Tema: Re: Párrafos, textos, letras que me gustan. Miér Feb 21, 2024 11:31 pm
"...Cuando la sombra del marco de la ventana se proyectó sobre las cortinas, eran entre las siete y las ocho en punto y entonces me volví a encontrar a compás, escuchando el reloj. Era el del Abuelo y cuando Padre me lo dio dijo, Quentin, te entrego el mausoleo de toda esperanza y deseo; casi resulta intolerablemente apropiado que lo utilices para alcanzar el reducto absurdum de toda experiencia humana adaptándolo a tus necesidades del mismo modo que se adaptó a las suyas o a las de su padre. Te lo entrego no para que recuerdes el tiempo, sino para que de vez en cuando lo olvides durante un instante y no agotes tus fuerzas intentando someterlo. Porque nunca se gana una batalla dijo. Ni siquiera se libran. El campo de batalla solamente revela al hombre su propia estupidez y desesperación, y la victoria es una ilusión de filósofos e imbéciles..."
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Gloriana V.I.P.
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Tema: Re: Párrafos, textos, letras que me gustan. Miér Feb 28, 2024 6:56 pm
El desvío
Conduzco el coche de una manera mecánica, mientras escucho la música que me ayuda a evadirme de todos mis problemas. Ni siquiera soy consciente de mis movimientos, ni en que momento del estribillo decido pisar el embrague y cambiar la marcha, ni cuando mis músculos deciden impulsar la pierna mientras freno suavemente y arreglo mi cabello distraídamente al mirarme en el espejo retrovisor.
Parezco un autómata, me estoy dejando llevar sin darme cuenta, parece que acierto en todas mis acciones pero mi cabeza anda muy lejos de esta carretera que mis ojos creen que miran.
El camino lo conozco como la palma de mi mano, podría hacerlo con los ojos vendados, sin embargo hoy me llama la atención un desvío en que nunca antes había reparado. Freno y lo estudio cuidadosamente desde mi asiento, no hay ninguna señal que me indique hacia donde va, pero la curiosidad me invade, ahora que me he percatado de su presencia hay algo que me lleva directamente hacia él. No existe prohibición, giro las ruedas a la derecha y me adentro en él.
Me ofrece otra ruta alternativa y añade emoción a la conducción, en un principio parecía secundario y sin embargo me ofrece una visión del paisaje completamente diferente. Vuelo en curvas increíbles, me siento segura sobre su asfalto, los árboles a ambos lados del desvío, le dan un aire bucólico, la temperatura baja a medida que me adentro en él, deduzco que mi camino habitual no está muy lejos, pero el desvío parece atraparme y me aleja de él sin apenas darme cuenta.
Miro el retrovisor y observo asombrada como el desvío parece desvanecerse tras de mí, como un espejismo en medio del desierto desaparece ante mis ojos y sus formas se difuminan lentamente. Me está atrapando, noto como mis manos se aferran sudorosas al volante, no tengo tiempo de tener miedo y mi mente busca una salida, la tengo delante, -pienso- y piso a fondo el acelerador.
El coche ya no me responde, siento como me engulle lentamente, mientras consigo distinguir distorsionados los sonidos familiares de mi vida que me llegan del otro lado del desvío.
Taber
Dejo un relato que siempre me gustó.
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athenea V.I.P.
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Tema: Re: Párrafos, textos, letras que me gustan. Miér Feb 28, 2024 8:17 pm
El enamorado
Lunas, marfiles, instrumentos, rosas, lámparas y la línea de Durero, las nueve cifras y el cambiante cero, debo fingir que existen esas cosas.
Debo fingir que en el pasado fueron Persépolis y Roma y que una arena sutil midió la suerte de la almena que los siglos de hierro deshicieron.
Debo fingir las armas y la pira de la epopeya y los pesados mares que roen de la tierra los pilares. Debo fingir que hay otros. Es mentira. Sólo tú eres. Tú, mi desventura y mi ventura, inagotable y pura.
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el.loco.lucas Administrador
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Tema: Re: Párrafos, textos, letras que me gustan. Miér Feb 28, 2024 8:23 pm
Gloriana escribió:
El desvío
Conduzco el coche de una manera mecánica, mientras escucho la música que me ayuda a evadirme de todos mis problemas. Ni siquiera soy consciente de mis movimientos, ni en que momento del estribillo decido pisar el embrague y cambiar la marcha, ni cuando mis músculos deciden impulsar la pierna mientras freno suavemente y arreglo mi cabello distraídamente al mirarme en el espejo retrovisor.
Parezco un autómata, me estoy dejando llevar sin darme cuenta, parece que acierto en todas mis acciones pero mi cabeza anda muy lejos de esta carretera que mis ojos creen que miran.
El camino lo conozco como la palma de mi mano, podría hacerlo con los ojos vendados, sin embargo hoy me llama la atención un desvío en que nunca antes había reparado. Freno y lo estudio cuidadosamente desde mi asiento, no hay ninguna señal que me indique hacia donde va, pero la curiosidad me invade, ahora que me he percatado de su presencia hay algo que me lleva directamente hacia él. No existe prohibición, giro las ruedas a la derecha y me adentro en él.
Me ofrece otra ruta alternativa y añade emoción a la conducción, en un principio parecía secundario y sin embargo me ofrece una visión del paisaje completamente diferente. Vuelo en curvas increíbles, me siento segura sobre su asfalto, los árboles a ambos lados del desvío, le dan un aire bucólico, la temperatura baja a medida que me adentro en él, deduzco que mi camino habitual no está muy lejos, pero el desvío parece atraparme y me aleja de él sin apenas darme cuenta.
Miro el retrovisor y observo asombrada como el desvío parece desvanecerse tras de mí, como un espejismo en medio del desierto desaparece ante mis ojos y sus formas se difuminan lentamente. Me está atrapando, noto como mis manos se aferran sudorosas al volante, no tengo tiempo de tener miedo y mi mente busca una salida, la tengo delante, -pienso- y piso a fondo el acelerador.
El coche ya no me responde, siento como me engulle lentamente, mientras consigo distinguir distorsionados los sonidos familiares de mi vida que me llegan del otro lado del desvío.
Taber
Dejo un relato que siempre me gustó.
Me recuerda a un pasaje de "La náusea" de Sartre. Lo buscaré para traerlo por aquí.
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NEROCAESAR Moderador
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Tema: Re: Párrafos, textos, letras que me gustan. Miér Feb 28, 2024 8:51 pm
Gloriana escribió:
El desvío
Conduzco el coche de una manera mecánica, mientras escucho la música que me ayuda a evadirme de todos mis problemas. Ni siquiera soy consciente de mis movimientos, ni en que momento del estribillo decido pisar el embrague y cambiar la marcha, ni cuando mis músculos deciden impulsar la pierna mientras freno suavemente y arreglo mi cabello distraídamente al mirarme en el espejo retrovisor.
Parezco un autómata, me estoy dejando llevar sin darme cuenta, parece que acierto en todas mis acciones pero mi cabeza anda muy lejos de esta carretera que mis ojos creen que miran.
El camino lo conozco como la palma de mi mano, podría hacerlo con los ojos vendados, sin embargo hoy me llama la atención un desvío en que nunca antes había reparado. Freno y lo estudio cuidadosamente desde mi asiento, no hay ninguna señal que me indique hacia donde va, pero la curiosidad me invade, ahora que me he percatado de su presencia hay algo que me lleva directamente hacia él. No existe prohibición, giro las ruedas a la derecha y me adentro en él.
Me ofrece otra ruta alternativa y añade emoción a la conducción, en un principio parecía secundario y sin embargo me ofrece una visión del paisaje completamente diferente. Vuelo en curvas increíbles, me siento segura sobre su asfalto, los árboles a ambos lados del desvío, le dan un aire bucólico, la temperatura baja a medida que me adentro en él, deduzco que mi camino habitual no está muy lejos, pero el desvío parece atraparme y me aleja de él sin apenas darme cuenta.
Miro el retrovisor y observo asombrada como el desvío parece desvanecerse tras de mí, como un espejismo en medio del desierto desaparece ante mis ojos y sus formas se difuminan lentamente. Me está atrapando, noto como mis manos se aferran sudorosas al volante, no tengo tiempo de tener miedo y mi mente busca una salida, la tengo delante, -pienso- y piso a fondo el acelerador.
El coche ya no me responde, siento como me engulle lentamente, mientras consigo distinguir distorsionados los sonidos familiares de mi vida que me llegan del otro lado del desvío.
Taber
Dejo un relato que siempre me gustó.
Precioso, borreguilla, casi he sentido un "déjà vu"...
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Tatsumaru V.I.P.
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Tema: Re: Párrafos, textos, letras que me gustan. Miér Feb 28, 2024 9:54 pm
"- Nunca se me ocurrió pensarlo -dije. - Hay un juego de adivinanzas -replicó él- que se juega con un mapa. Uno de los jugadores pide al otro que encuentre una palabra dada, el nombre de una ciudad, río, estado o imperio; una palabra, en fin, sobre la abigarrada y confusa superficie de un mapa. Un novato en el juego trata generalmente de confundir a sus contrarios, dándoles a buscar los nombres escritos con las letras más pequeñas; pero el buen jugador escogerá entre esas palabras que se extienden con grandes caracteres de un extremo a otro del mapa."
La carta robada, Poe.
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Laberinto Maestro/a
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Tema: Re: Párrafos, textos, letras que me gustan. Vie Mar 01, 2024 12:37 am
Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío: claridad absoluta, transparencia redonda. Limpidez cuya entraña, como el fondo del río, con el tiempo se afirma, con la sangre se ahonda.
¿Qué lucientes materias duraderas te han hecho, corazón de alborada, carnación matutina? Yo no quiero más día que el que exhala tu pecho. Tu sangre es la mañana que jamás se termina.
No hay más luz que tu cuerpo, no hay más sol: todo ocaso. Yo no veo las cosas a otra luz que tu frente. La otra luz es fantasma, nada más, de tu paso. Tu insondable mirada nunca gira al poniente.
Claridad sin posible declinar. Suma esencia del fulgor que ni cede ni abandona la cumbre. Juventud. Limpidez. Claridad. Transparencia acercando los astros más lejanos de lumbre.
Claro cuerpo moreno de calor fecundante. Hierba negra el origen; hierba negra las sienes. Trago negro los ojos, la mirada distante. Día azul. Noche clara. Sombra clara que vienes.
Yo no quiero más luz que tu sombra dorada donde brotan anillos de una hierba sombría. En mi sangre, fielmente por tu cuerpo abrasada, para siempre es de noche: para siempre es de día. Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío. Miguel Hernández
Laberinto
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Laberinto Maestro/a
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Tema: Re: Párrafos, textos, letras que me gustan. Vie Mar 01, 2024 1:18 pm
El pueblo En España lo mejor es el pueblo. Por eso la heroica y abnegada defensa de Madrid, que ha asombrado al mundo, a mí me conmueve, pero no me sorprende. Siempre ha sido lo mismo. En los trances duros, los señoritos –nuestros barinas– invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva. En España, no hay modo de ser persona bien nacida sin amar al pueblo. La demofilia es entre nosotros un deber elementalísimo de gratitud. Antonio Machado (Carta a Vigodsky, febrero de 1937)
Laberinto
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athenea V.I.P.
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Tema: Re: Párrafos, textos, letras que me gustan. Vie Mar 01, 2024 6:06 pm
Laberinto escribió:
El pueblo En España lo mejor es el pueblo. Por eso la heroica y abnegada defensa de Madrid, que ha asombrado al mundo, a mí me conmueve, pero no me sorprende. Siempre ha sido lo mismo. En los trances duros, los señoritos –nuestros barinas– invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva. En España, no hay modo de ser persona bien nacida sin amar al pueblo. La demofilia es entre nosotros un deber elementalísimo de gratitud. Antonio Machado (Carta a Vigodsky, febrero de 1937)
Laberinto
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Tema: Re: Párrafos, textos, letras que me gustan. Vie Mar 01, 2024 11:53 pm
- ¿Han oído eso? Bienaventurados los gansos. - ¿ Los gansos? - Si. Por lo visto van a heredar la Tierra. La Vida de Brian.
Buenas noches a todos.
Laberinto
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el.loco.lucas Administrador
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Tema: Re: Párrafos, textos, letras que me gustan. Vie Mar 01, 2024 11:55 pm
Tatsumaru V.I.P.
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Tema: Re: Párrafos, textos, letras que me gustan. Sáb Mar 02, 2024 2:51 pm
"Una ocasión magnífica para meditar si somos justos con los demás, o por el contrario problemas personales proyectan sus miserias y deforman la imagen del prójimo. Hay que tener cuidado, pero no os sintáis culpables: los imbéciles son siempre imbéciles proyectemos lo que proyectemos."
Antonio Gasset.
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Laberinto Maestro/a
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Tema: Re: Párrafos, textos, letras que me gustan. Sáb Mar 02, 2024 2:57 pm
Tatsumaru escribió:
"Una ocasión magnífica para meditar si somos justos con los demás, o por el contrario problemas personales proyectan sus miserias y deforman la imagen del prójimo. Hay que tener cuidado, pero no os sintáis culpables: los imbéciles son siempre imbéciles proyectemos lo que proyectemos."
Antonio Gasset.
Qué grande Gasset!
Laberinto
el.loco.lucas Administrador
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Tema: Re: Párrafos, textos, letras que me gustan. Sáb Mar 02, 2024 3:14 pm
Enorme Gasset, como siempre
Laberinto Maestro/a
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Tema: Re: Párrafos, textos, letras que me gustan. Sáb Mar 02, 2024 3:29 pm
"Tus ojos el abismo, donde muere mi razón..." Amaral.
Laberinto
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Tatsumaru V.I.P.
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Tema: Re: Párrafos, textos, letras que me gustan. Sáb Mar 02, 2024 4:42 pm
el.loco.lucas escribió:
Enorme Gasset, como siempre
Acabo de escuchar una mejor aún:
"Continuad si queréis en nuestra sintonía, gozando vosotros de las ventajas del hogar. Es decir: violencia doméstica, desconfianza mutua, hijos con tatuajes y salarios insuficientes. Nosotros aquí, haciéndonos pasar por aficionados al cine, es decir: todo un desastre."
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el.loco.lucas Administrador
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Tema: Re: Párrafos, textos, letras que me gustan. Sáb Mar 02, 2024 4:54 pm
Tatsumaru escribió:
el.loco.lucas escribió:
Enorme Gasset, como siempre
Acabo de escuchar una mejor aún:
"Continuad si queréis en nuestra sintonía, gozando vosotros de las ventajas del hogar. Es decir: violencia doméstica, desconfianza mutua, hijos con tatuajes y salarios insuficientes. Nosotros aquí, haciéndonos pasar por aficionados al cine, es decir: todo un desastre."
Creo que esa la oí en directo
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Laberinto Maestro/a
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Tema: Re: Párrafos, textos, letras que me gustan. Dom Mar 03, 2024 12:38 am
"Dios los cría y el viento los amontona " Manué
Me encanta!
Buenas noches a todos!
Laberinto
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Laberinto Maestro/a
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Tema: Re: Párrafos, textos, letras que me gustan. Mar Mar 05, 2024 1:14 am
La tierra parecía algo no terrenal. Estamos acostumbrados a verla bajo la forma encadenada de un monstruo dominado, pero allí, allí podías ver algo monstruoso y libre. No era terrenal, y los hombres eran... No, no eran inhumanos. Bueno, sabéis, eso era lo peor de todo: esa sospecha de que no fueran inhumanos. Brotaba en uno lentamente. Aullaban y brincaban y daban vueltas y hacían muecas horribles; pero lo que estremecía era pensar en su humanidad -como la de uno mismo-, pensar en el remoto parentesco de uno con ese salvaje y apasionado alboroto. Desagradable. Sí, era francamente desagradable; pero si uno fuera lo bastante hombre, reconocería que había en su interior una ligerísima señal de respuesta a la terrible franqueza de aquel ruido, una oscura sospecha de que había en ello un significado que uno -tan alejado de la noche de los primeros tiempos- podía comprender. ¿Y por qué no? La mente del hombre es capaz de cualquier cosa, porque está todo en ella, tanto el pasado como el futuro. ¿Qué había allí, después de todo? Júbilo, temor, pesar, devoción, valor, ira -¿cómo saberlo?-, pero había una verdad, la verdad despojada de su manto del tiempo. Que el necio se asombre y se estremezca; el hombre sabe y puede mirar sin parpadear." El corazón de las tinieblas. Joseph Conrad.
"Que el necio se asombre y se estremezca; el hombre sabe y puede mirar sin parpadear"
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Tema: Re: Párrafos, textos, letras que me gustan. Vie Mar 08, 2024 9:08 am
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Gloriana V.I.P.
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Tema: Re: Párrafos, textos, letras que me gustan. Sáb Mar 09, 2024 8:09 pm
El lobo
Nunca antes las montañas francesas habían sufrido un invierno tan frío y largo. Hacía semanas que el aire se mantenía claro, áspero y helado. Durante el día, los grandes campos de nieve, color blanco mate, yacían inclinados e interminables bajo el cielo estridentemente azul; de noche los atravesaba la luna, pequeña y clara, una luna helada, furibunda, con un brillo amarillento cuya luz fuerte se volvía azul y sorda sobre la nieve, y que parecía la escarcha en persona. Los seres humanos evitaban todos los caminos y, sobre todo, las alturas; apáticos y maldiciendo, permanecían en las cabañas, cuyas ventanas rojas, de noche, aparecían empañadas y turbias junto a la luz azul de la luna, y se apagaban pronto.
Fue un tiempo difícil para los animales de la zona. Los más pequeños murieron congelados en grandes cantidades; también los pájaros sucumbieron a la helada, y sus cadáveres enjutos se convirtieron en botín de águilas y lobos. Pero aun éstos sufrían terriblemente de frío y de hambre. Sólo unas pocas familias de lobos vivían allí, y la necesidad las empujó hacia una unión más fuerte. Durante el día salían solos. Aquí y allá, uno de ellos cruzaba la nieve, flaco, hambriento y vigilante, silencioso y temeroso como un fantasma. Su sombra delgada se deslizaba a su lado sobre la superficie nevada. Levantaba el hocico puntiagudo en el viento y de vez en cuando emitía un llanto seco, tortuoso. Pero de noche salían todos juntos y rodeaban los pueblos con aullidos roncos. Allí estaban a buen resguardo el ganado y las aves, y detrás de los postigos se apoyaban las escopetas. En escasas ocasiones les tocaba una presa menor, por ejemplo un perro, y ya habían sido muertos dos lobos de la manada.
La helada persistía. Muchas veces los lobos se echaban juntos, en silencio y pensativos, calentándose uno contra el otro, y escuchaban acongojados el vacío mortal que los rodeaba, hasta que uno, martirizado por los maltratos espantosos del hambre, pegaba de pronto un salto con un alarido terrorífico. Entonces todos los demás dirigían sus hocicos hacia él, temblaban, y rompían al unísono en un aullido terrible, amenazador y quejumbroso.
Por fin la parte más chica de la manada decidió partir. Abandonaron sus madrigueras al despuntar el alba, se reunieron y olisquearon excitados y temerosos el aire helado. Luego partieron al trote, rápido y con un ritmo parejo. Los que quedaban atrás los miraron con ojos muy abiertos y vidriosos, los siguieron una docena de pasos, se detuvieron indecisos y desorientados, y regresaron lentamente a sus cuevas vacías.
Los emigrantes se separaron al mediodía. Tres de ellos se dirigieron hacia el oeste, a los montes del Jura suizo; los otros siguieron hacia el sur. Los tres primeros eran animales hermosos, fuertes, pero terriblemente flacos. El estómago de color claro, combado hacia dentro, era delgado como una correa; en el pecho se destacaban tristemente las costillas; las bocas estaban secas y los ojos abiertos y desesperados. De tres en tres se internaron lejos en los montes; al segundo día cazaron un carnero, al tercero, un perro y un potrillo, y fueron perseguidos en todas partes por los campesinos furiosos. En la zona, rica en pueblos y ciudades, se diseminó el miedo y el temor ante los invasores desacostumbrados. La gente armó los trineos del correo; nadie iba de un pueblo a otro sin su arma. En esa zona desconocida, tras tan buen botín, los tres animales se sentían a la vez temerosos y a gusto; se volvieron más arriesgados de lo que jamás habían sido en casa, y asaltaron el corral de una granja a plena luz del día. Mugidos de vacas, crujido de listones de madera que se partían, sonido de cascos y una respiración caliente, jadeante, llenaron el ambiente angosto y cálido. Pero esta vez interfirieron los humanos. Habían puesto un precio a la cabeza de los lobos, lo que duplicó el coraje de los granjeros. Mataron a dos de ellos: a uno le perforó el cuello una bala de escopeta, el otro fue muerto con un hacha. El tercero escapó y corrió hasta que se desplomó sobre la nieve, casi muerto. Era el más joven y hermoso de los lobos, un animal orgulloso con formas armónicas y una fuerza imponente. Durante un largo rato quedó echado, jadeando. Delante de sus ojos se arremolinaban círculos rojos y sanguinolentos, y de vez en cuando emitía un quejido sibilante, doloroso. Un hachazo le había dado en el lomo. Pero se recuperó y pudo volver a levantarse. Sólo entonces vio cuán lejos había corrido. En ningún lado se podían ver personas o casas. Delante de él se encontraba una montaña imponente, nevada. Era el Chasseral. Decidió rodearlo. Atormentado por la sed, comió pequeños pedazos de la corteza congelada y dura que cubría la nieve.
Más allá de la montaña se topó de inmediato con un pueblo. Estaba anocheciendo. Esperó en un tupido bosque de pinos. Luego rodeó con cuidado los cercos de los jardines, persiguiendo el olor de los establos tibios. No había nadie en la calle. Arisco y anhelante, espió por entre las casas. Entonces sonó un disparo. Levantó la cabeza hacia lo alto y se dispuso a correr, cuando ya estalló el segundo tiro. Le habían dado. El costado de su abdomen blancuzco estaba manchado con sangre, que caía a goterones. A pesar de todo, logró escapar con unos grandes saltos y alcanzar el bosque más alejado de la montaña. Allí esperó un instante, atento, y oyó voces y pasos provenientes de varios lados. Temeroso, miró hacia la montaña. Era escarpada, boscosa y difícil de trepar. Pero no tenía opción. Con respiración agitada escaló la pared empinada mientras que abajo, a lo largo de la montaña, avanzaba una confusión de insultos, órdenes y luces de linternas. El lobo herido trepó temblando a través del bosque de pinos, casi a oscuras, mientras la sangre marrón corría despacio por su costado.
El frío había cedido. Al oeste, el cielo se veía brumoso y parecía prometer nieve.
Por fin el animal, agotado, alcanzó la cima. Ahora se encontraba sobre un gran campo de nieve, levemente inclinado, cerca de Mont Crosin, muy por encima del pueblo del que había escapado. No sentía hambre, pero sí un dolor turbio y punzante en la herida. Un ladrido seco y enfermo nació de su hocico entregado; su corazón latía pesado y dolorido, y el lobo sentía que la mano de la muerte lo presionaba como una carga indescriptiblemente pesada. Un pino aislado, de ramas anchas, lo atrajo; allí se sentó y clavó sus ojos perdidos en la noche gris de nieve. Pasó media hora. Una luz roja y apagada cayó sobre la nieve, extraña y blanda. El lobo se levantó con un quejido y dirigió su cabeza hermosa hacia la luz. Era la luna, que se levantaba por el sudoeste, gigantesca y color rojo sangre, y subía lentamente por el cielo cubierto. Hacía muchas semanas que no se la había visto tan roja y grande. El ojo del animal moribundo se aferraba con tristeza al astro opaco, y en la noche volvió a oírse un estertor débil, doloroso y ronco.
Un poco más tarde surgieron luces y pasos. Campesinos con abrigos gruesos, cazadores y muchachos jóvenes con gorros de piel y botas toscas avanzaban por la nieve. Se oyeron gritos de alegría. Habían descubierto al lobo moribundo, le dispararon dos tiros y ambos fallaron. Entonces vieron que el animal ya estaba por fallecer y le cayeron encima con palos y garrotes. Él ya no lo sintió.
Lo arrastraron hacia abajo, a Sankt Immer, con los miembros quebrados. Reían, alardeaban, se alegraban por el aguardiente y el café que beberían, cantaban, maldecían. Ninguno vio la belleza del bosque nevado, ni el brillo de la alta meseta, ni la luna roja que colgaba sobre el Chasseral y cuya luz débil se reflejaba en los caños de las escopetas, en los cristales de nieve y en los ojos quebrados del lobo muerto.
Hermann Hesse (1903)
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NEROCAESAR Moderador
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Tema: Re: Párrafos, textos, letras que me gustan. Sáb Mar 09, 2024 9:16 pm
Gloriana escribió:
El lobo
Nunca antes las montañas francesas habían sufrido un invierno tan frío y largo. Hacía semanas que el aire se mantenía claro, áspero y helado. Durante el día, los grandes campos de nieve, color blanco mate, yacían inclinados e interminables bajo el cielo estridentemente azul; de noche los atravesaba la luna, pequeña y clara, una luna helada, furibunda, con un brillo amarillento cuya luz fuerte se volvía azul y sorda sobre la nieve, y que parecía la escarcha en persona. Los seres humanos evitaban todos los caminos y, sobre todo, las alturas; apáticos y maldiciendo, permanecían en las cabañas, cuyas ventanas rojas, de noche, aparecían empañadas y turbias junto a la luz azul de la luna, y se apagaban pronto.
Fue un tiempo difícil para los animales de la zona. Los más pequeños murieron congelados en grandes cantidades; también los pájaros sucumbieron a la helada, y sus cadáveres enjutos se convirtieron en botín de águilas y lobos. Pero aun éstos sufrían terriblemente de frío y de hambre. Sólo unas pocas familias de lobos vivían allí, y la necesidad las empujó hacia una unión más fuerte. Durante el día salían solos. Aquí y allá, uno de ellos cruzaba la nieve, flaco, hambriento y vigilante, silencioso y temeroso como un fantasma. Su sombra delgada se deslizaba a su lado sobre la superficie nevada. Levantaba el hocico puntiagudo en el viento y de vez en cuando emitía un llanto seco, tortuoso. Pero de noche salían todos juntos y rodeaban los pueblos con aullidos roncos. Allí estaban a buen resguardo el ganado y las aves, y detrás de los postigos se apoyaban las escopetas. En escasas ocasiones les tocaba una presa menor, por ejemplo un perro, y ya habían sido muertos dos lobos de la manada.
La helada persistía. Muchas veces los lobos se echaban juntos, en silencio y pensativos, calentándose uno contra el otro, y escuchaban acongojados el vacío mortal que los rodeaba, hasta que uno, martirizado por los maltratos espantosos del hambre, pegaba de pronto un salto con un alarido terrorífico. Entonces todos los demás dirigían sus hocicos hacia él, temblaban, y rompían al unísono en un aullido terrible, amenazador y quejumbroso.
Por fin la parte más chica de la manada decidió partir. Abandonaron sus madrigueras al despuntar el alba, se reunieron y olisquearon excitados y temerosos el aire helado. Luego partieron al trote, rápido y con un ritmo parejo. Los que quedaban atrás los miraron con ojos muy abiertos y vidriosos, los siguieron una docena de pasos, se detuvieron indecisos y desorientados, y regresaron lentamente a sus cuevas vacías.
Los emigrantes se separaron al mediodía. Tres de ellos se dirigieron hacia el oeste, a los montes del Jura suizo; los otros siguieron hacia el sur. Los tres primeros eran animales hermosos, fuertes, pero terriblemente flacos. El estómago de color claro, combado hacia dentro, era delgado como una correa; en el pecho se destacaban tristemente las costillas; las bocas estaban secas y los ojos abiertos y desesperados. De tres en tres se internaron lejos en los montes; al segundo día cazaron un carnero, al tercero, un perro y un potrillo, y fueron perseguidos en todas partes por los campesinos furiosos. En la zona, rica en pueblos y ciudades, se diseminó el miedo y el temor ante los invasores desacostumbrados. La gente armó los trineos del correo; nadie iba de un pueblo a otro sin su arma. En esa zona desconocida, tras tan buen botín, los tres animales se sentían a la vez temerosos y a gusto; se volvieron más arriesgados de lo que jamás habían sido en casa, y asaltaron el corral de una granja a plena luz del día. Mugidos de vacas, crujido de listones de madera que se partían, sonido de cascos y una respiración caliente, jadeante, llenaron el ambiente angosto y cálido. Pero esta vez interfirieron los humanos. Habían puesto un precio a la cabeza de los lobos, lo que duplicó el coraje de los granjeros. Mataron a dos de ellos: a uno le perforó el cuello una bala de escopeta, el otro fue muerto con un hacha. El tercero escapó y corrió hasta que se desplomó sobre la nieve, casi muerto. Era el más joven y hermoso de los lobos, un animal orgulloso con formas armónicas y una fuerza imponente. Durante un largo rato quedó echado, jadeando. Delante de sus ojos se arremolinaban círculos rojos y sanguinolentos, y de vez en cuando emitía un quejido sibilante, doloroso. Un hachazo le había dado en el lomo. Pero se recuperó y pudo volver a levantarse. Sólo entonces vio cuán lejos había corrido. En ningún lado se podían ver personas o casas. Delante de él se encontraba una montaña imponente, nevada. Era el Chasseral. Decidió rodearlo. Atormentado por la sed, comió pequeños pedazos de la corteza congelada y dura que cubría la nieve.
Más allá de la montaña se topó de inmediato con un pueblo. Estaba anocheciendo. Esperó en un tupido bosque de pinos. Luego rodeó con cuidado los cercos de los jardines, persiguiendo el olor de los establos tibios. No había nadie en la calle. Arisco y anhelante, espió por entre las casas. Entonces sonó un disparo. Levantó la cabeza hacia lo alto y se dispuso a correr, cuando ya estalló el segundo tiro. Le habían dado. El costado de su abdomen blancuzco estaba manchado con sangre, que caía a goterones. A pesar de todo, logró escapar con unos grandes saltos y alcanzar el bosque más alejado de la montaña. Allí esperó un instante, atento, y oyó voces y pasos provenientes de varios lados. Temeroso, miró hacia la montaña. Era escarpada, boscosa y difícil de trepar. Pero no tenía opción. Con respiración agitada escaló la pared empinada mientras que abajo, a lo largo de la montaña, avanzaba una confusión de insultos, órdenes y luces de linternas. El lobo herido trepó temblando a través del bosque de pinos, casi a oscuras, mientras la sangre marrón corría despacio por su costado.
El frío había cedido. Al oeste, el cielo se veía brumoso y parecía prometer nieve.
Por fin el animal, agotado, alcanzó la cima. Ahora se encontraba sobre un gran campo de nieve, levemente inclinado, cerca de Mont Crosin, muy por encima del pueblo del que había escapado. No sentía hambre, pero sí un dolor turbio y punzante en la herida. Un ladrido seco y enfermo nació de su hocico entregado; su corazón latía pesado y dolorido, y el lobo sentía que la mano de la muerte lo presionaba como una carga indescriptiblemente pesada. Un pino aislado, de ramas anchas, lo atrajo; allí se sentó y clavó sus ojos perdidos en la noche gris de nieve. Pasó media hora. Una luz roja y apagada cayó sobre la nieve, extraña y blanda. El lobo se levantó con un quejido y dirigió su cabeza hermosa hacia la luz. Era la luna, que se levantaba por el sudoeste, gigantesca y color rojo sangre, y subía lentamente por el cielo cubierto. Hacía muchas semanas que no se la había visto tan roja y grande. El ojo del animal moribundo se aferraba con tristeza al astro opaco, y en la noche volvió a oírse un estertor débil, doloroso y ronco.
Un poco más tarde surgieron luces y pasos. Campesinos con abrigos gruesos, cazadores y muchachos jóvenes con gorros de piel y botas toscas avanzaban por la nieve. Se oyeron gritos de alegría. Habían descubierto al lobo moribundo, le dispararon dos tiros y ambos fallaron. Entonces vieron que el animal ya estaba por fallecer y le cayeron encima con palos y garrotes. Él ya no lo sintió.
Lo arrastraron hacia abajo, a Sankt Immer, con los miembros quebrados. Reían, alardeaban, se alegraban por el aguardiente y el café que beberían, cantaban, maldecían. Ninguno vio la belleza del bosque nevado, ni el brillo de la alta meseta, ni la luna roja que colgaba sobre el Chasseral y cuya luz débil se reflejaba en los caños de las escopetas, en los cristales de nieve y en los ojos quebrados del lobo muerto.
Hermann Hesse (1903)
Muy triste y muy duro, pero muy bien contado, como acostumbra el autor...; menos mal que "nuestro Llobu" está libre de las citadas calamidades...
Esta historia, publicada por una "borreguilla", no deja de ser paradójico.
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athenea V.I.P.
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Tema: Re: Párrafos, textos, letras que me gustan. Dom Mar 10, 2024 2:20 am
"Era un viejo que pescaba solo en un bote en el Gulf Stream y hacía ochenta y cuatro días que no cogía un pez. En los primeros cuarenta días había tenido consigo a un muchacho. Pero después de cuarenta días sin haber pescado los padres del muchacho le habían dicho que el viejo estaba definitiva y rematadamente salao, lo cual era la peor forma de la mala suerte, y por orden de sus padres el muchacho había salido en otro bote que cogió tres buenos peces la primera semana. Entristecía al muchacho ver al viejo regresar todos los días con su bote vacío, y siempre bajaba a ayudarle a cargar los rollos de sedal o el bichero y el arpón y la vela arrollada al mástil. La vela estaba remendada con sacos de harina y, arrollada, parecía una bandera en permanente derrota. El viejo era flaco y desgarbado, con arrugas profundas en la parte posterior del cuello. Las pardas manchas del benigno cáncer de la piel que el sol produce con sus reflejos en el mar tropical estaban en sus mejillas. Esas pecas corrían por los lados de su cara hasta bastante abajo y sus manos tenían las hondas cicatrices que causa la manipulación de las cuerdas cuando sujetan los grandes peces. Pero ninguna de estas cicatrices era reciente. Eran tan viejas como las erosiones de un árido desierto. Todo en él era viejo, salvo sus ojos; y estos tenían el color mismo del mar y eran alegres e invictos. ..."
Ernest Hemingway- "El Viejo y el Mar"
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Gloriana V.I.P.
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Tema: Re: Párrafos, textos, letras que me gustan. Dom Mar 10, 2024 6:37 am
NEROCAESAR escribió:
Gloriana escribió:
El lobo
Nunca antes las montañas francesas habían sufrido un invierno tan frío y largo. Hacía semanas que el aire se mantenía claro, áspero y helado. Durante el día, los grandes campos de nieve, color blanco mate, yacían inclinados e interminables bajo el cielo estridentemente azul; de noche los atravesaba la luna, pequeña y clara, una luna helada, furibunda, con un brillo amarillento cuya luz fuerte se volvía azul y sorda sobre la nieve, y que parecía la escarcha en persona. Los seres humanos evitaban todos los caminos y, sobre todo, las alturas; apáticos y maldiciendo, permanecían en las cabañas, cuyas ventanas rojas, de noche, aparecían empañadas y turbias junto a la luz azul de la luna, y se apagaban pronto.
Fue un tiempo difícil para los animales de la zona. Los más pequeños murieron congelados en grandes cantidades; también los pájaros sucumbieron a la helada, y sus cadáveres enjutos se convirtieron en botín de águilas y lobos. Pero aun éstos sufrían terriblemente de frío y de hambre. Sólo unas pocas familias de lobos vivían allí, y la necesidad las empujó hacia una unión más fuerte. Durante el día salían solos. Aquí y allá, uno de ellos cruzaba la nieve, flaco, hambriento y vigilante, silencioso y temeroso como un fantasma. Su sombra delgada se deslizaba a su lado sobre la superficie nevada. Levantaba el hocico puntiagudo en el viento y de vez en cuando emitía un llanto seco, tortuoso. Pero de noche salían todos juntos y rodeaban los pueblos con aullidos roncos. Allí estaban a buen resguardo el ganado y las aves, y detrás de los postigos se apoyaban las escopetas. En escasas ocasiones les tocaba una presa menor, por ejemplo un perro, y ya habían sido muertos dos lobos de la manada.
La helada persistía. Muchas veces los lobos se echaban juntos, en silencio y pensativos, calentándose uno contra el otro, y escuchaban acongojados el vacío mortal que los rodeaba, hasta que uno, martirizado por los maltratos espantosos del hambre, pegaba de pronto un salto con un alarido terrorífico. Entonces todos los demás dirigían sus hocicos hacia él, temblaban, y rompían al unísono en un aullido terrible, amenazador y quejumbroso.
Por fin la parte más chica de la manada decidió partir. Abandonaron sus madrigueras al despuntar el alba, se reunieron y olisquearon excitados y temerosos el aire helado. Luego partieron al trote, rápido y con un ritmo parejo. Los que quedaban atrás los miraron con ojos muy abiertos y vidriosos, los siguieron una docena de pasos, se detuvieron indecisos y desorientados, y regresaron lentamente a sus cuevas vacías.
Los emigrantes se separaron al mediodía. Tres de ellos se dirigieron hacia el oeste, a los montes del Jura suizo; los otros siguieron hacia el sur. Los tres primeros eran animales hermosos, fuertes, pero terriblemente flacos. El estómago de color claro, combado hacia dentro, era delgado como una correa; en el pecho se destacaban tristemente las costillas; las bocas estaban secas y los ojos abiertos y desesperados. De tres en tres se internaron lejos en los montes; al segundo día cazaron un carnero, al tercero, un perro y un potrillo, y fueron perseguidos en todas partes por los campesinos furiosos. En la zona, rica en pueblos y ciudades, se diseminó el miedo y el temor ante los invasores desacostumbrados. La gente armó los trineos del correo; nadie iba de un pueblo a otro sin su arma. En esa zona desconocida, tras tan buen botín, los tres animales se sentían a la vez temerosos y a gusto; se volvieron más arriesgados de lo que jamás habían sido en casa, y asaltaron el corral de una granja a plena luz del día. Mugidos de vacas, crujido de listones de madera que se partían, sonido de cascos y una respiración caliente, jadeante, llenaron el ambiente angosto y cálido. Pero esta vez interfirieron los humanos. Habían puesto un precio a la cabeza de los lobos, lo que duplicó el coraje de los granjeros. Mataron a dos de ellos: a uno le perforó el cuello una bala de escopeta, el otro fue muerto con un hacha. El tercero escapó y corrió hasta que se desplomó sobre la nieve, casi muerto. Era el más joven y hermoso de los lobos, un animal orgulloso con formas armónicas y una fuerza imponente. Durante un largo rato quedó echado, jadeando. Delante de sus ojos se arremolinaban círculos rojos y sanguinolentos, y de vez en cuando emitía un quejido sibilante, doloroso. Un hachazo le había dado en el lomo. Pero se recuperó y pudo volver a levantarse. Sólo entonces vio cuán lejos había corrido. En ningún lado se podían ver personas o casas. Delante de él se encontraba una montaña imponente, nevada. Era el Chasseral. Decidió rodearlo. Atormentado por la sed, comió pequeños pedazos de la corteza congelada y dura que cubría la nieve.
Más allá de la montaña se topó de inmediato con un pueblo. Estaba anocheciendo. Esperó en un tupido bosque de pinos. Luego rodeó con cuidado los cercos de los jardines, persiguiendo el olor de los establos tibios. No había nadie en la calle. Arisco y anhelante, espió por entre las casas. Entonces sonó un disparo. Levantó la cabeza hacia lo alto y se dispuso a correr, cuando ya estalló el segundo tiro. Le habían dado. El costado de su abdomen blancuzco estaba manchado con sangre, que caía a goterones. A pesar de todo, logró escapar con unos grandes saltos y alcanzar el bosque más alejado de la montaña. Allí esperó un instante, atento, y oyó voces y pasos provenientes de varios lados. Temeroso, miró hacia la montaña. Era escarpada, boscosa y difícil de trepar. Pero no tenía opción. Con respiración agitada escaló la pared empinada mientras que abajo, a lo largo de la montaña, avanzaba una confusión de insultos, órdenes y luces de linternas. El lobo herido trepó temblando a través del bosque de pinos, casi a oscuras, mientras la sangre marrón corría despacio por su costado.
El frío había cedido. Al oeste, el cielo se veía brumoso y parecía prometer nieve.
Por fin el animal, agotado, alcanzó la cima. Ahora se encontraba sobre un gran campo de nieve, levemente inclinado, cerca de Mont Crosin, muy por encima del pueblo del que había escapado. No sentía hambre, pero sí un dolor turbio y punzante en la herida. Un ladrido seco y enfermo nació de su hocico entregado; su corazón latía pesado y dolorido, y el lobo sentía que la mano de la muerte lo presionaba como una carga indescriptiblemente pesada. Un pino aislado, de ramas anchas, lo atrajo; allí se sentó y clavó sus ojos perdidos en la noche gris de nieve. Pasó media hora. Una luz roja y apagada cayó sobre la nieve, extraña y blanda. El lobo se levantó con un quejido y dirigió su cabeza hermosa hacia la luz. Era la luna, que se levantaba por el sudoeste, gigantesca y color rojo sangre, y subía lentamente por el cielo cubierto. Hacía muchas semanas que no se la había visto tan roja y grande. El ojo del animal moribundo se aferraba con tristeza al astro opaco, y en la noche volvió a oírse un estertor débil, doloroso y ronco.
Un poco más tarde surgieron luces y pasos. Campesinos con abrigos gruesos, cazadores y muchachos jóvenes con gorros de piel y botas toscas avanzaban por la nieve. Se oyeron gritos de alegría. Habían descubierto al lobo moribundo, le dispararon dos tiros y ambos fallaron. Entonces vieron que el animal ya estaba por fallecer y le cayeron encima con palos y garrotes. Él ya no lo sintió.
Lo arrastraron hacia abajo, a Sankt Immer, con los miembros quebrados. Reían, alardeaban, se alegraban por el aguardiente y el café que beberían, cantaban, maldecían. Ninguno vio la belleza del bosque nevado, ni el brillo de la alta meseta, ni la luna roja que colgaba sobre el Chasseral y cuya luz débil se reflejaba en los caños de las escopetas, en los cristales de nieve y en los ojos quebrados del lobo muerto.
Hermann Hesse (1903)
Muy triste y muy duro, pero muy bien contado, como acostumbra el autor...; menos mal que "nuestro Llobu" está libre de las citadas calamidades...
Esta historia, publicada por una "borreguilla", no deja de ser paradójico.
Así es, triste, muy duro, aunque muy bien contado. Vuestra borreguilla fue, hace muchos años, voluntaria en un centro de animales abandonados. Actualmente colaboro en un Santuario, solo económicamente. No me es posible por edad y salud hacerlo físicamente. Tampoco este Santuario está en mi región. En estos lugares se llega a saber hasta donde llega un humano contra un animal. Para mí, el relato "El lobo" es la vida misma.
No dudes, NEROCAESAR, que con cuarenta años menos, aceptaría las peticiones del Santuario y me traslado a vivir allí.
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