Tema: Re: Curiosidades históricas. Vie Jul 26, 2013 9:06 pm
Antonio Vidal, el hombre que pudo evitar la dictadura de Franco.
¿Os imagináis que la dictadura franquista no se hubiera producido? ¿Qué habría sido de la historia de España sin este episodio?, o ¿cuál habría sido el devenir del país en el caso de que otro general hubiera triunfado al frente del golpe de Estado contra la República? Todas estas preguntas podrían haber sido respondidas si cuatro días antes del inicio de la guerra, Antonio Vidal hubiera llevado a cabo con éxito su plan de asesinar a Franco en Canarias.
Muchas organizaciones se plantearon esta misma posibilidad después del 39 para poner fin a la dictadura –desde anarquistas a falangistas, pasando por republicanos o independentistas–, pero en contra de lo que pueda pensarse, los primeros intentos se remontan a los días previos al 18 de julio de 1936. Franco, por aquel entonces comandante militar de Canarias, no había conseguido mantener a salvo entre las cuatro paredes de su despacho en la sede de la Comandancia de la capital tinerfeña, la información referente al golpe de Estado que planeaba. No fue un secreto especialmente bien guardado, por lo que llegó hasta los oídos de la CNT, de la Defensa Confederal de Canarias y de la Federación Anarquista Ibérica (FAI). Estas organizaciones contaban entonces con la ayuda de Antonio Vidal, un destacado intelectual anarquista catalán que vivía en Santa Cruz de Tenerife, considerado el cerebro de este primer intento de atentado contra Franco, según cuenta el investigador canario Ricardo García Luis en «Crónica de vencidos» (La Marea, 2005), donde recoge varias primeras fuentes de lo acontecido aquellos días.
Antonio Vidal
El traidor Franco llevaba pocos meses en la capital tinerfeña, pero ya intuía que cualquier día de esos podría ser objeto de un atentado, por lo que tomó sus precauciones, como dormir con las puertas y ventanas cerradas a cal y canto a pesar del calor. La decisión de asesinarlo había sido tomada por varios miembros del Comité Confederal de Canarias y la FAI en una «desafortunada» reunión en la que no contaban con la presencia de un compañero anarquista que iba a traicionarles, informando de las intenciones de Vidal y sus compañeros a los altos mandos militares involucrados en la sublevación. Tal vez el traidor, del que no se ha averiguado el nombre, no se planteó su perfidia entonces y simplemente cambió de opinión cuando le advirtieron de que, una vez Franco se hiciera con el poder, sería detenido y fusilado.
Según García Luis, uno de los anarquistas que participó en el intento la noche del 14 de julio del 36 fue Antonio Tejera Alonso, conocido como «Antoñé», un anarquista de Santa Cruz de Tenerife. El segundo colaborador fue Martín Serarols Treserras, apodado «El Catalán», que fue fusilado el 9 de enero de 1937 por pertenecer al Comité de Defensa Confederal de Canarias. Nunca se averiguó tampoco el nombre del tercer brazo ejecutor del plan de Vidal. «¡Socorro, auxilio, pistoleros!»
Al anochecer del 14 de julio de 1936, estos tres anarquistas se escurrieron por la trampilla que conectaba una cantina cercana con las dependencias que ocupaba Franco. A través de la azotea, primero, y de un corredor de la Comandancia Militar, después, llegaron a la puerta que daba a la habitación del futuro dictador. La idea era abrir la puerta y liquidarlo de inmediato, pero Franco se encontraba en el interior con la puerta cerrada por dentro, alertado como estaba de las intenciones anarquistas. Antoñé, Serarols y el tercer compinche no se lo pensaron dos veces e intentaron forzar la puerta, pero el general se percató de inmediato del ruido y, según la versión aportada por Antoñé en el libro de García Luis, comenzó a pedir auxilio a grito pelado: «¡Socorro, auxilio, pistoleros!». Aquello provocó la huida de los anarquistas, que consiguieron escapar rápidamente, a pesar de encontrase a escasos metros de su objetivo, sin ser vistos.
Otros escritores de la época dieron otras versiones diferentes de cómo se produjeron los hechos, pero ninguna duda de que ocurrieron. Entre ellos, el biógrafo de Franco, Joaquín Arrarás, o el teniente general Francisco Franco Salgado-Araujo en su libro «Mi vida junto a Franco».
Cuando se descubrió la participación intelectual de Antonio Vidal, este evitó que lo detuvieran ocultándose bajo una lápida del cementerio de San Rafael y San Roque de Santa Cruz de Tenerife, consiguiendo después huir. Tras aquello, inició una brillante carrera como espía al servicio de la República, pero Franco consiguió dar su golpe de Estado y, en 1939, perpetuarse en el poder para los siguientes cuarenta años.
Ronaldo512 V.I.P.
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Tema: Re: Curiosidades históricas. Mar Jul 30, 2013 3:53 pm
Ultimo mensaje de Franco.
"Españoles: Al llegar para mí la hora de rendir la vida ante el Altísimo y comparecer ante su inapelable juicio pido a Dios que me acoja benigno a su presencia, pues quise vivir y morir como católico. En el nombre de Cristo me honro, y ha sido mi voluntad constante ser hijo fiel de la Iglesia, en cuyo seno voy a morir. Pido perdón a todos, como de todo corazón perdono a cuantos se declararon mis enemigos, sin que yo los tuviera como tales. Creo y deseo no haber tenido otros que aquellos que lo fueron de España, a la que amo hasta el último momento y a la que prometí servir hasta el último aliento de mi vida, que ya sé próximo. Quiero agradecer a cuantos han colaborado con entusiasmo, entrega y abnegación, en la gran empresa de hacer una España unida, grande y libre. Por el amor que siento por nuestra patria os pido que perseveréis en la unidad y en la paz y que rodeéis al futuro Rey de España, don Juan Carlos de Borbón, del mismo afecto y lealtad que a mí me habéis brindado y le prestéis, en todo momento, el mismo apoyo de colaboración que de vosotros he tenido. No olvidéis que los enemigos de España y de la civilización cristiana están alerta. Velad también vosotros y para ello deponed frente a los supremos intereses de la patria y del pueblo español toda mira personal. No cejéis en alcanzar la justicia social y la cultura para todos los hombres de España y haced de ello vuestro primordial objetivo. Mantened la unidad de las tierras de España, exaltando la rica multiplicidad de sus regiones como fuente de la fortaleza de la unidad de la patria. Quisiera, en mi último momento, unir los nombres de Dios y de España y abrazaros a todos para gritar juntos, por última vez, en los umbrales de mi muerte, ¡¡ARRIBA ESPAÑA!! ¡¡VIVA ESPAÑA!!"
Ocultado por el Franquismo en 1944, nadie supo jamás cuántos muertos hubo en el peor accidente de tren de la historia de España: algunas fuentes los cifran en medio millar, estudios recienten en 250 y las cifras oficiales en 78. «Como consecuencia del choque se incendiaron dentro del túnel los seis primeros vagones. Hasta el momento han sido extraídos 26 cadáveres de las unidades que quedaron más cerca de la boca del túnel, y se supone que dentro del mismo se encontrarán aún más», contaba ABC el 4 de enero de 1944, un día después de que se produjera, en Torre del Bierzo, el peor accidente de tren de la historia de España. No fue aquel ni mucho menos el número real de muertos que se produjeron en esta tragedia, cuya cifra final jamás llegó a establecerse con certeza por la férrea censura impuesta por el Franquismo, que minimizó las cifras para no dar muestras de debilidad, para no producir el menor impacto en la sociedad ni para despertar las críticas hacia el nuevo régimen. Los periódicos de la posguerra, que no volvieron a publicar nada después de aquellas primeras informaciones, redujeron el número de muertos a unos 50, mientras que los datos oficiales publicados por Renfe elevaron después la cifra hasta los 78. El juzgado de Ponferrada contó 58 cadáveres, mientras que en la sentencia del juicio al maquinista se establecieron 83 muertos y 64 heridos. El personal ferroviario y los propios habitantes de Torre del Bierzo, que participaron en el rescate, hablaban de al menos 350 las personas que perdieron la vida en el funesto túnel número 20 de la línea Madrid-La Coruña. En 1999, en el 55 aniversario de la tragedia, el secretario provincial del sindicato ferroviario de UGT, José Manuel Vidal, aseguraba a EFE que existían datos suficientes «para pensar que se produjeron entre 500 y 800 muertes». Un número que también aparece, entre interrogantes, en el Libro Guinness de los Récords, encuadrado entre las mayores tragedias ferroviarias de la historia universal. Según los estudios más recientes, murieron entre 200 y 250 personas. Este baile de cifras consiguió sepultar el siniestro durante décadas, hasta que en los últimos años, gracias al testimonio de algunos supervivientes y a la documentación recogida de manera fragmentaria, y a pesar de que algunos de los archivos de RENFE referentes al caso desaparecieran hace años, se ha podido reconstruir el suceso. Era «vox populi» que salieron del túnel muchos más cadáveres de los que oficialmente se declararon en enero del 44. Al igual que el Alvia que descarriló el pasado 24 de julio en Santiago de Compostela provocando la muerte de 79 pasajeros, el Correo-expreso 421 hacía la ruta Madrid-Galicia. El 3 de enero de 1.944, a su paso por Brañuelas, uno de los maquinistas decidió desenganchar una de las dos locomotoras con las que el tren iba remolcado por presentar problemas con los frenos. Era la locomotora 240-2423, conocida como «la Renfe», que había sido añadida para mejorar la tracción. Aquella fue la primera de las decisiones que intervinieron en el fatal accidente que se produciría una hora después. El viaje se reanudó solo con la locomotora principal, la número 4532, que correspondía a la antigua compañía del Norte. Al enfilar la pronunciada bajada que hay después de Brañuelas, el tren ganó pronto mucha velocidad. Para cuando el maquinista se percató de que tenía que comenzar a parar la máquina para efectuar la parada reglamentaria en Albares, se dio cuenta de que no podía. Era demasiado tarde. El Correo pasó a toda velocidad por Albares ante el estupor del jefe de la estación, que corrió a telefonear al jefe de Torre del Bierzo. Éste salió de su despacho haciendo gestos con las manos y gritando a los operarios que pusiesen traviesas en la vía con la intención de detenerlo, pero el tren continuó desbocado en su descenso hacia la tragedia.
El túnel número 20 El Correo penetró en el ya desaparecido túnel número 20 que se encontraba poco después de la estación. Era uno de los muchos que se encontraban en el difícil trazado que discurría por la ladera de la montaña, en cuyo interior se encontraba otra locomotora con tres vagones que intentaba alejarse a toda velocidad para evitar el impacto del tren que se acercaba sin frenos. No le dio tiempo. El Correo embistió a la locomotora en el interior del túnel. El choque fue tremendo. Seis de los vagones descarrilaron y formaron en el interior de aquel agujero negro sin ventilación un amasijo de hierros y maderas que pronto comenzó a arder. Las escenas tuvieron que ser dantescas. Cientos de pasajeros atrapados en el interior del túnel sin poder huir y otros tantos vecinos sin posibilidades de acceder para rescatarlos. A este cúmulo de desdichas se sumó la de otro tren con 27 vagones cargados de carbón que se dirigía, sin tener noticias de la tragedia, al interior del túnel. Los cables que movían la señal de «aviso de parada» habían quedado inutilizados por el accidente y los maquinistas del mercancías continuaron sin detenerse. Cuando se percataron de que algo ocurría en el interior del túnel, sus más de 600 toneladas de carbón le impidieron detener la locomotora de inmediato. El segundo impacto fue también brutal.
Un rescate imposible De los 12 coches que componían el Correo 421, cinco quedaron dentro del túnel y fueron devorados por el fuego. Fue allí donde se produjo la mayoría de las muertes. Tratando de sofocar las llamas se rompieron las tuberías de los depósitos de agua que se encontraban encima del túnel, pero no fue suficiente y el fuego continuó tres días más. El desfile de heridos y la recogida de restos humanos de entre los vagones calcinados duraron más de una semana, y la identificación de la mayoría de los cadáveres fue prácticamente imposible debido a la calcinación de los cuerpos, los documentos y las prendas de las víctimas. Nunca podrán conocerse con exactitud ni las causas ni los responsables últimos de éste accidente, el peor de la historia ferroviaria de España. Todo parece apuntar a mal estado de las vías y los trenes en una época de reconstrucción de España tras la Guerra Civil, donde su mantenimiento y revisión eran prácticamente nulos. «El desgraciado accidente parece ser debido a una extraordinaria coincidencia de causas, entre las cuales debe considerarse en su justo valor el largo uso del material móvil», aseguraba ABC seis días después. «Es inútil querer encerrar los recuerdos, no hay cerraduras, ni paredes, ni mazmorras de las que no se escapen. Los recuerdos son como el humo, siempre salen», eran las últimas palabras de la protagonista del cortometraje «Túnel número 20», dirigido por Ramón de la Fontecha, que ganó el Goya en 2003.
"Españoles: Al llegar para mí la hora de rendir la vida ante el Altísimo y comparecer ante su inapelable juicio pido a Dios que me acoja benigno a su presencia, pues quise vivir y morir como católico. En el nombre de Cristo me honro, y ha sido mi voluntad constante ser hijo fiel de la Iglesia, en cuyo seno voy a morir. Pido perdón a todos, como de todo corazón perdono a cuantos se declararon mis enemigos, sin que yo los tuviera como tales. Creo y deseo no haber tenido otros que aquellos que lo fueron de España, a la que amo hasta el último momento y a la que prometí servir hasta el último aliento de mi vida, que ya sé próximo. Quiero agradecer a cuantos han colaborado con entusiasmo, entrega y abnegación, en la gran empresa de hacer una España unida, grande y libre. Por el amor que siento por nuestra patria os pido que perseveréis en la unidad y en la paz y que rodeéis al futuro Rey de España, don Juan Carlos de Borbón, del mismo afecto y lealtad que a mí me habéis brindado y le prestéis, en todo momento, el mismo apoyo de colaboración que de vosotros he tenido. No olvidéis que los enemigos de España y de la civilización cristiana están alerta. Velad también vosotros y para ello deponed frente a los supremos intereses de la patria y del pueblo español toda mira personal. No cejéis en alcanzar la justicia social y la cultura para todos los hombres de España y haced de ello vuestro primordial objetivo. Mantened la unidad de las tierras de España, exaltando la rica multiplicidad de sus regiones como fuente de la fortaleza de la unidad de la patria. Quisiera, en mi último momento, unir los nombres de Dios y de España y abrazaros a todos para gritar juntos, por última vez, en los umbrales de mi muerte, ¡¡ARRIBA ESPAÑA!! ¡¡VIVA ESPAÑA!!"
Pues si existe el Altísimo, seguro que lo ha juzgado y lo ha mandado donde se merece... no le habrá servido de mucho ser hijo fiel de la iglesia... al menos sus actos no demostraron esa fidelidad.
Y lo de la justicia social y la cultura, sus discípulos se lo han pasado por el forro de los gallumbos.
Ocultado por el Franquismo en 1944, nadie supo jamás cuántos muertos hubo en el peor accidente de tren de la historia de España: algunas fuentes los cifran en medio millar, estudios recienten en 250 y las cifras oficiales en 78. «Como consecuencia del choque se incendiaron dentro del túnel los seis primeros vagones. Hasta el momento han sido extraídos 26 cadáveres de las unidades que quedaron más cerca de la boca del túnel, y se supone que dentro del mismo se encontrarán aún más», contaba ABC el 4 de enero de 1944, un día después de que se produjera, en Torre del Bierzo, el peor accidente de tren de la historia de España. No fue aquel ni mucho menos el número real de muertos que se produjeron en esta tragedia, cuya cifra final jamás llegó a establecerse con certeza por la férrea censura impuesta por el Franquismo, que minimizó las cifras para no dar muestras de debilidad, para no producir el menor impacto en la sociedad ni para despertar las críticas hacia el nuevo régimen. Los periódicos de la posguerra, que no volvieron a publicar nada después de aquellas primeras informaciones, redujeron el número de muertos a unos 50, mientras que los datos oficiales publicados por Renfe elevaron después la cifra hasta los 78. El juzgado de Ponferrada contó 58 cadáveres, mientras que en la sentencia del juicio al maquinista se establecieron 83 muertos y 64 heridos. El personal ferroviario y los propios habitantes de Torre del Bierzo, que participaron en el rescate, hablaban de al menos 350 las personas que perdieron la vida en el funesto túnel número 20 de la línea Madrid-La Coruña. En 1999, en el 55 aniversario de la tragedia, el secretario provincial del sindicato ferroviario de UGT, José Manuel Vidal, aseguraba a EFE que existían datos suficientes «para pensar que se produjeron entre 500 y 800 muertes». Un número que también aparece, entre interrogantes, en el Libro Guinness de los Récords, encuadrado entre las mayores tragedias ferroviarias de la historia universal. Según los estudios más recientes, murieron entre 200 y 250 personas. Este baile de cifras consiguió sepultar el siniestro durante décadas, hasta que en los últimos años, gracias al testimonio de algunos supervivientes y a la documentación recogida de manera fragmentaria, y a pesar de que algunos de los archivos de RENFE referentes al caso desaparecieran hace años, se ha podido reconstruir el suceso. Era «vox populi» que salieron del túnel muchos más cadáveres de los que oficialmente se declararon en enero del 44. Al igual que el Alvia que descarriló el pasado 24 de julio en Santiago de Compostela provocando la muerte de 79 pasajeros, el Correo-expreso 421 hacía la ruta Madrid-Galicia. El 3 de enero de 1.944, a su paso por Brañuelas, uno de los maquinistas decidió desenganchar una de las dos locomotoras con las que el tren iba remolcado por presentar problemas con los frenos. Era la locomotora 240-2423, conocida como «la Renfe», que había sido añadida para mejorar la tracción. Aquella fue la primera de las decisiones que intervinieron en el fatal accidente que se produciría una hora después. El viaje se reanudó solo con la locomotora principal, la número 4532, que correspondía a la antigua compañía del Norte. Al enfilar la pronunciada bajada que hay después de Brañuelas, el tren ganó pronto mucha velocidad. Para cuando el maquinista se percató de que tenía que comenzar a parar la máquina para efectuar la parada reglamentaria en Albares, se dio cuenta de que no podía. Era demasiado tarde. El Correo pasó a toda velocidad por Albares ante el estupor del jefe de la estación, que corrió a telefonear al jefe de Torre del Bierzo. Éste salió de su despacho haciendo gestos con las manos y gritando a los operarios que pusiesen traviesas en la vía con la intención de detenerlo, pero el tren continuó desbocado en su descenso hacia la tragedia.
El túnel número 20 El Correo penetró en el ya desaparecido túnel número 20 que se encontraba poco después de la estación. Era uno de los muchos que se encontraban en el difícil trazado que discurría por la ladera de la montaña, en cuyo interior se encontraba otra locomotora con tres vagones que intentaba alejarse a toda velocidad para evitar el impacto del tren que se acercaba sin frenos. No le dio tiempo. El Correo embistió a la locomotora en el interior del túnel. El choque fue tremendo. Seis de los vagones descarrilaron y formaron en el interior de aquel agujero negro sin ventilación un amasijo de hierros y maderas que pronto comenzó a arder. Las escenas tuvieron que ser dantescas. Cientos de pasajeros atrapados en el interior del túnel sin poder huir y otros tantos vecinos sin posibilidades de acceder para rescatarlos. A este cúmulo de desdichas se sumó la de otro tren con 27 vagones cargados de carbón que se dirigía, sin tener noticias de la tragedia, al interior del túnel. Los cables que movían la señal de «aviso de parada» habían quedado inutilizados por el accidente y los maquinistas del mercancías continuaron sin detenerse. Cuando se percataron de que algo ocurría en el interior del túnel, sus más de 600 toneladas de carbón le impidieron detener la locomotora de inmediato. El segundo impacto fue también brutal.
Un rescate imposible De los 12 coches que componían el Correo 421, cinco quedaron dentro del túnel y fueron devorados por el fuego. Fue allí donde se produjo la mayoría de las muertes. Tratando de sofocar las llamas se rompieron las tuberías de los depósitos de agua que se encontraban encima del túnel, pero no fue suficiente y el fuego continuó tres días más. El desfile de heridos y la recogida de restos humanos de entre los vagones calcinados duraron más de una semana, y la identificación de la mayoría de los cadáveres fue prácticamente imposible debido a la calcinación de los cuerpos, los documentos y las prendas de las víctimas. Nunca podrán conocerse con exactitud ni las causas ni los responsables últimos de éste accidente, el peor de la historia ferroviaria de España. Todo parece apuntar a mal estado de las vías y los trenes en una época de reconstrucción de España tras la Guerra Civil, donde su mantenimiento y revisión eran prácticamente nulos. «El desgraciado accidente parece ser debido a una extraordinaria coincidencia de causas, entre las cuales debe considerarse en su justo valor el largo uso del material móvil», aseguraba ABC seis días después. «Es inútil querer encerrar los recuerdos, no hay cerraduras, ni paredes, ni mazmorras de las que no se escapen. Los recuerdos son como el humo, siempre salen», eran las últimas palabras de la protagonista del cortometraje «Túnel número 20», dirigido por Ramón de la Fontecha, que ganó el Goya en 2003.
Fuente: abc.es
Muy actual la noticia, amiga.
Gloria Veterano/a
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Tema: Re: Curiosidades históricas. Miér Ago 07, 2013 2:36 pm
El asedio francés de Cádiz: “Los tirabuzones de las gaditanas"
Con sus murallas, su guarnición , y la escuadra española y británica que la protegía, Cádiz era la ciudad que en 1810 ofrecía más garantías para resistir a los franceses, y así lo demostró durante los dos años y medio que duró el sitio al que fue sometida.
La línea de frente se estableció más allá de San Fernando, en el caño de Sancti Petri, una zona pantanosa que dificultaba los ataques.
Los españoles también fortificaron la península del Trocadero, mientras los franceses acampaban en El Puerto de Santa María , Puerto Real y Chiclana.
Sin embargo, la ciudad estaba expuesta a la artillería, desde Diciembre de 1810 empezaron a caer dentro del recinto amurallado granadas o bombas disparadas por las baterías enemigas, inicialmente, los disparos fueron pocos y muy espaciados.
Para conseguir alcanzar una distancia mayor, los franceses aumentaron el peso de los proyectiles, rellenándolos con más plomo y con muy poca pólvora, pero aunque los proyectiles caían en mayor número sobre la ciudad la mayoría no explotaban.
Pasados los primeros sustos, los gaditanos inventaron coplas desafiantes, como una muy famosa, que decía Con las bombas que tiran, los fanfarrones, se hacen las gaditanas, tirabuzones. Los proyectiles que, cargados de plomo, tiraban los franceses contra Cádiz al reventar expulsaban el plomo retorcido por la explosión en forma de "tirabuzones", como si fuesen sacacorchos. La guasa de los gaditanos hizo el resto.
Los bombardeos o "Bombeos", como los llamaban, terminaron el 24 de Agosto de 1812, al día siguiente, los franceses levantaron el sitio y emprendieron la retirada.
athenea V.I.P.
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Tema: Re: Curiosidades históricas. Miér Ago 07, 2013 2:59 pm
Ronaldo512 escribió:
Ultimo mensaje de Franco.
"Españoles: Al llegar para mí la hora de rendir la vida ante el Altísimo y comparecer ante su inapelable juicio pido a Dios que me acoja benigno a su presencia, pues quise vivir y morir como católico. En el nombre de Cristo me honro, y ha sido mi voluntad constante ser hijo fiel de la Iglesia, en cuyo seno voy a morir. Pido perdón a todos, como de todo corazón perdono a cuantos se declararon mis enemigos, sin que yo los tuviera como tales. Creo y deseo no haber tenido otros que aquellos que lo fueron de España, a la que amo hasta el último momento y a la que prometí servir hasta el último aliento de mi vida, que ya sé próximo. Quiero agradecer a cuantos han colaborado con entusiasmo, entrega y abnegación, en la gran empresa de hacer una España unida, grande y libre. Por el amor que siento por nuestra patria os pido que perseveréis en la unidad y en la paz y que rodeéis al futuro Rey de España, don Juan Carlos de Borbón, del mismo afecto y lealtad que a mí me habéis brindado y le prestéis, en todo momento, el mismo apoyo de colaboración que de vosotros he tenido. No olvidéis que los enemigos de España y de la civilización cristiana están alerta. Velad también vosotros y para ello deponed frente a los supremos intereses de la patria y del pueblo español toda mira personal. No cejéis en alcanzar la justicia social y la cultura para todos los hombres de España y haced de ello vuestro primordial objetivo. Mantened la unidad de las tierras de España, exaltando la rica multiplicidad de sus regiones como fuente de la fortaleza de la unidad de la patria. Quisiera, en mi último momento, unir los nombres de Dios y de España y abrazaros a todos para gritar juntos, por última vez, en los umbrales de mi muerte, ¡¡ARRIBA ESPAÑA!! ¡¡VIVA ESPAÑA!!"
Habló como vivió toda su vida: como un genocida iluminado... Tal como un fanático terrorista de hoy, asesinó "en nombre de Dios"
Tatsumaru V.I.P.
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Tema: Re: Curiosidades históricas. Miér Ago 07, 2013 3:33 pm
El jefe sioux Gall
"No era alto (1,70 metros), pero sí impresionantemente robusto y subido a caballo parecía enorme, sobre todo con pinturas de guerra y cargando con fiereza contra ti. Cuando le enseñaron una foto suya a Elizabeth Custer —foto que casi le cuesta la vida al fotógrafo—, esta manifestó que no había nunca imaginado que hubiera en todas las tribus un “espécimen de guerrero” tan perfecto como él. La admiración de Libbie tiene su morbo: ese jefe sioux era uno de los que habían matado a su marido, George Armstrong Custer, un mediodía sangriento de domingo en Little Big Horn.
El indio en cuestión se llamaba Gall (Phizi en lakota), en inglés hiel, bilis o vesícula, aunque también se ha traducido la palabra por agalla. Hay que reconocer que el nombre, que se le dio de chico al lanzarse hambriento sobre la vesícula biliar de un bisonte abatido aún fresco, tiene menos gancho que Toro Sentado o Caballo Loco, y podría ser que la preeminencia en popularidad actual de esos dos famosos guerreros sobre Gall tenga que ver con ello, entre otras razones.
En su época Gall fue un grande, el paradigma de piel roja. Mano derecha de Toro Sentado, a cuya misma tribu sioux, los correosos e irreductibles hunkpapa, pertenecía, se le atribuyó el liderazgo indio en Little Big Horn, la debacle del 7º de Caballería. Los soldados lo reconocían con aprensión por su físico intimidatorio y el uso distintivo de una manta roja. También por su coraje: al igual que Custer, precisamente, solía montar enseguida otro caballo cuando le mataban el primero entre las piernas para seguir lanzándose con gran arrojo al ataque.
Se le conocía asimismo por ser capaz de actos muy salvajes: en 1872, mientras con su banda hostigaba la columna del 17º de Infantería del coronel Stanley tras la batalla de O’Fallons Creek, capturó y mató a dos oficiales y al cocinero negro que se habían rezagado; los escalpó y exhibió desafiante sus cabelleras desde una colina cerca de Fort Rice. La exhibición le granjeó la natural mala fama entre los blancos —suponemos que también entre los parientes del cocinero—, especialmente porque uno de los oficiales a los que trató tan desconsideradamente era primo de la mujer del presidente Grant.
Tenía Gall, por lo demás un hombre cabal, muy amante de los suyos y de enorme pragmatismo —como se verá—, ataques de ira en los que era mejor apartarse. En Little Big Horn decidió utilizar como arma contra las infaustas tropas de Custer solo el hacha de guerra y es fama que con ella despiezó al menos a cuatro soldados en la parte final de la batalla. Es cierto que en esa tremenda ocasión Gall tenía sus razones: durante la primera fase de la lucha, el ataque de distracción del mayor Reno al sur del poblado, los soldados o sus guías arikaras mataron a dos de las mujeres y a tres de los hijos del jefe (polígamo).
La vida de Gall (véase su mejor y única biografía, Gall, lakota war chief, de Robert W. Larson, University of Oklahoma Pess, 2009) no fue fácil. No lo era en las praderas, pero además él quedó huérfano de niño, al morir su padre durante el ataque de una tribu rival. Nacido alrededor de 1840 en algún lugar de lo que hoy es Dakota del Sur, fue criado por su madre y apadrinado por el mismísimo Toro Sentado, que le vio maneras y lo hizo luego su lugarteniente. De pequeño le llamaban Osito, aunque luego ya nadie se atrevió. Convertido en un prestigioso guerrero, con 20 coups —la contabilidad heroica de los pieles rojas—, Gall devino blotahunka, jefe de guerra. Sirvió durante 25 años lealmente a su mentor, haciéndole de estratega, aunque eran muy distintos. Más práctico e independiente, Gall solía ir con su grupo propio (una docena de tiendas) a comerciar con los blancos.
Fue en una de esas ocasiones, en 1865, cuando el medio sioux y medio arikara Bloody Knife (¡ese sí es un nombre!), al que Gall había hecho bulling de pequeño y luego matado y escalpado a dos hermanos, le denunció en Fort Berthold. Los soldados trataron de capturarle en su tienda y mientras intentaba escapar el jefe hunkpapa fue atravesado varias veces con bayonetas. Le dejaron por muerto en un charco de sangre, pero Gall se recuperó de las terribles heridas. Y se tomó venganza: durante el año siguiente, confesó luego, siete hombres blancos pagaron con sus vidas el ataque. Bloody Knife hubo de esperar algo más: murió de un disparo sioux en Little Big Horn cuando hacía de guía de Custer.
Gall se alineó con la facción más díscola de los sioux en el contencioso con los blancos por las tierras. Luchó una y otra vez con los soldados, que le llamaban Fighting cock of the sioux (el gallo de pelea de los sioux), en una traducción no grosera. Pero algunas de sus acciones, como la firma del Tratado de Fort Laramie, le valieron que algunos de los suyos le tacharan de oportunista. Se ha debatido mucho cuál fue su exacto papel el 25 de junio de 1876 en Little Big Horn. Parece que en realidad se incorporó tarde a la batalla aunque entonces se empleó a fondo. Fue el único jefe indio que ofreció su versión del enfrentamiento, al ser invitado (!) a la conmemoración del décimo aniversario, y entonces, con la modestia propia de los guerreros pieles rojas, se arrogó buena parte del protagonismo. En realidad parece que no hubo tal cosa como un liderazgo claro en aquella matanza.
Tras la desbandada después de la victoria, Gall pasó a Canadá con Toro Sentado. Resolvió luego rendirse con los suyos para evitarles el hambre y, rompiendo con su mentor, se instaló en la reserva de Standing Rock en 1881. El Gobierno trató de hacer de Gall un símbolo de indio asimilado contraponiéndolo a Toro Sentado, el irreductible. Gall se adaptó bien a la vida de granjero. Renegado traidor, dijeron algunos. Parece que era honesto en su celo por encontrar un camino realista de supervivencia para su pueblo. En 1882 fue bautizado en la iglesia episcopal. Al comulgar por primera vez el viejo sioux se bebió todo el vino del cáliz para consternación de los presentes. Le costó abandonar la poligamia. “Mi corazón es bueno, pero está triste, porque estoy enamorado”, aducía para que le dejaran volver a casarse. Le gustaba comer bien —una vez en Washington descubrió las ostras, que encontró mejores que el búfalo— y ello le condujo a la obesidad. Eso fue lo que le mató en última instancia: al ver que un medicamento contra el sobrepeso no le hacía efecto rápido se bebió la botella entera. Un final triste para el heroico guerrero que había sorteado las flechas crow y las balas de los cuchillos largos.
La historia no ha sido muy justa con Gall, que hizo lo que pudo para atravesar el abismo entre dos mundos. Toro Sentado ha prevalecido como el más conocido de los caudillos sioux y Caballo Loco como el más carismático, mientras que Gall, eclipsado por ellos, ha declinado en la memoria popular hasta casi desaparecer —¿qué niño juega hoy a ser Vesícula?—. Es lo que tiene ser pragmático y realista y cambiar las plumas por el traje. En su obituario en 1894 (¡qué tiempos aquellos en que te encargaban la necrológica de un jefe indio!), el Bismarck Daily Tribune destacó que “su estoicismo, coraje y habilidad hicieron de él un conspicuo carácter en su tribu y el objeto de interés de todos los que conocen su historia”. Podrá decirse con más pasión, pero no con más justicia."
Da gusto leer los artículos de este tío, Jacinto Antón...
Tema: Re: Curiosidades históricas. Lun Ago 19, 2013 8:14 pm
Operación Félix: el día que España pudo recuperar Gibraltar
Hitler (izquierda) y Franco, durante la entrevista de Hendaya, el 23 de octubre de 1940
«He decidido atacar Gibraltar. Tengo la operación minuciosamente preparada. No falta más que empezar y hay que empezar». Estas fueron las apremiantes palabras de Hitler al entonces ministro de Asuntos Exteriores español, Ramón Serrano Suñer, en un encuentro urgente que el «führer» organizó apenas tres semanas después de la entrevista en Hendaya. Hitler tenía prisa. La Alemania nazi dominaba ya toda la Europa centro-oriental y avanzaba inexorablemente por el continente, convencida de que el Peñón, además de la puerta del Estrecho, se había convertido en la llave que le daría la victoria en la Segunda Guerra Mundial.
Aquel encuentro se había organizado con cierta precipitación. Cuatro días antes, el 14 de diciembre de 1940, el embajador alemán en Madrid, Eberhard Von Stohrer, se presentó por sorpresa en el despacho de Serrano Suñer para comunicarle que Hitler deseaba reunirse con él inmediatamente «para hablar de cosas importantes». Tras consultar con Franco y varios ministros militares sobre la conveniencia o no de acudir a aquella llamada, el ministro partía sin más dilación hacia Berchtesgaden, el refugio del «führer» en los Alpes suizos. Poco después de llegar a su destino, en la tarde del martes 18 de diciembre, Hitler le dijo que le había convocado para que, «según lo convenido en Hendaya», fijaran la fecha de su entrada en la guerra invadiendo Gibraltar, que luego pasaría a manos de España: «Es absolutamente necesario atacarlo. Lo tengo decidido. Se trata ahora de fijar el día», manifestó el «führer», según el relato hecho en 1976 por Serrano Suñer en su obra «Escrito en España», donde aseguraba que tuvo que aclarar que «lo convenido en Hendaya no había sido que entrarían en la guerra cuando ellos decidieran, sino cuando nosotros estuviéramos en condiciones de hacerlo». «En cualquier caso –insistió Hitler, siempre según el relato de Suñer–, la operación mixta sobre Gibraltar es necesaria. Es la hora de que España tome su parte». Las razones para atacar Gibraltar La colonia por la que hoy el gobierno británico y el español andan a la gresca era para Franco, tras la Guerra Civil, la tierra aún irredenta por la que pasaba la unidad nacional. Pero la realidad es que España no estaba en condiciones de participar, ni psicológica ni materialmente, en ningún conflicto. No debemos olvidar, además, que la dictadura dependía del permiso del Gobierno británico para que pudieran llegar a sus puertos los cargamentos de trigo procedentes de países como Canadá o Argentina. Y para Franco y su Gobierno, igualmente, tomar Gibraltar no significaba necesariamente que el Mediterráneo quedara cerrado, pues aún seguiría abierto por el Canal de Suez. Hitler insistió en lo que ya había apuntado en Hendaya: que la oportunidad de recuperar el Peñón no se le volvería a presentar nunca más, que era una cuestión de honor para el pueblo español reintegrar ese pedazo de tierra y que, siendo el Estrecho el mejor enclave que tienen los aliados para navegar por el Mediterráneo, era muy importante cerrarlo. Alemania quería acelerar la guerra, y aquello pasaba por controlar la colonia que Gran Bretaña había obtenido en el Tratado de Utrecht de 1713. Pero Serrano Suñer, que se escudaba en el hecho de que él no podía tomar esas decisiones sin consultar al Caudillo, fue bastante ambiguo en su respuesta. Una actitud parecida a la de Franco en Hendaya, quien manifestó «estar dispuesto» a alinearse con las potencias del Eje, pero poniendo a sabiendas un precio que los nazis claramente no podían asumir: 400.000 toneladas de trigo, todo el material de guerra necesario, la no admisión de soldados alemanes en la conquista del Peñón, la cesión de Marruecos a costa de Francia y la condición de intervenir sólo cuando el Ejército alemán hubiera ocupado las islas británicas, algo que, finalmente, nunca ocurrió. Contaba Serrano Suñer en «Entre Hendaya a Gibraltar» (1949), que en Berchtesgaden el «führer» había escuchado sus opiniones con «cierto malhumor», para acabar después «con un gesto de decepción, cansancio y tristeza». «De las siete u ocho veces que tuve que hablar con él, fue esta la ocasión en la que le encontré más parecido a un ser humano», recordaba. El «minucioso» preparativo
En ese momento, Hitler le pidió a su invitado que pasara a otra habitación próxima en la que había un enorme tablero central lleno de planos, con las paredes repletas de banderas indicando la posición de sus tropas. Fue allí donde el general Alfred Jodl, el hombre que primero se había dado cuenta de que Gibraltar era la llave para ganar la guerra y uno de los asesores militares más importantes del «führer», explicó minuciosamente la famosa «Operación Félix», como la había bautizado.
iguiendo sus órdenes, los más importantes organismos de planificación militar de las fuerzas armadas nazis dieron forma a este plan que debía cambiar el resultado de la guerra. Su diseño se levantó sobre múltiples estudios, observaciones y reconocimientos sobre el terreno realizados en secreto por un gran número de espías y expertos en artillería, operaciones de asalto, armas químicas, logística y transporte. Los preparativos iban tan en serio que, a finales de 1940, la Primera División de Montaña del general Ludwig Kuebler comenzaría un riguroso entrenamiento en la provincia de Besançon(Francia), en una zona cargada de montañas idénticas al Peñón, junto al Río Jura. Allí los soldados podrían hacerse a la idea de donde iban a combatir. El plan Según lo trazado, la operación se llevaría a cabo bajo el mando del mariscal de campo Walter von Reichenau, que requería que dos cuerpos de su ejército ingresaran en España a mediados de enero de 1941 con el consentimiento de Franco. El mismo Kuebler se haría cargo de uno de ellos para liderar la conquista, atacando con dos regimientos de Infantería y 26 batallones de artillería mediana y pesada, a los que sumaría tres batallones de observación, tres de ingenieros, dos de humo, un destacamento de 150 brandenburgueses y 150 tanques enanos a control remoto cargados de explosivos. A cargo del segundo cuerpo, el general Rudolph Schmidt, que cubriría los flancos del asalto a Gibraltar contra cualquier intervención británica, para lo que contaría con la 16 División Motorizada, concentrada en Valladolid; la 16 División Panzer, en Cáceres, y la División SS Totenkopf, en Sevilla. Y por si no fuera suficiente, las fuerzas aéreas alemanas –la Luftwaffe– proporcionarían grupos de aviones JU-88, Stukas y Messerschmitts, además de seis batallones de antiaéreos. Y la armada o Kriegsmarinerealizaría el hostigamiento marítimo por medio del submarino U-boots, con el que interferiría la evacuación de los ingleses del Peñón y transportaría las baterías costeras para impedir el acercamiento de unidades navales británicas. Desde el punto de vista militar, la «Operación Félix» debería haber sido un éxito para los alemanes y significar la recuperación de Gibraltar para España más de dos siglos después, pero Franco, movido también por los reveses sufridos por Hitler, ni tan siquiera autorizó el tránsito del ejército nazi por suelo español. La posición del Caudillo no cambió con los meses y la operación fue postergada. Y, finalmente, cancelada.
Tema: Re: Curiosidades históricas. Sáb Ago 24, 2013 3:21 pm
¿Por qué Gibraltar no es español?
Publicado el 29/08/2011 La respuesta puede ser bastante sencilla: porque está bajo la jurisdicción del Reino Unido. Eso creo que lo tenemos bien claro todos los españoles, además de la sensación de que es algo que nos pertenece y que injustamente posee otro país. Pero lo que no tantos conocen es la historia de por qué el Peñón de Gibraltar pasó de manos españolas a manos británicas.
Gibraltar
En el 1 de noviembre de 1700, Carlos II de Austria, llamado el Hechizado, moría sin descendencia. Con él, la rama española de los Austrias perdía la corona de España y comenzaba uno de los mayores conflictos sucesorios de la historia de Europa. Apenas un año antes de la muerte de Carlos II moría José Fernando de Baviera, el sucesor pactado por él y su esposa, Mariana de Neoburgo. Ello provocó que días antes de su muerte, Carlos II tuviera que reescribir su testamento, nombrando como sucesor al nieto de Luis XIV de Francia, Felipe de Anjou, en total oposición a su esposa y regente, quien apoyaba al archiduque Carlos de Austria. Luis XIV aceptó el testamento de Carlos II en beneficio de su nieto en cuanto llegaron las noticias del fallecimiento del monarca español a Versalles. Pocas semanas después, Luis IV emprendería con el ya Felipe V de España un viaje a Madrid donde el 22 de enero de 1701 presentaría al nuevo monarca ante los españoles. Esta nueva alianza entre franceses y españoles no fue bien vista en el resto de Europa, formándose pocos meses después la Gran Alianza de la Haya, uniendo los intereses de Gran Bretaña, las Provincias Unidas de los Países Bajos y el Sacro Imperio Romano Germánico. La tensión creciente hizo que en mayo de 1702 esta alianza declarase la guerra e España y Francia, apoyada por los españoles fieles al Archiduque Carlos y otros reinos afines, comenzando así la Guerra de Sucesión Española.
Felipe V de España
La Guerra se extendió a lo largo de 12 años, y los múltiples acuerdos y batallas, impiden que pueda extenderme aquí en exceso, por lo que me centraré en el único hecho que nos importa hoy, el que tuvo lugar en agosto de 1704: El asedio y la Toma de Gibraltar. El 1 de agosto de 1704, una flota angoholandesa con el almirante George Rooke al mando llegó a las costas de Gibraltar. El objetivo del ataque era imponer la fidelidad al archiduque Carlos en la plaza de Gibraltar. Para ello situó un total de 61 navíos totalmente equipados, con más de 30.000 tripulantes, en la bahía de Algeciras frente al puerto de Gibraltar. Gibraltar por aquel entonces contaba únicamente con una fortificación medieval reconstruida más de 100 años atrás, y una población de tan sólo 5.000 habitantes, de los cuales apenas 100 eran militares. Pese a que regiones como Cataluña o Baleares defendían la soberanía del archiduque Carlos de Austria, Gibraltar y la mayoría del sur de España habían mostrado ya su fidelidad a Felipe V. El Sargento Diego de Salinas, tan pronto como avistó el gran ejército frente a la costa de Gibraltar, reunió a los escasos mandos militares para diseñar la forma más eficaz de defender la plaza. Entre civiles y militares consiguió reunir a un total de 470 hombres que se repartieron en los distintos puestos de defensa desde primeras horas de aquel mismo día.
La Toma de Gibraltar
Aquel mismo día comenzaron las cargas artilleras por parte de los navíos británicos, seguidas de un desembarco de más de 3.000 hombres de infantería en Punta Mala (el actual Puente Mayorga), donde establecieron la zona de acampada. Ese mismo día los acampados enviaron dos cartas, una firmada por el Príncipe de Hesse-Darmstadt, que acompañaba a los asaltantes y otra carta firmada por el archiduque Carlos, pidiéndose en ambas la inmediata rendición y reconocimiento como rey legítimo de España. La rendición no tuvo lugar, razón por la que el día siguiente 1.800 soldados de infantería se situaron en el istmo, frente a las murallas de Gibraltar, mientras las flota hacía lo propio frente a la muralla costera. Un día después, la batalla comenzó. En tan sólo un día de dura batalla, Gibraltar terminó cayendo en manos británicas, pero su población no se rindió a manos del archiduque, por lo que el 6 de agosto, apenas dos días después de la caída de la ciudad, prácticamente la totalidad de los habitantes huyeron a poblaciones cercanas, quedándose en Gibraltar únicamente 70 personas, la gran mayoría heridos y religiosos. Pero una vez la ocupación estuvo hecha, el almirante Rooke decidió nombrar el peñón bajo soberanía de la reina Ana de Inglaterra, en vez del archiduque Carlos que había venido a defender. Ello conllevó que durante los 9 años siguientes, tropas españolas y francesas intentasen recuperar sin éxito el territorio ocupado. Las hostilidades terminaron en 1713, con la firma del Tratado de Utrecht. Este tratado reconocía la posesión británica de Gibraltar, siendo cedido el peñón con perpetuidad y una única clausula: Si el territorio dejaba de ser británico, España tendría derecho de recuperarlo.
La bandera de Gibraltar
Durante los casi 300 años que han pasado desde la toma de Gibraltar, España ha intentado recuperar por vías diplomáticas Gibraltar, siempre resultando los intentos infructuosos. Con la llegada de la descolonización, fueron muchos los países que criticaron duramente el carácter colonial del enclave, algo que los británicos respondieron repoblándolo y pasando a denominarlo Territorio de Ultramar.
Gloria Veterano/a
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Tema: Re: Curiosidades históricas. Dom Sep 01, 2013 7:06 pm
Muy interesante Ronaldo.
Gloria Veterano/a
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Tema: Re: Curiosidades históricas. Dom Sep 01, 2013 7:09 pm
El día que la Unión Soviética derribó un avión de pasajeros
La tensión de la Guerra Fría a principios de los ochenta se disparó hasta un punto crítico por el trágico incidente de la madrugada del 1 de septiembre de 1983. Un caza ruso cumplió la orden de derribar un avión comercial que, por error, sobrevolaba peligrosamente territorio de la Unión Soviética, directo hacia su flota de submarinos nucleares. Murieron los 240 pasajeros y los 29 tripulantes a bordo del vuelo 007 de la compañía Korean Airlines con destino a Seúl. La conmoción mundial se agitó aún más por la opacidad de la URSS. Moscú no reconoció haberlo abatido hasta una semana después. Justificó que era un avión espía oculto, no comercial. Tardó en reconocer la culpa, lamentó las muertes, pero no se disculpó. No entregó la caja negra para esclarecer las causas hasta una década después, tras la caída del imperio soviético. No quedó rastro de pasajeros ni de equipajes.
Avión espía Todas los trágicas casualidades confluyeron para que la tensión acumulada de la Guerra Fría detonara los misiles que acabaron con 269 civiles. El avión de pasajeros partió desde el aeropuerto JFK de Nueva York con destino a Seúl con una parada en Anchorage (Alaska) para repostar. Nada más despegar de Alaska, la nave se desvió de su camino. El estudio posterior de la caja negra determinó que el piloto creyó haber fijado la ruta correcta con el automático, sin embargo, mantuvo por error un rumbo fijo directo hacia Siberia. Los radares rusos captaron la intromisión por la península de Kamchatka. Mandó unos cazas a reconocerlo y disuadirlo, aunque no llegaron a tiempo y el Boeing 747 siguió su rumbo ajeno a cualquier violación territorial. Los rusos no lo dejarían escapar en su segunda invasión, esta vez sobre la isla de Sajalín, al norte de Japón. Menos aún cuando el avión iba directo a la flota rusa en el Pacífico, en Vladivostok, con sus submarinos nucleares. La casualidad hizo que un avión espía de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos rastreara ese mismo día la misa zona. El Boeing RC-135 entraba y salía de territorio soviético en maniobras habituales para probar la capacidad de los radares rusos. Su señal se confundió con el del comercial Boeing 747. Los rusos estaban tras la pista de un avión espía que confundieron con la nave surcoreana cargada de almas inocentes.
Avisos insuficientes El caza soviético realizó al vuelo 007 maniobras de advertencia propias para naves militares, no tan evidentes ni pacientes como las dirigidas a aviones comerciales. Lanzó ráfagas de aviso, pero no eran trazadoras, y por tanto eran invisibles en la noche. La oscuridad también impidió al piloto ruso discernir si era un «jumbo» comercial o uno similar espía. Cuando trató de acercarse a la nave surcoreana, el piloto de Korean Airlines, ajeno a la disuasión, elevó el vuelo inconsciente del peligro. El puesto de mando de Defensa soviético lo entendió como una maniobra de disuasión y la orden fue clara: «Destruir el objetivo». El avión no explotó tras recibir el impacto de dos misiles aire-aire, ni cayó en picado de inmediato. El piloto surcoreano pudo mantener el vuelo durante cinco minutos, con los motores a salvo; pero la cabina despresurizada y el sistema hidráulico roto hicieron que tardara poco en precipitarse en una espiral dramática hasta impactar brutalmente en el mar a 30 millas de la isla de Sajalín. No hubos supervivientes.
Tensión de la Guerra Fría Embarcaciones rusas acudieron enseguida a recuperar las pruebas, obsesionados por mantener todos sus secretos a salvo en un momento crítico de tensión de la Guerra Fría. Equipos de Japón, Corea del Sur y Estados Unidos también trataron, sin éxito, de recoger información. El entonces presidente de EE.UU., Ronald Reagan, abrió el GPS, entonces solo de uso militar, a la aviación civil. Nuevos episodios de tensión aérea similar se lograron contener por la precaución añadida en las defensas rusas tras la fatal experiencia. El paranoico miedo a un ataque no volvió a terminar en tragedia cuando, en 1985, un avión de Japan Airlines se adentró por error en Siberia. Como todo episodio de la Guerra Fría, las teorías de la conspiración no se hicieron esperar. ¿El impacto borró todo rastro de los pasajaeros o los rusos recogieron todos los cuerpos y las pertenencias para no dejar pruebas? ¿Washington sabía que un avión occidental cruzó la línea roja, no hizo nada por evitarlo y así tensionar la Guerra Fría? ¿Ronald Reagan amplificó el incidente con su retórica para justificar su Guerra de las Galaxias, alimentar el rechazo internacional a la Unión Soviética y acelerar su caída?
Tema: Re: Curiosidades históricas. Mar Sep 03, 2013 4:09 pm
Los Juegos Olímpicos de Berlín 1936 tuvieron dos grandes protagonistas: Hitler y el atleta estadounidense Jesse Owens, ganador de las pruebas de 100m, 200m, 4x100m y salto de longitud. Pero en este artículo no voy a hablar de ninguno de ellos, los protagonistas de esta historia son dos atletas que no ocuparon los titulares de los medios pero que demostraron que la amistad está por encima de las marcas y los resultados… los saltadores de pértiga nipones Shuhei Nishida y Sueo Oe.
En la prueba de pértiga el estadounidense Earle Meadows consiguió superar 4,35 metros y los japoneses Shuhei Nishida y Sueo Oe consiguieron un mejor salto con 4,25 metros. A las nueve de la noche y después de varias horas saltando sin poder superar los 4,25 metros ninguno de los dos, la organización decidió zanjar el tema y propuso a la delegación japonesa que fuesen ellos los que determinasen el reparto de la medalla de plata y bronce. A efectos del medallero, Earle Meadows se llevó el oro, Nishida la plata -por haber conseguido el mejor salto en su primer intento- y Oe el bronce. Como aquella decisión no satisfizo a los pertiguistas japoneses, decidieron arreglarlo a su modo cuando regresaron a Japón. Llevaron ambas medallas a un joyero local y le encargaron que las cortase por la mitad y luego las volviese a unir para que cada una de ellas tuviese una mitad de plata y la otra de bronce. A aquellas medallas se les llamó “las medallas de la amistad“.
El día que Barcelona se rindió al Rey Felipe V de Borbón
Cuadro que retrata al primer Rey de España de la Casa de Borbón, Felipe V El Animoso
Cada 11 de septiembre muchos catalanes celebran su fiesta o «Diada». ¿Por qué el 11 de septiembre y no cualquier otra fecha del calendario? Porque el 11 de septiembre de 1714 la ciudad de Barcelona se rendía a las tropas del rey Felipe V, de la dinastía De Borbón. ¿Luchaban los catalanes por su independencia? No, luchaban por colocar en el trono español al archiduque Carlos de Austria, una pretensión que la derrota les arrebató. El 11 de septiembre de 1714 se enmarca en los estertores de la Guerra de Sucesión (1700-1714). Esta guerra dividió en dos bandos no sólo a los españoles, sino también, y primero, a los europeos. Cuando los aliados austracistas (Inglaterra, Holanda, Portugal, Austria) se dieron de baja en la contienda, ésta quedó sentenciada. Entonces Barcelona aún aguantó 13 meses de bloqueo antes de ser entregada. Rafael Casanova, conseller en cap, cayó herido, que no muerto, en esta batalla final. El testamento de Carlos II Para rememorar este lance histórico es necesario viajar más de tres siglos atrás. En 1700 el rey de España Carlos II, apodado El Hechizado, moría sin descendencia. En su testamento instituyó como heredero del trono a Felipe, duque de Anjou, nieto del rey francés Luis XIV y también de la infanta española María Teresa de Austria. Rompía así, por voluntad propia y a pesar de las muchas presiones, con dos siglos (XVI y XVII) de reinados de la Casa de Austria en España e instauraba los reinados de la Casa de Borbón, que llegan hasta nuestros días. Pero esta ruptura iba a resultar traumática. Así lo explica el insigne historiador Ricardo de la Cierva en su monumental Historia total de España: «El testamento de Carlos II, abierto a raíz de su muerte entre una enorme expectación de España y de toda Europa, fue de momento respetado en Europa pero pronto desencadenó la repulsa del Imperio austriaco –a la que se unió la Corona británica, por razones de conveniencia y equilibrio- y con ella la guerra de Sucesión española, que fue una guerra europea en el interior de España y una guerra civil española porque mientras la antigua Corona de Castilla aceptaba a Felipe V los territorios de la antigua Corona de Aragón reconocieron por Rey de España al archiduque Carlos, denominado aquí Carlos III». Siguiendo la citada obra, el rey francés Luis XIV sabía que aceptar el testamento de Carlos II significaba la guerra europea contra Francia y España. Pero lo aceptó y presentó a su nieto Felipe como nuevo Rey de España ante la Corte reunida en el salón de los Espejos del palacio de Versalles. Le dio los siguientes consejos: debía ser un buen español pero no olvidar su origen francés; respetar las instituciones españolas, viajar continuamente por el país, sentir y demostrar un gran respeto por la Iglesia, cuyo poder e influencia en España eran decisivos, y acometer una profunda política de reformas para modernizar España. Felipe V El Animoso llega a España Con sus 17 años (había nacido en Versalles el 19 de diciembre de 1683), Felipe V entró en España con una resolución y confianza que le valieron el apelativo de El Animoso. Escribe De la Cierva: «Todos los reinos de Europa le reconocieron con mayor o menor sinceridad y los pueblos y ciudades de Guipúzcoa y Castilla le acogieron con entusiasmo desbordante». Después de aguardar unos días en Irún a que la reina viuda Mariana de Neoburgo se retirase a Toledo, llegó a Madrid el 18 de febrero de 1701. El 8 de mayo siguiente juró solemnemente como Rey de España ante las Cortes de Castilla reunidas en el convento de San Jerónimo el Real. Casi al tiempo, la parisina Ana María de la Trémoille, princesa de Orsini o de los Ursinos, concertaba en Turín el matrimonio de Felipe V con la princesa María Luisa Gabriela de Saboya, que por entonces tenía 13 años. Antes de conocer a su mujer, «Felipe V salió para Barcelona y en el camino juró los Fueros aragoneses en la basílica del Pilar de Zaragoza en medio del entusiasmo popular. En Lérida juró por primera vez los Fueros de Cataluña y luego renovó sus promesas ante las Cortes reunidas en Barcelona el 12 de octubre. Se presentó ante los catalanes, que recelaban de sus propósitos, como celoso defensor de sus libertades –dice el gran historiador catalán Jaime Vicens Vives- y promotor de su progreso. Aprobó en Barcelona concesiones muy importantes como un puerto franco para la ciudad y el establecimiento del comercio catalán con las Indias…» El 3 de noviembre de 1701 se encuentra por fin con su esposa en Figueras, y los reyes instalan ese invierno su Corte en Barcelona. La alianza austracista entra en liza La guerra se empezó a gestar en Europa, no en España. «El emperador Leopoldo de Austria intrigaba en las cancillerías protestantes y marítimas de Inglaterra y Holanda contra la alianza dinástica francoespañola, que podría dominar con facilidad todo el continente americano (…) Entonces Guillermo de Orange, rey de Inglaterra y archienemigo holandés de España, concertó en La Haya el 7 de septiembre de 1701 la gran alianza europea contra Luis XIV; la firmaron Inglaterra, Holanda, Dinamarca, el elector de Brandeburgo a quien el emperador Leopoldo reconoció como rey de Prusia y por supuesto el propio emperador de Austria, cuya dinastía se consideraba la gran perjudicada por la sucesión borbónica española». Las hostilidades estallan en Flandes e Italia en la primavera de 1702. Felipe V El Animoso llega por mar a Nápoles y consigue grandes victorias en la región del Po. Pero pronto la amenaza naval de las escuadras inglesa y holandesa se cierne sobre las costas españolas. Gracias al empuje y a las órdenes de la adolescente Reina María Gabriela, Cádiz resiste un asedio. Como dice Ricardo de la Cierva: «Pronto creyó toda Europa que Felipe V perdería su trono inevitablemente; pero los agoreros no contaban con una especie de milagro, la adhesión inquebrantable y absoluta de la antigua Corona de Castilla a unos Reyes que apenas habían tenido tiempo de arraigar en España. La victoria final de Felipe V y María Gabriela se ganó en los campos de batalla de España, pero dependió sobre todo de la adhesión popular, un factor moral». Sin embargo, el camino a la victoria sería largo y tortuoso. Entre 1704 y 1706 los borbónicos cosecharon importantes derrotas. Entre ellas, una muy dolorosa cuyas secuelas llegan hasta nuestros días: la pérdida de la ciudad de Gibraltar. El 4 de agosto de 1704, la escuadra anglo-holandesa del almirante Rooke consigue, gracias a una apabullante superioridad de fuerzas, la rendición de la plaza, defendida por don Diego de Salinas con 80 soldados y 470 milicianos. Los gibraltareños abandonan su ciudad solemnemente para instalarse en San Roque. El príncipe Darmstadt toma posesión de la Roca en nombre del Rey Carlos III de España. Inglaterra reconoce que ha conquistado Gibraltar para España el 17 de noviembre. Pero Rooke, que no consigue conquistar Ceuta, iza en el Peñón la bandera inglesa. Y desde entonces. La causa de Carlos III arraigó en España en los territorios de Aragón, Valencia y Cataluña. El motivo político fundamental es que recelaban de la Administración centralista borbónica, y temían por la pérdida de sus propios fueros e instituciones, como finalmente sucedió. «El 8 de agosto la escuadra aliada fondea junto a Denia (…) la rebelión prende con fuerza en el reino de Valencia, sobre todo desde el éxito decisivo de la escuadra en Barcelona, frente a la que apareció el 22 de agosto». En Barcelona también se produce una división entre borbónicos y austracistas, pero pronto el apoyo a Carlos III se convierte en hegemónico: «Antes de acabar el año 1705 toda Cataluña le reconocía por Rey menos la ciudad de Rosas; y todo el reino de Valencia menos la ciudad de Alicante enarbolaba también su pendón». La remontada borbónica No cabe aquí un recorrido exhaustivo por la Guerra de Sucesión, pero es importante destacar dos batallas decisivas, que terminaron de inclinar la balanza del lado de los borbónicos. El 25 de abril de 1707 los dos ejércitos chocaron en Almansa (Albacete), donde las tropas del duque de Berwick infligieron a las de Lord Galloway y el marqués das Minas una severísima derrota. A raíz de este destrozo en el ejército rival Berwick reconquistó Valencia el 8 de mayo y Játiva el 20 de junio, mientras que el duque de Orleans recuperó Zaragoza el 26 de mayo y Lérida el 14 de octubre. La segunda batalla decisiva es la de Villaviciosa y Brihuega, donde el duque de Vendôme obtiene una victoria total frente a los hombres de lord Stanhope. El duque de Vendôme, por cierto, dijo en cierta ocasión sobre Felipe V: «Jamás vi tal lealtad del pueblo con su rey». Fuera de los campos de batalla, otro hecho determinante vino a dejar la Guerra de Sucesión vista para sentencia. Se trata de la muerte del emperador José de Austria, hermano mayor del archiduque Carlos, lo que significa la sucesión de este al trono como Carlos VI. Ante este panorama, Inglaterra y Holanda deciden poner fin cuanto antes a la guerra para que no haya un Carlos III de España y VI de Alemania. Para Inglaterra, el equilibrio europeo ya no es lo que era. Los ingleses inician conversaciones en Utrecht el 29 de enero de 1712, de momento sin contar con España. Felipe V renuncia solemnemente al trono de Francia el 9 de noviembre de 1712. El 10 de julio de 1713 España firma el Tratado por el que entrega a Inglaterra Menorca y Gibraltar. Cataluña se sabe y se siente sola y abandonada. Felipe V miraba ya hacia Barcelona con inevitables ganas de revancha política, sin perjuicio de cierta magnanimidad. En el Tratado de Utrecht el Rey de España concedía a los rebeldes catalanes «la amnistía y todos los privilegios que poseen y gozan y en adelante puedan poseer y gozar los habitantes de las dos Castillas, que de todos los pueblos de España son los más amados del Rey católico». En cambio, la emperatriz Isabel Cristina, esposa del ya Carlos VI del Sacro Imperio Romano Germánico, engañaba a los representantes y gobernantes catalanes con promesas cada vez más vanas. Cataluña decide resistir El gobierno de Cataluña estaba formado entonces por tres instituciones: los Consejeros de Ciento, que administraban la ciudad de Barcelona, la Diputación del General o Generalidad y la Junta de Brazos. Estas tres instituciones se reúnen en junio de 1713 y deciden resistir hasta el final. Juega un papel principal la Junta de Brazos, donde destacan tres claros líderes: el gobernador Pedro de Torrellas, el conseller en cap Rafael Casanova y el general en jefe de la defensa, Antonio de Villarroel y Peláez. Ante la negativa de Barcelona a entregarse, el duque de Pópoli inicia un bloqueo de la ciudad. El 14 de febrero de 1714 fallece la Reina María Luisa Gabriela, cuya actuación había sido importantísima para lograr la victoria de la causa borbónica. El Rey de España entra en depresión. Los dos hijos vivos que quedaban del valeroso matrimonio llegarían a ser reyes de España como Luis I y Fernando VI. Es posible que sin su esposa María Luisa Gabriela Felipe de Borbón no hubiera llegado a convertirse en el Rey que más tiempo ha reinado en España: 45 años (1700-1746, con una interrupción de nueve meses en 1724). Cuando Felipe V vuelve a ocuparse de Cataluña, sus gobernantes no solo exigen el mantenimiento de sus fueros e instituciones, sino además tres millones de libras para compensar los daños de la guerra. Como contestación, Felipe V releva al duque de Pópoli por el duque de Berwick, el vencedor en Almansa. Este se pone al frente del asedio el 6 de julio, con un importante contingente francés y sin la más mínima oposición de Inglaterra. Cuenta con 40.000 hombres y 140 cañones para el tercer y definitivo asedio. «El mes de agosto es un asalto continuo» y el último amago de Inglaterra de interceder por los catalanes se queda en eso, en un amago. La batalla final Y así llega el 11 de septiembre de 1714. A las cuatro y media de la madrugada se inicia el asalto borbónico, que emplean en la ofensiva a más de 20.000 hombres. «La resistencia se encona, algún bastión, como el convento de san Pedro, cambia de mano once veces. A las dos horas de lucha, y a ruegos del general Villarroel, Rafael Casanova tremola la bandera de Santa Eulalia que enardece a los defensores en el punto más comprometido». Tanto Casanova como Villarroel caen heridos. La dura batalla se prolonga durante todo el día, hasta que, «ya cerrada la noche, algunos consellers enarbolan bandera blanca». El historiador catalán Ferrán Soldevila, en Síntesis de la historia de Cataluña, afirma: «La defensa fue tan heroica que suscitó el estupor y la admiración de toda Europa, ganándose el respeto de sus adversarios en sus figuras más dignas. El Consejo Municipal, que encabezaba Rafael de Casanova, fue el alma de la resistencia…» Casanova, añade De La Cierva, «consiguió ocultarse y pocos años después, incitado por sus familiares, se acogió al perdón real y residió hasta su muerte sin que nadie le molestara en San Baudilio de Llobregat». No menos reseñable es el comportamiento del vencedor, el duque de Berwick. Escribe De la Cierva: «El duque de Berwick, asombrado por el valor de los defensores, con quienes no se ensañó en momento alguno, otorga bajo palabra, pero sin firma, la capitulación; en la que ofrece la vida y la seguridad personal a quienes depongan las armas y la pena de muerte a quienes, de uno u otro bando, se desmanden después del armisticio. Tan admirable o más que la heroica defensa es el comportamiento de la ciudad al empezar la mañana: las tropas borbónicas entraban con orden, sin tropelías ni abusos, pero con sorpresa desmedida al contemplar cómo los barceloneses emprendían, en los comercios, los talleres y ante las casas, su quehacer diario como si no hubiese pasado nada». Al gran periodista Jaime Campmany le gustaba recordar estos versos de Manuel Machado: «Que lo que sucedió no haya pasado, cosa que al mismo Dios es imposible». Esta idea, traducida al lenguaje vulgar, se expresaría, hoy, más o menos así: «Lo que pasó pasó, entre tú y yo». Dentro de un año se cumplirán tres siglos de la batalla del 11 de septiembre de 1714: el día que Barcelona se rindió al Rey Felipe V de Borbón. Principales fuentes consultadas
Historia total de España. De Ricardo de la Cierva. Ed. Fénix. 1997. Síntesis de la historia de Cataluña. De Ferrán Soldevila. Ed. Destinolibro. 1978.
Tema: Re: Curiosidades históricas. Vie Sep 13, 2013 6:00 pm
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Última edición por Gloria el Vie Sep 13, 2013 6:05 pm, editado 1 vez
Gloria Veterano/a
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Tema: Re: Curiosidades históricas. Vie Sep 13, 2013 6:04 pm
La masacre medioambiental
El 4 de febrero de 1888 los agricultores, mineros y vecinos de la cuenca minera se congregaron en la plaza del antiguo pueblo de Ríotinto, en las faldas de las cortas, para protestar por los efectos de los humos sulfurosos que producían las teleras, aquellas calcinaciones de mineral al aire libre que eliminaban toda forma de vida vegetal y afectaba a la salud de las personas y animales. La Compañía y las autoridades locales se asustaron ante la avalancha de gente y pidieron ayuda al gobernador civil de Huelva, quien se presentó en la localidad con soldados del Regimiento de Pavía dispuesto a reprimir la pacífica manifestación ¿Cuantos fueron los muertos?
No se sabe. La opacidad con la que se trató la masacre en 1888 ha impedido que los investigadores pongan un número redondo a las víctimas de aquellas descargas indiscriminadas de los soldados en la Plaza de la Constitución. Para La Compañía , la Rio Tinto Co Ltd., solo hubo 13 muertos (el informe remitido decía killed=asesinados), en una relación listada enviada a la matriz londinense, con nombre, edad, procedencia y estado civil. Sin embargo, se habla de que hubo cientos de muertos, que se hicieron desaparecer enterrándolos en los escoriales, en profundas galerías y hasta en el mar. Hubo casas que nunca más abrieron sus puertas porque sus habitantes no aparecieron, pudieran estar muertos o haber huido de la zona ante la dimensión de la tragedia y las consecuencias que pudiera tener para ellos. Tras las descargas de fusilería los muertos quedaron en la Plaza y nadie pudo acercarse a auxiliarlos y recogerlos. Desde el primer momento se trató de que no se conociese el alcance de la masacre. El gobernador civil de Huelva, Agustín Bravo y Joven, negó que hubiera dado la orden de disparar. ¿Quién la dio? Dos días después de los sucesos envió un telegrama a Madrid: " 13 cadáveres identificados y sepultados. 12 heridos reconocidos: Ningún extranjero, mujer o niño ha sido lesionado". Falso, hubo mujeres y niños entre los muertos, y si no hubo reclamaciones sobre familiares desaparecidos fue por temor a las represalias. El propio gobernador A pesar de que aquel escandaloso suceso incomodó a las autoridades españolas, poco se hizo frente al inmenso poder acumulado en los 15 años que la Rio Tinto Limited Company llevaba en Huelva. Había creado un gran emporio industrial que atraía a gente de toda España, construyó un ferrocarril de 83 kilómetros hasta la capital, creó un muelle y dragó una zona de la ría onubense para que pudieran entrar los grandes cargueros de mineral donde antes apenas navegaban barquitos de pescadores, y transformó con su enorme actividad la vida de toda la provincia. Nadie era capaz de oponerse a "La Compañía", la empresa británica que había comprado el suelo y subsuelo de las minas , y los campos y pueblos que la rodeaban. "Una compañía extranjera monopoliza en Ríotinto la vida entera de la región. La Compañía es dueña absoluta de la tierra, del subsuelo, del aire, de las cumbres, y de las vidas y las haciendas", así lo describía aún en 1932 la voz de Concha Espina recogida en el radiodocumental "Ríotinto, la memoria de las entrañas de la tierra".
Nunca en la historia de España se había producido una gran manifestación en la que los agricultores, mineros y vecinos de las localidades de la cuenca minera, y aun de otros pueblos de la provincia, coincidieran para pedir el fin de las teleras, un método que estaba ya prohibido en el Reino Unido cuando la RTCL se instaló en España, pero que buscando la máxima rentabilidad impuso en nuestras minas. Los mineros protestaban tanto por los efectos de los humos como por mejoras laborales ante la insalubridad del trabajo, mientras que los agricultores atacaban los efectos de la contaminación producida por la industria frente a la defensa de la propia tierra. Aunque cada 5 de junio se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente, bien podría haberse elegido el 4 de febrero en recuerdo de aquellos sucesos. El día fue elegido por la ONU justamente cien años después (1973) de que los británicos iniciasen la explotación de las minas de la cuenca del río Tinto.
Nadie hablaba entonces del medio ambiente, nadie sabía lo que era eso. Solo sabían que los efectos de los humos sulfurosos que salían de aquellas piras donde se calcinaba el mineral al aire libre no permitían la existencia de vegetación, y las personas y animales enfermaban. Pero además, cuando se extendía "la manta" los obreros no podían trabajar y no cobraban de La Compañía, lo que agravaba la situación ante unos jornales de miseria. Sostiene el historiador Juan Manuel Pérez López, en un articulo publicado en la revista Nervae, que "el año de los tiros marca un antes y un después en la historiografía de la cuenca minera" y descubría qué fue del líder que encabezó aquellas manifestaciones, el agitador Maximiliano Tornet, quien llegó a la zona en 1883, tras ser expulsado de Cuba por sedicioso.
Hasta hace solo dos años Maximiliano Tornet formaba parte de las personas desaparecidas. Ningún estudioso de la tragedia sabía lo que había sido de él. Aquel sábado de febrero estaba negociando con la alcaldía de Ríotinto el fin de las teleras cuando en el Salón del Ayuntamiento sonaron las descargas de fusilería. La gente huyó despavorida, algunos heridos fueron rematados con la bayoneta, y el suelo de la principal Plaza de Ríotinto se tiñó de sangre. Tornet salió al balcón y vio la masacre, huyó y nunca más se supo de él. Algunos lo ubicaban entre los secretos enterramientos de aquellos días y otros decían que había pasado a Portugal. Su destino real, Argentina, donde moriría. El misterio acaba de quedar al descubierto gracias a las posibilidades de Internet.
Aquel hombre, de 33 años, casado y con un hijo de solo un año, fue capaz de aglutinar a las fuerzas populares que paralizaron la actividad minera desde el 1 de febrero, y en unión de los terratenientes y agricultores zalameños de la Liga Antihumista se plantó frente al Ayuntamiento para exigir el fin de "las teleras". Una enorme concentración de personas, incluidas mujeres y niños, que asustó al alcalde de Ríotinto y a los gerifaltes de la compañía. Los comisionados, entre los que estaba Tornet, querían conseguir que el municipio de Ríotinto prohibiera las teleras, como lo habían hecho Calañas (1886) y Zalamea la Real (1887). Pero ni Ríotinto ni Nerva se atrevían a tomar tal medida para no incomodar a La Compañía que había traído la riqueza a la zona. El alcalde de Ríotinto, capataz empleado de La Compañía, contestaba que aunque los humos no son agradables y ocasionaban algún perjuicio a la agricultura del distrito, el Ayuntamiento no tenía autoridad para decidir nada y la posible solución debía ser tomada por el Gobierno. Mientras, el Pleno del Ayuntamiento de Nerva, del 11 de octubre de 1887, sostenía que paralizar las actividades supondría la ruina inmediata para las poblaciones mineras. Incluso unos días antes de la gran manifestación el consistorio nervense señalaba que no había tenido ninguna queja y que cuatro de cada cinco vecinos dependían de la mina, por lo que rechazaba las demandas de los manifestantes. Es más, tras los sangrientos sucesos, el Ayuntamiento de Nerva se opuso reiteradamente al Decreto aprobado por el Gobierno el 29 de febrero prohibiendo las calcinaciones, aunque daba un plazo de tres años que no se cumplió; a los dos años el Decreto fue derogado. Se abrió un debate entre el mundo industrial del progreso que representaba la minería y el viejo mundo rural que representaban los agricultores. Las teleras necesitaban además gran cantidad de madera para su combustión, lo que añadió el problema de la deforestación abusiva que padeció la provincia.
La Compañía amenazó con despedir a 1.300 obreros si se prohibían las calcinaciones, lo que no ocurrió hasta 1907, poco antes de la llegada de Walter Browning (el llamado Virrey de Huelva) como director general. A pesar de su mal recuerdo, por sus métodos expeditivos, él fue quien contrató al agrónomo danés Kai Hase para reforestar toda la zona, iniciando la silvicultura extensiva en Huelva. La empresa no estaba dispuesta a terminar con las teleras y alegaba que por sus "circunstancias especialísimas no se puede poner en duda el derecho adquirido". Ni más ni menos recordaba que las minas no son una concesión o un arrendamiento y se remite al contrato de compra-venta por el que se adueñó de las tierras, lo que -según ella- legalizaba la calcinación de 2 millones de toneladas al año (1887) que diariamente lanzaban a la atmósfera hasta 600 toneladas de gases tóxicos. La gente no solo enfermaba sino que por ello podía perder su trabajo. Poco parecía que le importase la vida y salud de las personas, por lo que ante la presión ciudadana recordó el carácter semicolonial de aquellas propiedades, de las que los banqueros Rothchilds se habían convertido en los principales accionistas.
El lunes 6 de febrero, la empresa reanudó su actividad, como si el sábado hubiera sido solo un paréntesis en la historia de las minas, algo que atrajo a Concha Espina, quien en 1917 viviría en Nerva y escribiría poco después El metal de los muertos, y ya más recientemente (2001) el escritor riotinteño Juan Cobos Wilkins novelaría los sucesos en El corazón de la tierra, convertida en película por Antonio Cuadri (2007). Es el despertar de la conciencia dormida de lo que en la California del cobre se conoce como "el año de los tiros".
La crisis de los misiles de Cuba en 1962: la verdadera historia detrás de la leyenda
Retratdo de John F. Kennedy del artista Jamie Wyeth, 1967 Por Mariano Aguirre Gracias a la desclasificación de archivos, hoy se sabe que la realidad de la crisis de los misiles de Cuba en 1962, cuando estuvo a punto de estallar una guerra nuclear entre Estados Unidos y la ex Unión Soviética, no es tan heroica. El episodio, que mezcla disuasión y diplomacia, ha dejado numerosas enseñanzas.
Mariano Aguirre, director del Norwegian Peacebuilding Resource Centre
La mayoría de las crónicas publicadas estos días sobre la crisis que ocurrió en octubre de 1962 sobre los misiles nucleares soviéticos instalados en Cuba indican que Estados Unidos y la URSS estuvieron a punto de entrar en guerra pero que la amenaza por parte del presidente John Kennedy de usar la fuerza salvó al mundo. El hecho decisivo que se recuerda es que el 24 de octubre una flota de buques soviéticos que portaba más misiles estuvo a punto de tocar la línea imaginaria de bloqueo que Estados Unidos había marcado en torno a Cuba. La historia oficial es que la firmeza de Washington llevó a Moscú a ordenar que sus buques diesen la vuelta hacia la URSS. La realidad fue menos heroica pero más compleja. http://www.gwu.edu/~nsarchiv/nsa/cuba_mis_cri/ " target="_blank">La desclasificación de documentos y una serie de diálogos entre funcionarios soviéticos, estadounidenses y cubanos que fueron actores de la crisis permiten tener una perspectiva veraz de lo que ocurrió. Por ejemplo, la flota soviética nunca se acercó a esa “línea roja” sino que 22 horas antes la diplomacia entre la Casa Blanca y el Kremlin tuvo éxito. Lo que detuvo una posible guerra fue una mezcla de firmeza y diplomacia, “escalada controlada” le denominó el presidente Kennedy, y sentido de responsabilidad de Moscú. Cuba y la Guerra Fría En 1959 un grupo armado tomó el poder en Cuba. Las nacionalizaciones que implementó el nuevo gobierno de Fidel Castro deterioraron las relaciones con Estados Unidos. En enero de 1961 La Habana y Washington rompieron relaciones diplomáticas. En abril del mismo año un grupo de mercenarios cubanos con apoyo de Estados Unidos intentó invadir la isla entrando por Bahía de Cochinos. La operación falló pero agudizó el enfrentamiento entre los dos países y la obsesión de Washington con acabar con la revolución. Castro comenzó un progresivo acercamiento a la URSS. En 1962 la inteligencia estadounidense detectó que la URSS suplía de armamento a Cuba. En octubre, una serie de fotografías aéreas mostraron que la isla ya contaba con misiles balísticos con cabezas nucleares que podían alcanzar el territorio de Estados Unidos. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial las relaciones entre la URSS y Estados Unidos se habían deteriorado progresivamente, con enfrentamientos diplomáticos y peligro de confrontación armada en torno a Checoslovaquia, Berlín, Hungría y el Canal de Suez. En 1961 se levantó el Muro de Berlín, el antecedente más inmediato a la crisis de los misiles en Cuba. La semana de tensión Entre el 22 y el 28 de octubre hubo intensas negociaciones a la vez que ambas partes de preparaban para una posible guerra nuclear. La instalación de misiles nucleares en Cuba cambió la correlación de fuerzas entre las dos grandes potencias de la Guerra Fría. Desplegar misiles en el Caribe era un avance estratégico incomparable para Moscú a la vez que apoyo a una nueva revolución. Armar a Cuba con misiles nucleares tenía una inmensa relevancia para contrarrestar la estrategia de Estados Unidos de contar con bases y aliados alrededor de la URSS, desde Europa hasta Asia y el Pacífico. El gobierno de Castro consideró que la instalación de los misiles soviéticos le daría protección para avanzar en el proceso revolucionario sin interferencias. Washington manejó dos opciones, un ataque aéreo que destruyese los misiles o imponer un bloqueo que impidiese que buques soviéticos llegaran con el material adicional que completaría la instalación de las baterías nucleares. El gabinete de crisis de Kennedy decidió apostar por la cuarentena, el bloqueo, sin descartar el uso de la fuerza. Pero el 19 de octubre el alto Estado Mayor y algunos miembros del gabinete presionaron al Presidente para que se llevara a cabo un ataque sobre Cuba, entre ellos el prestigioso asesor de seguridad nacional McGeorge Bundy. Kennedy no obtuvo absoluta seguridad de que todos los misiles serían destruidos y continuó con la cuarentena. Gordon M. Goldstein, en su libro Lessons in disaster, indica que “gracias a reveladoras investigaciones académicas sobre la crisis de los misiles ahora sabemos que si Kennedy hubiese aceptado el consejo de Bundy esto podría haber desatado una guerra nuclear”. Bundy reviso mas tarde su posición y escribió: “Habiendo estado tan cerca del final, creo que debemos ocuparnos de que esto no vuelva a ocurrir”. El sábado 27 de octubre fue el peor de toda la crisis. Como resume el historiador Michael Dobbs en One minute to midnight, ese día Fidel Castro envió un telegrama al premier soviético Nikita Khruschchev urgiéndole a usar las armas nucleares contra el enemigo común; se dispusieron cabezas nucleares cerca de los misiles en Cuba; un avión de reconocimiento estadounidense fue derribado por los cubanos y otro se perdió en el espacio aéreo soviético; un submarino nuclear soviético fue obligado a subir a la superficie por la Marina de Estados Unidos; el Alto Estado Mayor en Washington se preparó para lanzar una invasión sobre la isla mientras que buques soviéticos se acercaron a pocos kilómetros de la base Guantánamo. Cualquiera de estos incidentes podría haber desencadenado la guerra. Dobbs considera que fue la diplomacia lo que llevó a Khrushchev a ordenar a la flota soviética volver a la URSS. Esto significa que Moscú y Washington no estuvieron a punto de enfrentarse, cara a cara, y que el líder soviético no dio marcha atrás en el último segundo. Pese a que la historia que se ha contado es que Kennedy y Khrushchev no parecían dispuestos a ceder, documentos y testimonios de los protagonistas indican que ambas partes ofrecieron concesiones con el fin de evitar una guerra nuclear. Kennedy manejó la posibilidad de que Moscú retirase los misiles nucleares de Cuba a cambio de que Estados Unidos desmantelara sus misiles del mismo tipo que tenía instalados en Turquía apuntando hacia la URSS, y a cerrar la base de Guantánamo. De hecho, la URSS aceptó desmantelar los misiles a cambio de la garantía de Estados Unidos de no invadir Cuba. Meses después Washington retiró sus misiles de Turquía. El acuerdo sobre Turquía con el Kremlin se hizo con tanta discreción que parte del gabinete de Kennedy no lo supo en ese momento. Para Cuba la crisis significó resituar su papel dependiente de la URSS. Castro y la dirigencia cubana entendieron que eran una pieza en el engranaje de la Guerra Fría y la política de bloques. Para romper su aislamiento y diversificar sus alianzas internacionales La Habana empezó desde entonces a apoyar movimientos revolucionarios en África, Asia y América Latina. De alguna manera, el camino del Che Guevara hacia África y luego Bolivia empezó en la crisis de los misiles Las herencias de 1962
El momento más peligroso de la crisis fue cuando las maquinarias de la guerra de los dos países, y la voluntad de varios funcionarios secundarios, indica este historiador, se movieron hacia una confrontación. Afortunadamente Kennedy y Khruschchev fueron prudentes estadistas que tuvieron en cuenta que la confrontación ideológica no justificaba arriesgar las vidas de millones de personas en una guerra nuclear. La mitificación y exaltación de la fuerza, dice Dobbs, el mirarse “a los ojos” hasta que “el otro pestañea”, y trazar “líneas rojas” que no se pueden cruzar porque entonces se usará la violencia produjo desastres en la política exterior de Estados Unidos, desde Vietnam hasta Irak. El caso más reciente es la exigencia del primer ministro israelí al presidente Obama de que trace una “línea roja” a Irán en su programa nuclear. La crisis de los misiles tuvo también otros resultados. Por una parte, Moscú decidió acelerar su programa de armas nucleares con el fin de evitar una nueva derrota. Por otra, ambas partes llegaron a la conclusión de que una guerra nuclear sería destructiva para todos, y que no debería suceder. Esto desplazó la confrontación hacia países periféricos. Se estableció un “teléfono rojo” de comunicación entre Moscú y Washington para gestionar crisis, y en julio de 1963 Estados Unidos, la URSS y Gran Bretaña firmaron el tratado de prohibición de pruebas nucleares en la atmósfera. Cuba nunca fue invadida pero Estados Unidos impuso un bloqueo que continúa hasta hoy. La URSS se disolvió en 1991 y Rusia heredó sus armas nucleares. Fidel Castro, el más débil de los tres líderes de la crisis de octubre, es el único que sobrevive.
Gloria Veterano/a
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Tema: Re: Curiosidades históricas. Mar Sep 17, 2013 5:31 pm
Nazino, la isla de los caníbales
En la década de 1930 una gran hambruna azotó la Unión Soviética y provocó un gran éxodo: en dos años, más de 10 millones de personas abandonaron el campo, sumiendo las ciudades en el caos y la criminalidad. Para restaurar el orden, Stalin organizó una gran limpieza en Moscú y Leningrado de todos los ciudadanos considerados "socialmente dañinos". En 1933, 6.000 personas "no deseadas" fueron elegidas al azar y detenidas: campesinos, pequeños delincuentes, visitantes, o simples ciudadanos con papeles.
Hombres, mujeres y niños fueron detenidos y trasladados a la isla de Nazino, un lugar aislado en mitad de un río siberiano. Los prisioneros fueron abandonados solo con harina para comer, algunas herramientas y la poca ropa que llevaban puesta. En Nazino no había nada, ninguna vivienda o infraestructura. La desesperación llevó rápidamente al robo y la delincuencia y el hambre a escenas de canibalismo en masa.
A través de reconstrucciones e imágenes de archivo, este documental revela los métodos arbitrarios y apresurados utilizados por el régimen soviético para deportar a la gente. De Moscú a Nazino, el director del documental realiza una investigación que sigue el rastro de los deportados. De los 6.000 deportados solo 2.000 sobrevivieron pero a ninguno se le autorizó regresar a su hogar.
Según el plan de Yagoda y Berman, los deportados pasarían por los campos de tránsito en Tomsk, Omsk y Achinsk. El mayor de ellos se encontraba en Tomsk, el cual había sido reconstruido, y comenzó albergando a 15.000 deportados en abril. Otros 25.000 llegaron ese mismo mes, a pesar de que no estaba previsto finalizar la construcción del campo hasta el 1 de mayo. El transporte por río a los campos de trabajo definitivos se detuvo hasta principios de mayo, esperando al deshielo de los ríos Ob y Tom. La mayoría de los primeros deportados en llegar eran kulaks y otros trabajadores agrícolas, así como habitantes de las ciudades más septentrionales de Rusia. El desembarco de tantos alarmó a las autoridades de Tomsk, que los veían "hambrientos y contagiosos."
Un convoy con desclasados partió de Moscú el 30 de abril, mientras que otro similar lo hizo desde Leningrado el 29 de ese mismo mes, llegando ambos el 10 de mayo. La ración de comida diaria durante el trayecto consistía en 300 gramos de pan por persona, lo cual provocó que los criminales que se hallaban entre los deportados golpearan a otros deportados para robarles su comida y ropa. Las autoridades de Tomsk no estaban familiarizadas con estos desclasados urbanos y, dado que esperaban que fuesen problemáticos, decidieron enviarlos a los campos de trabajo más aislados. Dos noches después de su llegada a Tomsk los deportados provocaron disturbios para pedir agua, los cuales fueron disueltos por tropas montadas.
Cuatro barcazas, diseñadas para transportar madera, partieron el 14 de mayo con unas 5.000 personas a bordo. Un tercio de esos deportados eran criminales que partieron para "descongestionar las prisiones", mientras que la mitad eran desclasados de Moscú y Leningrado. Las autoridades de la comandadura de Alexandro-Vakhovskaya , quienes estarían a cargo de los campos de trabajo, fueron informadas de que recibirían a estos prisioneros el 5 de mayo. Estas autoridades nunca habían trabajado con deportados de origen urbano y no tenían comida, herramientas o suministros con los que mantenerlos.
Los deportados fueron mantenidos bajo las cubiertas de las barcazas y, aparentemente, alimentados con una ración diaria de 200 gramos de pan por persona. veinte toneladas de harina - unos cuatro kilogramos por persona - fueron también transportados, pero las barcazas no llevaban ningún otro alimento, utensilio de cocina o herramienta. Todo el personal supervisor, dos comandantes y cincuenta guardas, eran reclutas novatos. Los guardias no tenían zapatos ni uniformes.
Ronaldo512 V.I.P.
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Tema: Re: Curiosidades históricas. Mar Sep 17, 2013 5:37 pm
De esto si había escuchado algo o leído. Aquí esta mas completo.
Gracias. Muy interesante.
Ja,ja vídeos largos. Lo intento, pero no prometo nada.
Gloria Veterano/a
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Tema: Re: Curiosidades históricas. Mar Sep 17, 2013 5:53 pm
Hola Ronaldo, efectivamente, los videos son largos y muy completos, pero como sé que todo el mundo lleva prisas, por eso he dejado también por escrito de qué va el tema.
¿De dónde salen los nombres de las tormentas como 'Ingrid', 'Manuel' o 'Sandy'?
La Organización Meteorológica Mundial, dependiente de las Naciones Unidas, estableció las listas de nombres de tormentas. Para el Atlántico, hay seis listas, que se repiten cada seis años. Los requisitos son que sean cortos y fáciles de recordar.
Durante muchos años, los huracanes fueron nombrados en honor al santo cuya festividad coincidía con la fecha cuando ocurría el huracán, o de manera arbitraria. Por ejemplo, el huracán Antje, de 1842, fue nombrado en honor al barco cuyo mástil arrancó, según la Organización Meteorológica Mundial.
Provisionalmente el Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos (NHC, por sus siglas en inglés) utilizó un método de letras y cifras para nombrarlos, pero se dieron cuenta de que era demasiado confuso
Durante la Segunda Guerra Mundial, los meteorólogos comenzaron a llamar a las tormentas con los nombres de sus esposas y novias.
En la década de los 50 decidieron establecer nombres cortos, fáciles de recordar y en secuencia alfabética.
“El uso de nombres fácilmente recordables reduce la confusión cuando dos o más tormentas tropicales ocurren al mismo tiempo. Por ejemplo, un huracán puede estar moviéndose hacia el occidente en el Golfo de México, mientras que exactamente al mismo tiempo otro huracán puede estar moviéndose rápidamente hacia el norte sobre la costa del Atlántico", según el NHC.
En 1953, el NHC originó una lista de nombres oficial y su primera tormenta bautizada con este método fue Alice. Tradicionalmente los nombres eran femeninos, pero en 1979 se incluyeron los masculinos, de los cuales el primero fue Bob. Desde entonces, se alternan nombres de hombres y mujeres.
Actualmente esta lista la mantiene un comité internacional de la Organización Meteorológica Mundial.
Por qué Ingrid
Para los ciclones del Atlántico, Caribe y Golfo de México, que generalmente golpean más las costas de Estados Unidos y México, existen seis listas de nombres en orden alfabético.
Estas listas tienen 21 nombres cada una. Se omiten las letras Ñ, Q, U, X, Y y Z. De esta manera, los nombres de los huracanes de 2012 fueron usados en 2006 y son los mismos que se usarán en 2018, y así sucesivamente.
Los nombres de los huracanes más violentos son retirados de las listas y sustituidos por otros nombres que inicien con la misma letra. Por ejemplo, en 2012 se retiró el nombre de la supertormenta Sandy.
Para los ciclones en el Pacífico también se usan seis listas reciclables (distintas a las del Atlántico), desde 1960.
Un vehículo se sienta sumergido en la calle 14, cerca de la central eléctrica de Edison consolidado en Nueva York, el 29 de octubre de 2012. Sandy dejó sin energía eléctrica a por lo menos 3,1 millones de personas, y la utilidad principal de Nueva York dijo que una gran parte de Manhattan se habían sumido en la oscuridad de la tormenta, con 250.000 clientes sin electricidad como el agua a presión en la isla a partir de tres lados, inundando patios de ferrocarril, metro pistas, túneles y carreteras. (AP Photo / John Minchillo) #
14
Un hombre en el equipo de buceo y su amigo vadear a través de las calles inundadas de Brooklyn, Nueva York, el 29 de octubre de 2012 como el huracán Sandy tocó tierra en el noreste de Estados Unidos. (Reuters / Gary He) #
10
El aumento del agua, causada por el huracán Sandy, se precipita en un estacionamiento subterráneo el 29 de octubre de 2012, en el distrito financiero de Nueva York. (Andrew Burton / Getty Images)
8
Personas fotografía como fuerte oleaje del Océano Atlántico rompe sobre la playa y en la playa de la avenida, en la mañana del lunes, 29 de octubre de 2012 en Cape May, Nueva Jersey. (AP Photo / Mel Evans) #
Viajamos con Javier Sanz hasta el siglo XVII para conocer la historia del duque de Lerma, uno de los políticos más corruptos. Además, nos cuenta casos contrarios como los de Zaleuco y Carondas.
Muy bueno. No quiero contar nada. No me gusta eso de que me cuenten antes lo que voy a ver.
Mi comentario es spoiler.
:
""Muy bueno, sin desperdicio. Ja,ja el Duque de Lerma termino de colorado. Por fin entendí lo de los "maravedis" que mencionaba el zocial, creía que era broma. Brutal lo del padre responsable y lo del hombre de la espada. Muy bueno todo""
Gloria Veterano/a
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Tema: Re: Curiosidades históricas. Mar Oct 01, 2013 2:59 pm
Origen del dicho: «Quien fue a Sevilla, perdió su silla»
Este dicho está basado en un hecho histórico que tuvo lugar durante el reinado de Enrique IV (1425-1474), rey de Castilla. Surgió del enfrentamiento entre dos arzobispos, Alonso de Fonseca el Viejo y Alonso de Fonseca el Mozo, tío y sobrino, respectivamente.
En 1460 fue nombrado arzobispo de Santiago de Compostela un sobrino de don Alonso de Fonseca, arzobispo de Sevilla. El reino de Galicia se hallaba muy revuelto por aquel entonces y el sobrino pidió ayuda a su tío para tomar posesión de la sede episcopal, mientras él se quedaba en el arzobispado del tío, en Sevilla. El Viejo y el Mozo
Don Alonso de Fonseca restableció la paz en la revuelta diócesis de Santiago, pero cuando volvió a Sevilla para recuperar su cargo se encontró con la desagradable sorpresa de que su sobrino se negaba a devolverle la silla arzobispal hispalense.
El enfrentamiento entre tío y sobrino creó un gran revuelo y hubo que recurrir a un mandamiento papal, a la intervención del rey castellano y al ahorcamiento de algunos de sus partidarios.
En estos hechos tiene origen el refrán, por lo que se deduce que la ausencia perjudica no al que se fue a Sevilla, sino al que se fue de la ciudad: «Quien se fue de Sevilla, perdió su silla».
En el imaginario colectivo se quedó la historia de la silla y se propagó a lo largo del tiempo, llegando a nuestros días con diferente significado del originario.