo en la garganta. El alcohol le daba el valor que no tenía. No le gustaba beber, había probado infinidad de bebidas a ver si había alguna que le agradara más que otra y todas le daban el mismo asco. En el primer trago siempre pensaba que se estaba bebiendo el agua del baño de un puñado de lombrices. Así que se tragaba su asco a grandes sorbos, porque no quería terminar como un primo suyo, que se dejó morir de inanición cuando se vio solo en su casa a la muerte de sus padres, incapaz de salir a la calle. Cuando lo encontraron, ni se podían imaginar el tiempo que llevaba muerto, pues tenía una larga barba que le llegaba a la cintura y una melena enmarañada, donde una comuna de piojos había establecido su cuartel general. O como esa tía suya, que vivió enclaustrada de por vida en su casa, y se escondía detrás de la puerta, abierta lo justo para que pasara su mano a través de ella. Llamaba a la gente con su voz de muerta, para pedirles por favor, que le trajeran a casa las cosas que necesitaba. La gente del pueblo sólo había visto de ella una mano blanquísima y de dedos largos y finos. Los niños, atemorizados, se cruzaban de acera al llegar a la altura de la casa. Estos casos conocidos por él le hacían pensar que en su familia la enfermedad, posiblemente era algo genético. Así que la botella se convirtió en su salvavidas particular y para el pueblo, él se convirtió en un borracho más.
Con el paso de los años, el dinero que le dejaron sus padres fue acabándose y se vio en la necesidad de hacer algo para ganarse la vida. Viendo una revista donde anunciaban una furgoneta tuvo una idea, se compraría una y se dedicaría a dar portes.
Salía de casa a diario tras haber despachado media botella de coñac. Hacía el trabajo como un sonámbulo, con la conciencia y los sentimientos aletargados. A lo largo del día entraba varias veces en los bares para seguir adormeciendo sus fantasmas. Esta vida la llevó durante 3 años, hasta que una noche de regreso a casa después de dar el último porte, se salió en una curva de la carretera y destrozó la furgoneta. A él no le pasó nada, tan solo se llevó varios días con todo el cuerpo magullado. Pero en la cuneta quedaron los sueños rotos empedrados de estrellas.
Llevaba todo el invierno sin salir de casa, las nuevas tecnologías se lo habían permitido. A un clic del ratón tenía la banca online, las compras - de todas clase, desde alimentación hasta la posibilidad de comprar un cuadro si le apetecía- distracción, las redes sociales estaban a la orden del día. No es que su enfermedad hubiera desparecido por arte de magia, pero la posibilidad de no tener que pisar la calle le había dado un respiro. Al menos durante ese invierno su temor a volverse loco había quedado aparcado en algún lugar de su subconsciente. Las botellas de alcohol se cubrieron con una fina capa de polvo en el estante del armario.
Un terrible dolor de muelas lo despertó una mañana antes de que amaneciera. Se atiborró de calmantes pero estos solo le dieron un par de horas de tregua. Cuando el dolor volvió, era tan insoportable que no tuvo más remedio que armarse de valor para ir al dentista.
Una vecina del pueblo se lo encontró apoyado en la pared de una calle, con el abrigo cogido con ambas manos y tapándose la cabeza con él. Se balanceaba una y otra vez de atrás hacia delante, como si estuviera durmiendo a un bebé imaginario. No lo reconoció y se llevó un susto enorme al ver a alguien en ese estado. Se quedó paralizada y temerosa cerca de él sin saber qué hacer. Por un lado sentía deseos de alejarse rápidamente de allí y por otro le daba apuro dejarlo en ese estado. Entonces él soltó el abrigo y ella vio quién era. Él susurraba algo, como si mantuviera una conversación con alguien. Su tono de voz estaba distorsionado, como cuando uno la cambia para dar vida a un personaje de cuento infantil. Intentó andar y cayó rodando por el suelo, fue una caída aparatosa, imposible de sucederle a alguien que estaba a pies quietos en la acera. Como si hubiera sido una caída inventada exagerándola de forma absurda. Se quedó tendido en el suelo envuelto en su delirio, mientras la vecina sorprendida y horrorizada no sabía qué hacer. A duras penas él consiguió levantarse apoyándose en un coche aparcado, mientras seguía con su diálogo sin sentido.
La mujer se dio la vuelta. Con pasos precipitados y decididos, sin tan siquiera mirar una sola vez hacia atrás, se alejó en la calle desierta. El silencio de la siesta se rasgó con el taconeo de sus zapatos, que rebotaba en las puertas entornadas, en las persianas de las ventanas, en las paredes encaladas. Cualquier experto en clave Morse podría haberlo traducido sin dificultad:
¡Que otro se ocupe del asunto, la novela de la tarde está a punto de empezar! | |
| | | Sukubis Veterano/a
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| Tema: Re: Primer concurso de Relatos Breves de todos los foros Lun Sep 05, 2011 12:36 pm | |
| - Gloria escribió:
- El Casino. Autor: Sevedu
¿ Como expresar lo que se siente al saltar la banca en un casino?. Éxtasis, te sientes como si nada fuera imposible, capaz de conseguir cualquier cosa, preparado para burlar a los dioses. Jugueteaba con las fichas de la ruleta en mi mano mientras seguía haciendo apuestas e inexplicablemente seguía ganando. La gente empezaba a agolparse a mi alrededor y a cada mano le seguía un atronador galimatías de gritos , aplausos, felicitaciones e incluso besos por parte de alguna chica atraída más por la ingente fortuna que se acumulaba ante mí que por mi encanto natural, bastante escaso para que negarlo. Una más y me retiro, me decía a mi mismo, pero no podía parar, estaba como sonámbulo, no, más bien diría que estaba poseído, nunca en mi vida había conseguida nada y ahora el mundo estaba a mis pies. Bueno otra más ¿ Qué puede pasar?, ¿ que pierda algo de lo que gané?. Pero no perdía y poco a poco el montón de fichas se convertía en algo realmente escandaloso. - Cien mil al 17- , entonces los vi. No pude evitar mirarlos, ella me miraba fijamente y comentaba algo a su acompañante que asentía con la cabeza mientras sonreía divertido. Una alarma sonó en mi cabeza,- ¿ qué ocurre?. ¿ Quienes son? ¿ Por qué tengo la sensación de conocerlos?. Tonterías, no te dejes llevar por el pánico, todo el mundo te mira, llevas horas jugando y ganando, seguro les has visto en al menos media docena de ocasiones, eres el centro de atracción del casino- me decía a mi mismo a fin de tranquilizarme. Pero ellos seguían allí, un poco apartados de la mesa y con la mirada fija en mi , no en la mesa sino directamente sobre mi y seguían sonriendo. - ¿ Le importa acompañarme?- Alguien susurraba a mi oído mientras con firmeza me agarraba del hombro. – No se preocupe, el crupier le guardará las fichas, si quiere incluso se las podemos cambiar ahora mismo- Lentamente me deje llevar fuera de la zona de juego. Al volver la cabeza, vi como ella asentía y saludaba con una leve inclinación de cabeza a alguien que debía de observarlo todo desde la altura de un despacho de la planta superior. - ¿ Qué ocurre?- Es lo más que acerté a balbucear. – Señor, no ocurre nada, alguien quiere verle.- Por favor siga caminando -. Confuso continué camino mientras quien quiera que fuese ese tipo no me quitaba la mano del hombro, casi diría que estaba detenido. Por fin llegamos a nuestro destino , un despacho en la última planta. – Pase , le esperan- Fue lo último que escuché de mi acompañante, al que ni siquiera llegué a ver la cara. Abrí la puerta y avancé un par de pasos para quedarme junto a la entrada de un inmenso despacho, monitores de todos los tamaños mostraban todas y cada una de las mesas del casino. Tras un escritorio del tamaño de un campo de tenis, me observaba un tipo casi sin parpadear, nunca he conocido a alguien tan delgado, si no fuera por su bronceado y su carísimo traje diríase que estaba a punto de morir de inanición. - Me ha hecho perder mucho dinero- Me dijo sin tiempo a reaccionar, sus palabras me golpearon en pleno estómago. - ¿ Perdone?- Traté de decir, pero creo que ninguna palabra salió de mi garganta, tenía la boca seca y la cabeza empezaba a darme vueltas, si no me sentaba pronto, acabaría de bruces contra el suelo. Pareció leerme el pensamiento, pues un segundo después me indicó con un gesto de la cabeza un sillón y me pidió, más bien me ordenó, que me sentara. – No me gusta perder dinero, menos me gusta darle mi dinero a un tramposo- En ese momento sentí que el mundo se abría bajo mis pies. – Debe de haber un error, yo no hice trampas, ha sido un golpe de fortuna- Traté de justificarme, en mi interior sabía que nada de lo que dijese iba a cambiar la opinión de ese hombre sobre mi. - No me toque los huevos- Dijo mientras golpeaba la mesa con la palma de la mano, un escalofrío recorrió mi espalda. – ¿ Sabe lo que hacemos en mi casino con los tramposos?- Preguntó en un tono que sugería que a continuación me daría la respuesta. – Los invitamos amablemente a que abandonen nuestras instalaciones y a que no vuelvan a visitar ningún casino de la zona. - Muy bien señor, así lo haré si usted lo cree conveniente- Empezaba a pensar que podría escaparme de aquella novela de terror en la que me encontraba.- Estupendo haré que le acompañen fuera del casino, no quiero volver a verle por aquí.- Pulsó un botón y al instante dos tipos enormes abrieron la puerta y se situaron uno a cada lado de mi.- Acompañad a este señor fuera del casino, que no vuelva.- Dijo el tipo del traje. En ese momento una lluvia de golpes cayo sobre mi, intentaba protegerme la cabeza con las manos pero el resto de mi cuerpo estaba expuesto a puntapiés, puñetazos e incluso algún rodillazo en las costillas. A rastras pues a penas podía moverme me condujeron a un ascensor que llevaba directo al garaje, un breve respiro pues antes de tirarme como un fardo en el maletero de un gran todoterreno se reanudo el festival de golpes. Antes de que cerraran el maletero puede oír, o al menos eso creí, que un vehículo se ponía en marcha. – Dios mío que me vea y avise a la policía – Rezaba a un dios al que nunca había rezado y que seguro me olvidó hace tiempo. Amordazado y con las manos atadas a la espalda me condujeron al que pensaba sería mi último viaje. Transcurridos veinte minutos el todoterreno se detuvo, - Bueno aquí termina todo- me dije, me sacaron del maletero y me arrojaron al suelo, soltaron mi mordaza y comenzaron a golpearme de nuevo, esta vez sin demasiado entusiasmo- Para- dijo uno de ellos – Ya es la hora- como pude levanté la cabeza tratando de vislumbrar algo, la hinchazón producto de los golpes apenas me dejaba ver un par de siluetas. Un último golpe en la base del cráneo me hizo perder el sentido no sin antes escuchar claramente un par de disparos- Estás jodido- Fue lo último que pasó por mi mente. - Mira, ya abre los ojos- alguien hablaba en susurros a mi lado, conseguí abrir un ojo con un terrible esfuerzo, la impresión casi hace que vuelva a desmayarme, era la pareja del casino, de nuevo me miraban con esa sonrisa en los labios mientras cambiaban impresiones casi sin mirarse. - Te has portado bien- dijo ella – si no llegamos a tiempo esos dos matones hubieran acabado con mi juguete preferido. El asombro no me dejaba hablar, mudo de espanto los miraba y no dejaba de preguntarme ¿ Qué demonios está pasando?. Ella pareció entender, al instante continuó hablando – Tú has sido diseñado para mi entretenimiento, me apetecía ver como te comportabas en el casino, tus emociones, tus reacciones, eres tan, tan …. Humano, eso es, la palabra es humano. Ahora descansa, en unos días probaremos a llevarte a la ópera y si te portas bien tal vez compremos una compañera para ti. Se marcharon casi sin hacer ruido dejándome sumido en mis pensamientos.
¿ Quién soy?...¿ Qué soy? | |
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| Tema: Re: Primer concurso de Relatos Breves de todos los foros Lun Sep 05, 2011 12:38 pm | |
| - Gloria escribió:
- Sagrario y la señora Dawson. Autora: Atlántida
Sagrario salió de casa cuando las calles aún bostezaban un aliento mañanero. Caminó deprisa hasta la parada de autobús, sin fijarse apenas en los pocos transeúntes con los que se cruzaba, asiendo contra el cuerpo una bolsa de lona grande, clara y con las esquinas gastadas. Tenía las secuelas del insomnio pegadas a los párpados; había dormido apenas tres horas, como casi siempre en los últimos tiempos, y el sueño mantenía a su cerebro en un sopor sonámbulo.
Subió al bus, entre un revuelo de palomas holgazanas que se apiñaban junto a los escalones, y tomó asiento. Sacó de la bolsa de lona un librito ajado, de coloridas tapas ya desteñidas, y lo abrió casi de inmediato como ahuyentando las ganas de apoyar la cabeza contra el caliente cristal de la ventanilla y dar rienda suelta al sueño. Suspiró, ruidosamente, antes de intentar enfocar los ojos escocidos en las páginas de la novela. El vehículo público arrancó, con un vaivén, y ella volvió a integrarse en la historia del libro, mientras el autobús lo hacía al tráfico ciudadano.
“Eleonora Dawson se cubrió con la negligé y salió al salón. Peter la recibió con una sonrisa, encantador e inocente como siempre. Ella se turbó un poco ante su apostura, que siempre la desarmaba, aunque ahora supiese que podía ser un asesino.
-¿Cómo estás, querida?, me alegro de verte. Hubiera querido venir antes, pero estaba muy ocupado- dijo, mientras besaba sus labios y dejando el rastro de aquél aroma a loción elegante y varonil. Ella se apartó, tensa casi a su pesar.
-Peter, tenemos que hablar- repuso en un susurro…”
Y, ¡plaf!, otro vaivén y el ruido a fuelle de las puertas del autobús dejando paso a un grupo descendente y a otro ascendente de viajeros. Sagrario levantó la vista de las páginas, observó a un hombre que la adelantó por el pasillo, a una chica híper delgada que tomaba asiento tras el conductor, esperó el zarandeo de rigor de la puesta en marcha, y volvió a Eleonora; pero ya su mente entrecruzaba pensamientos aleatorios, y le costaba concentrarse.
¡Quién fuese Eleonora, para vivir en una gran casa, envuelta en negligés- que vaya usted a saber lo qué era eso, pero debía ser muy suave y agradable, a la par que bonito- y tener una pareja que le sonriera y la besara, sin olor a puro, o a vino barato, aunque sospechara que podía ser un asesino!...Bien visto, hasta podría tener emoción, una cosa así. Porque, fijo que al final intervendría la policía, pillarían al malvado, y Eleonora seguiría tan feliz, en su casa elegante, con su elegante vestuario, y el alivio de haberse librado de una buena…
Lo más que imaginaba, parecido a la protagonista del libro, era a la señora. Esa era de verdad; no la había visto nunca en negligé, ni oído que lo mencionase, pero era elegante hasta en zapatillas; con su despeinado de peluquería, su teñido de pelo sin raíces oscuras, aquél cutis bien cuidado, aquellos ojos claros, y sin un gramo de grasa de más en el cuerpo. Claro que siempre parecía muy ocupada, con muchas prisas y pocas ganas de descansar, pero eso debía pasar cuando lo que una hacía no la cansaba por mucho que se moviera. Moverse por gusto, vamos; que no tenía nada que ver con tener que moverse…Por cierto, hoy le tocaba hacer los baños a fondo, ¡vaya paliza!, y para eso que no hubieran utilizado el jacuzzi, que lo dejaban hecho un asco…
“Peter la miraba con los ojos fruncidos de extrañeza. Ella se giró de espaldas, con la excusa de servirse una copa, para no tener que enfrentar su mirada.
-Ha estado aquí el teniente, ya sabes. La policía piensa que la pobre Jocelyn tenía un amante, y que fue él quien la mató- dijo Eleonora, sin esperar a qué él reaccionase.
-Y, ¿qué tiene eso que ver con nosotros?- preguntó Peter.
Eleonora cerró los ojos un momento, presa de la angustia de lo que iba a decir, y se encaró con su esposo.
-Querían saber si yo sabía algo….Peter, he visto la carta que le escribiste, reconocí tu letra-
Vio a Peter palidecer, pero siguió siendo el hombre contenido y educado que conocía. La miró, y ella creyó ver algo de dolor y sorpresa en sus ojos.
-¡Cariño, no pensarás…!.¡Eso fue hace mucho tiempo, cuando tú y yo estábamos alejados!...¡no sé porqué ella guardó esa carta!-
Eleonora tragó un sorbo de bourbon para no desfallecer. Contestó:
-Tranquilo, no estaba firmada; aún no saben quién pudo escribirla. Pero, Peter, ¿estás reconociendo que Jocelyn y tú…”
Otra parada, otro abrirse de puertas e intercambio de pasajeros, otras palomas agitando las alas en el exterior. Sagrario, apoyó la cabeza contra el sol que atravesaba la ventanilla, deslumbrante, y cerró también sus ojos, como Eleonora, pero ella de puro sueño. Pensaba que ella nunca se atrevería a decirle al Marcial que sabía que “se lo hacía” con otras mujeres; del guantazo que él le daría la mandaría contra la pared. Además, ya podía liarla sin motivo, como para dárselo…Eran la cerveza y el vino peleón, claro, los que le hacían ser tan burro, pero…Seguro que si bebiera bourbon de ese que bebían en la novela no sería así de bruto.., pero eso era para los ricos.
¡Si pudiera quedarse dormida!; le palpitaba la sien de dolor, por la falta de sueño. Hoy, la señora le había dicho que saldría al gimnasio- el “gym”, lo llamaba ella- y luego tenía no sabía qué compromisos. Si la llamaba diciendo que no preparase nada para el mediodía- el almuerzo, decían los “finos”- quizás pudiera aprovechar y meterse en el jacuzzi, cuando lo limpiara…; total, por pasarle el trapo un poco más…Se veía ya entre aquel misterio del agua y las burbujas, relajada y cómoda como una auténtica señora, con el libro entre las manos y tiempo para leer; pero eso era otra cantar…
Llegaba a su parada; se despejó del tirón, guardó el librito en la bolsa, medio incorporada ya en el asiento para levantarse. Tuvo que pararse un segundo, ya en la acera, para recuperar la orientación tras bajar precipitadamente del vehículo, y echó a andar calle abajo, hacia la siguiente avenida.
Justo antes del mediodía, la llamó la dueña de la casa; el recado la alegró: no había que preparar comida, todos los de la familia estarían fuera hasta la noche, podía dedicarse a la limpieza y marcharse luego. Sonrío, satisfecha, antes de guardarse el teléfono móvil en el bolsillo del delantal; no pensaba irse sin darse un bañito en aquella especie de bañera burbujeante, lo necesitaba, y era la ocasión. Volvió a hincarse de rodillas junto al inodoro, y siguió frotando la fina porcelana con el duro estropajo verde hoja.
Enfilaba ya la media tarde, cuando se desnudó en el cuarto de baño más grande de la casa. Dejó su ropa, bien apilada, sobre una silla tapizada de cuero blanco. Se movió desnuda y con delicia hacia el jacuzzi, que expelía humaradas claras y susurraba entre aromas fragantes. Se sumergió poco a poco, saboreando el momento, dejando escapar risitas placenteras bajo las cosquillas del agua. Se había recogido el pelo con una de las redecillas de la señora y apoyó la espalda hasta encontrarse en una postura cómoda. Suspiró, esta vez de gusto, sin poder dejar de sonreírse a sí misma. ¡Eso era vida!, aquí no le importaría morirse de inanición, y… ¡el sueñito que le estaba entrando!…Tomó el libro de la repisa de la pared, entre mil frascos de sales de baño y geles varios, antes de que el cansancio acabara venciéndola. Buscó la página en la que se había quedado, y prosiguió con su lectura:
“-¡Eleonora, mi amor, nunca quise hacerte daño!...Compréndeme, tú estabas distante, me sentía solo…Jocelyn se ofreció a escucharme y, al final…-decía Peter, con el arrepentimiento en los ademanes. Ella no podía dominar el dolor que su confesión le causaba. Si aquello era cierto, como había temido, también podía serlo el que su marido, su amado esposo, fuese un criminal. Con los ojos arrasados en lágrimas, le espetó con desprecio:
-Esta noche necesito que te vayas, Peter. Tengo que pensar; no puedo seguir hablando de esto ahora-
Él bajó la cabeza y salió de la estancia con aire compungido. Eleonora se dispuso a subir a su alcoba, cuando un tremendo ruido la detuvo…”
Cerró el libro, a la vez que los párpados se le cerraban. No supo que se le cayó al agua, trasformando sus páginas en un galimatías chorreante de letras borrosas, como no supo que alguien la miraba desde la puerta del cuarto de aseo. Ya dormía, cuando el joven de aspecto nervioso y gestos bruscos se acercó a la bañera de burbujas y se quedó mirándola. Otro hombre entró apresurado, arrastrando tras de sí un saco cargado.
-¿Qué haces ahí parado? ¡Ostias, una tía!, ¿es la dueña?, ¿te ha visto?, ¿qué le has hecho?- dijo del tirón, en lo que él entendía por voz baja. El joven le hizo un gesto para que se callase, sin dejar de mirar a la mujer dormida en el agua.
-No le he hecho nada, creo que duerme; pero no podemos arriesgarnos, ahora que sabemos que hay alguien en la casa.- susurró, vigilante.
-¡Ya te digo!- repuso el cómplice- ¡Aún nos queda lo de la caja fuerte del despacho, debe tener lo mejor! ¿Qué hacemos?-
El hombre joven parecía pensativo, pero contestó casi al instante:
-Será un momento, ni se enterará…No es la primera vez que lo hago, vete abajo si no quieres verlo-
Y, mientras el otro se giraba y salía de la habitación con expresión entre excitada y temerosa, el joven tiró de los pies de Sagrario, hundiéndole la cabeza en agua. Ella se debatió un poco, como se debatía su mente mientras pensaba, medio despierta y desesperada por el repentino pánico: “¡No, Peter, no me hagas esto, no puedes matarme, yo te amo!”. | |
| | | Sukubis Veterano/a
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| Tema: Re: Primer concurso de Relatos Breves de todos los foros Lun Sep 05, 2011 12:39 pm | |
| - Gloria escribió:
- Síntesis de Juventud. Autor: Alb81
Matías nunca tuvo las mismas preocupaciones que la mayoría de personas que había conocido. Normalmente lo llevaba bastante bien, pero de vez en cuando le creaba algún que otro quebradero de cabeza. Recientemente había llegado a la cúspide de sus desvelos. Su mejor amiga, Patricia, le solía gastar alguna broma, sobre todo cuando Matías exponía abiertamente lo que pensaba sobre la vida. Ese día los dos estaban tomando una taza de café en la terraza de un bar. Era una cálida tarde de finales de agosto, el bochorno se difuminaba gracias a la brisa del mar. El olor de las olas, que repiqueteaban incesantemente a menos de cien metros de distancia, ensalzaba la tristeza nostálgica de la expresión de Matías.
- Patricia, creo que mi existencia no tiene sentido, siempre ando buscando algo que me haga entender mejor las cosas que suceden a mi alrededor, pero nunca doy con la clave, quiero una solución clara y contundente que me ayude a comprender los misterios de la vida. – Dijo Matías dirigiéndose a su amiga Patricia.
- ¡Estás hecho todo un galimatías! – respondió Patricia, mientras se echaba a reír. Sin lugar a dudas, este pequeño juego de palabras se había convertido en una costumbre entre los dos.
A Matías no le ofendía el sentido del humor de su amiga. Lo que sí que le inquietaba de verdad era el paso del tiempo. Durante años había vivido todo tipo de situaciones, deseoso de encontrar en esas experiencias las respuestas que tanto ansiaba. Más allá de los límites morales donde convergen el bien y el mal, en los que se balanceó durante largo tiempo, actualmente, y acercándose ya a la treintena, tan solo quería comprender cuáles eran las principales motivaciones que debía tener una persona para seguir viviendo. Matías sorbió pausadamente un poco de café, y se sumió durante unos minutos en su universo particular. Patricia le observaba detenidamente, esbozando un ligero gesto de preocupación. Era evidente que ella le apreciaba, y que además de gastarle bromas, también le intentaba animar cuando le veía tan perdido en sus pensamientos. Tras unos instantes de reflexión, Matías rompió el silencio que se había creado.
- Sabes que me sucede... Ha llegado un punto en el que nada me satisface. Además, últimamente pienso en ello y me siento muy egoísta. Como si no tuviese bastante sintiéndome confundido y aturdido, me pasan por la cabeza ideas como que debería tratar de ser feliz con aquello que tengo, o que poseo todo lo que necesito para vivir. En otros lugares del planeta miles de personas mueren a diario a consecuencia de la inanición, en algunos países las guerras son constantes, y la gente sobrevive en mitad del caos. ¿Cómo puedo considerar que mis problemas son mayores que todo eso? Pero en mí sino interno algo me dice que, si uno no es feliz con lo que tiene, debe hacer lo posible para solucionarlo, y que por más que me pese, todo lo demás no tendrá sentido hasta que encuentre mi auténtica esencia mediante las respuestas que ando buscando.
- Francamente, hoy te veo bastante tenso. Como sigas así, tus cavilaciones van a acabar contigo– respondió Patricia – Creo que padeces un mal muy propio de los tiempos que corren, y aún más tratándose de la sociedad en la que nos ha tocado vivir. Pasada la juventud, quienes no han logrado establecer unos vínculos sanos o suficientemente afectivos con otras personas, viven aterrados en su pequeño mundo de delirios, viven encerrados en su propia desestructuración mental. Es el pánico de vivir por el simple hecho de vivir. Tal vez lo único que necesitas es confiar un poco más en tu propia voluntad. Sabes, creo que has obrado mal en más de una ocasión, eso no te lo va a quitar nadie. Pero también es cierto que lo peor que puedes hacer es vivir sintiéndote culpable de todo lo que no has podido hacer mejor. Como ya decía una bonita canción de aquel famoso grupo de Liverpool, no dejes que el peso del mundo recaiga en tus espaldas.
- Puede que tengas razón – Musitó Matías. – No obstante – Añadió – ¿Cómo puede aprender a disfrutar del momento alguien que siempre ha vivido sumido en la reflexión? Tú ya sabes que me sucede, me conoces bastante bien. Me enganché a unas rutinas poco saludables, como les sucedió a tantas otras personas de mi generación, mientras pensaba que eso era lo que debía hacer siendo joven. Y así mismo, lo convertí en la vía de escape de mis pensamientos, me aferré a un carpe diem basado en la autodestrucción y el desamor. Y ahora que siento que he pasado un montón de años deambulando de un lado para otro sin echar raíces en ningún lugar, nada de lo que queda a mí alrededor me complace. Me siento como el personaje de una novela de Kafka, estoy perdido en medio de una existencia surrealista que no me pertenece y de la que no sé como escapar.
- Tal vez la respuesta nunca ha sido huir – Respondió afablemente Patricia. – Sabes, siempre me han gustado tus ideas, aunque nunca he soportado tus ofuscaciones. Me recuerdas al sonámbulo que no sabe que está durmiendo, que cree que es consciente de lo mejor y de lo peor de sí mismo. Y el primer error que comete es no ser consciente de su propio sonambulismo. Exprime esta metáfora, adáptala a tu persona, y verás como cobra un sentido que quizás no te habías planteado. Tal vez ahora es el momento de que te veas tal y como eres. Deja la rebeldía a un lado y aparca las preguntas para siempre, las respuestas que deban llegar, ya llegarán. Simplemente, concéntrate en disfrutar de la vida.
- ¿Y eso, como se hace? – Preguntó Matías.
- Alza un poco la cabeza y lo verás.
Mientras Matías alzó la cabeza, descubriendo la maravillosa puesta de sol que se estaba perdiendo, Patricia alargó su mano izquierda y le acarició suavemente la cara. Él sonrío, dispuesto a no querer entender nada más durante largo tiempo.
- Creo que ha llegado el momento de que otra persona te acabe de curar – Susurró Patricia, mientras observaba los ojos de alguien que había encontrado un nuevo motivo para vivir. En ese instante los dos entendieron que no existe mejor galimatías que el amor. | |
| | | Sukubis Veterano/a
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| Tema: Re: Primer concurso de Relatos Breves de todos los foros Lun Sep 05, 2011 12:39 pm | |
| - Gloria escribió:
- Espejos. Autor: Tatsumaru
El viejo caserón era el único edificio que no había caído de la población, en su interior se movía la luz vacilante de una vela. Dentro, en el centro de la habitación del segundo piso estaba recostado en el único colchón disponible un soldado que murmuraba, estaba vendado en cabeza y pecho. A su lado el cabo Martín, su galón en la chaqueta entreabierta lo delataba, lo velaba. Acercaba una botella de vino a los labios entreabiertos. Una de las sombras que dormían en los viejos sofás se levantó, era Estrella, que caminaba como un sonámbulo o tal vez lo hacía con extraño sigilo. Se acercó:
-¿Cómo anda tu amigo? –preguntó
- Ha estado delirando, la fiebre o el dolor le hacen decir galimatías
- ¿Cosas extrañas, eh? Diría que no para de repetir que la culpa no es tuya- Estrella calló, el cabo miró hacia el suelo-. Aunque también algo de un anillo que atrae la mala suerte y que su madre le ordenó arrojar al mar…Sí, no hay sentido en sus palabras ¡Le estás dando vino! Es un desperdicio, como el que le ponías en las heridas, ¿para qué? Muchachito, lo necesitamos más que él, es lo que nos sustenta. A él no le queda más que el rezo de un ángelus.
- No digas eso, ¿tienes que ser a la fuerza así de cruel? Recuerda que tú y esos dos habríais muerto de inanición, si no hubiese compartido la comida que traje conmigo. Desperdicio de vino…- había reproche en su voz- Una magnifica bodega que ni siquiera os pertenece, cuánta defensa del derecho de propiedad en unos saqueadores.
-Olvidemos eso… ¿Sabes que me gustan esas palabras tan grandilocuentes que salen de tu boca? Galimatías, inanición, me recuerdas a él- y Estrella señalo en dirección a una de las sombras que dormitaban
- ¿El escritor del que nunca se ha visto una novela publicada?- respondió el cabo Martín con cierta sorna.
- El tonillo ofensivo lo cortas…me conviene estar en buenas relaciones contigo para lo que te voy a proponer
- Por como lo dices no hay propuestas que valgan sino mandatos ¿Qué?- preguntó el cabo, inseguro
- Hablo de la palabra que soltaste y que se acomoda a lo que ronda mi cabeza, inanición, hambre, pero de los sentidos, ahí podrías superar definitivamente con razón a ese escritor de boquilla y al otro, el pintor sin obras. Lo necesito, ellos ya no están para servirme, hace tiempo que ni siquiera se plantean el tocarme. Fuera de esta guerra y estas paredes aceptaban que buscara fuera de ellos a otros hombres. Aquí dentro no se separan de las botellas de vino…quiero sentir el cosquilleo ese en la piel, de nuevo. Si hay que pedirlo por favor lo haré, te concederé el favor de verme suplicar, y no te disgustará- Estrella se acercó lentamente, pero el cabo la rechazó. Un pequeño forcejeo sucedió entre ambos y el cabo dijo:
- No delante de él, le faltamos al respeto- y miró hacia el herido, cuyos ojos brillaban a la luz de la vela.
- Apaguemos la vela o vayamos a la planta de abajo, hay mil maneras
-¡No!-exclamó el cabo Martín
- Es la última prueba que has aportado a lo que intuyo. Veo como lo atiendes, le secas el sudor de la cara y la forma en cómo le acaricias el pelo. Cuéntame otra vez lo de tu deserción con tu amigo, estoy dispuesta a creérmelo todo a pies juntillas, jajá. ¡Cuéntalo! Quiero pasar un rato divertido
- Ya lo he contado….El enemigo atacó de noche, la pequeña trinchera que habíamos excavado voló por el fuego de la artillería enemiga. Todo el pelotón terminó masacrado, estaba desorientado y lo agarré, temía caer prisionero.
- ¿Cuándo dices que sucedió esa película de vaqueros?- preguntó Estrella
-El 14
- Muchachito, el 14 no hubo nada parecido en kilómetros a la redonda, no se escuchó ruido de artillería. Los tuyos están ganando terreno y veo ilógico cargar con un soldado que estaría mejor atendido en una cama de un hospital de campaña.
-No lo recuerdo…sería otro día. Estaba desorientado, los oídos me zumbaban
-¡Basta de pamplinas y de niños muertos! Te ha cambiado la cara cuando dije cargar…He recorrido medio mundo con esos dos locos y les he hecho de administradora, de sargento, de madre y de amante. He tenido que ser fuerte por ellos, y afrontar los embolados en que se metían, como cuando uno le robó un traje a un gondolero y la embarcación en Venecia para empaparse del espíritu de la ciudad y poder describirla, o cuando el otro derramó una fuente de verduras en una de las fiestas de alta sociedad en la que nos colábamos para así disfrutar del cambio de tonalidades en el mantel blanco. Sé de la naturaleza humana, más de lo que quisiera. Lo que tú eres no es inusual ni una afrenta. Y sé que una culpa de otra clase distinta te corroe, ¿fallo en lo que sospecho?- preguntó Estrella mientras tomaba con los dedos la barbilla del cabo, atrayéndolo hacia su cara
- ¡Cállate, por el amor de Dios! Soy un miserable, y no merezco el perdón de nadie. Y menos del tuyo, salvadora de almas de pacotilla interesada- dijo Martín, enfurecido y a punto de estallar en lágrimas.
-Muchachito, muchachito…Pareces un mar en calma de una tranquilidad pasmosa hasta que el pequeño genio de la ira que llevas dentro estalla y no se puede disimular, estoy segura que tu vida ha sido un domingo de esos perezosos hasta que has tropezado con esta piedra. No lo puedes frenar más, me gusta. Sobre el perdón tengo algo muy gracioso que confesar. Es un pequeño secreto, ni siquiera esos dos lo conocen. Espera un momento- Estrella desapareció un momento del campo visual de Martín, rebuscó debajo del sofá que le servía de cama. Cuando regresó a su lado le mostró una vieja fotografía.- Nada de esto a ellos, no soportaría sus burlas
- No lo hubiera podido imaginar en la vida- dijo el cabo, y esbozó una sonrisa
- Sí, estuve en la fábrica de perdones y arrepentimientos y algo puedo recordar. Cuando era niña representaba un gran momento quitarse el barro de los pies y vestirse con ropas sin zurcidos y remiendos para acudir a la iglesia. Pensaba que el hormigueo de emoción que sentía en el cuerpo al ver las vidrieras, la luz que entraba a raudales y el brillo del altar era una emoción de sentido espiritual. Se lo confesé al párroco, y me encaminó al convento, pero no le confesé que evitaba mirar al Cristo sufriente, que me parecía de una gran fealdad. Ya en el convento comprobé que había confundido lo que sentía, lo que era bello afectaba a mi parte de animal, al cuerpo. Así que me estoy descubriendo, y quiero una respuesta parecida.
-No puedo, siento pánico. Intento componer la historia verdadera, pero sólo me veo en el espejo resquebrajado que tenemos detrás. Seguro que no podría soportar el ver mi reflejo mientras soltase mentiras, aún sin pretenderlo, para defenderme- dijo el cabo, mientras Estrella parecía sorprendida, hasta ahora no había caído en la cuenta de que en la habitación hubiera un espejo de cuerpo entero, una raya central principal y otras menores que partían de esta surcaban su superficie, uno se veía como partido en dos al asomarse al cristal.
-Los espejos son los primeros que se hacen añicos en la guerra, ¿no crees? – Preguntó Estrella, pensativa- Ojalá tuviese el don para escribir que ese pequeño loco mío desperdició para hablar de lo admirablemente hermoso que resulta tu amigo herido, es fácil entenderte. O saber dibujar decentemente para inmortalizarlo en su fragilidad. Pero sólo soy yo con todas mis limitaciones, no hay reflejos de otros en los que apoyarse. Quiero negar todo lo que nos rodea, la catarata de muerte y sufrimiento de la que hemos escapado, y sólo lo puedo expresar con mi cuerpo, soy una vieja estúpida y sin talento- Estrella se acercó al cuerpo del soldado herido y lo miraba fijamente, de una peculiar manera.
Transcurrieron quizás muchos minutos de silencio en los que Martín meditaba sobre aquello, conceder un poco de vida mientras la muerte los rodeaba, la belleza un poco marchita de la mujer, su propia necesidad de perdón del que esto podría ser un inicio de aceptación, y como no era muy dado a las especulaciones se dijo que le convenía por seguridad. Tal vez Estrella fuera capaz de delatarlos y entregarlos si se negaba, aunque ello supusiera la propia perdición de ella y sus extraños compañeros.
El cabo Martín apagó la vela al fin, y rozó con su mano el cuello de Estrella en la penumbra del cuarto. Mientras se reconocían mutuamente pasada la sorpresa de Estrella el viejo escritor bohemio y frustrado rompió a hablar en sueños:
-¡Oh, langosta, caballero acorazado de las profundidades marinas! ¡Oh, langosta, acudimos a tus exequias vestidos con nuestras mejores galas y el semblante compungido!- dijo
-¿Qué es eso?-musitó Martín
- Es la poesía que compuso en la cena de un duque italiano, nos descubrieron sin haber sido invitados y él intentó que no nos echarán a gorrazos con una poesía a cambio. Lo consiguió, el duque era aficionado a la poesía y a la vez al humor. Servían langosta en la mesa cuando se dieron cuenta, por supuesto…pero ya mañana te lo explico mejor. ¿Vamos al piso de abajo?
-De acuerdo- los dos rieron brevemente y bajaron.- Cuidado con la grieta de la escalera...
Fuera sonaban en la lejanía el ruido metálico de las cadenas de los blindados, que asediaban la capital de la región. | |
| | | Sukubis Veterano/a
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| Tema: Re: Primer concurso de Relatos Breves de todos los foros Lun Sep 05, 2011 12:40 pm | |
| - Gloria escribió:
- Marchitas de soledad. Autora: Mónic@
¿Todo engrandece o soy yo quien empequeñece?
¿Todo va hacia las nubes o soy yo quien se hunde?
Se cubrió completamente, evitando la claridad del nuevo día. Otro día más y ella allí; queriendo desaparecer entre sábanas, seguir quieta, inmóvil... que los días transcurran y quizás, cuando se sienta diferente, salir a inventarse un buen día. Nadie vendrá a obligarla a enfrentar un nuevo día, puede quedarse metida evitando la claridad, evitando la vida. Morir de inanición, quizás. Su madre, su madre nunca entendería, el porqué de tanta agonía. Muñeca de su madre, envueltas en el juego de vivir, de ser bonita y ser feliz. Se cansó de ir como un sonámbulo y de ser un títere entre sus manos. Necesitaba darle el cambio a esa vida y alejarse y aislarse, fue su gran paso. Qué alivio lejos de ella, ahora se le hacía tan fácil estar sin estar. Se cubrió completamente, le agrada envolverse de oscuridad. No ver pasar las horas ni los días; ni verse a sí misma, en abandono y tan vacía.
Atardece, vuelve a caer el sol... Poco a poco la noche se adueña de todo y sin ella, se asoma siempre con tanta soledad. Donde estás niña mía! Toda mi vida dedicada a ti, viviendo mis días en torno a ti. Llegaste a mi vida tomándome de sorpresa y decidí que juntas le haríamos frente a esta vida, tu creciendo a mi lado y yo madurando al lado. Te dí infancia y niñez como en un cuento de hada y juventud de novela rosa, llena de amor. Aaah! ¿Con tanto amor y te llené de soledad? Mi amor de madre no te alcanzó para llenar vacíos y en todo, siempre juntas ¿No logramos nunca la felicidad? Galimatías brotaron de tus labios. Monólogo de reproches, que nunca entenderé... Me llené de pánico y sin poder hablar, con media vuelta me dejaste atrás. Y te dejé marchar, porque comprendí que en tu vida ya no me querías más; pero, cuando seas madre me entenderás. Se cubrió completamente. Necesita envolverse de oscuridad. No ver pasar las horas, ni los días; ni verse a sí misma, en abandono y tan vacía.
Se cubrieron completamente y envueltas en oscuridad... están sin estar. | |
| | | Sukubis Veterano/a
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| Tema: Re: Primer concurso de Relatos Breves de todos los foros Lun Sep 05, 2011 12:41 pm | |
| - Gloria escribió:
- EL ESCRITOR. Autora: Sirafer
Soy un escritor célebre, consentido por la crítica literaria y adulado por millones de lectores que compran mis novelas en todo el mundo, pero si les soy sincero: yo no recuerdo haber escrito ninguna. Antes de convertirme en lo que hoy soy, mi vida transcurría entre una monótona relación sentimental y un mediocre trabajo como reportero de un insignificante rotativo de tirada local. Ella me dejó y el redactor jefe del periódico me despidió poco después. La depresión convivió conmigo desde entonces. Las horas desfilaban frente a la pantalla de mi ordenador sin que las palabras acudieran a mi mente, las teclas parecían reírse de mi desatino, el cursor del ratón parpadeaba sin compasión, recordándome mi ineptitud. Una fría madrugada, el insomnio se presentó en mi habitación y se adueñó de todo mi ser; dejé de dormir, de pensar, de comer… La inanición estuvo a punto de acabar conmigo. Mi cerebro vivía continuamente en la confusión más absoluta y mi lenguaje se tornó en un galimatías que nadie podía descifrar. Una mañana mis vecinos me encontraron desnudo y con señales inequívocas de sufrir una enajenación transitoria en el jardín de mi casa. Llamaron a una ambulancia y me llevaron a urgencias… ¡El hambre y el abatimiento provocan estas cosas! -me dijeron en el hospital. Allí, gracias a la destreza de profesionales extraordinarios, sané las heridas físicas y luego las del alma. Sin embargo, lo de la escritura no lo entiendo... Así que después de estrujarme el cerebro, durante interminables horas, he llegado a una única conclusión: soy sonámbulo y en ese estado inconsciente hago cosas que después mi memoria no recuerda. ¡Sí, eso es! -afirmo con rotundidad, ahuyentando a los tenebrosos tentáculos de la irreflexión de mi sala de estar. Aunque… Una tenue inquietud logra abrirse paso entre tanta convicción. ¿Por qué será…? Esta noche tengo un presentimiento. He decidido no tomarme el Orfidal e investigar. ¿Acaso no soy un periodista? –me digo tras dar un mordisco a mi suculento bocata de jamón serrano. Cuando termino de cenar me acuesto, pero con un ojo abierto y otro cerrado. ¡Tengo un presentimiento…! A las dos en punto oigo el reloj del vecino del quinto, los lejanos ladridos de los perros callejeros, los ronquidos de doña Eufrasia, la del tercero B, los lloriqueos de un bebé y, de pronto, percibo algo más… Un ligero tintineo y… Me incorporo en la cama y agudizo los oídos. Ese ruido, ¿no son las teclas de un ordenador? ¡Sí! ¡Alguien está pulsando las de mi portátil! Me levanto rápidamente e irrumpo en el salón. Me quedo paralizado al verle, sin poder moverme, aterrado y tan blanco como la pared. Él me mira impasible con sus rechonchas manos apoyadas en el teclado y me pregunta: -¿Qué te pasa, Nacho? ¿No puedes dormir tampoco esta noche? -¡Dios mío! ¿Cómo sabes mi nombre y mi…? –logro decir apenas, pues se me nubla la vista y después todo se vuelve negro. Cuando recupero la conciencia me encuentro tumbado en mi sofá. Una manta cubre mi aterido cuerpo y ese extraño ser me observa sentado en una silla. -Te ha bajado la tensión arterial, Nacho, pero te recuperarás. -¿Quién eres? –le pregunto todavía asustado. -El artífice de que tu obra sea elogiada en todo el mundo. -¿El artífice…? -Así es. Yo escribo las historias que tanta fama te han dado. -¿Y por qué lo haces? -Porque me fijé en tu anodina existencia y decidí cambiarla. -¿Quién eres? –volví a preguntarle con voz temblorosa. -Me llaman el Genio de la Inspiración. Sin mí, las Musas no podrían satisfacer las ilusiones, las ideas y los proyectos que vosotros, los humanos, ansiáis realizar. Sonríe dejando entrever varios dientes de oro. -¡No existes…! Todo esto es una pesadilla… -musito quedamente. El Genio se pone de pie. Sus pobladas cejas blancas se arquean exageradamente. Escucho otra vez el tintineo y me doy cuenta de que tiene varias campanitas cosidas a su atuendo y que éstas suenan al moverse. No lo he dicho antes, pero este individuo se parece muchísimo a Santa Claus, aunque su ropa es de color verde pistacho. -¿Quieres volver a tu anterior vida, Nacho? –me interpela pegando su rolliza cara a la mía. Sus ojos brillan maquiavélicamente cuando manifiesta-: ¡Yo puedo parar el tiempo y girar las agujas del reloj en sentido contrario! ¿Quieres que lo haga y ser nuevamente un don nadie? -No… -susurro aterrorizado. -Entonces, ¡cállate y déjame trabajar! –me grita malhumorado. En ese instante me despierto con el corazón a mil por hora. Parpadeo somnoliento y después respiro profundamente. ¡Todo ha sido un sueño! ¡Un maldito y terrible sueño! Sonrío y veo que el libro que estaba leyendo antes de que Morfeo me rodeara con sus brazos “Pánico de un escritor novel en la Quinta Avenida”, se ha caído al suelo. Lo recojo y lo pongo encima de la mesita de noche. Estoy agotado y apoyo mi cabeza en la mullida almohada. De repente, el sonido de una campanita, que tintinea en el salón, me sobresalta. Las pulsaciones se disparan al levantarme de mi confortable cama. Sobrecogido llego hasta el vano de la puerta, me asomo sigilosamente… Los nervios están a punto de estallar, oigo los latidos de mi corazón, la transpiración perla mi frente, siento que la ansiedad va a ahogarme… Un espeluznante grito escapa de mi garganta cuando Micifuz, el gato de doña Eufrasia, da un salto desde la mesa donde tengo el ordenador hasta mis hombros. -¡Micifuz, eres muy travieso…! –Le riño-. Has estado a punto de provocarme un infarto… Él ronronea como una única respuesta y yo acaricio la campanilla que lleva al cuello. Poco después Micifuz se escapa por la ventana abierta. Suspiro, pues el insomnio ha tornado sin piedad, así que me siento frente al portátil. Me asombro al ver que está encendido y luego palidezco al leer lo que allí está escrito…
“RECUERDA, NACHO, QUE TIENES QUE CAMBIAR EL CARTUCHO DE LA IMPRESORA… TU AMIGO, EL GENIO DE LA INSPIRACIÓN…” | |
| | | Sukubis Veterano/a
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| Tema: Re: Primer concurso de Relatos Breves de todos los foros Lun Sep 05, 2011 12:41 pm | |
| - Gloria escribió:
- Nuestra playa. Autor: Riveira
Nos reunimos todos en nuestro rincón de la playa, donde verano tras verano la pandilla vivía aventuras, amoríos y tantas cosas que nos han unido aún más. Nos mirábamos llenos de muchos recuerdos, emocionados y con un gran vacío, un vacío en nuestros corazones y en la pandilla, hace ya cinco años que nos reunimos en esta playa, tras pasar la noche de San Juan, recordando cuando hace cinco años en el día de su santo, nos soltó la noticia, aceptara un trabajo en Australia, la gran oportunidad que hace tiempo esperaba, quedamos quietos, con el pánico invadiendo nuestros corazones, sabíamos que Juan adoraba Australia, fauna y sobre todo las costumbres y vida aborigen. Nos contara que pasara días sonámbulo pensando en como decirnos la noticia, en la emoción de trabajar en lo que mas le emociona y justo donde siempre ha soñado estar.
Para nosotros en el momento sus palabras eran un amasijo de galimatías, no entendíamos, creo que si fuera otro del grupo, no se notaría el vacío ni daría tanto que hablar su marcha, Juan siempre fue muy especial, tenía siempre algo que decir, algo interesante, como Ana le llamaba, la cajita de ideas, el que siempre tiene una sencilla solución a todo, será porque como él decía, cuanto mas complejo es uno, mas complejas serán sus ideas, el era sencillo con ideas sencillas y sencillas soluciones a lo que parecía un complejo problema. Juan siempre atento y tranquilo, como el mar en calma sin oleajes y nunca le invadía el pánico, ni siquiera cuando una vez a Pedro aquel gigantesco perro le llevara de un mordisco un pedazo de su muslo de un mordisco, Juan con sus nervios templados, rasgó su camiseta y tapó la herida, hizo un improvisado torniquete y agarró a Luís que estaba petrificado mirándole a los ojos y de una fuerte sacudida, le dijo, eres muy fuerte, el mas fuerte de todos, ¡venga! ¡Reacciona! Ayúdame ¡tenemos que ir al hospital!
Luís al momento reaccionó y cargado en sus espaldas corrió hacia el hospital, nos adelantó a todos, aún cargado con el peso nos dejaba atrás y cuando le alcanzamos en el hospital estaban metiendo a Pedro dentro de una de las salas de urgencias para ser atendido, estábamos muy nerviosos, preocupados y Luís, sentado, desplomado en una silla, reventado y con los ojos fijos al suelo, juan dándole unos golpecitos en el hombro, con una gran sonrisa, le dijo, Sabía que podrías perfectamente, grandullón. Luís le miró jadeando y su mirada lo dijo todo, temor preocupación, entonces lentamente, apretándole de los hombros, dijo, grande y fuerte como un oso, una gran fortaleza física, pero dentro hay un gran corazón de frágil vidrio, no te preocupes, se pondrá bien, ya lo verás.
En unas horas pudimos ver a Pedro, con su pierna vendada y en alto, Nos vio y nos demostró que aún en momentos de dolor nunca pierde su sentido del humor, como si no le pasara a él lo primero que nos dijo, joder, ese perro debía estar muerto de inanición por lo rápido que se comió el pedazo, sonriendo mirando nuestras caras de preocupación, sonreímos y le abrazamos.
Recuerdo que el día del alta de Pedro, la gran fiesta que Juan preparara, nunca imagináramos que sería la última que el grupo le tendría presente. La playa se llenó de la música, de las risas y el tiempo se detuvo en el momento que Juan lentamente y con un aire muy solemne, entregó un regalo muy especial a Pedro, la novela que Pedro buscara sin encontrar, una edición rara y difícil de encontrar, pero como vimos, para Juan algo posible, como siempre, las lágrimas le salía a Pedro de la emoción, al tiempo que de su garganta con dificultad, salió, Tío ¡eres único!
Llegó el día que nos despedimos en el aeropuerto, las lágrimas llenaron cada segundo, Juan, nos miraba con su siempre serena expresión como el patriarca que tiene que partir y con suave voz; dice, es lo que tiene que ser, es doloroso, pero mas dolorosa sería mi vida si dejara pasar la oportunidad que hace tiempo he soñado y por fin ha llegado.
Le vimos subir al avión, irse en el aire y aunque muy a menudo nos llama y nos vemos por skype, el vacío inmenso no se llena ni un solo milímetro. Se que no echa de menos, en nuestro día siempre nos llega un paquete de Australia, con un detalle de Juan, un recuerdo de Australia, algo especial, que siempre nos trae muchos recuerdos de los días que no faltaba nuestro Dartañan de la pandilla los mosqueteros.
Un día nos dio la noticia, estaba enamorado, una preciosa australiana, rubia y de ojos azules le robara el corazón, una vez mas nos sorprendió, creíamos que era de morenas, siempre saliera con morenas y al final una rubia pudo conquistar su corazón, porque al poco llegaron las invitaciones a su boda. Ana, Luís y Fernando fueron los únicos que pudieron estar en esa boda en la tierra de los canguros, fueron los perfectos embajadores del grupo y llevaron el equipaje lleno de regalos.
Pronto llegaron las fotos del primogénito de Juan, rubio y con los ojos verdes del padre que no disimulaba el orgullo por ese precioso bebé, al cual le puso de nombre Johny, por deseo y persistencia de su amada mujercita. Vimos dar sus primeros pasos en el video que nos envió meses mas tarde y en este día de San Juan, Luís nos vuelve a dar una noticia que nos deja otra vez mas paralizados de emoción, Juan nos tenía una nueva sorpresa, recibiera de Juan una llamada hace unos días, con unas precisas instrucciones, no decir nada hasta el día de San juan, sólo en ese momento, anunciar que Juan con su familia, regresa, la empresa abre en España y Juan coordinará todo, puede ser unos años o quedarse para siempre, no lo sabemos, pero una vez mas, estaremos todos en nuestro día, en nuestra playa. | |
| | | Sukubis Veterano/a
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| Tema: Re: Primer concurso de Relatos Breves de todos los foros Lun Sep 05, 2011 12:42 pm | |
| - Gloria escribió:
- El epitome de León Pinelo. Autor: Quasitor
Haniel paseaba tranquilamente por la calle del Ángel tarareando para sí una melodía del antiguo grupo Eurythmics –“There must be an angel”-, casi no se daba cuenta de ello, iba un tanto ensimismado debido a que se había cerrado momentáneamente el “Acapulco” local en el que ejercía como barman. El motivo de su ensimismamiento era que ahora no tenía una función en la que ocultar su verdadera naturaleza –Haniel era un ángel de séptimo nivel- y para mayor desconsuelo angélico resultaba que había sido él mismo –junto a un compañero de cuarto nivel avanzado llamado Zascael- el que había provocado el cierre del local debido a un pequeño ejercicio de habilidad –cierto que se había saldado con la muerte de dos humanos y unos cuantos heridos, pero Haniel no se reprochaba eso, había sido un efecto colateral involuntario, además los humanos tarde o temprano se morían solos o se mataban entre sí, Haniel se reprochaba haberse quedado sin su tapadera de barman en un local de gran discreción como era el Acapulco-.
Haniel iba sumido así en estas reflexiones cuando de repente se sintió mareado, con cierta perplejidad notó como se le nublaba la vista y sintió que irresistiblemente arrastrado por una fuerza imperiosa.. Poco a poco la sensación fue pasando, la cabeza de Haniel se fue despejando, la sensación de arrastre había desaparecido y sus sentidos volvían a funcionar, en concreto la vista podía usarla nuevamente así que pudo observar que se encontraba en un lugar extraño, tan extraño como que no era la calle del Ángel sino una habitación que a él no le sonaba de nada, vaya, la desconocía por completo.
Intentó moverse pero no pudo, estaba en medio de un pentagrama, rodeado a su vez por un círculo en el que figuraban las letras “tetragrammaton”, las limitaciones de su movimiento se debían a que no podía traspasar las barreras inmateriales que esos elementos marcaban, un humano lo hubiera podido hacer sin problemas pero un ángel no, como tampoco podía su compañero de cierro, situado a su derecha en un círculo idéntico al que aprisionaba a Haniel. El ángel reconoció inmediatamente al personaje que dormitaba emitiendo desagradables sonidos, era Bael, con su cuerpo de arácnido y sus tres cabezas de sapo, de gato y humana, una de las potestades infernales, el asombro de Haniel iba en aumento ¿Qué rayos hacía allí junto a Bael? ¿Qué poderosa magia lo había arrastrado? Muy pocas cosas podían hacer aquello, y aún había menos gente viva que lo supiera. Hizo una de las pocas cosas que podía hacer: mirar a su alrededor.
La habitación era un cuartucho amplio, la definición de cuartucho no se debía a que fuese pequeño –ya se ha dicho que era amplia- sino al estado en que se encontraba, sin estar horriblemente sucia se la podía considerar decadente, por un balcón entornado entraba la luz de la calle, filtrada por una antigua cortina de bolillos lo que generaba un ambiente de penumbra, eso no impedía ver bien las cosas a un ángel de séptimo nivel como Haniel, así que vio que la relativamente polvorienta estancia estaba abigarrada por un galimatias de cosas: dos ordenadores, un televisor situado al fondo, un microondas a su lado y amontonados y abigarrados una mezcla de libros, cómics y videojuegos: la habitación de un “freakie” –o eso parecía- pero ¿Qué “freakie era capaz de convocar y mantener encerrados a Bael –bastante más poderoso que Haniel- Y a un ángel de séptimo nivel? Los libros daban alguna pista pero no demasiadas, había una serie de grimorios conocidos, algunos pseudoauténticos –como la Clavicula Salomonis o el Gran Grimorio del Papa Honorio- pero todos estaban profundamente adulterados,, no podían haber provocado aquello, también están las obras de Crowley y Eliphas Levi, pero…sus obras publicadas y públicas no contenían ni de lejos los arcanos que habían manejado. Cerca de ellos también habían revistas diversas de esoterismo barato, dvd sobre misterios, novelas de J.J. Benítez –el ínclito troyano-, mangas, y también vio un manual de un “master de parapsicología y alta magia” de algo llamado “astroayuda” que hizo lanzar a Haniel una carcajada a pesar de su apurada situación. La risa de Haniel despertó a una de las cabezas de Bael, que giró lentamente –mientras mantenía a las otras dos beatíficamente, o mejor dicho, maléficamente dormidas- en concreto la de sapo, que miró a Haniel y dijo con voz ronca que recordaba lejanamente a un croar:
- No le veo la gracia, llevo dos días aquí y el imbécil que me ha traído parece que solo sabe convocar pero no desconvocar, aunque para darse importancia hace ver que no quiere, le he ofrecido invisibilidad e inmunidad al dolo pero me ha dicho que no quiere nada de mi, que yo no tenía que haberme presentado, y hablando de presentarse supongo que no será preciso que yo lo haga pero no estaría mal que me dijeses quién eres tú. Haniel respondió –disculpa, no quería molestar, soy un ángel de séptimo nivel y me llamo Haniel estaba por la calle y de repente he sido arrastrado aquí, no he podido evitar la carcajada cuando he visto el “master”.
¡Ah! Un ángel –contestó- Bael eso explica tu aspecto humano y que estuvieses por la calle, pues no te quejes, a mi el idiota me ha hecho subir del infierno del Sur dónde esta visitando a Gurson, justo voy a echar una meadita mientras esperábamos a Beezebub para comenzar una partida de poker –casi siempre les ganó porque tengo tres cabezas, pero a veces no porque la del gato es un poco gilipollas y se le nota cuando tiene juego o va de farol-y me siento arrastrado a través de un montón de sitios, aunque no los he visto, hasta llegar aquí, y hacia siglos que nadie me convocaba de esa manera, y lo que menos me esperaba era el tipo de individuo que nos ha convocado, ya lo verás, una auténtica putada, porque es un chiflado y un “freakie”.
Pero –interrumpió Haniel- si es eso y todo lo que hay en la habitación o es de pega –y miró un supuesto ejemplar del Necronomicon- o está incompleto ¿cómo rayos nos ha traido?
-Espera y verás, le dijo Bael, sino fuera por lo dramático de nuestra situación seria para reirse, de un momento a otro aparecerá nuestro anfitrión –ahora mismo está “ocupado”, él le llama eso a darles la paliza a diferentes servicios técnicos, ahora mismo está con LG porque dice que el quería una pantalla Philips y le han traído una LG- es todo un personaje, el tipo además es sonámbulo.
En esos momentos se oyeron unos pasos de alguien que se acercaba por un pasillo murmurando –¡mierda! dicen que te venden un Philips y está lleno de componentes LG!...-. El personaje hizo su entrada en la habitación, llevaba puesta una bata de boatine, unas zapatillas a cuadros pantalones de pijama y clacetines y, bajo la bata asomaba una blusa de pijama, el rostro era muy pecoso y llevaba unas gafas que delataban su miopía profunda debido al grosor de sus cristales, era un modelo que no se fabricaba desde hacía veinte años, tenía una extraña calva natural que le comenzaba justo en el centro de la cabeza, con lo que su escaso pelo, muy corto, le cubría como una especie de arco la parte trasera de la misma. Sin parecerse demasiado le recordó a Haniel al Ignatius Reilly de “La conjura de los necios”, alguna cosa “ignatiana” tenía aquel individuo, pero la observación casi cómica se torno en pánico cuando Haniel reparó en el libro que aquel tipo llevaba en las manos ¡era el segundo volumen del Epitome de León Pinelo! Un antiguo libro del siglo XVI que bajo la apariencia de una inofensiva lista de términos geográficos de la época contenía encriptado uno de los escasos grimorios de pe a pa se trataba del “Gran Grimorio D’Erbó” un antiguo alquimista, mago y nigromante conocedor de todos los secretos –también los conocían Crowley, Dee y Levi, pero habían sido mucho más prudentes a la hora de registrarlos, pero D’Erbó no podía ser prudente, claro, era un “bocas”-.
El Epitome de León Pinelo (1) había descansado durante siglos tranquila y polvorientamente en los Archivos de Indias, hasta que un mal día, un catedrático de Geografía, don Horacio Capel Saez, decidió pedir permiso para investigarlo, realizar un estudio preliminar y editarlo en unos cuantos facsímiles –algunos en tapa dura la mayoría en rustica- obtuvo el permiso y tal cual lo hizo, y se olvidó del asunto. El librero vendió a precio desorbitante un libro que valía dos duros a aquel individuo extraño asegurándole –él pensaba que falsamente- que era un grimoria y resultaba ser que…lo era y…de verdad.
Bael, que había observado las distintas reacciones de Haniel, le dijo -¿lo entiendes ahora? -El extraño anfitrión, que hasta entonces no les había prestado caso se revolvió y le dijo -¡tu a callar! ¡que no me sirves para nada! ¡a ver si este otro es algo más útil!.
Fue hasta la televisión y conectó un canal de videntes la pantalla principal se la dividían un presentador venido a menos y una señora rubia teñida que no paraba de mover los brazos cual lanzadora de peso rusa, llevando en una de sus manos un enorme signo egipcio que en tiempos había significado “sandalia”, la vidente decía, “llamame, Aida está para ayudarte”. Nuestro Ignatius Reilly particular suspiró ¡menos mal! y marcó el teléfono que aparecía en la pantalla, de entrada le retuvieron al aparato unos 45 minutos, después le pasaron a algo llamado “gabinete”, pero él insistía en que quería hablar con la “diosa Aida”, tras otros 45 minutos le pasaron finalmente con la vidente de la pantalla.
-¡Aida! ¡soy Ricardo! ¡el Leo! –Bael murmuró por lo bajo, el burro más bien-
La presentadora contestó –Sí, Ricardo, ya me acuerdo, ¡el Leo! ¿cómo lo iba a saber yo? ¿eh? ¿cómo lo iba a saber? Porque el padre eterno me ha dado poderes y soy su enviada- ¿Qué puedo hacer por ti?
-Ya lo sé Aida, ya lo sé, que eres la diosa, he llamado a Haniel como tu me dijiste lo tengo aquí, ¿qué le pido?
La tarotista, para salirse del paso –pues pensaba que estaba hablando con uno de los chiflados o pardillos habituales- le dijo –Sí, noto su presencia –sin siquiera imaginar que aquella presencia era real, y empezó a gesticular con los brazos y el símbolo de la sandalia-, también noto la de Bael –era lo anterior que le había recomendado, igualmente se hubiera quedado de piedra que tanto uno como otro existían y estaban en casa del chiflado-, pero te falta una presencia femenina, llama a Lilith y podrás completar la triada que te traerá a Galadriel -¡Galadriel!, bufo la cabeza de gato de Bael, ¡pero si es un personaje del Señor de los Anillos! ¡esta como una regadera!-.
La tarotista prosiguió ya para deshacerse de la llamada -ya lo sabes mi amor, llama a Lilith, ten envió fuerza y ayuda y todos tus deseos se cumplirán.
El loco colgó el teléfono y trazó un pentagrama y a rodearlo con un círculo en el suelo.
Haniel exclamó horrorizado -¡va a invocar a Lilith! ¡este tío va a invocar a Lilith!-. La cabeza humana de Bael le miro y dijo –déjalo, así vendrá Lilith y podremos irnos de una vez-. Haniel volvió a decir -¿Sabes lo que le va a hacer si la llama? ¡Si en 1529 Kelly abandonó el ritual porque le entró pánico! Es igual, replicó Bael, este imbécil se lo merece, además yo soy un príncipe de los demonios, tal vez que te preocupe algo a ti que eres un ángel, pero a mi me es igual, solo quiero irme y, además, no sé si te preocupará mucho que todo se sabe, y el asuntillo del Acapulco lo provocaste tú…-¡Pero fue un accidente!- se defendió Haniel -Sí, un accidente que te importa un bledo le contestó Bael.
Ricardo el loco ya había terminado el círculo y los preparativos y comenzó la invocación:
¡La oscuridad es ella, pero brillante!¡Negras son sus alas, negras en negro! ¡Sus labios son rojos como la rosa, besando todo el Universo! ¡Ella es Lilith, quién lidera las hordas del Abismo, y la que lidera al hombre a la liberación! ¡Ella es KI-SI-KIL-LIL-LA KE, Reina del Círculo Mágico!
Comenzó entonces a aparecer penumbra sobre penumbra, negra sombra, se escuchó un siseo y apareció Lilith, en su forma de lamia y en el círculo, lo atravesó…-Haniel no paraba de murmurar el mantra “Lilith-abi!”, Bael se reía con sus tres cabezas, la lamia, sin mediar palabra se acercó al loco que la mieraba con la boca abierra y fascinado, Lilith le besó en la boca, pero el beso fue transformándose en mordisco sangriento, no daremos detalles de macabro pandemónium que prosiguió, del loco Ricardo solo quedaron laz zapatillas a cuadros y la bata de boatine, bueno, eso, y un charco de sangre. Lilith se volvió hacia Haniel y Bael, ahora adoptó la forma de una bella joven completamente desnuda, y les dijó, podeís iros, ya está roto el hechizo y he aceptado la ofredan, tras eso se disolvió primero en la oscuridad que al poco se transformó en penumbra.
Bael salió del círculo hizo unas pequeñas invocaciones y creó una puerta dimensional, se volvió a Haniel y le comentó -un placer a pesar de las circunstancias, voy a ver si consigo llegar al final de la partida, suele durar cuatro días y solo han pasado dos, y si no como algo voy a morir de inanición, es broma -añadió-. Por cierto, buen jaleo el del Acapulco, digno de un demonio, si quieres cambiar de lado ven a verme, hasta más ver.
Y diciendo eso desapareció a través de la puerta dimensional. Haniel salió a la calle, en realidad era una plaza, miro cual era su nombre, se llamaba “Aida”, le entró una risa histérica. Se recuperó enseguida y fue a lo suyo: cavilar dónde iba a encontrar un lugar tan bueno como el “Acapulco”, claro que, tal vez, no debiera preocuparse tanto, le habían comentado que en cuestión de días el juez levantaría el precinto.
Mientras tanto, a muchos kilómetros de distancia, en una ciudad junto al Mediterráneo, el Catedrático de Geografía tomo de la estantería de su despacho académico el primer volumen del Epitome de León Pinelo, quería consultar unas notas de su propio estudio introductorio, de aquella obra, que era lo único que le interesaba de la misma. Para su fortuna nunca se había molestado en “escarbar” acerca de su contenido que, bien mirado, presentaba cosas muy raras…
(1) Nota, el libro es un auténtico antiguo de geografía, claro, se editaron hacia finales de lo años ochenta unos cuantos fácsimiles con un estudio introductorio, puede consultarse en la Biblioteca Nacional de Madrid, consta de dos tomos | |
| | | Sukubis Veterano/a
Mensajes : 986 Edad : 56
| Tema: Re: Primer concurso de Relatos Breves de todos los foros Lun Sep 05, 2011 12:43 pm | |
| - Gloria escribió:
- Y al fin llego el día.
Tengo el gusto de comunicaros el resultado del I Concurso de Relatos Breves Todosloforos.
Ganador:
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Segundo Clasificado:
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Y Tercer Clasificado:
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Muchas felicidades a los ganadores, mi más sincera enhorabuena. [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Felicitar y agradecer también a todos los participantes sus relatos, han tenido un alto nivel y me han gustado mucho. :wink:
Y por supuesto agradecerle al amigo Riveira su estimada colaboraciíon por haber hecho estos diplomas tan estupendos, muchas gracias amigo. [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Y por ultimo la lista de todos los participantes con sus textos:
1.- Negra noche. Autor: Mmonchi
2.- Un despiste de Morfeo. Autora :Marmopi
3.- El diario perdido. Autora: Gloriana.
4.- La última oportunidad. Autor : Rondero.
5.- Benedicta, Benedicte. Autora:Tay
6.- Cobayas. Autora: Annapurna
7.- El sonámbulo. Autora: Marapez.
8.- Totalmente Natural. Autor: Manulondra.
9.- La hora de la novela. Autora : Gloria.
10.- El Casino. Autor: Sevedu
11.- Sagrario y la señora Dawson. Autora: Atlántida
12.- Síntesis de juventud. Autor: Alb81
13.- Espejos. Autor Tatsumaru
14.- Marchitas de soledad. Autora: Mónic@
15.- El escritor. Autor: Sirafer
16.- Nuestra playa. Autor: Riveira
17.- El epitome de León Pinelo. Autor: Quasitor
Tay, te paso el testigo, toda tuya la organización del siguiente concurso. | |
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