Oremos, hermanos, para que Antisucial recapacite esa decisión suya de abandonarnos
tomada, seguramente, en un momento de falta de lucidez,
pues él es nuestro faro y guía;
sin él será como caminar por un sendero, estrecho y sinuoso,
bordeando tal altura que un soplo del más ligero viento nos pueda hacer caer por el barranco.
Fieles seguidores suyos oremos para que su recapacitación sea positiva y no se nos vaya,
ni tan siquiera, de vacaciones estivales.
Oremos todos:
Salve, Regina, Mater misericordiae,
vita dulcedo, et spes nostra, salve.
Ad te clamamus, exsules filii Hevae,
ad te suspiramus, gementes et flentes,
in hac lacrimarum valle.
Eia, ergo, advocata nostra,
illos tuos misericordes oculos ad nos converte;
et Iesum, benedictum fructum ventris tui,
nobis post hoc exilium ostende.
O clemens, O pio, O dulcis Virgo Antisuciale...
Amen.