Sin trabajo y tras quedarse en la calle, una pareja residente en Vigo se ve obligada a dejar a sus hijos en una institución porque no pueden mantenerlos.
Los padres viven en un inmueble en ruinas, sin agua ni luz.
Llegaron a Vigo desde Barcelona con una única ilusión: encontrar trabajo e iniciar una nueva vida con sus hijos. Pero el sueño se convirtió en pesadilla y Arantxa C, D. y José A. I., de 37 y 38 años, no solo se gastaron los ahorros que traían de Cataluña, sino que se quedaron en la calle.
No solo eso: han tenido que entregar a sus dos hijos a una institución a través de la Xunta y viven en un inmueble en ruinas, sin agua ni luz, según publica La Voz de Galicia.
"En Barcelona trabajé en una empresa de hostelería y cuando falleció mi abuela en Vigo, que era la persona que me cuidó a mí, decidí volver. Las cosas se torcieron y al nacer mi tercera hija en el Álvaro Cunqueiro hace once meses, ya se fue directa a una institución con su hermano de dos años. La mayor vive con los abuelos", comenta Jose al periódico gallego.
En el tiempo que lleva en la ciudad ha pegado carteles por la calle y entregado decenas de currículos. "Lo mío es la logística, por ejemplo reparto con furgón, pero si tengo que desbrozar o despegar chicles del suelo encantado, me pongo de rodillas, y mi mujer es auxiliar de geriatría y puede cuidar a personas mayores, hacer limpieza", dice desesperado.
Tras quedarse sin dinero en Vigo, les gestionaron una ayuda de emergencia de 150 euros durante tres meses para el alquiler de una habitación. Finalizada esa subvención se quedaron en la calle.
Reconoce que no tener los niños con ellos es muy duro y que cada vez que van a verlos se les parte el corazón. Comen gracias a lo que les da AFAN y a la bombona de butano que les regaló Antón Bouzas, de Os Ninguéns. Por el día pueden asearse y hacer sus necesidades en algún centro comercial, pero por la noche se tienen que buscar la vida. Tampoco disponen de dinero para pagar las medicinas que tendría que tomar Arantxa para el tiroides.
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